Durante muchos años el Muro de Berlín fue asociado al modelo autoritario de socialismo formado en la Unión Soviética. La caída de esa pared fue exaltada por los medios occidentales como un renacimiento alemán y el triunfo de la libertad. Ahora, quince años después, los propios alemanes del este reconocen que el derrumbe de aquella […]
Durante muchos años el Muro de Berlín fue asociado al modelo autoritario de socialismo formado en la Unión Soviética. La caída de esa pared fue exaltada por los medios occidentales como un renacimiento alemán y el triunfo de la libertad. Ahora, quince años después, los propios alemanes del este reconocen que el derrumbe de aquella muralla fue el inicio de la miseria, el desempleo y su inicio como ciudadanos de segunda clase, tras ser absorbidos como un estado colonial.
En las elecciones celebradas ayer en Alemania el descontento dejó sus huellas en las urnas con un incremento de votos de los antiguos comunistas, agrupados ahora en torno a la bandera del socialismo democrático y su partido, el SPD, que pasa a ser la segunda fuerza política del país.
El desempleo en el este alcanza la cifra de 18.5%, que es el doble del existente en el oeste. Cuatro millones y medio de alemanes del este deambulan sin ocupación. Las pensiones de los jubilados son en el este un 20% menor a las del oeste. Gerhard Schröder acaba de liberalizar la potestad de los gerentes para efectuar despidos en masa. La Volkswagen calcula que en los próximos diez años tendrá que reducir el 30% de su actual nivel salarial promedio y se verá obligada a despedir a 30 mil obreros.
Según el Wall Street Journal el costo de la mano de obra en el este es superior en un 11% al del oeste. La poderosa Siemens amenaza con cerrar sus fábricas en Alemania y trasladarlas a Hungría, lo cual le significará un nivel salarial mucho menor. La Daimler congeló salarios y la Opel también anda en dificultades. Volkswagen ha visto sus utilidades reducidas en un 20%.
Aparte de los comunistas las otras dos fuerzas ascendentes en estas elecciones han sido la Democracia Cristiana, CDU, y la ultra derecha neo nazi, NDP y CVU. Abundan los lemas antisemitas, nacionalistas y xenofóbicos: «Alemania para los alemanes».
Para la antigua república federal asumir la economía del Este implicó grandes inversiones que se concentraron inicialmente en la reconstrucción del sistema de comunicaciones y transportes: carreteras, teléfonía, puertos, aeródromos recibieron nuevas tecnologías que requirieron dispendios de miles de millones de marcos. Estas enormes inversiones fueron también una necesidad política. La conversión de una economía subsidiada en una de mercado implicaba, en su primera etapa, dejar sin empleo a dos millones y medio de alemanes del Este, para quienes habría que hallar una respuesta rápida en sus aspiraciones de satisfacción. Esa respuesta no se halló y los alemanes del este piensan ahora que Occidente no les aportó mucho más que unas ocasionales radiograbadoras y el derecho a quejarse en alta voz.
Los empresarios de Alemania Federal se lamentaron de la asimilación de un país con un desalentador rezago tecnológico y retrasados mecanismos de gestión económica. No estaban dispuestos a asumir la carga financiera de la reconversión de la antigua economía socialista, pero tuvieron que hacerlo.
La Segunda Guerra Mundial terminó en realidad para Alemania, al comenzar los dos estados alemanes su proceso de reunificación. Era el fin del principio y no, como algunos suponían, el principio del fin. El episodio crítico comenzó el 13 de agosto de 1961 cuando se cerró el acceso entre Berlín oriental y el occidental. En una noche de activa clausura, tendiendo alambres de púas y barreras de tránsito, surgieron dos ciudades donde antes existía una. Con los años fueron erigiendo el famoso muro, rodeándolo de trampas mortales: un símbolo del odiado estalinismo.
Las razones que dieron para este paso fueron esencialmente económicas. Las autoridades del socialismo real adujeron que la división era necesaria para preservar la salud económica de la incipiente República Democrática Alemana. Existían fuertes desniveles salariales y de precios entre ambas partes de la ciudad. El gran negocio consistía en percibir un alto salario en el Oeste y adquirir en el Este mercancía barata, subsidiada por el Estado socialista. En Berlín oriental nacían catorce mil niños mensualmente y se vendían dieciocho mil carricoches para pasearlos. Después de la división disminuyó en un veinte por ciento la venta de carne y en un treinta la de mantequilla en Berlin oriental. Tras el derrumbe del muro y la unificación, los precios se triplicaron en el este y los salarios permanecieron en sus antiguos niveles.
Estas elecciones marcan un nuevo hito en la inconformidad creciente de los alemanes del este, los ciudadanos de la antigua RDA, convertidos ahora en súbditos coloniales de la Alemania del oeste.