Reconozco que tengo un cierto sentido de culpabilidad ante la invasión rusa de Ucrania. Sentimiento de culpabilidad que me viene por el hecho de haber creído que Putin era un actor racional en las relaciones internacionales, que nunca se lanzaría a una guerra abierta en todo el territorio ucraniano, y que existía una base racional en sus temores ante la expansión de la OTAN.
Sigo pensando lo segundo, ninguna potencia quiere que en sus fronteras haya bases militares de una alianza militar para la cual es un enemigo estratégico, pero creo que nada justifica ni obliga al acto totalmente condenable que Putin decidió él mismo de emprender una guerra de agresión contra otro país. Es un sentimiento de culpabilidad curioso, ya que objetivamente nada podría haber hecho yo para frenar dicha agresión, el que la misma se halla producido no es en ningún sentido culpa o responsabilidad mía, que consiste, sin embargo, en el dejarse engañar por alguien por quien no debimos dejarnos engañar, y en el haber sido injustos al juzgar a otros. El haber sido, aun involuntariamente, culpables de la propagación de la mentira en el mundo.
Mi posición nunca fue la de aquellos que vieron (o siguen viendo) en Putin como el carismático líder de una ideología que habría de restaurar el orden de la civilización frente a una Europa occidental, viciado por el consumismo, la postmodernidad, el individualismo y el liberalismo. Tampoco fue nunca para mí una aspiración vital la unión de europeos y rusos en una unión euroasiática, como parece haberlo sido (o serlo) para otros. Es posible que, al igual que sucede en otras sociedades ex-comunistas (las cuales no por ello han visto en Putin a ningún líder carismático), la sociedad rusa se halle menos contaminada que otras las sociedades de Europa Occidental por algunos de estos vicios o derivas, pero no creo que un modelo basado en el autoritarismo, la oligarquía económica o las grandes desigualdades sociales sea un modelo a imitar. En todo caso, es un espejo negativo de algunas cosas también presentes en las sociedades occidentales que no queremos ver. Es evidente que los líderes occidentales, aún, o quizás todavía más, los más supuestamente liberales y cosmopolitas de ellos, puedan tener derivas autoritarias, como en los casos de Macron o Trudeau; es evidente que la riqueza se va concentrando en pocas manos, y muchas empresas (como GAFAM) adquieren el carácter de monopolios de facto y cuasi órganos paraestatales de la potencia dominante (EE.UU., claro está); es evidente que esta concentración de riqueza genera un número cada vez mayor de desigualdades. En este mismo sentido de la falsedad de ver a Putin como una utopía conservadora, habrá que recordar que también en la falta de asistencia a la Iglesia o en el número de abortos hay pocas lecciones que puedan extraerse de Rusia. Por otra parte, en una perspectiva geopolítica, creo que deberíamos identificarnos como europeos, que es una cosa distinta del nacionalismo autoritario ruso o del prometeísmo globalista de la idea de Occidente *1 calcada en muchas cosas de la utopía norteamericana de la ciudad en la colina. Luego habrá que ver, por supuesto, las tensiones dentro de Europa entre países germánicos y mediterráneos, o la posibilidad que tenemos los españoles de orientarnos a otros ámbitos geopolíticos como el iberoamericano, pero valga para esta nota el no perder nuestra identidad en las inmensidades de la estepa siberiana. Rusia puede ser en parte Europa, pero no toda Rusia es Europa, y ni siquiera la parte europea de Rusia sea, quizás, del todo Europa.
Pero, a pesar de no compartir ninguna de estas posiciones, sí consideraba que cualquiera que viera en Putin un riesgo geopolítico o que no aceptara las razones que justificaban sus recelos ante la OTAN, no podía ser más que alguien cuyo cerebro había sido lavado pora la propaganda occidental. Todavía pienso que la expansión de la OTAN en los últimos 30 años, rompiendo el compromiso al que se había llegado con Gorbachov de no expandir la OTAN más al Este de Alemania, ha hecho bastante para aumentar las tensiones con Rusia. Del mismo modo, una creciente demonización de Rusia en los medios de comunicación, a la que se retrataba casi siempre de forma perversa, y a la que atribuían – los medios mayoritarios occidentales tan juiciosos y tan responsables en su periodismo, esos mismos que hablaban luego llenos de compunción de fake news – la culpabilidad de todo tipo de cosas que ni siquiera estaban probadas, muchas veces simplemente por revelaciones interesadas de agencias de inteligencia, sin ni siquiera reconocer responsabilidad cuando muchas de esas cosas se revelaban como falsas, tampoco podía contribuir a un deseable sentimiento mutuo de amistad. La decisión de Putin se ha adoptado, por supuesto, en un contexto determinado *2, pero ha sido una decisión, y esto hay que recordarlo en todo momento, que nadie ni nada la obligaba a tomar, y que está injustificada. Es decir, aun teniendo en cuenta el contexto en el que se ha producido, hay un salto entre el contexto y la adopción la decisión que sólo puede explicar la personalidad de Putin, que algunos entendíamos como racional, porque, creo, hasta el momento había actuado de modo racional y equilibrado en todas las intervenciones de Rusia en política exterior, pero en la que los hechos acaecidos muestran que también hay una vena hubrística y agresiva que habrá de ser considerada a partir de ahora. Si bien antes podía pensarse que una declaración solemne de neutralidad de Ucrania *3 y algún acuerdo sobre bases militares y mísiles en los países bálticos podría solucionar el conflicto diplomático con Rusia, ahora parece difícil pensar, si no cambia el liderazgo ruso, dejar a Ucrania desprotegida frente a cualquier otra acción que Putin pueda decidir emprender.
Creo, sin embargo, que había buenas razones, que hay buenas razones, para no creer siempre a pies juntillas, sino recibir de forma crítica, las informaciones que nos puedan llegar de los medios mayoritarios de comunicación, y mucho más de las afirmaciones que hagan sus gobiernos, y todavía mucho más de las afirmaciones que puedan hacer las agencias de inteligencia sin ninguna prueba con el argumento, en ocasiones puede que cierto, pero ya muy manido, y la mayor parte de las veces falso, de que cualquier prueba de sus afirmaciones puede poner en riesgo operaciones de inteligencia que se estén llevando a cabo o a los agentes que están llevando a cabo dichas operaciones. Aun cuando los anuncios del gobierno estadounidense sobre una inminente invasión rusa basados en supuestos informes de inteligencia telegrafiados por el New York Times hayan sido, en último término, ciertos, ello no significa que no fuera razonable el desconfiar de ellos, o que dijeran la verdad. Es posible decir una mentira y, sin embargo, acertar con la misma. El lenguaje, además, puede tener una función performativa. En el caso de los medios de comunicación, habrá que recordar que todo medio, oficial, mayoritario o alternativo, y de cualquier ideología, es un medio con una ideología, una agenda y, la mayor parte de las veces, unos intereses, que pueden ser de muchos tipos, desde los intereses materiales de la propiedad (que puede recibir anuncios del gobierno, o anuncios de intereses privados, o ser ella misma titular de otros intereses privados) a, en principio, más desprendidos, pero no por ello menos susceptibles de dar un giro en un determinado sentido a la información, de apoyar a determinado gobierno, partido político o causa. Hay temas que no se tratan, o se tratan mucho menos que otros, o se tratan de una determinada manera. No hay que creer de forma acrítica en lo que afirman los gobiernos porque, además de que son políticos, interesados en mantener el poder y tener contentas a sus posibles votantes *4, sabemos que, en el caso de las administraciones americanas, o de los aliados-vasallos de la OTAN que les apoyan, no son mejores moralmente que Putin. Si Putin es un sociópata, ellos no lo son menos. Si Putin usa armamento no permitido, o golpea contra objetivos civiles, subvertiendo las leyes de la guerra, las potencias occidentales o Estados Unidos han hecho lo mismo con bombas de racimo o uranio empobrecido *5. Si Rusia es culpable de una guerra de agresión contra Ucrania, la OTAN llevó a cabo guerras de agresión en los Balcanes, y Estados Unidos y distintos aliados, con motivaciones variadas, son responsables de guerras de agresión en Iraq, Afganistán o Libia. Por no hablar de la permisividad hacia el cerco Israel de Gaza o el apoyo a la cruel guerra de Arabia Saudita contra Yemén. Que en este guerra se deba apoyar a Ucrania (lo cual sólo puede ser hecho por las potencias occidentales) y se deba condenar a Rusia, y dificultar, sin entrar en guerra directa, a un máximo su capacidad de actuación, no debería ser razón para olvidar esto. Las agencias de inteligencia, por último, son las mismas que nos espían a todos a través de Internet, o que han llevado, y todavía llevan a cabo, programas sistemáticos de tortura, al mismo tiempo que ha intentado tapar todo esto, y que los Estados occidentales han perseguido a aquellos que se han atrevido a denunciar estas realidades, como en los casos de Julian Assange o de Christopher Snowden.
Por todo ello, me resultan bastante chirriantes medidas como las de censurar medios rusos como RT o Sputnik *6, y, todavía peor, la exclusión de deportistas, artistas o creadores rusos, por el mero hecho de serlo. Estoy a favor de las sanciones económicas aplicadas contra empresas o bancos rusos o su moneda o sus oligarcas. No soy, por lo normal, amigo de las sanciones, cuyas consecuencias soportan mayoritariamente las poblaciones civiles, y son una manera de realizar una guerra por otra vía, ni seré tan insondablemente cruel y tan sumamente despreciable como Madeleine Albright pero en este caso se trata de poner palos en las ruedas en una guerra de agresión contra un país europeo, como es Ucrania. Y sí, estas medidas no se han adoptan en otros casos, por distintas razones, como los desequilibrios de poder, o el hecho de que en otros casos hablamos de agresiones llevadas a cabo por nosotros o nuestros amigos contra otros, y no de otros contra nuestros amigos. Somos tan condenables como Putin cuando hacemos o consentimos esto, insisto, pero la política tiene un carácter schmittiano, lo cual hace que sea comprensible, y que, en todo caso, se trate de defender a un país que consideramos nuestro, es decir, defendernos a nosotros, frente a una agresión exterior. Nadie actúa igual si un extraño entra en su casa que si entra en la de otro. Pero la censura de medios de comunicación rusos, o de deportistas o artistas rusos, así como la retórica de que Putin rompe el orden internacional liberal (como si los primeros que lo rompieran no fueran los mismos liberales) no obedece a la lógica realista de la política, sino a la lógica de establecer dos bandos, el Bien contra el Mal. En esta dicotomía, Rusia, o al menos Putin, pero escuchando o leyendo a algunos, también Rusia, es el mal, y nosotros, que hemos descubierto el progreso, las libertades y el cosmopolitismo, somos el Bien. Y esta es una lógica para cual sólo le importan unas víctimas, y no le importan otras. El discurso de decir simplemente «No a la guerra» es un discurso adolescente, está claro, la guerra siempre tiene un contexto, unos actores, unas causas. Habrá que decir «No a la agresión de Rusia contra Ucrania», y habrá que decirlo claramente. Pero sí acierta en una cosa, en que la guerra, cuando la promovemos nosotros, no es mejor que cuando la promueve Putin. Y por esto he decidido titular así esto, que más que un artículo o un sesudo ensayo de alguien que tenga algo que enseñar, busca ser un desahogo, de alguien harto de maniqueísmos, que busca simplemente reflexionar con los demás, todas las víctimas, porque, efectivamente, son todas las víctimas, de todas las guerras, de todas las tiranías, de todas las revoluciones que buscan derrocar tiranías y suelen convertirse en tiranías peores, que importan, y si a alguien no le importan todas es que no le importan ni siquiera las suyas, sino la causa geopolítica o ideológica para la cual sean convenientes, y es bastante despreciable usar del dolor y la miseria de los demás.
* 1 Sí que creo que es posible, y aún necesario, usar el calificativo occidental, para referirse a una solidaridad ideológica y geoestratégica entre líderes y elites culturales políticas, económicas, culturales, militares, etc. que de hecho existe, la lamentemos (como es el caso) o no, y así la uso en esta pieza.
* 2 Y por eso parece también equivocado pensar, como piensan algunos, que si no se detiene a Putin este no se detendrá en ningún momento en su expansionismo, sin considerar las realidades geopolíticas e históricas que contextualizan este, lo cual no quiere decir que no haya que detener a Putin en la actual confrontación.
* 3 Que un país sea soberano no quiere decir necesariamente que acceda a una organización internacional, cuyo acceso depende de la aprobación de los países miembros de dicha organización, y en el caso de la OTAN es muy posible hallar mayor libertad y soberanía fuera que dentro, y si no que se lo pregunten a De Gaulle.
* 4 No estoy diciendo que un tirano o alguien con un poder absoluto o ilimitado diga la verdad más que el político de una democracia, sobre todo porque el primero, si no teme a unas elecciones, sí teme a unas revueltas, y el segundo, pese a todo, cuenta todavía con algunos controles.
* 5 Recordemos, además, cuál ha sido la única potencia que ha usado bombas nucleares hasta la fecha.
* 6 Como si todo lo comunicado por ellos fuera propaganda, o fuera más propaganda que lo comunicado por medios occidentales, cuando buena parte de su contenido es contenido de calidad, aunque a veces escape y actúe de manera crítica de lo dicho en los medios occidentales mayoritarios, en vez de tratarse, simplemente, con medios como cualquier otro, con su propia agenda, intereses, e ideología, y por ello medios que deben ser leídos o recibidos críticamente.
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