Muchos coinciden en que el 2020 fue un año muy duro para la humanidad en su conjunto, sin cuantificar las consecuencias de una pandemia y una crisis económica cuyas fases conclusivas todavía no se vislumbran, no obstante las vacunas. ¿Contarán los sin hogares o los millones de personas sin seguro médico con la ansiada vacuna? Las pérdidas en el campo económico son enormes, el desempleo ha crecido, aun cuando el estudio de esa situación no ha concluido. Como colofón se han instalado el miedo y la incertidumbre en este mundo hiperconectado.
82 millones de contagiados y 1.800.000 personas fallecidas es el saldo oficial, hasta ahora, de la covid-19. Ya se debate sobre la politización de la vacuna y se han hecho llamados a facilitarla gratis a todos. Un científico cubano ha dicho que Cuba ha encontrado dificultades por el bloqueo, en su camino por fabricar la vacuna, por algunos componentes norteamericanos de materiales esenciales. El número de contagiados, por día, crece en varios países. ¿Cuántas cosas han cambiado en la vida de los seres humanos con esta enfermedad? El neoliberalismo ha mostrado su malsano rostro a la hora enfrentar a la covid-19 y lo desastroso que ha sido para el sistema de salud, allí donde se había instalado.
La enorme brecha entre ricos y pobres ha crecido. Según diversos organismos internacionales en torno a 207 millones de personas van a caer por debajo de la línea de pobreza en los próximos años como consecuencia de la crisis económica resultante de la covid-19. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) anticipa cifras no menos dramáticas para el fin de la década: mil millones de personas padecerían de extrema pobreza en el 2030.
El año concluye con una contracción económica a escala global, con la excepción de China y Vietnam, que crecen sus respectivos PIB.
Estados Unidos decidió electoralmente prescindir del presidente Donald Trump, quien enfrento la pandemia, como una gripe más, y la ligereza ha traído miles de muertes, además de una cifra de contagiados más alta del mundo. Pero Trump no ha querido reconocer la evidente derrota electoral y en ese camino le ha dado un contundente golpe a la llamada democracia norteamericana. Ha demostrado la inmensidad de la crisis sistémica del país, sus grietas, contradicciones y desequilibrios sociales. Su gestión logro provocar, con el asesinato de George Floyd, unas protestas de más de cien días, encabezadas por Black Lives Matters, donde negros y blancos expresaron su repulsa al asesinato de negros norteamericanos. Han salido a la palestra las teorías de la conspiración y grupos extremistas blancos y armados. Trump, quien ha recaudado millones, para las reclamaciones judiciales por el supuesto fraude electoral, parece encaminado a presentar su candidatura presidencial para el 2024, pero ha dividido al partido Republicano y a Estados Unidos. Su legado en estos años ha sido aislar a su país y exacerbar contradicciones con la Union Europea, Rusia, China, Irán, Cuba, Venezuela, Siria y aupar los desmanes y crímenes expansionistas israelitas contra Palestina y otros pueblos del Medio Oriente, entre otros.
La Union Europea, aliado incondicional de Estados Unidos, y muy afectado por la Covid-19, ha extraído algunas lecciones de sus contradicciones con Washington y acelera la construcción del ducto para conducir el combustible ruso hacia Alemania. El proyecto Nord Stream 2 tiene como objetivo la puesta en marcha de un gasoducto que transportaría hasta 55.000 millones de metros cúbicos de gas natural por año desde Rusia a Alemania, pasando por las aguas territoriales o las zonas económicas exclusivas de Dinamarca, Finlandia, Alemania, Rusia y Suecia. Se oponen al nuevo gasoducto, cuya construcción está a punto de finalizar, Estados Unidos, que busca vender a Europa el gas natural licuado (GNL) de sus yacimientos de esquisto, y países europeos como Polonia, Letonia o Lituania. Además, la Union Europea, ha agilizado el proceso para concluir el Acuerdo de Inversiones con China. Y todo ello, no obstante las presiones norteamericanas, política que tienen un consenso bipartidista en Washington. Ni China (anuncio de China del lanzamiento de su supercomputadora cuántica Jiuzhang. Hoy China está construyendo un Laboratorio Nacional para Ciencias de Información Cuántica por un valor de US $10 mil millones), ni Rusia pueden ser analizadas con estereotipos. Hoy el momento es otro y los éxitos alcanzados por esos países así lo evidencian.
El divorcio Inglaterra y Union Europea se ha producido, después de años de complejas negociaciones y por largo tiempo se sentirán sus consecuencias y la búsqueda de nuevos acomodos en el escenario mundial.
En esta América Latina que se busca a sí misma, vemos como Estados Unidos se ensaña contra Cuba, trata de ahogarla económica y financieramente y alienta la subversión interna, pero el país resiste y avanza. Ahora amenazan con volverla a incluir en la lista de países patrocinadores del terrorismo. En Venezuela, otro objetivo de la Administración Trump, las fuerzas chavistas ganan las elecciones legislativas y se consolida al gobierno legítimo de Nicolás Maduro. En Bolivia, el MAS gana los comicios presidenciales y restablece la democracia. En Colombia, el gobierno de Ivan Duque vive bajo la incertidumbre de las protestas populares, las masacres planificadas y cotidianas de líderes sociales y ex guerrilleros. En Chile, donde el pueblo no se detiene y su recia y sostenida lucha ha provocado la creación de una Asamblea Constituyente para acabar con el orden jurídico impuesto por el dictador Pinochet. En Brasil, donde Bolsonaro, pequeño fascista, no logra estabilizar el país. En Ecuador, donde el traidor Lenin Moreno, no ha logrado impedir que una candidatura presidencial correísta pueda participar en las próximas elecciones. El neoliberalismo ha fracasado y con él las políticas de Trump en esta región, donde han declarado reimplantar la vetusta doctrina Monroe. Seguirá la lucha, sin cuartel, entre el imperio que no quiere perder la hegemonía de la región y los pueblos, así como con los nuevos actores mundiales.
África continúa envuelta en una serie de conflictos internos, algunos manipulados por el control de sus materias primas, además de un recrudecimiento del terrorismo inducido, la corrupción y ahora la pandemia del coronavirus.
Los incendios en San Francisco el pasado mes de septiembre, donde el cielo se tiñó de color naranja, así como los habidos en Australia y los recurrentes de la Amazonia muestran que los cambios climáticos avanzan inexorablemente y afectan hasta la biótica. A ello hay que añadirle el aumento de los huracanes en los Trópicos, las intensas lluvias y las prolongadas sequías y el continuado derretimiento de los Casquetes Polos. Ha sido de cierto alivio que, el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, haya declarado, que su país volverá a adherirse al Acuerdo de Paris. Se hace indispensable que todos los países cumplan estrictamente con el mencionado Acuerdo y así mitigar los cambios climáticos que, tanto daño ha causado y provocaran en la vida de los seres humanos.
Y en medio de este panorama hay dos elementos también acuciantes y angustiantes: 1. Los problemas migratorios persisten, como hemos visto en Centro-América, el Mediterráneo, Bosnia, entre otros, con su secuela de sufrimientos y 2. Una carrera armamentista en desarrollo y que tiene como epicentro a Estados Unidos, alejándose de todos los Acuerdos que le habían puesto un freno a esa espiral.
Los líderes a escala mundial y los pueblos tienen ante sí, una agenda prioritaria de complejos fenómenos a atender en el 2021. Esperemos que el sentido común y la razón se impongan.