Del asunto de British Aerospace (BAE) el documental se desplaza a Latinoamérica y África, donde en la década de los años 50 y hasta la de los 70 del siglo pasado la CIA ya actuaba de forma encubierta. Aparece la Contra en Nicaragua, el golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile y otras operaciones […]
Del asunto de British Aerospace (BAE) el documental se desplaza a Latinoamérica y África, donde en la década de los años 50 y hasta la de los 70 del siglo pasado la CIA ya actuaba de forma encubierta. Aparece la Contra en Nicaragua, el golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile y otras operaciones más o menos secretas, lo que significa para muchas personas asesinatos, escuadrones de la muerte, desaparecidos, cárcel, torturas, represión generalizada, etc.
Eduardo Galeano dice: «las torturas no eran útiles para obtener información, pero mucho para sembrar el miedo».
Entre escenas de personas aterrorizadas huyendo de la persecución de policías y militares por las calles, tirándose al suelo para esquivar las balas, aparecen otras de políticos encorbatados (algunos bien conocidos como Rumsfeld y Cheney) asistiendo a las sesiones del Comité del Congreso de Estados Unidos sobre el asunto Irán-Contra en 1987.
Un senador entre los ponentes afirma en una escena que «la actuación del Gobierno a espaldas del Congreso, con la venta de armas letales a estados terroristas y el apoyo a la Contra para derrocar a un gobierno legítimamente elegido, supone una situación de abuso que la democracia de este país no puede soportar».
En otro momento se ve al presidente del comité, Richard ‘Dick’ Cheney (minutos 23 y 24). Esto es importante porque significa que estos asesinos trabajan en los puestos más altos, a tiempo completo, hasta que se retiran. Inició su carrera política con Richard Nixon en 1969, luego siguió con Ronald Reagan, razón por la que estaba en el comité (también estuvo en el asunto de la agresión contra Afganistán).
En 1989 George Bush le nombró Secretario de Defensa y entre 1990 y 1991 se implicó en el conflicto bélico entre Iraq y Kuwait… hasta que dejó el cargo de vicepresidente del gobierno en 2009. Son 40 años de carrera criminal internacional.
Cuando dicen psiquiatras, psicólogos y juristas -a los que se unen de forma entusiasta todos los mendrugos del mundo- que los responsables de delitos sexuales no deben salir de la cárcel porque son irrecuperables, no parecen caer en la cuenta de que los responsables, tanto civiles como militares, de crímenes de guerra, contra la humanidad y graves violaciones de los derechos humanos, son igualmente irrecuperables y mucho más peligrosos.
El modus operandi de los dueños del mundo para someter al resto de seres humanos -los esclavos- y expoliar sus riquezas, no necesita de mentes privilegiadas ni siquiera medianas, basta con psicópatas superlativos que piensen «a lo grande»:
Se elige a la víctima, se la señala como un grave peligro (las veces que haga falta hasta convertirla en terrorista), se presenta una solución (léase una oferta que no podrá aceptar porque implica su sacrificio sin derecho a defenderse) y más pronto que tarde se procede a la carnicería.
Durante ésta quizás matan al malo malísimo o lo encarcelan, pero lo seguro es que cientos de miles de seres humanos -que son millones al cabo de años de matanzas- son asesinados, mutilados, contaminados, desposeídos, desplazados, empobrecidos y aterrorizados sin piedad, sin que la justicia, los derechos humanos, la ONU y el sursuncorda sirvan para otra cosa que condenar y lamentar las masacres una y otra vez.
Hay que recordar que los actuales dueños del mundo no han inventado nada, aunque han dotado a sus armas de un enorme poder mortífero, tanto que es capaz de acabar con el planeta varias veces si esto fuera posible.
Según los historiadores Roma decidió acabar con Cartago sin atender a la oferta de negociaciones en la que presentaban concesiones. Como aquélla sabía de la debilidad de ésta, tenía la ocasión propicia para el pillaje, la humillación y la enseñanza de una lección para otras naciones: el león escoge la pieza que quiere y hace su voluntad con ella.
Los líderes de la Roma de hoy también acaban sus discursos -rápidamente transmitidos por Internet- con la sentencia «ceterum censeo Carthaginem esse delendam» (más conocida como Cartago debe ser destruida) con la misma voluntad psicópata que los líderes de hace dos mil años, aunque no estaba diagnosticada entonces.
Un razonamiento similar, aunque más adaptado a los tiempos que corren, es el de George Kennan, embajador de Estados Unidos y según la revista Foreign Policy, «el diplomático más influyente del siglo XX». En una circular bajo secreto oficial al Departamento de Estado en 1948 escribió:
«Tenemos el 50 por ciento de la riqueza del mundo, pero sólo el 6,3 por ciento de su población. Nuestra verdadera misión en el porvenir es diseñar un patrón de relaciones que nos permita mantener esta gran diferencia… Para esto hemos de prescindir de todo sentimentalismo y ensoñaciones… No podemos engañarnos y permitirnos el lujo de ser los filántropos y los benefactores del mundo… debemos dejar de hablar de vagos ideales no realistas… como derechos humanos, la democratización y la mejora de las condiciones de vida… Cuanto menos obstaculizados estemos por eslóganes idealistas, mejor.»
Claro está que una cosa son las comunicaciones bajo secreto oficial y otra muy distinta la propaganda de guerra. Ésta es el somnífero ideal para que la gente se vaya a la cama a dormir tranquila al final del día sabiendo que cuando su gobierno -supuestamente democrático y cumplidor de la ley internacional- mata a sus semejantes en otros países, es porque algo malo habrán hecho, lo están preparando, nos envidian por nuestro sistema de vida, es necesario para la seguridad de nuestra población, etc. Lo que ocurre después son efectos colaterales y de eso se ocupan las ONGs.
El presidente de Estados Unidos Teodoro Roosevelt, en su mensaje al Congreso del seis de diciembre de 1904, afirmó: «No es cierto que Estados Unidos tenga planes o intereses sobre las naciones del hemisferio occidental, excepto en lo que se refiere a su bienestar. Lo que este país quiere es ver a las naciones vecinas estables, en orden y prósperas. Cualquier país cuya población se comporte bien, puede contar con nuestra sincera amistad. Si una nación nos muestra que sabe actuar con razonable eficacia y decencia en asuntos políticos y sociales, no ha de temer interferencias por parte de Estados Unidos.»
Hay que notar que todos los «actores» repiten el mismo guion con el paso de los años: en el documental se puede ver a Reagan detrás de un micrófono dirigiéndose a los periodistas que le preguntan por el asunto Irán-Contra: «usted conoce perfectamente la verdad como se sabe desde hace tiempo: el gobierno no tiene nada que ver con el escándalo» (minuto 24).
Nada nuevo bajo el sol, pero por más argumentos -en realidad excusas- que ofrecen los agresores, siempre aparece la verdadera razón, aunque los medios se ocupen de esconderla o pervertirla. Cualquier persona que se lo proponga puede desmentir esos argumentos.
El documental cita al general de cuatro estrellas estadounidense Anthony ‘Tony’ Zinni, que estuvo durante 39 años al servicio del imperialismo en setenta países y fue el Comandante en jefe del Comando Central de Estados Unidos:
«Si quieres Iraq, ve a por Iraq, será una invasión de diez a catorce años, de tres a cuatro billones de dólares, al final de la cual el mundo y Asia Occidental no parecerán muy diferentes de lo que son ahora, todavía habrá confusión, caos…» (minuto 19)
Aunque para las víctimas -y sus deudos- lo de menos es saber que Tony dio clases en varias universidades, en la de Berkeley concretamente de Ética, esto podría dar pistas a los psiquiatras de la metástasis de podredumbre entre los miembros de la clase psicópata (dirigente).
Los títulos de sus libros best-sellers también ofrecen una idea al respecto sin necesidad de adquirirlos: «Listo para la batalla», «Batalla por la paz» y «Dar órdenes». Hay que recordar una vez más a Smedley, quien dijo en 1935 que «mientras la mafia de Nueva York como mucho controlaba cuatro o cinco barrios de la ciudad, el ejército de Estados Unidos controla cuatro continentes».
Los gestos que se pueden ver en el documental, nimios e intrascendentes, revelan la dura vida del jefe militar, del alto cargo del gobierno, etc., que se gana la vida con sus mentiras, sus añagazas, enterrando sus secretos y los de sus compinches en el fondo de su mente; a veces también con lapsus del inconsciente y con bravuconadas, faltaría más ¿acaso ha de pedirse perdón por servir al Estado y de paso salvar a los pusilánimes del comunismo y el terrorismo?
Rajoy hizo pasar buenos ratos a muchos con sus deslices «Lo que nosotros hemos hecho, cosa que no hizo usted, es engañar a la gente». Pero todo se queda en risas, ni siquiera se considera el ridículo de sus palabras, menos aún el daño de sus acciones.
Ninguna gracia tuvo la que gritó en el Congreso «¡Que se jodan!», la hija del condenado por fraude y presidente de la Diputación de Castellón.
Otro ejemplo se puede ver en las imágenes de John Bolton, embajador de Estados Unidos en la ONU, cuando responde a las preguntas del congresista estadounidense Dennis Kucinich en una sesión sobre Irán en el Congreso en mayo de 2009 (minuto 21):
«Hay un informe que asegura que ya hay soldados estadounidenses operando dentro del territorio de Irán, ¿ha leído usted ese informe?»
«No sé nada de ese informe y no tengo intención de leerlo.» En este momento, unos encorbatados sentados detrás de Bolton, luchan por reprimir la carcajada.
«Dice usted como embajador de Estados Unidos en la ONU que no tiene interés en leer un informe sobre soldados estadounidenses operando en Irán?»
Insiste: «¿no tiene usted interés como embajador, si se lo entrego ahora se pondrá usted a leerlo?»
«No, no creo, no tengo mucho tiempo para leer obras de ficción».
A partir del minuto 23 el documental informa de que «hay imágenes de guerra que pueden perturbar al espectador».
Hacia el minuto 25 llega el turno al uso de los drones y por tanto de Obama.
Aparece un visor buscando un objetivo (un ser humano) para lanzar un proyectil y finalmente pulverizándolo. A continuación el presidente se dirige a la audiencia en una sala:
«Cuando nos parezca oportuno llevaremos a los terroristas ante la justicia…» Al fondo de la sala se escucha a una mujer que le interrumpe gritando:
«¿Qué pasa con Abdulrahman al Alawki, un niño de 16 años asesinado por un dron?» Obama pone cara de fastidio y la mujer sigue interrumpiéndole:
«¿Compensará usted a las familias de las víctimas inocentes?»
Se la llevan de la sala mientras pregunta: «¿Va a parar las autorizaciones para matar con drones que están basadas en sospechas? ¿Pedirá perdón a los miles de musulmanes que usted ha asesinado?»
«Merece la pena escuchar las palabras de esta mujer, aunque obviamente no comparto mucho de lo que dice.»
Si a uno le llaman asesino en serie y además le dicen el nombre de una de sus víctimas delante de los medios de comunicación y es capaz de responder de esa manera, entonces merece un premio de reconocimiento por tener mucha más categoría que Bolton, quien en comparación es un simple matón. Que sea un Óscar al mejor actor o el Nobel de la Paz, tanto da.
Si los jueces de Nuremberg, tras interrogar a los casi 70.000 nazis juzgados por sus crímenes contra la humanidad, hubieran recibido como respuesta que «merece la pena escuchar al tribunal aunque no compartamos la sentencia», de todos modos los habrían enviado a la horca, a cadena perpetua o de 20 años, diez años, etc.
Han pasado más de 70 años de esos juicios pero la justicia ha retrocedido muchos más. Hoy se habla de los derechos laborales, sociales y políticos perdidos, pero es un conjunto indivisible porque el fin es único, esto es, el sometimiento del hombre por el hombre; lo que escribió Plauto en el siglo tercero antes de Cristo: «Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit», lo que se conoce como «el hombre es un lobo para el hombre», aunque lo correcto es decir el sometimiento de los esclavos por parte de los amos.
Si en vez de personas hablamos de países, la fórmula de los amos varía algo pero significa lo mismo. Según Lawrence Wilkerson, jefe del gabinete del secretario de Estado de Estados Unidos Colin Powell, a quien ayudó a preparar el cuento de las armas de destrucción masiva:
«Si eres un país pequeño te mueves mediante la diplomacia, pero si eres un país grande machacas a los demás.»
Por eso los medios no darán difusión -o muy poca- a esa respuesta, más bien intentarán desviar la atención de sus audiencias a lo menos importante. El medio de comunicación que aparece en el documental, la CNN, entrevista a una tertuliana desequilibrada que comenta sobre el diálogo de Obama con la mujer: «en primer lugar es muy mal educado interrumpir al presidente. En segundo parecía, eh… eh… un poco loca».
En el minuto 27 vuele a aparecer Obama ante las cámaras, en un contexto diferente, para asegurar a los televidentes que «quiero que la gente sea consciente de que los drones no han causado un número importante de muertes y heridos. En su mayoría han sido muy precisos en sus golpes.»
El 17 de enero de 2017 The Bureau of Investigative Journalism publicó en su página web que «hubo diez veces más ataques aéreos en la guerra secreta contra el terrorismo durante la presidencia de Barack Obama que con la de su predecesor, George W. Bush».
Esta organización presenta una cifra total de entre 1400 y 1600 muertos, de los que cerca de cien serían civiles (en Afganistán, Pakistan, Yemen y Somalia), pero hay otras. Por ejemplo militarytimes.com afirma que «un tercio de los asesinados en Yemen son civiles y no miembros de Al Quaeda. Hay que notar que Estados Unidos no está en guerra con Yemen.
Tras Obama aparece Hillary Clinton en otra intervención pública en la que una mujer pakistaní le pregunta (retóricamente):
«¿Por qué se extraña usted de que los pakistaníes alberguen sentimientos contra Estados Unidos si los drones han causado más muertes entre personas inocentes que entre los militantes?»
«Creo que lo que usted dice no tiene ninguna base».
Con estas respuestas y el papel de los medios de comunicación se cierra el círculo del horror. La libertad de expresión, que aparentemente existe de alguna manera, no sirve de ninguna manera como «cuarto poder», «elemento crucial en el funcionamiento de las democracias», «agente de control del gobierno»… En realidad no vale para nada como no sea confundir y entretener a la población para levantar un muro psicológico de protección alrededor de los dueños del mundo.
Cuando el muro es asediado por algunos, se envía en primer lugar a los policías para reprimirles y en segundo a los jueces para encerrarles tras un muro de cemento y barrotes. Los recalcitrantes reciben un tratamiento más personalizado a cargo de los gestores de las cloacas del Estado.
El resto de la población queda advertido y acongojado para los restos. A diferencia de aquellos acepta otros muros más suaves: consumo, evasión, justificación, negación, incluso colaboración.
Esto está tan normalizado que hasta cuando aparece algún caso icónico, en muy poco tiempo todo queda reducido a una imagen más mezclada con las miles y miles que se emiten y que tienen distinto contenido, importancia y finalidad, eso sin contar los «espacios para la publicidad». Daría risa si no fuera tan cruel para las víctimas:
El nombre Muntadhar al-Zaidi quizás no dice mucho así, de repente. Sin embargo, quizás es el único iraquí que puede competir con Sadam Hussein en fama internacional. Fue el periodista que (ahora hace diez años) se quitó los zapatos para tirárselos a George W. Bush durante una rueda de prensa.
Todavía estará lamentando su efímera fama. Le detuvieron al instante como vio todo el mundo (de nuevo gracias a los medios de comunicación) pero muy pocos saben (también gracias a éstos) que después de llevárselo le rompieron la nariz, un pie, le torturaron con cables, con el «submarino», etc. Posteriormente fue condenado por un tribunal iraquí a tres años de prisión, que le rebajaron a uno, del que cumplió nueve meses. Afortunadamente parece que no se volvió loco como sería de esperar y anda por ahí haciendo el bien a los huérfanos de guerra, con lo que tendrá mucho trabajo como para pensar en su propio dolor.
En definitiva: todo está bien organizado y dispuesto en las sociedades modernas, dicho de otro modo: «había un problema y se ha solucionado».
Notas de última hora.
1: Entre los periodistas y analistas que contribuyen al documental los hay estupendos, por ejemplo, Robert Fisk, Chris Hedges, David Leigh, Andrew Feinstein, el autor del documental, Jeremy Sacahill, etc.
2: Mandela sale algo salpicado, aunque en realidad la acusación se lanza a su sucesor, debido a la compra por parte de Sudáfrica de aviones de guerra de BAE, con Mbeki ya en el gobierno. Aquél recibió la propuesta de venta cuando estaba a punto de dejar el cargo y la recogió éste. La millonada gastada (dos veces y media el coste inicial) hubiera salvado la vida de 400.000 enfermos de SIDA para los que no hubo retrovirales porque, según Mbeki no había dinero para comprarlos.
«Fok Hulle» es como se dice en afrikáans, una de las lenguas oficiales de Sudáfrica, «que se jodan». Es la lengua de los responsables del Apartheid, con la que «Mbeki se ha dirigido a organizaciones de afrikáners en discursos aliñados con versos de la poesía de éstos».
Ellos le han respondido con más poesía: «lo que más me impresiona es su inflexible búsqueda de objetivos económicos, que es extremadamente importante para este país», declaró el presidente de Sasol, la compañía petroquímica más grande.
https://www.nytimes.com/2000/04/20/…
3: En este documental y en otros documentos de otro tipo, siempre me llama mucho la atención que ex asesinos en serie y ex colaboradores de éstos, ya retirados, a la vejez, se confiesan en sus memorias, ante periodistas e incluso las cámaras. Gracias a ellos se confirma lo que se sabía, pero que estaba en la categoría de «supuestamente». También se aclara lo que se sospechaba cuando las pruebas definitivas son expuestas.
¿Qué mueve a algunos a «cantar» tantos años después? ¿Será para aligerar el peso que carga su alma? ¿Será que creían que actuaban correctamente cuando cobraban por su actividad y han dejado de creerlo después? ¿Cómo ha sido el proceso de cambio? ¿Ha sido en su cabeza o en su corazón? ¿Hacen algo más aparte de confesarse? ¿Vale para algo la confesión?
Es obvio que por sí misma, sin más, no vale nada para las víctimas y sus familias y de todos modos tampoco son confesiones propiamente dichas, son explicaciones diferentes de las que dieron cuando decían que había armas de destrucción masiva, que luchaban contra el terror, etc., etc.
4: ¿Se repite la historia? Da igual si se repite o si cada matanza es nueva: sigue siendo un crimen, sigue habiendo agresores y víctimas. El caso es que si la Biblia tiene más de dos mil años y recoge el saber de otros miles, se puede decir que la historia (la prehistoria incluida) de la humanidad es esencialmente la guerra.
Los motivos de la guerra que cita la Biblia son los mismos que hoy. En Santiago 4, 1 – 2 se lee:
«¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?
Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.»
También aparece en el Antiguo Testamento la corrupción y hasta se relata que un espabilado y ardiente rey mandó a uno de sus generales al frente de guerra para yacer más a su sabor con la mujer de éste en la retaguardia.
Todo está inventado.
Ver también:
Un mundo oculto: La red global del comercio de armas. Primera parte
Un mundo oculto: La red global del comercio de armas: Segunda parte
Fuente: http://www.grupotortuga.com/Un-mundo-oculto-La-red-global-del-27803
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