En Mumbai (2004) se perfiló una línea de trabajo que ha desembocado en Caracas (2006), pasando otra vez por Porto Alegre (2005). Me refiero al Foro Social Mundial en sus tres más recientes ediciones, porque al principio, como se lee en la Biblia, todo fue un caos, o casi. Pienso que fue un acierto que […]
En Mumbai (2004) se perfiló una línea de trabajo que ha desembocado en Caracas (2006), pasando otra vez por Porto Alegre (2005). Me refiero al Foro Social Mundial en sus tres más recientes ediciones, porque al principio, como se lee en la Biblia, todo fue un caos, o casi.
Pienso que fue un acierto que la edición 2006 del FSM se llevara a cabo en Venezuela, y que coincidiera con el triunfo de Evo Morales en Bolivia. Lo que se ha estado haciendo desde el gobierno de Hugo Chávez y lo que ha ofrecido que hará Morales en su país no podrían ser pasados por alto en el Foro. Todos aquellos que insisten en que se pueden cambiar las cosas (sustancialmente) sin tomar el poder, y que reiteran como disco rayado que otro mundo es posible por la mera acción de los movimientos sociales, quizá llegaron a pensar, ahora y ante la evidencia aplastante de la realidad, que hay movimientos sociales que conducen a nuevas correlaciones de fuerzas en el poder y que, por lo mismo, estos nuevos poderes (gobiernos) pueden hacer más por las mayorías depauperadas que éstas en y solamente por su acción.
Chávez, les guste o no a sus críticos de «izquierda», ha ratificado su gobierno con el voto de las mayorías de su país, y de los más pobres por cierto. Morales ha llegado al gobierno igual, como consecuencia de uno de los movimientos sociales más fuertes en los últimos años en Bolivia y con el voto de quienes participaron en esos movimientos. Ambos ejemplos, sin embargo, no nos aseguran que los gobernantes continúen en esa línea o cumplan con lo prometido, pero estas posibles fracturas (pues todo es posible) también pueden ocurrir (ocurren de hecho) en los movimientos sociales por razones de liderazgos (y no hay movimientos sociales sin líderes por más que algunos de éstos digan que no lo son). Luis Hernández Navarro, en la última de sus crónicas sobre el FSM en este diario (30/01/06), citó a Chávez y dijo: «Según el mandatario, para hacer realidad el cambio se requiere que los movimientos sociales actúen sobre la base de una estrategia de poder porque ‘sólo apuntando al poder podemos cambiar el mundo’.» Y el presidente venezolano tiene razón, como lo demostraría un hecho complejo pero fácil de entender por todo el mundo: la única posibilidad de contrarrestar el poder imperial de Estados Unidos, en América Latina, es conquistando el poder en los países de la región con un sentido antiimperialista y popular. Estados Unidos ha podido invadir en los últimos 40 años países pequeños de este hemisferio, como República Dominicana o Granada, podría invadir (y toco madera) países no tan pequeños (como Cuba o la misma Venezuela), ¿pero podrá invadir a toda Latinoamérica? Desestabilizar gobiernos, sí, como obviamente lo ha intentado con Chávez, y antes en otros muchos países de la región, pero se ha enfrentado a gobiernos con fuerte apoyo popular e internacional, y con éstos no ha podido. Cuba es el mejor ejemplo. La lección la aprendió Evo Morales: antes de tomar posesión hizo una gira para comprometer apoyos de otros países, algunos con una fuerza internacional indiscutible, como diciéndole a Bush que no está solo y que él no es Juan Bosch, quien no supo articular su gobierno con el movimiento social, ni Maurice Bishop con un vice primer ministro golpista (Bernard Coard).
El sacerdote François Houtart, que mucho tiene que ver con el FSM, lo ha dicho muy bien, en mi interpretación: el Foro «avanzó en la conciencia de que el ámbito político formal es importante y que no se puede pensar solamente en dar grandes ideas o acciones desde abajo -cosas absolutamente necesarias. Esto no significa la aceptación de lo político como está organizado hoy. Tampoco que el Foro deba perder su autonomía en su relación con los gobiernos progresistas. Por el contrario, hay que ser críticos con esos gobiernos, hay que brindarles apoyo crítico» (en Luis Hernández Navarro, ídem).
El Foro Social Mundial será útil y prosperará siempre y cuando no cometa dos errores fundamentales: creer que la sociedad es homogénea y piensa de la misma manera (cosa que no ocurre siquiera en pequeñas comunidades libres) y, en consecuencia, creer que los gobiernos por sí mismos son inútiles y sustituibles por la auto organización de una sociedad heterogénea y con una gran diversidad de formas de pensamiento, y de intereses (nunca se deben olvidar los intereses). Parece que esto ya empieza a entenderse y que no todo es estar en contra, como si la razón sólo estuviera de un lado, del lado de quienes no tienen proyecto sino sólo críticas y demandas a quien se le ponga enfrente. ¿Cuántos de los asistentes al FSM piensan de una manera y cuántos de otra? No lo sé, pero según las crónicas que hemos podido leer, ya se está tejiendo más fino y con más sutileza que al principio, antes de Mumbai. Enhorabuena.