Mar del Plata, en Argentina, es sede en estos días de dos reuniones antagónicas. Una, la llamada Cumbre de las Américas (CA), bajo la batuta de Bush, signada por el viejo afán monroísta yanqui de esclavizar a los pueblos latinoamericanos y engullir sus recursos. La inminente llegada del emperador ha convertido a la plácida ciudad […]
Mar del Plata, en Argentina, es sede en estos días de dos reuniones antagónicas. Una, la llamada Cumbre de las Américas (CA), bajo la batuta de Bush, signada por el viejo afán monroísta yanqui de esclavizar a los pueblos latinoamericanos y engullir sus recursos. La inminente llegada del emperador ha convertido a la plácida ciudad balneario en zona ocupada y a sus habitantes en rehenes del belicoso despliegue de seguridad montado para protegerlo.
El propósito principal de las CA ha sido imponer de Alaska a la Tierra del Fuego el hoy exangüe Acuerdo de Libre Comercio de las Américas(ALCA) y sus instrumentos de dominación económica, financiera, militar y legal. Washington pretendía conseguir su entrada en vigor en enero de este año, pero la resistencia popular y de algunos gobiernos lo obligó a posponer su relanzamiento para esta cumbre. Frente a ella se levanta la Cumbre de los Pueblos(CP), que une a cientos de organizaciones populares de América Latina, Estados Unidos y Canadá, con objetivos diametralmente opuestos a la primera: la lucha contra el imperialismo, por la reforma agraria, la autodeterminación sobre los recursos nacionales, la igualdad y la justicia social, por los derechos de los pueblos indios y los afrodescendientes. En resumen, la búsqueda de alternativas de hondo calado social al neoliberalismo y a la tiranía del «libre» comercio y, por tanto, el rechazo al ALCA y el impulso a una integración solidaria y democrática como la que promueve la Alternativa Bolivariana para las Américas(ALBA).
En contraste, quien lea el proyecto de documento final de la CA se dará cuenta que tanta palabrería hueca sobre el desempleo, la pobreza y la marginación y sólo tiene como fin conseguir alguna mención complaciente al ALCA, pese a la oposición inicial de varios gobiernos, incluyendo el anfitrión. La insistencia de Washington por doblegar el rechazo latinoamericano es comprensible. El ALCA sentaría las bases para culminar la colonización de América Latina, luego de haber minado la soberanía de sus Estados nacionales con las políticas neoliberales, reforzadas por los Tratados de Libre Comercio(TLC) ya firmados por separado con México, Chile, los países de América Central y República Dominicana. A ellos podría añadirse en un futuro cercano Colombia. Los gobiernos de Perú y Ecuador quieren lo mismo, aunque está por ver si los movimientos populares se lo permiten. Pero revivir el ALCA sin el acuerdo de Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Venezuela y los países del CARICOM es un sueño de una noche de verano. De allí la desesperación imperialista por imponer esa coyunda a una América Latina que se le va de las manos.
El otro objetivo de Washington es aislar a la Venezuela bolivariana porque constituye una alternativa palpable al neoliberalismo y una locomotora de la integración y unidad latinoamericanas que hacen de ella un ejemplo de dignidad y soberanía. La misma razón por la que Cuba fue excluida desde que este mecanismo se reiniciara en 1994 en Miami. El ALCA es raigalmente repudiado en nuestra región y de ello se está haciendo eco la CP, donde sí está presente una numerosa representación cubana con el líder parlamentario Ricardo Alarcón al frente.
No es casual que el ingreso a los tratados de libre comercio no haya sido consultado a los pueblos. Por ellos habló el presidente venezolano Hugo Chávez cuando en buen castizo afirmó que acudiría a la CA a mandar el ALCA «al carajo». Y por ellos hablarán los argentinos, que se lanzarán pacíficamente a las calles el 4 de noviembre a rechazar la presencia de Bush, mientras la Central de Trabajadores(CTA) ha convocado a una huelga general con igual propósito. La protesta se expresará también en Mar del Plata encabezada por Diego Armando Maradona, Adolfo Pérez Esquivel, la india ecuatoriana Blanca Chancoso, el brasileño Joao Pedro Stédile, las Madres de Plaza de Mayo, el cineasta Emil Kosturica y la estadounidense Cindy Cheeham. Luego la multitud confluirá en el estadio Polideportivo donde los cantos de Silvio Rodríguez y Daniel Viglietti darán paso al discurso de Hugo Chávez. Una jornada popular de combate, de amor y de fiesta.
Bush no tiene ni idea de las tradiciones de lucha del pueblo argentino y el profundo antimperialismo que abriga. Sus estrategas no han calculado el alto costo político internacional que tendrá su temeraria estancia en la patria de San Martín. Un gran clamor recorre Argentina: W. go home