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Fue Gorbachov, no el Papa, quien derribó el sistema

Fuentes: The Guardian

Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández

Las muertes de los poderosos concitan declaraciones extravagantes, y muchos de los homenajes al hombre que está siendo enterrado hoy en Roma han sido incluso un poco grotescos. Dejando sin respiración a los escritores de necrológicas, y en su ansia por definir un legado claro, a menudo se producen simplificaciones que no tienen en cuenta cómo el mundo y los pueblos cambian.

La forma en que los polacos veían el comunismo en los años setenta no es la misma que en la actualidad. La iglesia católica polaca mantenía un diálogo regular con las autoridades comunistas y, en ocasiones, ambas trabajaban sutilmente en colaboración para resistir la influencia soviética. Juan Pablo fue modificando sus propios puntos de vista según fue viajando.

Por eso, habría que matizar la idea de que el anticomunismo fue siempre una parte consecuente de sus motivaciones. Ese anticomunismo apareció de forma clara en sus primeros viajes a Polonia pero tuvo menos peso en sus relaciones con Latinoamérica. El pacifismo fue también un principio clave para Juan Pablo, y cuando trató de preservar el poder bajo su propio dominio, fue el autoritarismo su santo y seña más que la protección de la libertad.

Las retrospectivas que marcan una línea entre su primera visita a Polonia como Papa en 1979, el surgimiento de Solidaridad un año después y el colapso del sistema de partido único en 1989 deben estar especialmente abiertas a examen, ya que ignoran la ley marcial que detuvo a Solidaridad en su camino, mutilándola durante la mayor parte de los años ochenta. Fue una derrota de proporciones enormes que Juan Pablo no pudo invertir hasta que los titulares auténticos del poder en Europa del Este, los hombres que gobernaban el Kremlin, cambiaron su trayectoria.

La gira del Papa de 1979, con grandes muchedumbres en sus misas de masas al aire libre, dio sin duda a los polacos una sensación tremenda de revitalización nacional. Añadió un factor impredecible tras décadas de crisis periódicas entre trabajadores descontentos, dirigentes comunistas que querían mostrar sus credenciales nacionalistas encontrando una «vía polaca hacia el socialismo» y los gobernantes estrechos de miras de Moscú.

El apoyo papal, al declararse en huelga los trabajadores en Gdansk y fundar el sindicato Solidaridad como primera organización nacional independiente polaca, le ayudó a crecer con rapidez sorprendente.

Pero un año más tarde las cosas habían cambiado. Solidaridad estaba escindido en cuanto a tácticas y objetivos a seguir. En su congreso del otoño de 1981, donde se concedió acceso total a los periodistas extranjeros, los delegados debatieron intensamente las prioridades: ¿Cuál era el tema más importante: que los trabajadores consiguieran mejores salarios y autogestión en sus fábricas o la petición de libertades políticas que los intelectuales de Solidaridad veían como prioritarias? ¿Debería el sindicato aceptar o rechazar el papel dirigente del partido comunista en el gobierno?

Todas las partes pasaron apuros tratando de decidir si Moscú debería intervenir y cómo. Había ya fuertes indicios de que más que utilizar los tanques soviéticos se echaría mano del ejército polaco. Ninguno de nosotros pensaba que podría evitarse que se apretaran las tuercas. En unas semanas vimos que teníamos razón. El Kremlin se salió con la suya con relativa facilidad. Las propias autoridades comunistas polacas arrestaron a miles de dirigentes de Solidaridad y enviaron al resto a la clandestinidad.

La reacción de Juan Pablo fue moderada. La resistencia armada no era una opción seria, pero hubo polacos que favorecieron las protestas masivas, las ocupaciones de fábricas y una campaña de desobediencia civil. El Papa les decepcionó. Criticó la ley marcial pero les advirtió contra el derramamiento de sangre y la guerra civil, aconsejándoles paciencia mejor que enfrentamiento.

Después de prolongadas negociaciones con el régimen, hizo una segunda visita a Polonia en 1983. Aunque se levantó la ley marcial un mes más tarde, muchos activistas de Solidaridad permanecieron en la cárcel durante años. El gobierno no se sentó de nuevo a negociar con Solidaridad hasta agosto de 1988, época por la cual Mijail Gorbachov había lanzado ya la campaña en aras de políticas pluralistas en la propia URSS, prometiendo públicamente que no habría más intervenciones militares en la Europa del Este.

El ímpetu de las reformas de Gorbachov no estuvo motivado por las presiones externas de occidente, de los disidentes de Europa del Este o de los llamamientos del Papa para respetar los derechos humanos, sino del estancamiento económico en la Unión Soviética y del descontento interno entre la elite soviética.

La cautelosa reacción del Papa ante la ley marcial se debió a su firme creencia en la no violencia. Si ésta templó su anticomunismo, ocurrió lo mismo con el alto valor que depositó en el orgullo nacional.

Su actitud con la Cuba comunista difería claramente de su línea con respecto a Polonia. Se dio cuenta que la resistencia de Castro ante las presiones de EEUU reflejaba los sentimientos de la mayoría de los cubanos. Vio como el nacionalismo y el gobierno comunista iban de la mano en Cuba de una forma que no lo hacían en Polonia, donde el partido estaba esencialmente subordinado a Moscú. En La Habana el Papa mencionó la libertad de conciencia como un derecho básico, pero su visita fortaleció a Castro. Su crítica sobre el capitalismo y las desigualdades globales fueron un eco de las de Castro y denunció el embargo de EEUU a Cuba.

Tampoco los ataques de Juan Pablo a la teología de la liberación de los años ochenta estuvieron motivados fundamentalmente por el hecho de que la denominada «opción por los pobres» estuviera incardinada con el marxismo. El Papa estaba preocupado también por otros aspectos de la misma. Sentía que estaba siendo utilizada para justificar la violencia y llevar a los párrocos católicos a apoyar la lucha armada de los campesinos contra los terratenientes represores y los dictadores feudales.

En Nicaragua, donde los sandinistas derribaron por la fuerza el régimen de Somoza respaldado por EEUU, tres sacerdotes se convirtieron en ministros. En El Salvador, los sacerdotes eran a menudo el mejor contacto de los periodistas con los comandantes guerrilleros, conduciéndonos hasta pueblos remotos para encontrarnos con ellos. En las Filipinas, algunos sacerdotes llevaban ellos mismos pistolas. «La situación requería más que un conjunto de derechos humanos. Me fui clandestinamente y me uní a las fuerzas defensivas», me dijo en las montañas de Luzon el padre Hedí Balicao, que solía oficiar en la catedral de Manila.

Juan Pablo se opuso también a la teología de la liberación porque vio como algunos sacerdotes se enfrentaban con sus obispos y desafiaban la estructura jerárquica de la iglesia. Tuvo más en común con el comunismo, mientras éste conservó poder en Europa, que lo que muchos de sus seguidores admiten. Volvió a centralizar el poder en el Vaticano y dio marcha atrás en la perestroika de uno de sus antecesores, Juan XXIII, que había dado más voz y voto a las diócesis locales.

Con la caída del «comunismo internacional», el Vaticano quedó como la única ideología autoritaria de alcance global. No hubo tregua en las presiones del Papa contra los disidentes, el ejemplo peor fue la excomunión del padre de Sri Lanza Tissa Balasuriya en 1997, un pícaro personaje que cuestionó el culto a María como un icono dócil y sumiso argumentando que, como religión minoritaria en Asia, el catolicismo tenía que ser menos arrogante con las otras creencias.

El Papa no podía aceptar ese desafío al absolutismo del Vaticano. Por eso resulta apropiado que sea enterrado en la cripta de la que Juan XXIII ha sido trasladado, para marcar de forma simbólica la primacía de la era conservadora de Wojtyla sobre las esperanzas liberalizadoras de una generación anterior.

Jonathan Steele informó desde Polonia, la Unión Soviética y Latinoamérica durante los años setenta y ochenta.

Texto original en inglés:

www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=105&ItemID=7605