Rusia, en la extensa Europa, Irán, en el convulso Oriente Medio, China, en la potente Asia, y Venezuela, en su otrora traspatio latinoamericano, son hoy los cuatro blancos principales que Estados Unidos mantiene en la mirilla telescópica, y contra los cuales afina su puntería con disparos de sanciones, acciones subversivas, agresiones económicas y el financiamiento […]
Rusia, en la extensa Europa, Irán, en el convulso Oriente Medio, China, en la potente Asia, y Venezuela, en su otrora traspatio latinoamericano, son hoy los cuatro blancos principales que Estados Unidos mantiene en la mirilla telescópica, y contra los cuales afina su puntería con disparos de sanciones, acciones subversivas, agresiones económicas y el financiamiento de la derecha violenta internacional.
Washington no pierde oportunidad alguna para entrometerse en los asuntos internos de Moscú, Teherán, Beijing y Caracas, y trata además de presionarlos y cercarlos desde países vecinos o cercanos con el propósito de mantenerlos en permanente tensión.
Para pretender desestabilizar a Rusia, usa a Ucrania y la Unión Europea (UE), en el caso de Irán, lo hace con el cada vez más ensangrentado Oriente Medio, mientras a China la intenta presionar con el rearme de Japón y el diferendo de las dos Coreas, y a Venezuela, con la disensión territorial con Guyana y los problemas en sus fronteras terrestres con Colombia.
El Pentágono utiliza todas las fórmulas malévolas a su alcance y cualquier pretexto para acusar a esas cuatro poderosas y ricas naciones, por cierto con estrechas relaciones entre sí, hecho que les hace temer más a los sectores ultraconservadores norteamericanos.
Por su parte, los gobiernos de Moscú, Teherán, Beijing y Caracas ripostan como verdaderos caballeros tratando de esquivar, al igual que Athos, Aramis, Porthos y D’Artagnan (los afamados Mosqueteros), las continuas injerencias y ofensas de su cotidiano agresor.
El cuarteto que puede dar al traste con los planes de Estados Unidos de continuar dominando el mundo, le ha respondido al decadente Imperio con diplomacia y posturas pacíficas, evitando todo tipo de provocación que pueda crear un escenario peligroso de guerra.
Sin embargo, su lenguaje cada vez más belicoso hace pensar a analistas que Washington pueda estar decidido a desatar una conflagración castrense de grandes proporciones, lo mismo en Europa, como en el Oriente Medio, Asia o América Latina.
Los expertos consideran que el Pentágono ha creado y alentado focos de conflictos en todas las regiones del planeta en busca de suscitar el caos, y que ello le permita debilitar a quienes considera sus principales «adversarios».
El escenario internacional está como un polvorín que puede ser estallado al igual que lo fueron las Torres Gemelas de Nueva York, cuando el Imperio quiera salvarse de su derrumbe total, y provocar para ello una nueva guerra que le permita cambiar la correlación de fuerzas a su favor.
La Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Comunidad Internacional deben permanecer en alerta máxima ente ese riesgo, imponer la paz a toda costa, y evitar con ella un eventual desastre para la humanidad.
En una de sus afamadas Reflexiones, el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, subrayó que «un colosal engaño es lo que se percibe hoy cuando surgen problemas que insinúan el posible estallido de una guerra con el empleo de armas que podrían poner fin a la existencia humana».
Fidel, quien como todos sabemos tiene la capacidad de avizorar el futuro, tituló ese artículo publicado en agosto del pasado año: «Triunfarán las ideas justas o triunfará el desastre».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.