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Un cónclave de manicomio

Fuentes: Rebelión

El capitalismo guarda una cara siniestra relacionada con la religión, por eso todos los fenómenos sociales asociados al poder, en el seno del capitalismo, se reproducen ¡calcados!, en los cónclaves de la Iglesia Católica. Para Walter Benjamin capitalismo y religión iban tan de la mano que el primero es consecuencia directa del segundo. De esa […]

El capitalismo guarda una cara siniestra relacionada con la religión, por eso todos los fenómenos sociales asociados al poder, en el seno del capitalismo, se reproducen ¡calcados!, en los cónclaves de la Iglesia Católica. Para Walter Benjamin capitalismo y religión iban tan de la mano que el primero es consecuencia directa del segundo. De esa síntesis procede una visión demente de la realidad actual, que por un lado repesca a los dioses creados fuera del contexto histórico, y por el otro experimenta una dinámica esquizoide y fútil basada en el dinero y sus patologías irracionales asociadas de acumulación-insatisfacción-acumulación.

Hay quien ve un poso del sentimiento endemoniado de culpa y expiación en la cadena de atroces sufrimientos causados a los pueblos, que han aceptado el catolicismo capitalista y ven en él la penitencia venal inherente a la maldad intrínseca de la especie humana, siervo y verdugo de sus propias miserias.

La vieja esclavitud, que nunca desapareció del todo sino que fue investida del argumentario legislativo propio de la abundancia, con tal de hacernos sentir en el río caudaloso de un falso progreso, regresa hoy con la brutalidad original destruyendo hasta el más mínimo resquicio de progreso, justicia y sentido humanista. En esa dirección, y para dar profundidad y coherencia a lo que sucederá a partir de ahora, la Iglesia se solapa de nuevo al Poder Político capitalista y hace piña con un estado corporativo dispuesto a devolvernos al Medievo. El cielo de los pobres queda aplazado sine die y ahora se trata de salvar el imperio de los negocios inmundos, donde la Iglesia mantiene las cuantiosas inversiones de siempre. Impulsada por la prisa y el descarado arrimo al poder neoliberal en alza, la Iglesia aligera el equipaje y deja ver las vergüenzas, las pugnas inversas, el degüello feroz de las luchas intestinas con las que el Vaticano nos da el cambiazo de un Papa senil e inoperante por otro que sepa estar a la altura de los tiempos atroces que nos esperan.

Encerrados a cal y canto en la capilla Sixtina, excluida la pompa y los ceremonieros, embebidos los cardenales papables en la natural opacidad vaticana, tenemos libre el curso a la imaginación, y pese a que el Vaticano da pocas pistas sobre el inicio y desarrollo del conclave, los entendidos aseguran que aquello será un auténtico manicomio. Dioses y demonios despiojándose a destajo bajo cada birrete. ¡Nadie estará a salvo hasta que la carnicería de paso a la obediencia absoluta! El canibalismo global, que viene de la mano del neoliberalismo insostenible, necesita una Iglesia fuerte, capaz de meternos de nuevo en cintura y con unas ganas locas de abrir, de par en par, las merecidas puertas del infierno.

Olvidaos de las iglesias vacías, de los púlpitos clamando en el desierto, de los reclinatorios sembrados de viejecitas dulces. Descartar aquellos confesionarios insípidos de la democracia y sobre todo borrar de vuestras cabezas a ¡los curas comunistas! La necesidad de refugio en la tribulación, que es consustancial a la especie, será perentoria. ¡Que el rebaño descarriado se reúna en el templo, bajo los clavos de la cruz! Se aproximan horas en las que muchos necesitarán creer en un mundo irreal, «paralelo», como apoyo o escape de una realidad insoportable.

Estar atentos porque Francis Fukuyama fue claro en 1992. Se han terminado las pamplinas: «El fin de la Historia» se acerca. La lucha por otros mundos mejores ha concluido. ¡Ya tenemos encima la tan temida Oscuridad y sobre todo el final de la poesía! La fealdad innata del capitalismo trasnacional acabará con cualquier atisbo de rebeldía y el poeta (el rebelde primigenio) será barrido de la faz de la tierra. Tal vez ya muchos, la mayoría, han caído en los márgenes y sólo descollan cuatro pemanes lacios y aguardentosos, loando la púrpura enloquecida del cónclave. Nos aguarda un mundo sin imaginación, sin el lenguaje de la belleza, que es el discurso natural de los sentidos. » La poesía muestra al hombre su alma como un espejo muestra su rostro «, dice Goddard. Yo cambio alma por belleza y podemos suponer que sin poesía el mundo será como un espejo donde todos veremos la misma imagen: la del nuevo Papa cacique.

«Cuando las civilizaciones empiezan a extinguirse pierden la cordura», decía Chris Hedges, hace poco, en un artículo titulado «Bienvenidos al manicomio». Estoy de acuerdo, ya solo nos falta que los cardenales destapen el tarro de sus esencias facistoides y que la historia se llene de poetas muertos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.