Nos encontramos en Oviedo (España) en el Primer Seminario Internacional «La Humanidad frente el Imperialismo», un encuentro de intelectuales y líderes sociales cuyo precedente está en otro encuentro similar en la ciudad de México el pasado año, y que continuará en Caracas en diciembre. ¿cómo valora usted estos encuentros? A priori, tanto el tema que […]
Nos encontramos en Oviedo (España) en el Primer Seminario Internacional «La Humanidad frente el Imperialismo», un encuentro de intelectuales y líderes sociales cuyo precedente está en otro encuentro similar en la ciudad de México el pasado año, y que continuará en Caracas en diciembre. ¿cómo valora usted estos encuentros?
A priori, tanto el tema que se debate como el análisis de qué tipo de resistencias se pueden elaborar, así como la calidad de los participantes, hace que estos encuentros sean de gran interés, tal y como lo fue en los años 1930 el Congreso de Intelectuales Antifascistas en París.
Son de agradecer estas tentativas de reunirse para hacer análisis y proposiciones. También se produce en un contexto en el que se puede sacar un balance histórico menos teórico y más realista.
Ya es indiscutible el estruendoso fracaso de la invasión a Iraq. Recientemente un artículo suyo expresaba sus reticencias a una salida de las tropas extranjeras y advertía del caos que eso podía generar. Fue un texto que provocó cierta polémica entre la izquierda. ¿Cuál es exactamente su sugerencia de solución para la actual crisis iraquí?
El mal está hecho, la intervención no debería haber sucedido por las razones que se dijo. La situación en Iraq era de una dictadura, pero no se trató de una injerencia humanitaria. No se deberían haber enviado tropas españolas.
Es obvio que si ahora todos los países salieran, el caos y la inseguridad sería mayor. La opción sólo puede ser transferir a la ONU la responsabilidad de la reconstrucción de Iraq. No creo que sea impertinente decir que una de las misiones de un gobierno responsable español es plantearse qué hacer tras lo que sucedió el 11 de marzo. La respuesta no puede limitarse a decir que nos lo merecíamos porque Aznar nos envió a Iraq. Ya sé que el discurso oficial no es ese, pero ha podido dar esa impresión.
Ningún ciudadano puede justificar lo sucedido en los atentados de Madrid, yo soy hostil a cualquier terrorismo contra la población civil. A mí me hubiera parecido más constructivo que el señor Zapatero dijera que retiraba las tropas de Irak pero que las trasladaba a Afganistán por ejemplo, donde lo que hay es una conflicto autorizado por las Naciones Unidas contra Al Qaeda y que cuenta con el consenso de muchos países, entre ellos Francia y Alemania cuyas fuerzas están presentes en el terreno. Así no se hubiera dado la impresión de una simple y sencilla retirada. No hay más que ver la actitud de la prensa norteamericana que ha interpretado la salida de las tropas españolas como una consecuencia cobarde del 11 de marzo y por temor a nuevos atentados. No basta con decir que la retirada ya estaba en su programa electoral, como ha dicho el nuevo presidente español, él sabe que el 11 de marzo ha contribuido a su elección. Yo estoy evidentemente de acuerdo con la retirada de Irak pero hubiera sido algún alivio que se hubiera expresado que se dirigirían a Afganistán en lugar de a los cuarteles españoles.
Nos vamos a Venezuela, una situación que también usted conoce bien. El papel de agresividad de los medios de comunicación contra un gobierno legítimo es un ejemplo inédito de periodismo ilícito. Muchos sectores sociales están criticando la falta de contundencia del presidente Hugo Chávez para actuar contra ese golpismo mediático, como muchos han calificado, ¿cuál cree que debería ser la actitud del gobierno venezolano para con esos medios?
Las agresiones de los medios venezolanos son escandalosas y de un cinismo y descaro sin comparación en el mundo. Están llevando a cabo un ataque permanente contra el gobierno legítimo de Chávez. Dicho esto, la actitud del gobierno es la mejor que se puede tener. Primero porque esos medios están utilizando los márgenes que les permite la ley, lo hacen abiertamente. Lo peor que se podría hacer sería actuar de una forma no legal porque esa actuación confirmaría todo lo que esos medios no dejan de repetir y el eco internacional sería catastrófico.
La respuesta, por tanto, no es cerrar medios, o detener periodistas, actitudes totalmente detestables. Es organizar una plataforma de los medios alternativos, mejorar la información gubernamental, crear confianza en los ciudadanos hasta que vean como una evidencia todo lo que los medios dominantes mienten. Lo peor que podría hacer Chávez – y no creo que vaya a hacerlo – sería abusar del poder, no le está permitido, no lo está haciendo y eso es admirable.
Siguiendo sobre el asunto de la comunicación, ante la mentira de los grandes medios, Venezuela nos está ofreciendo una explosión de medios comunitarios y alternativos, algo que también está empezando a ocurrir a lo largo de todo el mundo, ¿cuál es su opinión sobre el papel de los grandes medios y los alternativos?
Una constatación que se está haciendo es que la credibilidad de los grandes medios está disminuyendo y la de los medios alternativos está subiendo. Hoy día la población está convencida de que algo no funciona en la información y que los medios constituyen un problema en la democracia. Y ese problema es que los grandes medios alejan la verdad en vez de acercárnosla. Los ciudadanos han tomado conciencia de que vivimos en un estado de inseguridad informacional. Nunca sabemos si la información que consumimos es verdadera o falsa.
Los medios alternativos, no es que tengan que decir lo contrario, sino que tienen que proponer hechos indiscutibles e incuestionables, proponer una información rigurosa, verídica y verdadera, más profesional que los medios dominantes y demostrar así que éstos mienten y ocultan información.
Tanto usted como Le Monde Diplomatique han acuñado términos y liderado causas que van más allá de lo que se podría esperar de un medio de comunicación. Estoy pensando en el concepto de » pensamiento único «, en el eslogan » Otro mundo es posible » o iniciativas como la campaña en favor de la Tasa Tobin, la creación de ATTAC, el lanzamiento del Foro Social Mundial de Porto Alegre, e incluso luchas llevadas a buen término, como la sucedida en contra del Acuerdo Multinacional de Inversiones (AMI). ¿A qué cree que se debe ese papel de referente social vuestro?
Por una casualidad nos hemos encontrado en una situación en que, por razones también de carencia de otros sectores (sindicales, políticos, mediáticos etc…), en torno a Le Monde Diplomatique han surgido unas proposiciones con gran acogida popular. Han sido propuestas de resistencia intelectual y moral a lo que empezó a parecernos como un nuevo modo de opresión, el neoliberalismo. Y como muchos habían abdicado, Le Monde Diplomatique apareció como un polo de resistencia intelectual, en favor de un nuevo espíritu crítico.
Nosotros hemos propuesto una serie de ideas y de proyectos pero no las hemos realizado, han sido los ciudadanos.
Ha mantenido usted una gran coherencia en cuestiones como el caso de Cuba y el de Venezuela, en contra de la línea dominante de los medios. ¿Ha tenido un coste para usted en términos de acceso a los grandes medios?
Creo que sí. No se puede ser coherente, ir a contracorriente, lanzar un movimiento de tanta fuerza como la altermundializacion sin que eso tenga un coste, que se traduce en cierto alejamiento de algunos medios. Lo he podido verificar, en algunos perioóicos o en algunas radios – sin hablar de la televisión – me han suprimido la palabra, me han censurado textos, me han excluido. Lo asumo, me parece hasta normal, forma parte del debate intelectual, de la realidad del enfrentamiento de ideas en el que estamos.
En el caso de Venezuela, se trata de confrontar dos lecturas, la que se ha hecho mayoritaria en los medios sobre Venezuela es sencillamente falsa. Yo no defiendo – así, por principio o cabezonada – ni a Chávez ni a la revolución bolivariana, me limito a ser profesional e informar con la mayor honestidad posible de la verdad de lo que sucede en Venezuela. Esa es la mejor forma de dar a conocer en su realidad el proceso bolivariano.
Sobre Cuba a lo único que aspiro es a que tengamos, los periodistas, objetividad y serenidad. Pero eso no se acepta. Hay elementos positivos y otros negativos en el sistema cubano, debería ser posible hablar de los dos aspectos con serenidad y distancia. Pero esto no se quiere aceptar. Cuba es hoy objeto de una información ideológica, apasionada y muchas veces hasta histérica. Y es que muchos media que tenían una posición digamos profesional, hoy se han enganchado a una lectura maniquea e ideológica contra Cuba y se han alistado en la guerra ideológica que EEUU y Cuba tienen desde hace 45 años. No querer entrar en una lectura ideológica y militante te condena a cierto ostracismo.
Se ha dicho en varias ocasiones, que propuestas como el Observatorio Internacional de Medios eran muy importantes. Sin embargo, no parece que se consoliden y tengan continuidad donde se han creado.
Está funcionando en Brasil, en Italia y algo en Francia. La idea suscita un enorme interés y gran deseo por parte de periodistas, profesores y ciudadanos. Pero supone un gran esfuerzo y mucho trabajo. Aparecen muchas voluntad iniciales pero es una labor lenta y dura esa labor de seguimiento y control de los medios de comunicación.
Es como un informe de Amnistía Internacional o Greenpeace, son una cosa muy seria y laboriosa, pero gracias a esos informes los militantes tienen argumentos. Es difícil arrancar pero, por otra parte, no veo otra posibilidad de enganchar a los ciudadanos en una participación crítica hacia los medios y lo considero indispensable.
Entre sus últimos trabajos editados están «El ABC de los globalización» del que es coautor y «Guerras del siglo XXI», que ya hace dos años que salió. ¿Nos puede adelantar algo de su próximo trabajo editorial?
Estoy preparando y ya casi terminando un largo libro de conversaciones con Fidel Castro. Más de cien horas de diálogos intensos con el líder de la Revolución cubana. Se trata de un documento para la historia, una suerte de autobiografía oral y dialogada de una de las personalidades que más han marcado la segunda parte del siglo XX. A sus 78 años Fidel recorre todas las etapas de su vida, analiza su trayectoria política, revela momentos capitales de su relación con el Che, explica la crisis de octubre de 1962, habla de la etapa actual e imagina lo que será Cuba cuando él ya no esté. Creo que ningún historiador podrá evitar de consultar ese libro a la hora de hacer un balance serio de la Revolución cubana.
Acaba de ampliarse la Unión Europea, al mismo tiempo también se está planteando la aprobación de la Constitución Europea, ¿qué opinión le merece el modelo de unión que se está desarrollando en Europa?
Demasiado mercado, y muy poca sensibilidad social. Europa no es una mercancía.