¿Qué es la paz en un mundo salvaje y militarizado? La escritora india examina el significado de la paz para los países pobres, saqueados y endeudados; para las 135 naciones cuyo producto suma la fortuna de menos de 600 multimillonarios; para los territorios ocupados; para los musulmanes en países no islámicos; para las mujeres en […]
¿Qué es la paz en un mundo salvaje y militarizado? La escritora india examina el significado de la paz para los países pobres, saqueados y endeudados; para las 135 naciones cuyo producto suma la fortuna de menos de 600 multimillonarios; para los territorios ocupados; para los musulmanes en países no islámicos; para las mujeres en Irán, Arabia Saudita y Afganistán; para los parias de la tierra en general. Para ellos, dice, «la paz es la guerra».
La autora, sin embargo, no cae en la trampa de «hacer una distinción moral entre la indecible brutalidad del terrorismo y la indiscriminada carnicería de la guerra y la ocupación». El problema, resume, es cómo salir de la grieta en que nos tienen la paz «putativa» y el terror de la guerra. En este texto apunta algunas rutas
Cuando anunciaron el Premio por la Paz de Sydney este año, fui sometida a unos comentarios bastante pícaros de aquellos que me conocen bien: ¿Por qué se lo dan a la mayor alborotadora que conocemos? ¿Nadie les dijo que no tienes un solo hueso pacífico en tu cuerpo? Y uno memorable: Arundhati didi, ¿qué es eso del Premio de la Paz de Sydney? ¿Hubo una guerra en Sydney que ayudaste a parar?
Hablando por mí misma, estoy absolutamente encantada de recibir el Premio de la Paz de Sydney. Pero lo debo aceptar como un premio literario que hace honor a una escritora por sus escritos, porque, contrario a las muchas virtudes que me atribuyen falsamente, no soy una activista, ni la líder de ningún movimiento masivo, y definitivamente no soy la «voz de los sin voz». (Sabemos, claro, que no hay tal cosa como los «sin voz». Sólo hay los intencionalmente silenciados o a los que se prefiere no escuchar.) Soy una escritora que no puede afirmar que represente a nadie más que a sí misma. Así que, aunque quisiera, sería presuntuoso decir que acepto este premio a nombre de aquellos que están involucrados en la lucha de los que no tienen poder y de los que están privados de sus derechos contra los poderosos. Sin embargo, permítanme aceptarlo como una expresión de solidaridad con cierto tipo de política, cierta visión del mundo, que millones de nosotros en el mundo compartimos.
Puede parecer irónico que una persona que pasa la mayor parte del tiempo pensando en estrategias de resistencia y conspirando para romper la putativa paz, se le otorgue un premio por la paz. Recuerden que vengo de un país esencialmente feudal -y hay pocas cosas más inquietantes que la paz feudal. A veces los viejos clichés guardan la verdad. No puede haber una verdadera paz sin justicia. Y sin resistencia no habrá justicia.
Hoy, no es sólo la justicia, sino la idea de la justicia lo que está bajo ataque. El asalto contra los sectores vulnerables, frágiles, de la sociedad es tan plena, tan cruel y tan inteligente -abarca todo y sin embargo tiene blancos específicos, es descaradamente brutal y sin embargo increíblemente insidioso- que su mera audacia ha erosionado nuestra definición de la justicia. Nos ha forzado a no ser tan ambiciosos y a reducir nuestras expectativas. Aun entre los bien intencionados, el amplio, magnífico concepto de la justicia gradualmente es sustituido por el reducido, mucho más frágil discurso de los «derechos humanos».
Este es un alarmante cambio de paradigma. La diferencia es que las nociones de igualdad, de paridad fueron desalojadas y dejadas fuera de la ecuación. Es un proceso de desgaste. Casi inconscientemente, comenzamos a pensar en justicia para los ricos y derechos humanos para los pobres. Justicia para el mundo empresarial, derechos humanos para sus víctimas. Justicia para los estadunidenses, derechos humanos para los afganos e iraquíes. Justicia para las castas superiores indias, derechos humanos para los dalits y adivasis (si es que llegamos a eso). Justicia para los australianos blancos, derechos humanos para los aborígenes e inmigrantes (la mayoría de las veces, ni eso).
Cada vez queda más claro que la violación de los derechos humanos es una parte necesaria e inherente del proceso de poner en práctica una estructura económica y política injusta y coercitiva en el mundo. Sin la violación de los derechos humanos a escala masiva, el proyecto neoliberal se mantendría en el reino de ensueño de las políticas. Pero, cada vez más, las violaciones a los derechos humanos son presentadas como la desafortunada, casi accidental secuela de un sistema político y económico, que, si no fuera por eso, sería aceptable. Como si fuera un pequeño problema que puede ser trapeado con un poco de atención adicional de algunas ONG. Por eso, en zonas con candentes conflictos -en Cachemira y en Irak, por ejemplo- los Profesionales de los Derechos Humanos son vistos con cierta sospecha. Muchos de los movimientos de resistencia en países pobres que luchan contra la enorme injusticia y cuestionan los principios subyacentes de lo que constituye la «liberación» y el «desarrollo», ven a las ONG de Derechos Humanos como modernos misioneros que llegaron a quitarle la fea facha al Imperialismo. Para distender el enojo político y mantener el estatus quo.
La mayoría de los australianos votaron a favor de la relección del primer ministro John Howard, quien, entre otras cosas, llevó a Australia a participar en la invasión ilegal y la ocupación de Irak. La invasión de Irak probablemente pasará a la historia como una de las guerras más cobardes que se hayan librado. Fue una guerra en la que una banda de naciones ricas, armadas con suficientes armas nucleares como para destruir el mundo varias veces, acorraló a una nación pobre, falsamente la acusó de tener armas nucleares, usó a las Naciones Unidas para forzarla a desarmarse, luego la invadió, ocupó y ahora está en proceso de venderla.
Hablo de Irak, no porque todo mundo esté hablando sobre él (tristemente a expensas de que haya horrores en otros lugares que se desenvuelven en la oscuridad), sino porque es un signo de lo que está por venir. Irak marca el inició de un nuevo ciclo. Nos ofrece la oportunidad de ver en acción a la camarilla empresarial-militar que hoy se conoce como «Imperio». En el nuevo Irak, se quitaron los guantes.
Conforme se intensifica la batalla por controlar los recursos mundiales, el colonialismo económico, a través de la agresión militar formal, está de regreso. Irak es la culminación lógica del proceso de globalización empresarial en la cual el neocolonialismo y el neoliberalismo se fusionaron. Si nos atrevemos a asomarnos detrás de la cortina de sangre, podremos dar un vistazo a las despiadadas transacciones que se llevan a cabo entre bastidores. Pero primero, brevemente, el escenario mismo.
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Hoy, la mayor parte de esto es de conocimiento común. Aquellos que apoyan la invasión y votan por los invasores no se pueden refugiar en la ignorancia. Realmente deben creer que esta brutalidad épica es correcta y justa, o al menos aceptable porque es en aras de su interés.
Teología de la Liberación Empresarial
Así que el mundo «civilizado», «moderno» -construido con tanto esfuerzo sobre un legado de genocidio, esclavitud y colonialismo- ahora controla la mayor parte del petróleo mundial. Y la mayoría de las armas mundiales, la mayor parte del dinero mundial, y la mayoría de los medios en el mundo. Los medios empresariales incrustados, en los que la doctrina de la Libre Expresión fue sustituida por la doctrina Libre (Si Estás De Acuerdo) Expresión.
El jefe de inspectores de armas de la ONU, Hans Blix, dijo que no encontró evidencia de armas nucleares en Irak. Se descubrió que cada pizca de evidencia producida por los gobiernos estadunidense y británico era falsa -ya fuese los informes de que Saddam Hussein le compraba uranio a Nigeria, o el informe producido por la Inteligencia británica que se descubrió que estaba plagiado de una vieja disertación estudiantil. Y sin embargo, antes de la guerra, día tras día, los diarios y los canales de televisión más respetados en Estados Unidos mencionaban en sus titulares la «evidencia» del arsenal de armas nucleares de Irak. Ahora resulta que la fuente de la «evidencia» manufacturada acerca del arsenal de armas nucleares de Irak era Ahmed Chalabi, quien (así como el general Suharto de Indonesia, el general Pinochet de Chile, el Sha de Irán, el Talibán y, claro, el mismo Saddam Hussein) fue financiado con millones de dólares por los viejos cuates de la CIA.
Y, así, un país fue bombardeado hasta el olvido. Es verdad que ha habido algunos murmullos de disculpas. Perdón, cuates, pero tenemos que seguir adelante. Ahora llegan nuevos rumores acerca de armas nucleares en Irán y Siria. Y, ¿adivinen quién informa acerca de estos nuevos rumores? Los mismos periodistas que sacaron las falsas «exclusivas» acerca de Irak. El verdaderamente incrustado equipo A.
El que encabeza la BBC tuvo que dimitir y un hombre se suicidó porque un reportero de la BBC acusó a la administración de Blair de «inflar» los informes de inteligencia acerca del programa de armas de destrucción masiva iraquí. Pero el que encabeza Gran Bretaña sigue en su empleo a pesar de que su gobierno hizo mucho más que «inflar» los informes de inteligencia. Es responsable de la invasión ilegal de un país y del asesinato masivo de su pueblo. A los que visitan Australia, como yo, se les pide que contesten a la siguiente pregunta cuando llenan la ficha de la visa: ¿Alguna vez has cometido o has estado involucrado en crímenes de guerra o crímenes contra la humanidad o los derechos humanos? ¿Les concederían visas a George Bush y Tony Blair? Bajo los principios de la legislación internacional seguramente califican como criminales de guerra.
Sin embargo, imaginar que el mundo va a cambiar si los quitan de sus puestos es ingenuo. La tragedia es que sus rivales políticos no disputan realmente acerca de sus políticas. El apocalíptico debate de la campaña electoral estadunidense se centró en quién sería un mejor «comandante en jefe» y un administrador más efectivo del Imperio Estadunidense. La democracia ya no ofrece a los votantes una alternativa real. Sólo una engañosa opción.
A pesar de que no han encontrado armas de destrucción masiva en Irak, impresionante nueva evidencia reveló que Saddam Hussein tenía planeado un programa nuclear. (Como yo tenía planeado ganar una medalla olímpica de oro en nado sincronizado.) Demos gracias a la doctrina del ataque preventivo. Sólo Dios sabe qué otros malévolos pensamientos cobijaba -enviar Tampax por correo a los senadores estadunidenses, liberar conejitas en burkas en el Metro londinense. Sin duda todo quedará revelado en el libre y justo juicio de Saddam Hussein que pronto tendrá lugar en el Nuevo Irak.
Todo menos el capítulo en el que aprenderíamos cómo Estados Unidos y Gran Bretaña lo atosigaron con dinero y asistencia material mientras él llevaba a cabo ataques asesinos contra los kurdos y los chiítas iraquíes. Todo menos el capítulo en el que aprenderíamos que el informe de 12 mil páginas entregado por el gobierno de Saddam Hussein a la ONU fue censurado por Estados Unidos porque enumera a 24 empresas estadunidenses que participaron en el programa de armas nucleares y convencionales iraquí pre-guerra del Golfo. (Incluye a Bechtel, DuPont, Eastman Kodak, Hewlett Packard, International Computer Systems y Unisys.)
Así que Irak fue «liberado». Su pueblo fue subyugado y sus mercados «liberados». Ese es el himno del neoliberalismo. Libera los mercados. Chíngate a la gente.
El gobierno estadunidense ha privatizado y vendido sectores enteros de la economía iraquí. Las políticas económicas y las leyes fiscales fueron rescritas. Ahora, las compañías extranjeras pueden comprar 100% de las empresas iraquíes y expatriar las ganancias. Esto viola descaradamente las leyes internacionales que rigen a una fuerza ocupante, y es una las principales razones de la sigilosa, apresurada farsa en la que el poder fue «entregado» a un «gobierno interino iraquí». Una vez que la entrega de Irak a las multinacionales haya culminado, una ligera dosis de democracia genuina no hará ningún daño. De hecho, podría servir como buenas relaciones públicas para la versión Empresarial de la Teología de la Liberación, también conocida como Nueva Democracia.
No es de sorprenderse que la subasta de Irak provocó una estampida al abrevadero. Empresas como Bechtel y Halliburton, la compañía que el vicepresidente estadunidense Dick Cheney alguna vez encabezó, ganaron enormes contratos de trabajo de «reconstrucción». Un breve currículum vitae de cualquiera de estas empresas nos daría la comprensión que puede tener un hombre de la calle acerca de cómo funciona todo esto -no sólo en Irak, sino en todo el mundo. Pongamos como ejemplo a Bechtel (sólo porque la pobrecita de Halliburton está bajo investigación, acusada de inflar los precios de las entregas de combustible a Irak y por sus contratos de «restauración» de la industria petrolera iraquí que venían con un precio bastante elevado -2.5 mil millones de dólares).
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Históricamente, el Grupo Bechtel ha tenido y continúa teniendo inextricables vínculos cercanos con el establishment republicano. Se podría decir que Bechtel y la administración Reagan-Bush son un equipo. El ex secretario de Defensa, Caspar Weinberger, era un consejero general de Bechtel. El ex subsecretario de Energía, W. Kenneth Davis, era vicepresidente de Bechtel. Riley Bechtel, el gerente general de la empresa, es parte del Consejo de Exportación del Presidente. Jack Sheehan, general jubilado, es primer vicepresidente de Bechtel y miembro de la Junta de Política de Defensa estadunidense. El ex secretario de Estado, George Shultz, quien está en la Junta de Directores del Grupo Bechtel, era presidente de la junta de consejo de la Comisión de Liberación de Irak.
Cuando The New York Times le preguntó si estaba preocupado por que pareciera que hubiera un conflicto de interés entre sus dos ‘empleos’, dijo: «No sé si Bechtel en específico se beneficiaría de ella [la invasión de Irak]. Pero si hay trabajo que hacer, Bechtel es el tipo de compañía que lo podría hacer». A Bechtel le han otorgado contratos de reconstrucción en Irak por un valor de más de mil millones de dólares, los cuales incluyen contratos para reconstruir las plantas de generación eléctrica, las redes de suministro eléctrico, el abastecimiento de agua, los sistemas de drenaje y las facilidades aeroportuarias. Ni hablar de puertas giratorias, esto -si no estuviera tan empapado de sangre- sería una farsa de alcoba.
Entre 2001 y 2002, nueve de 30 miembros del Grupo de Política de Defensa estadunidense estaban vinculados a compañías a las que les fueron otorgados contratos de Defensa con un valor de 76 mil millones de dólares. Hubo una época en la que se fabricaban armas para librar guerras. Ahora se fabrican guerras para poder vender armas.
Entre 1990 y 2002, el Grupo Bechtel contribuyó con 3.3 millones de dólares a las campañas, tanto republicanas como demócratas. Desde 1990, ha ganado más de 2 mil contratos gubernamentales con un valor de más de 11 mil millones de dólares. Este es un increíble rendimiento de la inversión, ¿no?
Y Bechtel deja huella en todo el mundo. Eso es lo que significa ser una multinacional.
El Grupo Bechtel primero atrajo la atención internacional cuando firmó un contrato con Hugo Banzer, el ex dictador boliviano, para privatizar el suministro de agua en la ciudad de Cochabamba. Lo primero que hizo Bechtel fue incrementar el precio del agua. Cientos de miles de personas que simplemente no podían pagar las cuentas de Bechtel salieron a las calles. Una enorme huelga paralizó la ciudad. Se declaró la ley marcial. Si bien finalmente Bechtel se vio obligado a huir de sus oficinas, actualmente está negociando un pago por millones de dólares del gobierno boliviano por la pérdida de ganancias potenciales. Lo cual, como se verá más adelante, se está volviendo un popular deporte empresarial.
En la India, Bechtel, junto con General Electric (GE), son los nuevos dueños del tristemente célebre y recién difunto proyecto energético de Enron. El contrato de Enron, que legalmente obliga al gobierno del estado de Maharashtra a pagar a Enron la suma de 30 mil millones de dólares, fue el mayor contrato firmado en la India. A Enron no le dio pena presumir los millones de dólares que había gastado en «educar» a los políticos y burócratas indios. El contrato de Enron en Maharashtra, el primer proyecto energético privado fast track, es conocido como el mayor fraude en la historia del país. (Enron fue otro de los grandes contribuyentes de campaña del Partido Republicano.) La electricidad producida por Enron era tan cara que el gobierno decidió que era más barato no comprarla y pagarle a Enron los cargos fijos obligatorios especificados en el contrato. ¡Esto significa que el gobierno de uno de los países más pobres del mundo le estaba pagando a Enron 220 millones de dólares estadunidenses al año para que no produjera electricidad!
Ahora que Enron dejó de existir, Bechtel y GE están demandando al gobierno indio por la suma de 5.6 mil millones de dólares estadunidenses. Esto no es ni una diminuta fracción de la suma que ellos (o Enron) invirtieron en el proyecto. Una vez más, es un pronóstico de la ganancia que hubieran obtenido si el proyecto se hubiera materializado. Para darles una idea de lo que representa, 5.6 mil millones de dólares es un poco más del monto que el gobierno de la India necesitaría al año para un Programa de Empleo Rural Garantizado, que provea de un sueldo de subsistencia a millones de personas que actualmente viven en abyecta pobreza, aplastados por las deudas, el desplazamiento, la desnutrición crónica y la OMC. Esto en un país en el que los campesinos, hundidos en deudas, son llevados al suicidio, no por cientos, sino por miles. La propuesta del Programa de Empleo Rural Garantizado es objeto de burla de la clase empresarial, por ser una demanda utópica, poco razonable, presentada por la «lunática» y recién poderosa izquierda. ¿De dónde saldrá el dinero?, preguntan con sorna. Y sin embargo, cualquier mención acerca de incumplir un mal contrato con una empresa notoriamente corrupta como Enron tiene a los mismos cínicos hiperventilando acerca de la fuga de capitales y los terribles riesgos de «crear un mal clima de inversión». Ahora el arbitraje entre Bechtel, GE y el gobierno de la India tiene lugar en Londres. Bechtel y GE tienen razones para estar esperanzados. El secretario de Finanzas de la India, quien participó en la aprobación del desastroso contrato de Enron, regresó a casa tras unos años en el FMI. No sólo a casa, a casa con una promoción. Ahora es vicepresidente de la Comisión de Planeación.
Piensen en esto: las supuestas ganancias de un solo proyecto empresarial serían suficientes para proveer de empleo durante 100 días a 25 millones de personas con salario mínimo (calculado con el promedio ponderado de distintos estados). Eso representa a 5 millones más que la población de Australia. De ese tamaño es el horror del neoliberalismo.
La historia de Bechtel empeora. En lo que sólo puede ser calificado como inmoral, Naomi Klein escribe que Bechtel demandó exitosamente por «reparaciones de guerra» y «ganancias perdidas» a un Irak desgarrado por la guerra. Le fueron otorgados 7 millones de dólares.
Así que, todos ustedes, jóvenes graduados de administración, ni piensen en Harvard y Wharton -he aquí la Guía al Exito Empresarial del Gerente Flojo: primero, llena la Junta con altos servidores públicos. Luego, llena el gobierno con miembros de tu Junta. Añade petróleo y bátele. Cuando nadie pueda distinguir dónde termina el gobierno y dónde comienza tu compañía, colúdete con tu gobierno para equipar y armar a un despiadado dictador de un país petrolero. Hazte de la vista gorda mientras mata a su propio pueblo. Hierve a fuego lento. Usa el tiempo para recolectar algunos miles de millones de dólares en contratos gubernamentales. Luego, de nuevo colúdete con tu gobierno mientras derroca al dictador y bombardea a sus súbditos, poniendo especial atención en bombardear la infraestructura básica, y de paso matando a 100 mil personas. Recoge otros mil millones de dólares, más o menos, de contratos para ‘reconstruir’ la infraestructura. Para cubrir los viáticos, demanda por reparaciones y por ganancias perdidas al país devastado. Finalmente, diversifica. Compra una estación de televisión, para que en la próxima guerra puedas exhibir tu hardware y tecnología de armas y disfrazarlo de cobertura de la guerra. Finalmente, instituye un Premio de Derechos Humanos a nombre de tu compañía. Podrías darle el primero postmortem a la Madre Teresa. No podrá rechazarlo o argumentar en contra.
La invadida y ocupada Irak ha sido obligada a pagar 200 millones de dólares en «reparaciones» por las ganancias perdidas a empresas como Halliburton, Shell, Mobil, Nestle, Pepsi, Kentucky Fried Chicken y Toys R Us. Eso sin contar su deuda soberana de 125 mil millones de dólares que la obliga a recurrir al FMI, el cual espera a un costado del teatro, como el ángel de la muerte, con su programa de Ajuste Estructural. (Aunque en Irak no parece haber muchas estructuras que ajustar, a excepción de la tenebrosa Al Qaeda.)
En el Nuevo Irak, la privatización abrió un nuevo campo. El ejército estadunidense recluta cada vez más mercenarios privados para ayudar en la ocupación. La ventaja con los mercenarios es que cuando mueren no son incluidos en la cuenta de los cuerpos de soldados estadunidenses. Ayuda en el manejo de la opinión pública, la cual es especialmente importante en un año electoral. Las prisiones fueron privatizadas. La tortura fue privatizada. Ya vimos a qué nos llevó eso. Otras atracciones en el Nuevo Irak incluyen el cierre de periódicos. El bombardeo de estaciones de televisión. El asesinato de periodistas. Los soldados estadunidenses han abierto fuego contra muchedumbres de manifestantes desarmados que han matado a decenas de personas. El único tipo de resistencia que ha logrado sobrevivir es tan desquiciado y brutal como la ocupación misma. ¿Hay espacio para una resistencia secular, democrática, feminista, no violenta en Irak? En realidad, no.
Por eso recae sobre aquellos que vivimos fuera de Irak crear una resistencia no violenta, secular, basada en las masas, contra la ocupación estadunidense. Si fallamos en hacerlo, corremos el riesgo de permitir que la idea de la resistencia sea secuestrada y fusionada con el terrorismo, y eso sería una pena porque no son la misma cosa.
¿Qué significa la paz en este mundo salvaje, empresarial, militarizado? ¿Qué significa en un mundo en el que un atrincherado sistema de apropiación ha creado una situación en la que los países pobres que durante siglos fueron saqueados por regímenes colonizadores están hundidos en deudas con los mismos países que los saquearon, y tienen que pagar esa deuda a una tasa de 382 mil millones de dólares al año? ¿Qué significa la paz en un mundo en el que la riqueza combinada de 587 multimillonarios excede el producto interno bruto combinado de los 135 países más pobres del mundo? ¿O cuando los países ricos que pagan subsidios agrícolas de mil millones al día tratan de forzar a los países pobres a quitar sus subsidios? ¿Qué significa la paz para la gente en países ocupados, como Irak, Palestina, Cachemira, Tíbet y Chechenia? ¿O para los aborígenes de Australia? ¿O para los Ogoni de Nigeria? ¿O para los kurdos en Turquía? ¿O para los dalits y adivasis de la India? ¿Qué significa la paz para los que no son musulmanes en los países islámicos, o para las mujeres en Irán, Arabia Saudita y Afganistán? ¿Qué significa para millones que fueron expulsados de sus tierras por las presas y los proyectos de desarrollo? ¿Qué significa la paz para los pobres a los que activamente despojan de sus recursos y para los cuales la vida cotidiana es una severa batalla por el agua, el refugio, la supervivencia y, sobre todo, algo semejante a la dignidad? Para ellos, la paz es la guerra. Sabemos perfectamente bien quién se beneficia con la guerra en la era del Imperio. Pero, ¿también debemos preguntarnos con toda honestidad quién se beneficia de la paz en la era del Imperio? Incitar a la guerra es criminal. Pero hablar de la paz sin hablar de la justicia podría convertirse fácilmente en una promoción de una especie de capitulación. Y hablar de justicia sin desenmascarar a las instituciones y a los sistemas que perpetran la injusticia, va más allá de la hipocresía.
Qué fácil es echarle la culpa a los pobres de ser pobres. Qué fácil es creer que el mundo está en una espiral ascendente de terrorismo y guerra. Eso es lo que permite al presidente estadunidense decir: «O están con nosotros o con los terroristas». Pero sabemos que esa es una alternativa espuria. Sabemos que el terrorismo es simplemente la privatización de la guerra. Que los terroristas son los libre-mercaderes de la guerra. Ellos creen que el uso legítimo de la violencia no es solamente prerrogativa del Estado.
Es un infundio hacer una distinción moral entre la indecible brutalidad del terrorismo y la indiscriminada carnicería de la guerra y la ocupación. Ambos tipos de violencia son inaceptables. No podemos apoyar uno y condenar el otro.
La verdadera tragedia es que la mayoría de las personas en el mundo está atrapada entre el horror de la paz putativa y el terror de la guerra. Estos son los dos escarpados acantilados que nos encierran. La pregunta es: ¿cómo nos salimos de esta grieta?
Para aquellos a los que les va bien materialmente hablando, pero que están moralmente incómodos, la primera pregunta que se deben plantear es si realmente se quieren salir de ahí. ¿Qué tan lejos están dispuestos a ir? ¿Se volvió demasiado cómoda la grieta?
Si realmente quieren salir, hay buenas noticias y malas noticias.
Las buenas noticias son que la avanzada ya comenzó a escalar desde hace tiempo. Ya está a la mitad del camino. Miles de activistas en todo el mundo han estado trabajando duro, preparando puntos de apoyo para los pies y asegurando las cuerdas para que sea más fácil para el resto de nosotros. No hay sólo un camino de subida. Hay cientos de maneras de hacerlo. Hay cientos de batallas librándose alrededor del mundo que necesitan de sus destrezas, sus mentes, sus recursos. Ninguna batalla es irrelevante. Ninguna victoria es demasiado pequeña.
Las malas noticias son que las coloridas manifestaciones, las marchas de fin de semana y los viajes anuales al Foro Social Mundial no son suficientes. Tiene que haber actos de verdadera desobediencia civil con verdaderas consecuencias. Quizá no podamos mover un switch y conjurar una revolución. Pero hay varias cosas que sí podemos hacer. Por ejemplo, podrían hacer una lista de aquellas empresas que se han beneficiado de la invasión a Irak y que tienen oficinas aquí en Australia. Podrían nombrarlas, boicotearlas, ocupar sus oficinas y llevarlos a la bancarrota. Si puede ocurrir en Bolivia, puede ocurrir en la India. Puede ocurrir en Australia. ¿Por qué no?
Esa es sólo una pequeña sugerencia. Pero recuerden que si la lucha recurre a la violencia, perderá visión, belleza e imaginación. Y, lo más peligroso de todo, marginará y eventualmente victimizará a las mujeres. Y una lucha política que no tiene a las mujeres en el corazón de la misma, sobre él, debajo de él, y dentro de él, no es ninguna lucha.
El punto es que tenemos que librar esa batalla. Como lo dijo el maravilloso historiador estadunidense Howard Zinn: No Puedes Ser Neutral en un Tren en Movimiento.
(Traducción: Tania Molina Ramírez. Se reproduce con autorización de la autora. Copyright 2004 Arundhati Roy)
Arundhati Roy es autora de la novela El dios de las pequeñas cosas, ganadora del Premio Booker. Este fue el texto que leyó el pasado 3 de noviembre, con motivo de la aceptación del Premio de la Paz de Sydney, otorgado por la Fundación de la Paz de Sydney.