Luego de apoderarse de Europa continental, el 18 de diciembre de 1940 Hitler firmó la orden para desarrollar el Plan Barbarrosa; el mismo contemplaba la destrucción de la URSS en tres o cuatro meses.
El alto mando alemán estaba tan convencido del éxito del Plan Barbarossa que para después de su cumplimiento planeaba, a través del Cáucaso, la toma de Afganistán, Irán, Irak, Egipto y la India, donde las tropas alemanas planificaban encontrarse con las japonesas; esperaba también que se les unieran España, Portugal y Turquía. Dejaron para después la toma de Canadá y EEUU, con lo que Alemania Nazi lograría el dominio total del mundo.
Hitler ordenó ejecutar el Plan Barbarossa cuando trabajaban para la Wehrmacht cerca de 6.500 centros industriales europeos y en las fábricas alemanas laboraban 3’100.000 obreros especialistas extranjeros y Alemania poseía cerca de dos veces y media más recursos que la URSS, lo que la convertía en la más poderosa potencia imperialista del planeta; lo acompañaron en esta mortífera aventura la mayoría de estados de Europa continental y numerosos voluntarios del resto del mundo.
La guerra de Alemania contra la URSS era esperada, pero las fechas notificadas por los servicios secretos soviéticos sobre su inicio no coincidían, algunas eran reales y otras erróneas. La “Orquesta Roja” informó a Moscú que “la cuestión del ataque armado contra la Unión Soviética estaba decidida”; Harro Schulze-Boisen, sobrino del Almirante Tirpiz y funcionario del Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas de Alemania, comunicó que “la cuestión de la agresión de Alemania a la Unión Soviética definitivamente está decidida. Su comienzo debe esperarse próximamente”; Richard Sorge hizo saber, desde el Japón, que la guerra se iniciaría a fines de junio; Zoia Voskresenskaya relata en “Ahora puedo contar la verdad”, que el conde Von Schulenburg, Embajador de Alemania en la URSS, dio una recepción poco antes del comienzo de la Gran Guerra Patria, en ella, Schulenburg la invitó a bailar. Mientras bailaban el embajador disimuladamente la hizo pasar por distintas salas y Zoia cayó en cuenta de que la embajada iba a ser evacuada, pues las salas y los despachos estaban atiborrados de maletas, cajas… y los armarios estaban vacíos, lo que confirmaba la información que tenía el servicio de inteligencia rusa. Horas después Zoia informó a sus jefes lo que había visto, los que, a su vez, informaron a Stalin. Todo esto se sabía, pero la Wehrmacht tenía el mayor poder destructivo conocido hasta entonces.
El domingo 22 de junio de 1941, exactamente a las 4 horas de la madrugada, la Alemania nazi dio inicio al Plan Barbarossa. Un ejército jamás visto por su magnitud, experiencia y poderío, se lanzó al ataque en un frente de más de 3.500 kilómetros de extensión, desde el mar Ártico, en el norte, hasta el mar Negro, en el sur. Era un total de 190 divisiones, cinco millones y medio de soldados, 4.000 tanques, 4.980 aviones y 192 buques de la armada nazi. No se cumplieron las expectativas del plan Barbarossa porque, a diferencia del resto de Europa, la Wehrmacht encontró en Rusia una resistencia no esperada, que los desesperó desde el inicio. El General Galdera, jefe de Estado Mayor de las tropas terrestres de Alemania, escribió: “los rusos luchan siempre hasta la última persona”.
Desde el primer día de la agresión nazi, Stalin emitió órdenes para trasladar a la población e instalaciones industriales lejos del frente; por su parte, la población se aglutinó a su alrededor bajo la consigna: “¡Todo para el frente, todo para la victoria!” Ningún soviético permaneció indiferente. Con el fin de defender a la patria, los trabajadores laboraron sin descanso, los poetas escribieron poemas motivadores, los compositores crearon música inspirada, los artistas se presentaron en todos los frentes, los campesinos cosecharon los mejores frutos de la tierra, los ingenieros crearon novedosos instrumentos de combate y los soldados entregaron la vida en aras de la libertad. Nadie permaneció indiferente.
Un ejemplo es la creación del nuevo himno de la Unión Soviética, que antes había sido “La Internacional”. Cerca de 170 compositores participan en el concurso. Stalin, personalmente, aprobó el himno y es el autor de la primera estrofa: “Unión indestructible de repúblicas libres, que la Gran Rusia ha unido para siempre…” Desde el 24 de junio de 1945 se entona en los desfiles del Día de la Victoria y su música es la misma que la del himno de Rusia.
El 3 de julio de 1941, Stalin se dirigió al pueblo soviético en un discurso, célebre porque, pese a no ocultar para nada la gravedad de la situación en frente, sus palabras imbuyeron en el pueblo soviético la seguridad en la futura victoria.
En su discurso dijo: “Nuestras tropas luchan heroicamente, a pesar de las grandes dificultades, contra un enemigo superiormente armado con tanques y aviones… El propósito de la guerra popular consistirá no sólo en destruir la amenaza que pesa sobre la Unión Soviética sino también en ayudar a todos aquellos pueblos de Europa que se encuentran bajo el yugo alemán… Camaradas, nuestras fuerzas son poderosas. El insolente enemigo se dará pronto cuenta de ello… ¡Hombres del Ejército Rojo, de la Armada Roja, oficiales y trabajadores políticos, luchadores guerrilleros! ¡Camaradas! ¡Los pueblos de Europa esclavizados os miran como libertadores! ¡Sed dignos de tan alta misión! La guerra en la que estáis luchando es una contienda libertadora, una guerra justa. Ojalá, os inspiren en esta lucha los espíritus de nuestros grandes antepasados… ¡Adelante, hacia la Victoria!” A partir de entonces se inicio a una conflagración conocida como la Gran Guerra Patria. Se necesitó del colosal esfuerzo del pueblo soviético para revertir la grave situación y lograr la victoria.
En los primeros meses de guerra, los grupos “Centro” y “Norte” de la Wehrmacht lograron acercarse a Moscú y Leningrado, dos de sus principales metas; nada parecía capaz de detener a este monstruo apocalíptico, cuyas botas habían pisoteado casi toda Europa. Sin embargo, el primer fracaso del Plan Barbarrosa se dio cuando la Wehrmacht fue derrotada en las puertas de Moscú y no pudo desfilar el 7 de Noviembre de 1941 por la Plaza Roja, tal cual había sido planificado, sino que lo hizo el Ejército Soviético, después los soldados se dirigieron al frente y ganaron la Batalla de Moscú; cosechaban el ejemplo del Mayor Klochkov, que se arrojó debajo de un tanque alemán con granadas en las manos exclamando: “Aunque Rusia es inmensa, no hay a donde retroceder, ¡detrás está Moscú!”
El General Douglas MacArthur escribe: “En mi vida he participado en varias guerras, he observado otras y he estudiado detalladamente las campañas de los más relevantes jefes militares del pasado. Pero en ninguna parte había visto una resistencia a la que siguiera una contraofensiva que hiciera retroceder al adversario hacía su propio territorio. La envergadura y brillantez de este esfuerzo lo convierten en el logro militar más relevante de la historia”.
Luego de las Batallas de Stalingrado, Kursk… del desembarco en Normandía y de que la URSS liberara a numerosos países del yugo nazi-fascista, las tropas del Ejército Rojo entraron en Berlín e izaron la bandera soviética en el Reichstag, el parlamento alemán. Finalmente, el 9 de Mayo de 1945 cesaron los combates en Praga y terminó una guerra que en el frente oriental duró 1418 días. Esta fecha es tan sagrada para Rusia, y no sólo para ella, porque para conseguir la victoria se inmolaron 27 millones de sus mejores hijos, 60 millones fueron heridos, quedaron destruidas 1710 ciudades, 32000 empresas industriales, 66000 Km de vías férreas, una pérdida de más del 30% de la riqueza nacional de la Unión Soviética, en valor presente unos 3 billones de dólares (un 3 seguido de doce ceros); gracias a este sacrificio, la humanidad se vio libre de la noche del dominio imperial con que Hitler soñó para un milenio.
Alexander Werth, reconocido periodista inglés de la BBC, escribe: “Los rusos llevaron el fardo más pesado en la guerra contra la Alemania Nazi, precisamente gracias a esto quedaron con vida millones de norteamericanos e ingleses”. Edward Stettinus, Secretario de Estado de EEUU durante esta guerra, reconoce que el pueblo norteamericano debería recordar que en 1942 estaba al borde de la catástrofe. Si la Unión Soviética no hubiera sostenido su frente, los alemanes hubieran estado en condiciones de conquistar Gran Bretaña; habrían estado en condiciones de apoderarse de África y crear una plaza de armas en América Latina.
Es bueno recordarlo porque entonces, como ahora, aparentemente el mal crecía sin fin sin que nadie fuera capaz de detenerlo; sin embargo, la heroica lucha en contra del nazismo, no sólo del pueblo soviético sino de todos los hombres libres, salvó al mundo de la moderna barbarie. Tal vez, la más importante lección para las presentes y futuras generaciones es que las guerras hay que combatirlas antes de que estallen. ¡Gloria eterna al heroico pueblo soviético que libró al mundo del nazi-fascismo!