La crisis en la que nos encontramos sumergidos puso de manifiesto de manera cruda la fragilidad de nuestro sistema de organización como humanidad; un sistema destructivo de la naturaleza, marginador y que deja desprotegidos a los más vulnerables. Hay que superar la crisis, pero no para volver a la supuesta “normalidad” de ese sistema, sino para suplantarlo.
El brote de coronavirus puso al desnudo lo poco preparada que se encontraba nuestra civilización para enfrentar una pandemia. Casi ningún país disponía de un sistema de salud suficientemente equipado para atender una situación de este tipo (hemos venido fabricando miles de millones de automóviles y nos hemos olvidado de fabricar respiradores). Nuestra manera de relacionarnos y movernos dispersó el brote de coronavirus a todos los rincones del planeta de manera casi inmediata. Por otra parte, nuestro modo de producir alimentos nos expone a la ocurrencia periódica de epidemias que tienen el potencial de expandirse globalmente (la gripe aviar, el SARS, y la gripe porcina son algunos ejemplos, sin estar claro aún si el paso del COVID-19 al ser humano pudo haber sido favorecido por la producción animal, en lugar de haber ocurrido de manera directa de animales silvestres al ser humano). Es muy probable, por lo tanto, que suframos la ocurrencia de nuevos episodios de este tipo si no adoptamos cambios radicales en nuestro modo de producir y de relacionarnos.
La lucha contra la pandemia requiere que nos quedemos en casa, sin embargo, el sistema capitalista necesita de una constante producción y consumo de bienes y servicios para funcionar, de lo contrario comienza a colapsar (que es lo que está ocurriendo). De pronto nos encontramos en un “tira y afloje” en el que de un lado está la salvaguarda de la vida y del otro lado está el funcionamiento de la economía. Y allí cada país trata de hacer equilibrio. Para los que no tienen empleo formal o son cuentapropistas (en países como el nuestro una enorme proporción de la población), el “quédate en casa” significa dejar de contar con el sustento diario para subsistir. Los gobiernos improvisan entonces medidas de distribución de recursos que son en general por completo insuficientes. Resulta que a los que manejan el poder y a los propietarios de las grandes riquezas nunca les interesó establecer un verdadero sistema de redistribución que permitiera a la humanidad ser solidaria entre sí y sortear de manera menos traumática, por ejemplo, situaciones como esta. Un sistema potente de redistribución de recursos de carácter internacional permitiría, entre otras muchas cosas, que la población se pueda “quedar en casa” sin poner en riesgo su propia subsistencia.
La pandemia puso también de manifiesto el daño que le hacemos a la naturaleza. En pocas semanas en que la humanidad redujo su actividad, vimos cómo se transparentaron canales de agua, reaparecieron animales salvajes en lugares donde hace tiempo que no se veían, la atmósfera comenzó a estar limpia como no lo estaba hace décadas en muchas ciudades y suburbios. En tres meses la crisis de la pandemia “logró más efecto” sobre el ambiente que todos los tratados climáticos juntos en las últimas tres décadas. Mientras el sistema que impere sea el sistema capitalista, seguiremos destruyendo la naturaleza. No existe “Green new deal” ni “capitalismo bueno” que permita armonizar el modo de producción de este sistema protegiendo en verdad a la naturaleza. El sistema capitalista es, en todas sus variables (sea neoliberal, sea keinesiana), destructivo del ecosistema.
Todos queremos vencer al virus, pero somos millones y millones los que no queremos volver a la “normalidad”, a esa normalidad que, como estamos viendo, nos llevaría a un nuevo desastre y que, además, sólo ofrece a la mayoría un día a día apático, gris, materialista, vacuo, frívolo y sin sentido. No, no queremos volver a la normalidad, queremos cambiar el sistema, y queremos hacerlo ahora. No se trata de corregir los errores, de convencer a los “líderes” de alcanzar bonitos objetivos de “desarrollo sostenible” para el 2030 o el 2050, de contrarrestar las “imperfecciones” del sistema instaurando modos de consumo supuestamente responsable, de aumentar los presupuestos destinados a las poblaciones empobrecidas, de exigir a los gobernantes que tomen conciencia, de instaurar un “capitalismo consciente” donde estos problemas se resuelvan paulatinamente. Eso se viene intentando hace al menos 20 o 30 años. El tiempo se agotó. El coronavirus está siendo la gota que desborda el vaso. Queremos vencer la pandemia, pero no para volver a aquella “normalidad”, queremos cambiar el sistema de producción y organización humana, queremos construir una nueva civilización en armonía con la naturaleza, que promueva la diversidad y la vida.
Los actores que deben llevar adelante estos cambios no son ni las grandes empresas que han sido artífices durante años de esta destrucción, aunque busquen en los últimos tiempos lavarse su cara con un formato “verde” o “consciente”, ni los líderes y dirigentes que no han sabido realizar estos cambios en las últimas décadas. En los últimos tiempos y, especialmente, en el año que pasó, vimos cómo grandes sectores de la población salía a las calles a exigir otro modo de vida, de organizarnos, de relacionarnos. Todos estos movimientos; el movimiento de los jóvenes, de las mujeres, de los pueblos originarios, de los trabajadores, debemos confluir para lograr esta transformación. Son estos sectores los que deben tomar en su poder esta responsabilidad y este liderazgo. Debemos superar lo antes posible la pandemia del coronavirus, pero no para volver de a poco a la “normalidad”, sino para iniciar una transición inmediata que suplante al sistema capitalista (que es en todas sus formas destructor de la vida humana y de la naturaleza) por un sistema verdaderamente democrático centrado en la vida y en la convivencia armónica con la naturaleza.
El momento de cambiar el sistema es ahora, y el primer paso es superar esta pandemia de manera solidaria entre toda la humanidad. ¡Que el mundo que renazca después del coronavirus sea un mundo democrático, sano y de todos! No queremos volver a la normalidad, queremos instaurar un nuevo modo de vida, en hermandad y en armonía con la naturaleza, y queremos hacerlo ahora. Y para lograrlo no hay que convencer a ningún líder, hay que tomar el liderazgo.
Blog del autor: https://paradigmalternativo.blogspot.com/