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Un nuevo paradigma civilizatorio, ¿la pandemia como detonante?

Fuentes: Rebelión

La acelerada destrucción de la naturaleza en las últimas décadas conduce a la humanidad a enfrentarse periódicamente a una serie de desastres imprevisibles, los cuales empiezan a desmoronar la civilización capitalista tal y como la conocemos. No obstante, la decadencia del sistema capitalista, a diferencia del declive de antiguas estructuras socioeconómicas, empieza a conducir a la especie humana a su extinción –o por lo menos a la desaparición de una gran parte de ella–, a una velocidad jamás imaginada teniendo en cuenta el tiempo de existencia de la especie humana sobre el planeta. La pandemia es solo una consecuencia del resquebrajamiento de la estructura que aún permite al capitalismo desplegar su doctrina del crecimiento económico ilimitado en un planeta con límites ya alterados.

Sin embargo, el colapso de un sistema enfermo que unos pocos intentan mantener con vida haciendo esfuerzos sobrehumanos –que implican la multiplicación de enfrentamientos bélicos y la acentuación de un fanatismo religioso alrededor de un dios omnipotente llamado mercado–, tendrá consecuencias desiguales según la clase social. Por ende, la construcción de un nuevo paradigma civilizatorio hecho a la ‘imagen y semejanza de los pueblos’ (Che), no constituye solo una necesidad histórica desde el nacimiento del capitalismo, sino también una necesidad urgente con el fin de evitar una hecatombe social en la cual las mayorías explotadas serán las principales perjudicadas. 

La construcción de un nuevo paradigma civilizatorio debe considerar los aciertos de los modelos antagónicos al capitalismo, desde la planificación económica del socialismo soviético hasta las formas organizativas de los caracoles zapatistas. La ruptura con el orden socioeconómico realmente existente implica establecer la propiedad colectiva de los medios de producción y reestructurar el proceso productivo, pues no se trata únicamente de socializar los medios de producción a favor de las mayorías explotadas, sino también de garantizar el equilibrio ecológico del planeta en el proceso productivo, como ha sido expuesto más de una vez en las reflexiones ecosocialistas. Dicho paradigma no debe ser el producto de una ultrarradicalización de las contradicciones del capitalismo, pues implicaría el exterminio de los sectores sociales más vulnerables del planeta, sino de una lucha decidida que frene radicalmente la progresiva destrucción de los bienes naturales –y sus consecuencias– en la reproducción del capital. A pesar de haber cometido crímenes irreversibles contra la Tierra, ‘solamente la muerte indica haber llegado al punto de no-retorno’ (Hinkelammert), por ende, aún tenemos todas las posibilidades para enfrentar la hecatombe capitalista, de abrir los caminos a las utopías. La pandemia podría y debería ser el detonante de la construcción de una nueva estructura socioeconómica que, aunque no será ‘ni calco ni copia’ (Mariátegui), tendría las siguientes características generales:

– A diferencia del papel del valor de uso en el sistema capitalista, el cual en la mayoría de los casos está basado en la satisfacción de necesidades impuestas por la publicidad y el marketing, en la nueva sociedad estará intrínsecamente relacionado con la satisfacción de las necesidades biológicas y espirituales del ser humano. La producción estará mediada por el análisis de las consecuencias socioecológicas, lo cual llevará a la humanidad a tener que despojarse de muchos productos innecesarios.

– La integración de los sistemas sociales a los sistemas ecológicos, condicionando las necesidades de la sociedad a los límites de la naturaleza, lo cual implica establecer ciclos cerrados de materiales evitando la destrucción de los ecosistemas naturales, hasta alcanzar un estado homeostático al que la sociedad deberá ceñirse.

 – El predominio de las energías renovables, principalmente aquella proveniente del Sol, en el proceso de la disminución radical del consumo de energía. No existe lugar en la Tierra en donde los residuos radiactivos de las centrales nucleares no representen un riesgo para el equilibrio ecológico de la biosfera y la salud humana, la producción de biocombustibles requiere la degradación de extensas áreas de suelo fértil y las hidroeléctricas están acompañadas de la transformación de ecosistemas y el desplazamiento de comunidades; por ende, dichas fuentes de energía también deben prohibirse. 

– La búsqueda del Reino de la Libertad (Marx) estará mediada por la construcción de fuertes vínculos sociales basados en la solidaridad y el cooperativismo contrarios al individualismo, el egoísmo y la competitividad del capitalismo. La satisfacción de las necesidades básicas y los vínculos sociales serán las principales fuentes de felicidad en la nueva sociedad, rompiendo así con las identidades sociales (insatisfechas) creadas por el consumismo capitalista.

– El nuevo paradigma civilizatorio será el espejo de los pueblos que luchan por la emancipación del ser humano y la conservación de la vida en la Tierra, por ende, será el producto de múltiples paradigmas que convergen en un objetivo común: el fin del capitalismo. Una transformación paradigmática solo será posible si seguimos enarbolando las utopías que alguna vez permitieron a las mayorías explotadas resistir y avanzar. Para ello, es necesario la articulación de ese 99% explotado que, ‘guiado por grandes sentimientos de amor’ (Che), enviarán al capitalismo al ‘museo de antigüedades junto a la rueca y el hacha de cobre’ (Engels).