Lo hacen constar todos los politólogos serios y las fuentes en los pasillos del poder, con los que ha podido conversar el autor de estas líneas. Todos están convencidos de que Putin no podrá cambiar su propia decisión, la que él hizo del dominio público: para un militar, como es él, ello equivaldría a perjurar. […]
Lo hacen constar todos los politólogos serios y las fuentes en los pasillos del poder, con los que ha podido conversar el autor de estas líneas. Todos están convencidos de que Putin no podrá cambiar su propia decisión, la que él hizo del dominio público: para un militar, como es él, ello equivaldría a perjurar. O sea que tomando tal argumento como «punto de referencia», el de comienzo de la fase final del gobierno del actual presidente, se puede hacer la conclusión de que en el tiempo que le queda Putin se esforzará por dejar una huella en la Historia.
Para el primer presidente de Rusia, Boris Yeltsin, la tarea consistió en destruir el sistema totalitario y hacerlo irreversible, mientras que para Vladimir Putin radica en vencer dos grandes males de Rusia: el peligro de la desintegración y la pobreza. Si el primer problema, con el que Putin chocó al llegar al poder, hoy día ya no provoca preocupación, la pobreza y una vertiginosa división de la sociedad se perciben como una amenaza al futuro de Rusia. Precisamente por esta razón, desde que en primavera él dirigió su mensaje anual y hasta el momento presente, Putin procura movilizar todos los recursos del Estado para distribuir más justamente la riqueza nacional.
Pero sus esfuerzos difícilmente podrán cambiar en poco tiempo la vida de los ciudadanos de Rusia, especialmente la de aquellos que tienen bajos ingresos, porque el Estado no es omnipotente.
Tras la aprobación de los conocidos proyectos nacionales en materia social, para cuya realización se prevé asignar 115 mil millones de rublos, el presidente le encomendó al Gobierno presentar en octubre un plan sistematizado de inversión de dichos recursos en la modernización de la sanidad, la enseñanza pública, la ciencia y el desarrollo de la industria de construcción de viviendas. Otro paso que él dio fue su reunión con representantes plenipotenciarios, a los que fue planteada la tarea de organizar un eficaz sistema de monitoreo: el dinero en cuestión debe ayudar realmente a los pobres, los que todavía son muchos en Rusia.
Según datos del Instituto de Proyectos Sociales y de la compañía de sondeos «ROMIR-monitoring», en la zona de la pobreza se encuentra cerca del 60 por ciento de la población adulta de Rusia. Los sociólogos han averiguado que los ingresos de la «clase más baja» de la población no exceden 110 dólares mensuales. A muchos no alcanza dinero ni para alimentarse. La mayoría de los pobres viven en el campo, mientras que el grueso de la «capa más baja» están ocupados en el sector de la economía financiado con cargo al presupuesto del Estado. El grupo más menesteroso son los jubilados.
Luego siguen aquellos, cuyos ingresos no exceden el nivel de supervivencia. Según datos del Ministerio de Desarrollo Económico de Rusia, en junio pasado el salario del ciudadano ruso promedio alcanzó su máximum histórico: 303 dólares (8.655 rublos). Ese monto permite sobrevivir, sin permitirse lujo, y es mucho mayor que el promedio salarial en muchos países de la CEI, el que es mísero en comparación con aquel que cobran los europeos. Además, una mitad del incremento salarial en Rusia lo absorbe la inflación.
En el siguiente peldaño está la clase media, la que acaba de surgir y entre la que se catalogan el 25 por ciento de los rusos activos, cuyo salario mensual excede 20 mil rublos.
Y, por último, en Rusia ya se ha formado la clase superior bastante estable, la de los ricos, a la que corresponde el 0,4 por ciento de la población activa y la que crece de año en año. Precisamente esta categoría de los rusos provoca mucha aversión en la sociedad. Expertos temen que el vertiginoso aumento del número de quienes tienen millones de dólares (según datos estadísticos, sus ingresos crecen dos veces más rápido que la velocidad con que los más pobres logran salir del abismo financiero) pueda provocar una explosión social.
¿Podrá Putin cumplir su tarea fundamental, la de vencer la pobreza y no permitir que la economía caiga en barrena? Lo sabremos dentro de un año o dos, cuando en el país empiece la financiación de los ambiciosos proyectos sociales trazados.
Vasili Kononenko
analista de RIA «Novosti».