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Sobre la próxima cumbre del G-8 y la deuda externa

La deuda inexistente

Fuentes: Sud Ouest

Traducido del francés para Rebelión por Rocío Gajardo F.

Los cuestionamientos entorno al desarrollo estarán en el centro de la próxima cumbre del G8 que tendrá lugar del 6 al 8 de julio próximo, en Gleneagles, Escocia. Se tratará, en efecto, de encontrar nuevas fuentes de financiamiento con el fin de relanzar los Objetivos del Milenio para el Desarrollo (OMD). Fijados en el 2000, estos objetivos preveían, notablemente, reducir a la mitad la pobreza, de aquí al 2015 y el combate de pandemias como el paludismo y el sida.

A un tercio del camino, ningún progreso se ha realizado. Con el fin de ocultar este fracaso, los grandes del mundo rivalizan en buenas intenciones. Tony Blair habla de la anulación de la deuda de los países africanos.

Hace poco Jacques Chirac, después de haberla calificado como irrealizable, retomo la idea de una tasa del tipo Tobin sobre las especulaciones financieras, las ventas de armas, los billetes de avión, etc.; con el fin de destrabar fondos suplementarios para financiar el desarrollo. Pero, en razón de las divisiones entre los países ricos, existen fuertes probabilidades para que, las ya débiles esperanzas, de los países en desarrollo (PED) se vean una nueva vez frustradas.

Existe sin embargo una urgencia por parte de los PED, que desde el estallido de la crisis de la deuda en 1982, han visto imponerse los preceptos del «Consenso de Washington» paradigma que dicta los diez mandamientos de la Biblia económica neoliberal. Basadas en la reducción del Estado y en una apertura creciente de la economía, estas políticas, lejos de conducir a una «salida del retraso» en relación a los países «desarrollados», se han traducido en un aumento de la pobreza y de las desigualdades en numerosos puntos del planeta. La realización de los OMD necesita de la salida de los PED del impasse en el cual han sido empujados, en consecuencia el romper con un modelo que hace de la deuda un instrumento de dominación. Múltiples argumentos justifican la anulación de la deuda de los PED. En el plano económico, es sabido que los PED han largamente reembolsado su deuda, ya que han transferido a sus prestamistas, aproximadamente nueve veces el monto de su deuda desde 1980 y se encuentran a pesar de todo cuatro veces más endeudados. Continúan pagando, aproximadamente, 230 mil millones de dólares cada año, a titulo del servicio de su deuda externa, lo que constituye un obstáculo mayor para la satisfacción de las necesidades básicas de su población. Incluso se hace visible que los flujos financieros están actualmente dirigidos desde el Sur hacia el Norte. Así, entre 1997 y el 2003, los estados de los PED han reembolsado a sus prestamistas del Norte 323 mil millones de dólares mas, de lo que ellos recibieron bajo la forma de nuevos prestamos. Igualmente, las reservas acumuladas (675 mil millones de dólares estos dos últimos años) no sirven al desarrollo, sino que son invertidos en el Norte con el fin de acumular las devisas necesarias al reembolso de la deuda. De esta forma, los PED financian el déficit colosal acumulado por los estados Unidos, y en menor medida por Europa.

Desde hace muchos siglos el Norte saquea los recursos del Sur. Al principio fue a través de la fuerza que se apropia de los recursos humanos y naturales del Sur, impidiendo así todo desarrollo autónomo por parte de estos países. Es por la dominación económica que continua hoy en día este saqueo. El Norte posee, entonces una deuda histórica para con el Sur, y la anulación de la deuda de los PED constituiría una primera reparación de los perjuicios sufridos. Con todo es necesario reconocer que el endeudamiento excesivo de numerosos países del Sur proviene en parte del hecho que sus dirigentes, a menudo ayudados por los prestamistas del Norte, han malversado una parte no insignificante de las sumas prestadas a su país. El derecho internacional, por intermedio de la doctrina de la deuda «odiosa», reconoce que toda deuda soberana contraída sin el consentimiento de la población y sin beneficio para ella no debe ser reembolsada, en particular si los prestamistas tienen conocimiento de este hecho. Los Estados Unidos han hecho una utilización amplia de esto, obteniendo en noviembre del 2004 la anulación del 80% de la deuda externa publica de Irak, «castigando» de esta forma a sus principales prestamistas, en particular a Rusia, Francia y Alemania.

Por ultimo, la anulación de la deuda es deseable por razones ecológicas. De hecho, dos causas esenciales encabezan la degradación del medioambiente: en el Norte se trata del modo de desarrollo, fundado sobre la idea que «mientras mas mejor» que agota los recursos naturales, provocando a la vez la sobreproducción y el sobre consumo; en el Sur es la pobreza que condena a la población a ceder sus recursos a bajos precios y a aceptar sobre su suelo a industrias altamente contaminantes.

De esta manera, las economías occidentales, principales responsables de los diferentes atentados al medioambiente -polución del aire y del agua, acumulación de desechos tóxicos, etc- hacen soportar a los países del sur las consecuencias de un modo de vida al cual ellos no tienen acceso.

En definitiva, promover un desarrollo socialmente equitable y ecológicamente sostenible pasa por un reequilibrio de las relaciones Norte-Sur.

Anular una deuda que no lo es, es un primer paso.

Eric Berr es Profesor de economía en la Universidad Montesquieu Bordeaux IV y miembro del Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo