(Primera parte del díptico sobre la historia de la República Popular China. Este primer artículo, cuyo título recoge un verso de un poema de Mingyuan Yuan de 1972, aborda las primeras décadas de un país orientado por un socialismo con características propias.)
La historia de China es la de la civilización viva más antigua del mundo. Voltaire afirmó que «es una desgracia para el género humano que las pequeñas naciones piensen que la verdad solo les pertenece a ellas y que el vasto imperio de la China está en el error.» Voltaire escribió esas palabras cuando las potencias europeas acariciaban el sueño funesto de apoderarse del planeta. Un rasgo de la China de nuestros días es la extraordinaria rapidez con que suceden los cambios, porque su industrialización ha sido la más veloz de la historia: en treinta años ha pasado de ser un país rural a tener la mayoría de su población en ciudades; muchas, gigantescas. Tras la dilatada dominación de mongoles, manchúes, japoneses y occidentales, cuando Mao Zedong proclama la República Popular China el país es un campo de demoliciones, humillado por más de un siglo de rapiña colonial, extremadamente pobre, cuya población disponía de la mitad de los ingresos de los indios. Hoy, la India soporta que una tercera parte de los niños no tenga alimentación suficiente, y la precariedad laboral, la pobreza y los bajos salarios, las viviendas miserables (centenares de millones de personas carecen de retrete en sus casas), el analfabetismo de casi trescientos millones de indios adultos, la limitada participación de las mujeres en la economía, los crecientes problemas agrarios, los ríos envenenados como el Ganges en Benarés, muestran el abismo que separa a los dos países más poblados de la Tierra.
Con la dinastía Qing, al saqueo occidental del siglo XIX siguió el despojo japonés, que empezó a intervenir en China ocupando Taiwán, interviniendo en Shandong y en Manchuria, que culminó con el Manchukuo. Mientras España se desangraba en la guerra civil, Japón atacaba Pekín, Shanghái y Nanjing, donde su ejército, con el primer ministro Fumimaro Konoe, un personaje siniestro, perpetró una masacre monstruosa. Tras la provocación japonesa con el falso ataque de Shenyang, y la creación del Manchukuo, el incidente del puente de Marco Polo en Pekín marcó el inicio de la guerra con Japón en julio de 1937, donde el PCCh impulsó una coalición con el Kuomintang contra la ocupación japonesa. La victoria de 1945 dio paso al asalto contra los comunistas lanzado por el Kuomintang, que recibió la ayuda estadounidense. La larga guerra civil concluye en 1949, aunque sin la liberación de Taiwán, el Tíbet y la isla de Hainan. El triunfo de la revolución china es uno de los acontecimientos centrales de la historia de la humanidad, equiparable a la revolución bolchevique. Era otoño, pero llegaba una brisa de primavera: el 1 de octubre de 1949, Mao anuncia al mundo que el pueblo chino se ha puesto en pie. Previamente, la CCPPCh aprobó en septiembre la bandera roja de cinco estrellas, la capital en Pekín, el nuevo calendario, y designó a los miembros del gobierno y a Mao como presidente. El tiempo de los Chiang Kai-shek, Wang Jingwei y Chen Gongbo había pasado ya. Las vueltas de la vida: Chen Gongbo, que después se convertiría en un colaboracionista del Japón fascista, había sido uno de los presentes en la fundación del Partido Comunista de China en Shanghái en 1921.
Junio de 1950 es clave: estalla la guerra en Corea y China detiene el objetivo de recuperar Taiwán, Hong Kong y Macao, aunque en octubre se lanza a liberar el Tíbet (donde el gobierno esclavista tibetano recibía ayuda occidental) recuperando Chamdo, que culmina con el convenio de mayo de 1951 («acuerdo de 17 puntos») que reunifica el país. Sin embargo, el gobierno chino tuvo que lidiar con los destacamentos occidentales que operaban en el país tras la derrota del Kuomintang, y con la infiltración. Mao acusó formalmente a Washington y Londres de azuzar la cuestión tibetana. Estados Unidos se inmiscuye en el Tíbet financiando las fuerzas nacionalistas y enviando armamento: busca la desestabilización de China, y lanza comandos armados en el Tíbet desde 1950. Estados Unidos, que intentó conseguir la complicidad y la ayuda de la India, llegó incluso a considerar el reconocimiento de la independencia del Tíbet: aunque Nehru se negó a colaborar, la India tuvo algunos destacamentos armados en el Tíbet hasta entrados los años cincuenta.
Los cuatro primeros años de la república popular fueron difíciles: en muchas regiones actuaban bandas del Kuomintang destruyendo vías férreas y fábricas, y mafias y delincuentes robaban; el Ejército Popular tuvo que movilizar a más de un millón de soldados para hacerles frente, y para acabar con el opio, la prostitución, la usura y el juego. La prostitución era un grave problema: en 1949, solamente en Pekín había varios centenares de prostíbulos, que fueron cerrados, los propietarios detenidos y las meretrices liberadas y acogidas en programas de reinserción social. En dos años se erradicó la prostitución.
Uno de las primeros objetivos del gobierno revolucionario fue detener la inflación y fortalecer la economía del país. Tres meses después de la proclamación de la República Popular, más de dos mil empresas y entidades financieras y casi tres mil fábricas y minas habían sido nacionalizadas, y en 1952 se había superado el déficit nacional. La escasa industria estaba destruida por la guerra y se producía menos de la quinta parte de acero que en los años treinta. El esfuerzo se centró en levantar la industria pesada y textil, y en la producción de objetos y herramientas necesarias. En la agricultura, para 1952 se logró aumentar la producción en un 50 %. En 1973 se consiguió un arroz híbrido de alto rendimiento, lo que supuso un gran avance en la «revolución verde». A diferencia de Occidente, China no dependió de pesticidas y de la ingeniería genética, sino de la investigación agrícola. El gobierno rompió los tratados desiguales con Occidente, recuperó el control de las aduanas, centralizó los recursos financieros y obtuvo de la Unión Soviética, el primer país que reconoció a la nueva China, un importante crédito de trescientos millones de dólares, y ambos países suscribieron un Tratado de Amistad en 1950.
Pekín dejó de reconocer los vínculos que había mantenido el gobierno de Nankín del Kuomintang y los tratados desiguales con potencias occidentales, estableció relaciones con los países socialistas europeos y con los estados asiáticos limítrofes, y propuso en 1953 y después en Bandung los cinco principios de coexistencia pacífica. También transformó el Ejército Popular de Liberación, que era exclusivamente terrestre, en una fuerza que en cuatro años dispuso de marina y aviación. Se lanzó una campaña para erradicar la corrupción, el despilfarro y la burocracia, tras el grave escándalo de Liu Qingshan, secretario del Partido en Tianjin, y Zhang Zishan, corruptos que fueron ejecutados en 1952. Junto a ello, se persiguió el soborno, la evasión fiscal, el robo de propiedad estatal, las estafas en contratos con el Estado y el robo de información económica. Durante la guerra de Corea, algunos empresarios suministraron alimentos y medicinas de ínfima calidad: por ello, más de mil quinientos acabaron en la cárcel.
Una de las primeras decisiones del gobierno fue la reforma agraria, confiscando la tierra a los grandes propietarios para entregarla a los campesinos, que se completó en 1952. En ese momento, casi el noventa por ciento de la población vivía en el campo. Se incautaron casi cincuenta millones de hectáreas de tierra, ganado y reservas acumuladas, que se repartieron entre trescientos millones de campesinos sin tierra. China tenía en ese momento unos 560 millones de habitantes. En 1953, con ayuda soviética, se inició el primer Plan Quinquenal, orientado a desarrollar una economía socialista, dando prioridad a la industria pesada y las cooperativas agrícolas, buscando la autosuficiencia y un desarrollo industrial que llegara al interior del país, en los primeros años con asociaciones público-privadas en todo el sector, que después se convirtió en propiedad del Estado. La transformación de la agricultura se culminó en 1956: más de cien millones de campesinos pasaron a la agricultura colectiva. En 1957, cuando concluye el primer Plan Quinquenal, por primera vez en la historia china el valor de la producción industrial supera al de la agricultura. La adopción de una ley de matrimonio igualitario, con plena igualdad para las mujeres supuso el fin de los matrimonios forzados de la China imperial. También se crearon los «comités contra el opio», que consiguieron poner fin a esa adicción, introducida por los traficantes ingleses, tan miserables que tras las guerras del opio los británicos crearon el banco HSBC (hoy, el mayor de Europa) para invertir los beneficios del tráfico de drogas.
Cuando estalla la guerra en Corea, Estados Unidos bloquea el estrecho de Taiwán (que está a 1.600 km de la península coreana) con el pretexto de evitar un ataque chino a la isla; desde entonces, Washington ha seguido utilizando ese recurso para acosar a China. La llegada de Eisenhower, que sustituye a Truman, endurece la política de Washington: el viejo general organiza operaciones armadas encubiertas en Tíbet, y a partir de 1957 el Pentágono empieza a entrenar grupos guerrilleros en Saipán (en las islas Marianas del Pacífico, que habían sido españolas) y en Camp Hale, en Colorado. La CIA organizó en Nepal una fuerza militar de varios miles de hombres para las intervenciones en el Tíbet, lanzó en paracaídas agentes y toneladas de armas y preparó emisiones de radio y operaciones de propaganda en todo el mundo, que continúan hoy. Hacia 1958, las fuerzas de guerrilleros khampas (originarios de la región entre Sichuán y el Tíbet) utilizadas por la CIA inician operaciones armadas, y el gobierno de Eisenhower lanza una gran campaña de «denuncia de la violación de los derechos humanos en el Tíbet». Uno de los éxitos de esas fuerzas guerrilleras fue conseguir documentos gubernamentales sobre los graves problemas causados por el Gran Salto Adelante, revelaciones que utilizó después Estados Unidos.
La Conferencia de Ginebra, abierta en abril de 1954, fue la primera cita internacional donde la nueva China presentó su política exterior. Desde 1945, Taiwán con Chiang Kai-shek ocupaba en el Consejo de Seguridad y en todos los organismos de la ONU el lugar que correspondía a China. Estados Unidos buscaba su aislamiento, de forma que en 1955 solamente veintitrés países habían reconocido a la República Popular, entre ellos la Unión Soviética y diez países socialistas, y la India.
En 1952, se habían creado regiones autónomas para minorías étnicas: las primeras fueron en Mongolia interior y en Xinjiang, y la Asamblea Popular Nacional aprobó la Constitución en 1954, fijando las asambleas populares como el eje del sistema político, confirmando a Mao como presidente de la república y a Zhou Enlai como primer ministro, definiendo a China como un país socialista con un sistema de «dictadura democrática popular», y a la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, CCPPCh, como la plasmación del frente único que englobaba a partidos y organizaciones populares y minorías étnicas bajo la dirección del Partido Comunista.
En 1956, Kruschev había presentado su informe secreto sobre Stalin, y el VIII Congreso del Partido Comunista de China se celebra seis meses después. Mao aborda entonces las contradicciones existentes y el Partido lanza un debate abierto para estimular la crítica, que derivó en una campaña contra las tendencias que impugnaban el socialismo, pero cuya aplicación fue un error: más de quinientas mil personas fueron calificadas de derechistas. En Occidente se denominó la «campaña de las cien flores». A finales de los años cincuenta, el desarrollo que hace Mao de la lucha antiimperialista implicaba que todos los pueblos oprimidos utilizaran tácticas de «guerra popular» contra «el imperialismo estadounidense y sus perros falderos», lo que llevó a China a apoyar movimientos guerrilleros en todo el mundo, y que tomó a los fedayines palestinos como modelo.
Mao Zedong proclamó que se debía «seguir el camino soviético». Tareas: levantar el poder popular, derrotar a los últimos focos contrarrevolucionarios y las incursiones organizadas por la CIA estadounidense, y trabajar por la recuperación de territorios arrebatados, de Hong Kong a Taiwán. Las dos décadas largas que van del VIII Congreso hasta 1978 se caracterizan por, primero, el Gran Salto Adelante entre 1958 y 1962; segundo, por la rebelión de los lamas tibetanos que obligó a la intervención del ejército: tras la derrota de las fuerzas del Dalai Lama se abolió la servidumbre en el Tíbet y se creó la región autónoma. Y en tercer lugar, por el reforzamiento del ejército, creando empresas y nuevas ciudades, y enviando millones de obreros, científicos y técnicos al centro y al oeste del país.
El Gran Salto Adelante lanzado por Mao en 1958, fue un grave error. El impulso a las comunas populares (que agrupaban a miles de familias) pretendía industrializar el país para superar una economía agraria, en un esfuerzo que reveló la inexperiencia y la improvisación hasta el punto de que se falsificaban las cotas de producción, abriendo una gravísima crisis: se desorganizó la agricultura y aumentó gravemente la escasez de alimentos y el racionamiento, la penuria, con la mortalidad asociada a la hambruna. El propio Mao reconoció sus errores en el impulso de la campaña, como también Zhou Enlai. Desde 1961, el Partido Comunista intentó corregir el desastre y, al año siguiente, rehabilitó a muchos de los que padecieron la represión. Junto a ello, muchos otros militantes destacaron por su abnegación: este 2025 se celebra el sesenta aniversario de la felicitación de Mao al soldado Lei Feng por su generosidad y entrega a la causa del socialismo. Hoy, Lei Feng continúa siendo una referencia para la población china.
En ese período del Gran Salto Adelante, se produce el deterioro y después la ruptura de relaciones con el PCUS. En 1958, Nikita Kruschev viajó a China, constatando las diferencias sobre la colaboración militar mutua, el armamento nuclear y las disputas de Pekín con la India, que culminaron con el enfrentamiento en la Conferencia de Partidos Comunistas en 1960, en Bucarest, y después con la retirada de los expertos soviéticos que trabajaban en China poniendo fin a la asistencia. En los años siguientes China denuncia el «revisionismo de Kruschev», lo que estimula procesos de división en muchos partidos comunistas del mundo.
En 1964, se consigue crear la bomba atómica, y dos años después el primer misil, al tiempo que China proclama que nunca será la primera potencia en utilizar armas nucleares. Y en 1979, lanza su primer satélite artificial. También, se planifica un decidido impulso a la cultura y la ciencia. Ese mismo año de 1964, Zhou Enlai propuso las «cuatro modernizaciones» (agricultura, industria, ejército, y ciencia y tecnología) cuando se agravaba el enfrentamiento con Moscú. Mao denuncia públicamente que la Unión Soviética se había convertido al «revisionismo» y que peligraba el socialismo en China, de forma que en mayo de 1966 se inicia la revolución cultural, una década que desorganizó el país y sembró el caos. Los guardias rojos recorrían China, capturaban a quienes consideraban reaccionarios y los maltrataban públicamente. La revolución cultural comportó la marginación de figuras como Liu Shaoqi y Deng Xiaoping, que fueron acusados de traidores, mientras Jiang Qing (la mujer de Mao) y los guardias rojos ocupaban el escenario lanzando iniciativas, sospechando incluso del gobierno, que derivaron en el caos. Liu Shaoqi, que fue presidente de la república hasta 1968, fue cesado de sus cargos, encarcelado y expulsado del partido, aunque fue rehabilitado en 1978. Especialmente los años entre 1966 y 1971 fueron extremadamente difíciles para el Partido Comunista y para China.
En 1970, el sector que se agrupaba en torno a Lin Biao (que el año anterior había sido elegido por la dirección del Partido como sucesor de Mao) y el que giraba en torno a Jiang Qing se enfrentaron abiertamente en el Comité Central y se suspendió la Asamblea Popular Nacional, APN. El grupo que aglutinaba Zhou Enlai era más prudente, mientras la facción de Jiang Qing seguía una campaña de críticas «a Lin Biao y a Confucio». En septiembre de 1971, Lin Biao huyó hacia la Unión Soviética y su avión se estrelló en Mongolia: la versión oficial tras su muerte explicaba que había intentado dar un golpe de Estado y fue descubierto. Mao también lanzó una dura crítica a Deng Xiaoping, situándolo en una tendencia derechista en el Partido Comunista. En un giro de la situación, la llamada banda de los cuatro (Jiang Qing, Wang Hongwen, Zhang Chunqiao y Yao Wenyuan) recibió las críticas de Mao, Zhou Enlai y Deng Xiaoping.
El año 1976 es un parteaguas: en enero murió Zhou Enlai, que unas semanas después recibió una gigantesca manifestación de homenaje en la plaza de Tiananmén. En septiembre, murió también Mao. Hua Guofeng declara formalmente que la revolución cultural ha terminado, y se pone fin a la desastrosa gestión económica de esos años. Al mes siguiente de la muerte de Mao son detenidos los integrantes de la «banda de los cuatro», expulsados después del Partido, y juzgados y condenados en 1981. El PCCh devuelve sus cargos a Deng Xiaoping en 1977, que pasa a presidir el comité nacional de la CCPPCh. Deng, que había sido arrestado y enviado después a trabajar en un taller, volvió como viceprimer ministro e inició un significativo giro en la política interna en diciembre de 1978. Hua Guofeng sustituye a Mao como presidente del Partido entre octubre de 1976 y junio de 1981, aunque desde el XI Congreso en agosto de 1977, Deng Xiaoping ya desempeñaba una función muy relevante.
El final de los años setenta muestra graves errores en la política exterior: en ese momento, China respalda a los Jemer Rojos camboyanos frente a Vietnam, como hizo también Estados Unidos. Vietnam interviene en Camboya y derriba en enero de 1979 al régimen de Pol Pot, poniendo al descubierto la vesania de los Jemer Rojos. La misión vietnamita no fue del agrado de Pekín, que un mes después, en febrero de 1979, lanzó una operación contra Vietnam que derivó en la breve guerra, apenas un mes, que sin embargo causó varias decenas de miles de muertos. Ese mismo año, China establece relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Los enfrentamientos con Vietnam crearon ansiedad: a los combates de 1979, siguieron incidentes durante los años ochenta, también en el mar. En esos años se elabora la propuesta de «un país, dos sistemas» para facilitar el retorno de Taiwán, que acabaría aplicándose a Hong Kong y Macao, que retornan en 1997 y 1999. Con Taiwán se suscribe el llamado «Consenso de 1992» que establecía que la parte continental del país y la isla formaban una sola China y que sus relaciones no eran entre países diferentes. Sin embargo, en el 2000, Chen Shui-bian, dirigente del Partido Progresista Democrático, rechazó el concepto de «una sola China» y el Consenso de 1992. Tras esa decisión, estaba Estados Unidos. También fueron muy graves los errores de esos años en África: en Angola, con el apoyo al derechista FNLA y la UNITA de Jonás Savimbi en la guerra que se inicia en 1975 contra el MPLA apoyado por Moscú y La Habana. UNITA llegó a controlar casi todo el territorio angoleño hasta la intervención cubana en ayuda del gobierno de Agostinho Neto y el MPLA. En 1985, Deng Xiaoping subraya que los problemas centrales del planeta son el desarrollo y la paz, y China abandona así paulatinamente la errónea visión de enfrentarse a lo que denominaba el «hegemonismo» de la Unión Soviética, y que implicó su acercamiento a Estados Unidos. Sin embargo, las relaciones con Moscú no se normalizaron hasta 1989, cuando ya se había iniciado una profunda crisis en el socialismo europeo y en la URSS.
La reforma y la caracterización de un socialismo propio se inicia en 1978 y abarcará hasta 1992. Los dirigentes chinos sabían que la ansiada modernización conlleva la apertura al exterior: China necesita capitales y tecnología. Se inicia también la renovación política que incluye al Partido Comunista y los organismos del Estado. La reforma afronta una economía atrasada, y el XII Congreso del PCCh, en 1982, consagra el «socialismo con características chinas» y quiere cuadruplicar la producción del país para final de siglo: el VI y VII planes quinquenales fueron un éxito. En 1981, la Asamblea Popular Nacional rehabilitó a personas injustamente perseguidas durante la década anterior, y el XIII Congreso del PCCh en 1987 cierra el periodo de inestabilidad y adopta una resolución con una mirada crítica hacia la revolución cultural y una evaluación del proceso histórico desde 1949. Además, examina los efectos de la reforma iniciada en 1978 que había establecido cuotas de producción familiares en el campo y planes para las ciudades, con mayor autonomía para las empresas estatales, la introducción de proyectos piloto, y zonas económicas especiales en Shenzhen, Zhuhai, Shantou y Xiamen, que suponen la llegada de inversiones extranjeras y la creación de un centenar de empresas mixtas hasta 1982.
Tras la revolución cultural la falta de disciplina en el partido (que tenía en ese momento cuarenta millones de miembros) era un serio problema, de modo que se prohíbe a funcionarios gubernamentales y partidistas participar en negocios y se persigue la práctica de «intercambiar poder por dinero». También se controlan las grandes empresas, se permiten los pequeños negocios y se cambia el sistema de precios, abandonando la práctica de fijarlos por el Estado. La Constitución se reforma en 1982, y tres años después se impulsan cambios en el ámbito científico, la enseñanza (se introduce la educación obligatoria de nueve años), la cultura y la sanidad pública. También, se lanzan campañas contra la «liberalización burguesa», y se reduce el ejército en un millón de soldados (pasa a tener 3,2 millones), que todavía se disminuyó dos veces más hasta que, en 2005, el PCCh decidió mantenerlo por debajo de los 2’3 millones de soldados, modernizando su dotación: desde entonces ha desarrollado un nuevo modelo de caza furtivo, el Chengdu J-20, y en 2012, entró en servicio el primer portaaviones chino, el Liaoning, reconvertido a partir de un portaaviones soviético; un segundo portaaviones, Shandong, en 2017, y un tercero, Fujian, en 2022, que operará próximamente. Hay que resaltar que Estados Unidos dispone de once portaaviones, y de propulsión nuclear, más modernos.
En 1987 se elabora la tesis de que China se encuentra en una «etapa primaria» del socialismo, y se pone énfasis en el desarrollo de la producción y en la modernización, reduciendo la burocracia con un nuevo sistema de administración pública que se pone en marcha primero en algunos ministerios, y en Harbin y Shenzhen, con una formulación que busca construir «un país socialista moderno, próspero, democrático y civilizado», uniendo planificación y mercado para conseguir un nivel de vida «moderadamente próspero». Hacia finales de la década de los años ochenta las zonas económicas abiertas abarcan unas ciento cincuenta ciudades costeras. Aunque el éxito acompaña a la reforma, el auge industrial es demasiado rápido y contamina las ciudades, surge también una elevada inflación y dos tipos de precios: los controlados por el gobierno, más bajos, y los del mercado, algo que hizo aumentar notablemente la corrupción. En 1988, se aumentaron los precios de los productos agrícolas, de la energía y otros, y se ajustaron salarios y ayudas para que la población no se viera perjudicada por la reforma del sistema de precios, pero el gobierno no pudo evitar una grave crisis de confianza y tuvo que contener la inflación. En abril de 1989 se producen manifestaciones de protesta, convenientemente apoyadas por los servicios secretos occidentales, donde confluyen la inquietud por la carestía y los casos de corrupción, y en Pekín, Xian, Changsha y otras ciudades se producen disturbios, que aumentan en mayo. A mediados de mes, Gorbachov llega a Pekín: era la primera visita de un dirigente comunista soviético desde el último viaje de Kruschev a China en 1960: Deng Xiaoping y Gorbachov reinician las buenas relaciones entre los dos partidos y los dos países. El secretario general, Zhao Ziyang, apoya las protestas creando una seria división en el PCCH, que culminan con la declaración del estado de sitio en Pekín y, en junio, con la intervención en Tiananmén. Ese mismo mes, el comité central destituye a Zhao Ziyang, que también deja de ser miembro de la Comisión Militar Central, y elige a Jiang Zemin para sustituirlo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


