Recomiendo:
1

Vaticano: ‘Operación Biden’

Fuentes: Infolibre

Esta semana han vuelto a volar cuervos en los cielos de Roma y se ha escrito que había comenzado ya la “operación Biden”, o sea, las maniobras para convencer a Francisco de que dimitiera. Luego las condiciones de Francisco se agravaron dramáticamente. Hombres de confianza del papa, como el cardenal Tucho Fernández, salen a espantar los cuervos de mal augurio: “No veo clima de pre-cónclave, no veo más conversaciones sobre un posible sucesor que las que había un año atrás, es decir, nada especial. Hasta ahora percibo bastante respeto”. Por su parte, el Secretario de Estado, Cardenal Parolin, tildó esos movimientos de “inútiles especulaciones” y dijo que ahora lo único importante era la salud del pontífice.

Ahora bien: por más que parcheen, por más tiempo que ganen, por más respeto que pidan sus incondicionales, el tabú de la dimisión no lo es. Y no lo es porque fue el propio Francisco quien lo quebró al revelar en 2022 en entrevista a ABC que, al inicio de su pontificado en 2013 (el cardenal Tarcisio Bertone aún era Secretario de Estado), había entregado una carta de renuncia. Literalmente dijo: “Yo la firmé y le dije: «En caso de impedimento por cuestiones médicas o qué sé yo, acá está mi renuncia”. Se conoce que, aprendida la lección de Benedicto XVI, Francisco no tuvo reparos para dejar abierta la hipótesis de la dimisión desde muy pronto. Sin embargo, no sabiendo qué dice la carta en manos del Secretario de Estado, no queda sino elucubrar por ese tanguero y equívoco “qué sé yo”. El pasado viernes, muchos vaticanistas no consideraban realista que Francisco dimitiera, puesto que en ningún momento había dado muestra de pérdida de facultades mentales, y Francisco siempre sostuvo que “se gobierna con la cabeza”. El sábado, en cambio, todo volvía a precipitarse. Francisco entró en un estado “crítico”. En lugar de esconder sus condiciones, el papa Bergoglio impuso la transparencia informativa, que fue tal que hubieron de callarse hasta los cuervos que más lo han picoteado.

Es curioso que a Francisco se le achaque el ser demasiado “político”. ¡Como si Wojtyla o Ratzinger lo hubieran sido menos! No, lo que los cuervos no perdonarán jamás a Bergoglio es que haya expuesto en la guerra de Ucrania también las razones de Rusia; que mantenga puentes discretos con China, y se acerque a Irán al tiempo que critica ferozmente la política migratoria de los EE.UU de Trump y Vance, y que, con pulmonía bilateral y todo, siga telefoneando a la parroquia de Gaza, donde dijo que “habría que investigar si hubo un genocidio”.

Francisco, amante del “lío” creativo, ha aceptado hablar de asuntos que parecían improponibles como el papel de la mujer y el celibato sacerdotal o las uniones homosexuales.

En un momento en que no ganamos para sustos entre Musk con la motosierra, Trump amenazando a una gobernadora y Bannon blasfemando con el saludo nazi rematado de un potente “Amen”, el cuerpo del papa cobra más importancia que nunca. Quienes se han desentendido durante todo este papado de la guerra que se ha librado dentro de la Iglesia, la cual ha incluido un puro y duro golpe de Estado urdido en los EEUU y liderado por el ex nuncio Carlo María Viganó, ahora de pronto se asoman morbosos a la actualidad vaticana, tal vez arrastrados por la película Cónclave, tal vez por la truculenta eventualidad del advenimiento de un papa trumpista que cabalgue la ola de nacionalcristianismo global. No ganarán, pero sí que hay una corriente trumpista en el Vaticano que dice preferir “un buen protestante [Trump] que un mal católico [Biden]”.

La cuestión, por tanto, es: ¿Francisco ha dejado todo atado y bien atado? ¿Qué puede deparar el próximo cónclave? Ciñámonos a datos significativos. Los cardenales de Centroamérica y Sudamérica, Asia, Oceanía y África, que eran un tercio, ahora son ya casi la mitad (48%). Aunque los europeos son menos, los italianos mantienen una mayoría significativa del 13%. El colegio cardenalicio es mayoritariamente bergogliano (65%); sin embargo, no alcanza los dos tercios necesarios para escoger al sucesor. Aún hay un 24% de cardenales nombrado por Ratzinger y un 8% por Wojtyla.

Francisco, amante del “lío” creativo, ha aceptado hablar de asuntos que parecían improponibles como el papel de la mujer y el celibato sacerdotal o las uniones homosexuales. No ha conseguido gran cosa en estos tres temas, pero sí que ha llevado la Iglesia hacia fuera, hacia donde no está cómoda. A su sucesor le tocará la tarea de hacer una síntesis en una iglesia muy, muy variopinta ideológica y geográficamente; y al cónclave, dar con la persona capaz de hacerlo. Suenan nombres (Tagle, Parolin, Zuppi, Grech). Hay bergoglianos puros, bergoglianos de la Curia y bergoglianos outsiders. Los italianos llevan desde 1978 sin papa, excepción histórica única. En 2003 tardaron 24 horas en dar con Benedicto XVI. En 2013, 27 horas para nombrar a Francisco. La decisión de nombrar a un papa merecería más debate, un cónclave más lento. De lo contrario, personas que apenas se conocen entre sí elegirán al nuevo papa en tiempos más periodísticos que eclesiásticos. Para lo cual caben dos explicaciones: o que esos debates se han tenido ya en secreto y que se sabe más o menos quién será el papa y cuál su línea, que no se alejará demasiado de la de Francisco porque no hay ya marcha atrás en las reformas, o que el Paráclito, que está dentro de todos, lo resuelve todo en un pispás.

De momento, calma muy tensa. Manda el cuerpo de Francisco, que es bien tozudo, tanto como lo es la Iglesia. Bueno recordarlo en estos tiempos neoimperialistas.

Fuente: https://www.infolibre.es/opinion/plaza-publica/vaticano-operacion-biden_129_1949381.html

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.