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Sede vacante

Fuentes: El País

Juan XXIII coincidió con el presidente Kennedy de Estados Unidos y con Jruschov en la URSS: empezaba un mundo nuevo con el Concilio Vaticano, abierto y humanista, con la coexistencia pacífica. Pero: mataron a Kennedy; desposeyeron a Jruschov y murió Juan XXIII. Les sucedieron los clásicos conservadores. Restauradores de la guerra fría. En el Vaticano, […]

Juan XXIII coincidió con el presidente Kennedy de Estados Unidos y con Jruschov en la URSS: empezaba un mundo nuevo con el Concilio Vaticano, abierto y humanista, con la coexistencia pacífica. Pero: mataron a Kennedy; desposeyeron a Jruschov y murió Juan XXIII. Les sucedieron los clásicos conservadores. Restauradores de la guerra fría. En el Vaticano, el papa Luciani duró 33 días: murió repentinamente entre rumores de venenos. Le sucedió Juan Pablo II, Wojtyla. Como polaco, era antirruso; como clérigo, anticomunista. Se le atribuye el movimiento de Polonia del sindicato Solidaridad, el de Hungría con el cardenal Mindzsenty y el de Praga: de los tres, y de su peso en Alemania Occidental, vendría la caída del muro y el fin del comunismo instituido. Era para los occidentales uno de los hombres a los que se atribuye el salto histórico en el que estamos.

Pero no se puede ser conservador en un solo aspecto, abierto en otros; no se mezclan (véase España). Wojtyla, Papa, volvió del revés la gran obra de Juan Pablo II: rehízo a la Iglesia intolerante. Una gran ocasión perdida. Mejor dicho: derrotada. Estas coincidencias en su sentido, estos cortes de ese sentido, no son casuales. La Iglesia intolerante de Juan Pablo II no armoniza con la ola de libertades conquistadas antes. Creo que favoreció al Imperio de Occidente pero perjudicó a la Iglesia católica. El largo y difícil acomodo de los católicos a la puesta al día se ha visto frenado. El movimiento católico ha quedado en manos de sectas rígidas (el Opus Dei y sus acompañantes, legionarios, kikos) que han entrado perfectamente en el sistema de cristianismo capitalista de EE UU y otros países, y ése es el problema que tiene ahora la Sede Vacante. Va a durar entre veinte días y un mes, y la selección que hagan los distintos grupos de poder en la Iglesia, y fuera de ella, para elegir pontífice podrá decidir la continuidad de este catolicismo de combate, oscuro y rígido; parece lo más fácil. La caída continua del catolicismo en Europa, la desolación por el abandono de la teología de liberación en América, el hambre en los países que fueron del Tercer Mundo, puede ser muy fuerte para que se cubra con un moderado, con un Papa de transición, no joven. En el primer caso, aparte de los consabidos nombres de italianos, se habla de monseñor Rouco; su salida de la presidencia de los obispos españoles podría haber sido preparada para ello. No lo creo; pero casi siempre sucede aquello que yo no creo porque me parece sin sentido común, sin lógica.