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Ecuador: un sector honesto de la izquierda y los movimientos sociales fue utilizado

Otra vuelta al trapiche imperialista y oligárquico (Que no cambie nada para que todo siga igual)

Fuentes: Revista Espacios

La torva doblez y la práctica real   Lo que comenzó siendo ilusoria promesa de reivindicación de pobres y excluidos, ha terminado en un sórdido fracaso de impúdico sometimiento al diktat económico, político y militar imperial, y a la fracción principal de la oligarquía (continuidad del salvataje bancario, negocios a costa del Estado, control político-económico […]

La torva doblez y la práctica real
 
Lo que comenzó siendo ilusoria promesa de reivindicación de pobres y excluidos, ha terminado en un sórdido fracaso de impúdico sometimiento al diktat económico, político y militar imperial, y a la fracción principal de la oligarquía (continuidad del salvataje bancario, negocios a costa del Estado, control político-económico regional).
 
Desde el principio, las cosas estuvieron bastante claras. El candidato Gutiérrez se declaró admirador de Pinochet y de Taiwan al inicio de la campaña. Luego, de cara a la segunda vuelta, abiertamente se alió a un sector de la banca (Lasso-Canessa-Pozo) y más soterradamente recibió «oscuros» apoyos presuntamente narcos (Fernández, Velasco). Pero ya de Presidente Electo, Gutiérrez fue a postrarse ante Bush auto-declarándose «el mejor aliado de EEUU». Tras la posesión, a los tres días decretó el «paquetazo» inaugural y al mes firmó la Carta de Intención.
 
De allí en adelante, el derrotero económico-político ha sido inequívoco. Por un lado, sumisión absoluta a las imposiciones del FMI, cumplido servicio de la deuda externa, avance (o intento) en el proceso de privatizaciones y en el aperturismo unilateral (ALCA, negociación bilateral), adhesión servil al Plan Colombia y a la guerra del eje Uribe-Bush. Por otro, vasallaje a la rancia oligarquía en el típico cogobierno socialcristiano en la sombra que, a cambio de apoyo vergonzante, ha obtenido el financiamiento de los poderes locales y regionales que controla, la participación en jugosos negocios (según el Dip. Borbúa en petróleo, telefonía, electricidad, concesiones), la afirmación del dominio oligárquico (especialmente en Guayas, donde a la llamada regeneración urbana se suman aeropuerto, puerto y servicios privatizados).
 
Los sectores populares y el gobierno
 
La mayoría del pueblo fue engañada y un sector honesto de la izquierda y los movimientos sociales fue utilizado. Pero los signos del real proyecto gubernamental han sido inequívocos y la bancarrota de cierta dirigencia oportunista y ávida de poder no puede ser más evidente. Desde las alturas gubernamentales, hubieron quienes rapidito abrazaron la fe neoliberal e intentaron persuadirnos de las «bondades» del ajuste con el empeño de nuevos conversos; otros se sirvieron de contactos y experiencia para ayudar a bloquear la protesta, maniatando y manipulando a los sectores populares; algunos más procuraron trabajar consensos… en favor del proyecto hegemónico, y hasta propusieron diálogos pro-privatización; y hubieron quienes, con más audacia, intentaron «probar suerte» con fideicomisos de banqueros corruptos… Esa dirigencia ayudó a construir la imagen falsificada de Gutiérrez, se entregó al cuoteo y a la troncha, se entonteció con las formas. Porque ni el gobierno nunca fue democrático, siempre se movió en la simulación, en la farsa, en la democracia virtual. Ni tampoco jamás estuvo en disputa, peor aún el poder real.
 
Por todo ello, mientras algunos aprovechaban con un pragmatismo pedestre, otros estaban cuando menos despistados, soñando, creyendo en una «posibilidad histórica» que solo fue fantasía, sainete cruel. Por lo que si bien hubo engaño de Gutiérrez, también se lo indujo orquestado por intereses subalternos, además de auto-engaño. Sin embargo, también hubieron matices destacables, por ejemplo mientras unos salieron del gobierno relativamente en orden (¿por la presión de las bases?), otros no pudieron dar un espectáculo más vergonzoso y falto de dignidad insistiendo en quedarse hasta que Gutiérrez les botó. La «experiencia» no es (no podía ser) inocua. De allí la dispersión en la que quedaron algunas de las principales representaciones políticas y sociales del movimiento popular.
 
El gobierno en perspectiva
 
Ahora bien, aunque el poder nunca ha dejado de estar en manos de la burguesía monopólica, la misma existencia del gobierno de Gutiérrez devela la debilidad y la crisis de su hegemonía. La tortuosa aplicación del programa neoliberal que, asegurando el servicio de la deuda externa, también ha permitido sustanciosos subsidios al capital monopólico (sucretización, salvataje, etc.); el sinuoso camino de unas privatizaciones todavía incompletas, convertidas en escenario de disputa al interior de la clase dominante y entre ésta y los sectores populares; los sucesivos episodios de agudización de la crisis (caída de Dahik, 5 de febrero de 1997, 21 de enero del 2000) con diferentes grados de confrontación inter-burguesa y de ascenso de la lucha de masas; la anomalía que constituye el que la principal fuerza de la burguesía (el PSC) no consiga acceder al poder directo y se vea orillada al cogobierno vergonzante; todo esto apunta a una crisis de hegemonía no saldada, en medio de la que Gutiérrez, como opción electoral, representó la salida coyuntural a tal crisis.
 
En la forma fue la llegada al poder de sectores medio-bajos sin otro proyecto que el saqueo de las riquezas nacionales y la consolidación de una argolla político-familiar. Pero los intereses de la burguesía monopólica (transnacional e interna) han impuesto su propio libreto. Por un lado, el PSC, en un comportamiento por demás conocido, exprimirá el limón hasta donde sea posible para luego tirar la cáscara. Ha aprovechado la orfandad político-social del gobierno para ganar espacios (Función Judicial, Tribunal Constitucional, Organismos de Control, etc.) y negocios incluso a costa de la trinca gobernante (lo que sucedió en el área petrolera). Por otro lado, para los gringos este gobierno es su aliado ideal no solo por la ortodoxia neoliberal, sino fundamentalmente porque está dispuesto a todo por mantenerse en el poder, incluso a vender las «joyas de la abuela» (los campos de Petroecuador) o a arrastrar al país a una guerra ajena con su apoyo estratégico al Plan Colombia.
 
Conclusión: ¿Qué le queda al movimiento popular?
 
Aprender que fundamentalmente hay que creer en nosotros mismos. Que no hay que esperar nada de mesías ni caudillos, que solo se puede confiar en la propia organización. Que hay que construir un proyecto propio, con mucha flexibilidad pero con independencia de clase. Un Proyecto en el que quepa toda la diversidad popular, pero a partir del interés estratégico de l@s trabajadores/as. Abierto a todos y todas desde esas coordenadas. Aprender que nadie (peor aún la burguesía) nos va a dar haciendo lo que nosotros tenemos que hacer.
 
* Economista, profesor de la Escuela Politécnica Nacional. Militante de la organización Democracia Socialista.