Después de tantos anuncios del inminente inicio de la guerra, la escalada comenzó en un tono estrambótico: tuvimos un discurso farsa en el Kremlin, un movimiento de tropas en la región dominada por los separatistas prorrusos y las primeras sanciones, pronto criticadas por sus abogados como endebles.
En cualquier caso, se ha pasado un Rubicón. En este proceso, hubo tres fantasmas que salieron del armario.
La hipocresía no es uno de ellos, ha existido desde siempre. Es el caso del discurso sobre los acuerdos (el de Minsk, siempre violado por todas las partes), o sobre la democracia (no hace poco que los gobernantes de un aliado, Arabia Saudí, hicieron despedazar a un periodista, sin que fueran amonestados más allá de unos regaños avergonzados) o incluso sobre la brutalidad de Moscú (cuando, al comienzo de su poder, Putin arrasó metódicamente Grozny, en Chechenia, contó con el apoyo de la Unión Europea y la Casa Blanca). La militarización de la política tampoco es nueva, es tan delicioso cantar a coro contra los “apaciguadores”, en este caso los que no hinchan sus velas con el éxito de Biden, que siempre hay un estatus que ganar para los que muestran su “sentido de Estado” “exigiendo más guerra.
En cambio, los otros tres fantasmas son más peligrosos.
¿Todo por un voto?
El primero es el cálculo de los líderes, que se cuidan a sí mismos sin preocuparse por el orden del mundo. Biden tiene elecciones en noviembre, podría perderlas y espera que los tambores de guerra movilicen a su electorado y ahoguen a los opositores internos. Esto suele funcionar en los Estados Unidos. La respuesta de Trump confirmó la estratagema, ya que el expresidente calificó la iniciativa de Putin de «genial» y «maravillosa», e incluso sugirió que se debería usar el mismo truco en la frontera con México. Concluyó que “va a ser la fuerza de mantenimiento de la paz más grande que jamás haya visto. Incluso mantendrán la paz. Piense en eso. Aquí hay un tipo que tiene mucha experiencia, lo conozco bien. Muy bien». Sin embargo, el problema de Biden no es solo Trump. Pretende borrar el efecto político de la derrota en Afganistán -la segunda vez en la historia que el ejército de EEUU fue humillado y huyó del terreno de operaciones que había escogido- y, en particular, corregir la presunción de que la OTAN está en estado de «muerte cerebral», como había asegurado Macron.
El presidente francés hizo lo mismo. Tiene elecciones dentro de dos meses y le convenía afirmar la grandeza de Francia como árbitro europeo. Sin embargo, la cumbre que anunció durante el fin de semana fue despreciada tanto por Moscú como por Washington. Macron fue ridiculizado.
La derrota de alemania
El segundo fantasma es el de la jerarquía: la Casa Blanca quiere dirigir Europa y no tolera una relación económica con Rusia, en particular la dependencia de las importaciones de gas. Por eso, desde el comienzo de la escalada de la tensión, Biden anunció que su objetivo era detener el gaseoducto Nord Stream 2, para disgusto de Scholz. Incluso hoy, tras la cesión del Canciller, lo que dice Washington (se terminó el gasoducto) y lo que dice Berlín (se aplaza) es diferente.
En Alemania, el tema es visto como un compromiso estratégico, particularmente entre los militares. Un episodio a fines de enero ilustró esta percepción, cuando el almirante Kay-Achim Schönbach, jefe del estado mayor naval, declaró en una conferencia en Nueva Delhi sobre Putin: “¡Por el amor de Dios, respétenlo! Cuesta tan poco, casi nada. Es fácil darle algo de respeto, que es lo que él quiere y realmente se merece. Rusia es un país antiguo, Rusia es un país importante. Incluso nosotros, India, Alemania, necesitamos a Rusia, necesitamos a Rusia contra China”. Fue cesado de inmediato, pero hubo al menos un exjefe de Estado Mayor y exjefe del Comité Militar de la OTAN, Harald Kujat, que apareció en televisión para defenderlo: “Si todavía estuviera en el cargo, habría defendido al almirante Schönbach e intentado evitar su dimisión por todos los medios…es nuestro interés conseguir un resultado sensible, desescalar y reducir la tensión con Rusia, considerando tambien, naturalmente, los intereses de seguridad de Ucrania».
Ya sea por esta divergencia estratégica, o por el intento fallido de afirmar el liderazgo europeo y evitar el aumento de la inflación por el precio de la energía importada, Alemania es una gran perdedora en este conflicto. Si se refuerzan las sanciones prohibiendo a las empresas rusas acceder al sistema de pago internacional Swift, la recesión será profunda.
¿Una ventana que ilumina el mundo?
El tercer fantasma es el del partido-guía. El torrencial discurso de Putin podría haber puesto fin a esta mitología, ya que no dudó en reivindicar el imperio ruso a finales del primer milenio, haciendo añicos en el camino la política leninista que abogaba por el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de las naciones Que esto se aplica a Ucrania, no hay duda: es un pueblo con una historia y un idioma propio, y esta realidad no se desvanece dependiendo de los líderes que detenten el poder en Kiev. A pesar de ello, hay una parte de la izquierda que confunde su memoria legendaria con la de este político imperial, social y religiosamente conservador, adorado por la extrema derecha, que es un tirano sin escrúpulos. Este error tiene un precio.
Francisco Louça. Economista y activista del Bloco de Esquerda de Portugal.
Fuente: https://www.esquerda.net/opiniao/tres-fantasmas-saem-do-armario/79703
Traducido para Sin Permiso por Enrique García