Contra la espalda de la humanidad dieron las ocho balas que Mevlüt mert Altıntas, disparó contra el embajador ruso en Turquía Andréi Kárlov, mientras inauguraba una muestra fotográfica, en una importante galería del barrio de Cankaya, en plena ciudad de Ankara, el barrio de las embajadas, de hecho uno de los lugares más vigilado del […]
Contra la espalda de la humanidad dieron las ocho balas que Mevlüt mert Altıntas, disparó contra el embajador ruso en Turquía Andréi Kárlov, mientras inauguraba una muestra fotográfica, en una importante galería del barrio de Cankaya, en plena ciudad de Ankara, el barrio de las embajadas, de hecho uno de los lugares más vigilado del país, en uno de los países más vigilados del mundo.
Quien miré los videos del asesinato, verá detrás del robusto diplomático ruso, a un discreto personaje vestido de traje negro y camisa blanca, inequívoco atuendo de guarda espalda o guardia de seguridad. Por lo que a nadie le llamó la atención su presencia a escasos pasos de Kárlov, el hombre señalado por Vladimir Putin, para cerrar la profunda herida que existe entre Moscú y Ankara y quem ignorante de todo, vivía sus últimos minutos.
Mevlüt mert Altıntas, un joven de 22 años, policía para más detalles, tuvo el suficiente tiempo y la suficiente sangre fría para sacar su pistola, apuntar a la espalda del diplomático y disparar convencido de que estaba a segundos de partir hacia el Yanna, el tan mentado paraíso a donde viajan los mártires, aquellos que mueren por Allah.
Antes de ser ejecutado, por las mismos hombres que le permitieron colarse detrás del embajador y le permitieron disparar los ocho balazos contra la humanidad, pudo echar su tabarra terrorista, en que revindicaba su acción como respuesta a los golpes contra el fundamentalismo islámico, en la ciudad siria de Alepo en estos últimos días y que representa la derrota más contundente de Estado Islámico, desde su aparición en julio de 2014.
Mevlüt mert Altıntas fue ejecutado apenas terminó su diatriba, quizás por aquello de los muertos no hablan, y que con su muerte nos quedamos sin conocer los pormenores de su acción. De ahora en más toda serán especulaciones.
¿Era un lobo solitario? ¿Formaba parte de alguno de los múltiples grupos terroristas que actúan en Turquía incluido Estado Islámico? ¿Fue un pase de facturas al presidente turco Recep Tayyip Erdogan, que desde hace meses en su carrera al sultanato ha dejado a ciento de militares y hombres de la seguridad a un costado? ¿Fue una operación de algún servicio secreto de occidente, para dinamitar la creciente relación entre Ankara y Moscú, de la que justamente el embajador Andréi Kárlov, era uno de sus más importantes hacedores?
¿Fue un recordatorio del Emirato del Cáucaso Norte, al que el presidente ruso Vladimir Putin viene hostigando duro en procura de llegar al Mundial de Fútbol 2018 limpio de terrorismo local? ¿Fue una acción desesperada de la «diplomacia» saudita, qatarí y/o israelí en su peor momento frente a Washington? ¿Un acto con dedicatoria del califa Ibrahim, líder del Daesh, al Sultán Erdogan de Turquía, al sentir que le ha quitado el apoyo? ¿O el accionar de alguna de las mafias locales de narcotraficantes, vendedores de armas, petróleo, o traficantes de personas, que asociados a Erdogan hicieron grandes negocios en estos últimos años y a los que el Sultán ha decidido acabarles los mercados, en vista de sus necesidades de realpolitik?
Nadie, más allá de los resultados de las investigaciones, podrá convencer a la opinión pública mundial de a que a algo más le disparó Mevlüt mert Altıntas cuando atacó al embajador Kárlov.
Un día de furia
Mientras las ocho balas contra el embajador Kárlov estaban en el aire, a poco más de dos mil kilómetros de allí, en pleno centro de Berlín occidental, un camión, al mejor estilo del ataque de Niza de julio último, atropelló a una multitud de asistentes al tradicional mercado navideño de Breitscheidplatz , que hasta el momento dejó al 12 muertos y 48 heridos, algunos en estado grave.
La seguridad alemana estaba desde hace meses en estado de alerta frente a la posibilidad de un ataque de estas características. Mucho más desde que la semana pasada fuera detenido un niño de doce años, fuertemente radicalizado, de origen iraquí, cuando intentaba colocar un explosivo en uno de estos mercados en la ciudad de Ludwigshafen, al suroeste del país.
Más allá de que las autoridades alemanas insisten en no sacar conclusiones apresuradas, no cabe duda que el camión Scania, entre las docenas de personas que se llevó por delante, también atropelló el poco consenso con que contaba la canciller Ángela Merkel en sus políticas sobre los refugiados.
Según los investigadores el «accidente» tiene indicios, como para señalar un «presunto ataque terrorista».
Anoche detuvieron a un sospechoso de ser el conductor del camión, con patente de Danzig (Polonia), que había alcanzado a escapar del lugar mientras que su presumible acompañante o rehén, de nacionalidad polaca, había quedado muerto en la cabina.
El detenido, presumiblemente afgano, presumiblemente pakistaní, según medios nacionales había entrado a Alemania como refugiado.
De confirmarse el atentado, sería el primero con muertos, ocurridos en Alemania, ya que el anterior, sucedido un par de meses atrás en un tren de Baviera, solo dejó algunos heridos.
El partido ultraderechista, por ahora solo, islamofóbico y anti inmigración, Alternativa para Alemania (AD) ya ha responsabilizado a Merkel de lo ocurrido y ha salido a conquistar más voluntades para su lucha contra las políticas de puertas abiertas, ya cerradas por otra parte, de la canciller Merkel.
La Policía de Berlín sospecha que el camión habría sido robado y el muerto de la cabina podría haber sido simplemente quien estaba autorizado a conducir y fue asaltado en algún momento de su viaje, ya que los dueños de la empresa trasportistas dicen que no estaba en la ruta establecida cruzar la ciudad y el conductor tenía quince años de antigüedad en la compañía. Un policía que presenció los hechos declaró que el Scania maniobró exprofeso para embestir a la multitud.
Por otra parte y no ajeno a la realidad que vive el mundo desde que el presidente y premio nobel de la paz, decidió hacer de este mundo un «lugar mucho más seguro», en la ciudad de Zúrich, tres personas fueron heridas, una de ella ya ha muerto, tras haber recibido una serie de disparos en un centro islámico de la ciudad.
El hecho de connotaciones netamente racistas se produjo mientras un grupo de musulmanes se disponía a orar, cuando el o los atacantes abrieron fuego y escaparon del lugar.
La policía suiza se encuentra en plena etapa de investigación, mientras que el país se incorpora a la larga lista de naciones afectadas por esta guerra, donde queda bien claro que todos somos blancos móviles.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.