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Porto Alegre, la marcha infinita

Fuentes: Rebelión

El camino fue largo, para nosotros fue varios días y varios países en bus, lo mas bravo fue en la zona de El Chaco, horas y horas viendo el mismo paisaje, nadie, ni el chofer conocía la ruta, algunos se comenzaron a cruzar, nos habían dicho que tomaba unas ocho horas, al cabo de 16 […]

El camino fue largo, para nosotros fue varios días y varios países en bus, lo mas bravo fue en la zona de El Chaco, horas y horas viendo el mismo paisaje, nadie, ni el chofer conocía la ruta, algunos se comenzaron a cruzar, nos habían dicho que tomaba unas ocho horas, al cabo de 16 horas el chofer paró y dijo «mejor regresamos..». Todos gritaron, era protesta pero también miedo. De veras, era el mismo paisaje y el carro, como si no avanzáramos nunca. Continuamos, cuando por fin vimos una posta policial fue la gloria, debe haber sido así cuando la gente de Colón vio tierra la primera vez.

La llegada fue mejor. Como fuimos de los primeros, nos tocó un buen lugar para las carpas, la gente armó sus cosas, colgó banderas, banderolas y sacó las guitarras. La noche del 26 al 27 la población se duplicó, y durante el día llegaron muchos más. En cuanto a espacio no era gran problema, el problema era en las duchas, ahora había que hacer turno y esperar horas para poder ducharse, los baños portátiles también como que se congestionaban, pero en general caminando un poco se hallaba siempre otro grupo de baños.

La gente llegaba y llegaba, unos con un signo de interrogación, otros con un enorme signo de admiración. Poco a poco los segundos eran mayoría. El primer día era de filas por todas partes, inscripción, credenciales y la enorme culebra que fue la cola de los que querían la programación, la cola se enroscaba, reaparecía entre la gente y daba mas vueltas, yo estuve largo trato tratando de encontrar la cola de la serpiente. Claro, llegada cierta hora anunciaron que no había mas programas -tres bloques con unas 300 páginas de programación- hasta el día siguiente, de todos modos la cola fue un punto de contactos y el lugar, conocido como el Gasómetro fue en adelante referencia para cualquier cita.

La gente seguía llegando y la marcha comenzó a tomar forma. En la inauguración fue linda, banderas, voces, gritos y mucha música, no había grupo que no vaya con su propia tropa de tamboras, aunque éstas sean bidones de plástico o tachos de latón. La música se instaló desde el primer día y nunca más se acalló. En adelante oiríamos tamboras de samba, de capoeira, de todos los ritmos en todas partes. En las tardes los chicos del Hip-Hop inflaban la carpa de emoción y ritmo, más allá los grupos rastafari compartían el sabor de la tarde entre el humo de sus puchos y el reagge que emitían sus parlantes.

La gente llegaba sin cesar. La marcha duraba ya horas, tal vez días, la ruta resultó relativamente corta para la cantidad de gente, de modo que cuando los de atrás recién partían por el lado norte, la cabeza ya estaba en el gran auditorio donde se iniciaría el programa musical. El anfiteatro se fue llenando a lo largo de la tarde, sí, la gente llegaba y llegaba. En la oscuridad se hizo nítido el amor. Particularmente el juego amoroso que se dio entre Gilberto Gil y la masa, cantó de los suyo y clásico y la gente cantó con él, cantó reagge y la gente cantó con él, cantó en portugués, en inglés, en español, cantó lo que quiso y la gente cantó con él, gritó con él. Todos gritamos, aunque no gritáramos lo mismo. Luego Manu Chau, de buen humor y derrochando energía.

La gente seguía llegando, la marcha continuaba. El discurso de Lula lo alcanzaron los que se levantaron temprano luego del concierto. La marcha siguió con los debates, cuando se iniciaron éstos recién descubrimos cómo era la distribución de ambientes, es posible -muy posible- que haya tenido una buena lógica, pero a saber quien la entendió. Lo que nos pasó al resto fue que se inició una de caminatas del espacio A al espacio F y si no estaba el expositor, entonces correr a la opción alternativa en el espacio H o C, presumo que en esos días he caminado el equivalente al camino de regreso, pero en esas caminatas es donde descubrías el alma del foro. Los grupos de solidaridad haciendo campañas, las pancartas que al paso te actualizaban sobre que pasa en Asia o en Medio Oriente, la música, los raperos brasileros iniciando sus discusiones. Era caminar y absorber la vida colectiva, al paso tomarse un litro de agua -bem gelada, bem gelada!- para no deshidratarse.

Los debates fueron marcando sus propios ritmos y la gente llegaba a ellos. Algunos recurrieron a la iconografía para reforzar sus discusiones (¿o su asistencia?), de modo que hubo carpas donde no cabía ni los pensamientos. En una de esas casi le impedí el paso a un gringo, cuando casi pidiendo disculpas me dijo «déjame pasar, me llamo Hardt, ¡soy uno de los conferenciantes!» En fin, era fácil ver gente escuchando afuera y alistando sus cámaras para captar a los famosos de nuestro mundo, en algunos casos éstos eran anunciados y simplemente no llegaban o nos informaban que «él (casi todos nuestros famosos son varones) participará en la segunda mesa de debates». En la zona del campamento no había íconos. Bueno, parece que entre los grupos locales sí los había, pero el ambiente era más horizontal.

Los brasileros eran naturalmente los más activos en las discusiones. Un sudafricano me decía que esto parece más un foro brasileño que mundial, los debates a menudo se van concentrando a la discusión en portugués y yo apenas me defiendo con el castellano. Ahí pudimos ver las diferentes actitudes en el PT, aquellos que llevaban disciplinadamente su polo de «100% Lula» y los otros que gritaban su descontento en las paredes y pancartas. «Con Bush y Lula otro mundo no es posible». Pero para los que miramos de afuera había también otra perspectiva, los uruguayos eufóricos con su reciente triunfo (incluido el referéndum), los venezolanos, los que veían (los que aún ven) como algo bueno tener a Lula y no a un Cardoso o un qué se yo. Claro, un filudo Quijano recordaba que en Francia, lo que la derecha no había podido lograr en años para quitar ciertos derechos de los trabajadores, lo logró Mitterrand en unos meses. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.

En otra carpa discutían sobre poder y contrapoder, más que discusión parecía una demostración de buenos modales, donde se trataba de resaltar los puntos comunes. Es bueno saber que en esencia queremos lo mismo y partimos de similares postulados, pero como que se dejó pasar la ocasión de decir cosas que después (o antes) se dicen por escrito y que con ser controversiales también enriquecen este camino. En alguna carpa el ministro de Cultura afirmaba «yo soy un hacker», mientras en otra un dirigente de Zanón relataba detalles de su movimiento y en «Cidade Hip-Hop» el debate ganaba en nuevos planteamientos: de iniciales denuncias sobre «no nos dejan grabar» pasaban a discutir sobre «marginación a las chicas negras en la sociedad». Afuera la música se ponía más interesante, al atardecer el reagge cubría el campamento con un manto de amistad, humo y cadencia musical y la marcha se hacía contoneo.

El tercer día de las marchas -¿o fue el cuarto?- seguía llegando gente, en el área de arte descubrimos exposiciones de fotos, videos, instalaciones, en fin ¿quién dijo que se abran cien flores?. También estaba ése que tenía su cartel de «Compro y vendo ideas que no van a funcionar».

En medio de todo había cosas que se iban precisando más, y que uno las podía percibir como si flotaran en el aire. La concertación de las luchas, la semana global, los recursos naturales como referencia y derecho, la solidaridad incondicional con los pueblos ocupados, la marcha crecía a cada momento.

En medio de las banderolas que marchaban comenzó a sentirse la presencia de los Sin Tierra, abrían un espacio por donde accedían otros grupos como los indígenas, los campesinos, los que pelearon por el agua, por el derecho a cultivar, los de abajo, que también querían decir lo suyo a todos los marchistas. Cuando la marcha ya había completado las cien vueltas, comenzamos a notar el sistema logístico, para recoger la basura, para proveer de agua, electricidad, incluso de conexión electrónica a decenas de miles en movimiento, funcionaba hasta el momento pero las autoridades de la ciudad y las de la marcha comenzaron a considerar medidas de emergencia en caso de seguir creciendo. Y siguió creciendo. Los vendedores de artesanías se mezclaban con los de polos con toda las variantes de textos e imágenes, los danzantes de capoeira con los acróbatas intergalácticos, los trovadores de la calle con los conciertos nocturnos, así estábamos cuando pasamos por el Gigantinho, la marcha oyó un discurso entre popular y populachero, aplausos y a seguir marchando.

Así nos sorprendió el último día, con ese espectáculo inverosímil: centenares de carpas en movimiento, miles de vendedores y artistas pululando, millones de botellas de plástico apiladas en bolsas gigantes, infinidad de gentes en movimiento, brazos, cabezas y voces en movimiento. Las reuniones de conclusión se dieron en medio de cierta confusión, la marcha debía desmovilizarse, consensos, discensos en el aire, adioses y contactos reforzados muchos obrigado y hasta pronto. Al día siguiente comenzaría la lluvia, hora de recoger pilchas y marchar de regreso. Nos vemos en abril, donde estén, la marcha continúa.