A Norma, Yuleima, Héctor, Johan, Kadir y Carolina 1. Participación del pueblo venezolano junto al gobierno revolucionario en la transformación social y económica del país, mediante la educación y el trabajo, hasta alcanzar una calidad de vida digna para todas y todos. 2. Garantizar la participación de la fuerza creativa del pueblo en la producción […]
A Norma, Yuleima, Héctor, Johan, Kadir y Carolina
1. Participación del pueblo venezolano junto al gobierno revolucionario en la transformación social y económica del país, mediante la educación y el trabajo, hasta alcanzar una calidad de vida digna para todas y todos.
2. Garantizar la participación de la fuerza creativa del pueblo en la producción de bienes y servicios, superando las condiciones de exclusión y pobreza generadas en las últimas cuatro décadas
Objetivos de la Misión Vuelvan Caras.
El proceso de transformación social emprendido por el gobierno electo del presidente Hugo Chávez, una verdadera revolución democrática dentro de las férreas estructuras del corrupto estado neoliberal, cuenta con innumerables factores de cohesión interna y desarrollo social. Uno de ellos, eje fundamental del nuevo modelo económico, espejo de la sociedad del futuro, se agrupa en torno a las llamadas «misiones». Estas «misiones» -un intento socializante de extender la asistencia sanitaria universal y la protección social garantizando el desarrollo integral (político, económico y laboral) de la población- representan la construcción de un modelo de producción alternativo, endógeno, al capitalismo; un esquema de acción cotidiana sustentado sobre la base material del esfuerzo colectivo. En este amplio movimiento «entrista», dinamizador, está implicada una parte muy importante de la población (con independencia de que -quizá poco responsabilizada todavía- no acuda a las urnas de forma mayoritaria para elegir representantes parlamentarios). La conciencia política, la conciencia transformadora, requiere mucho esfuerzo, capacidad de análisis y dedicación. El avance que se está produciendo a diario en la maltrecha sociedad venezolana, este salto hacia delante nunca visto hasta la fecha en un país que ha vivido agazapado bajo las botas de la oligarquía petrolera, es imposible llevarlo a cabo sin el concurso decidido y valiente de la juventud: los nuevos luchadores sociales. Miles de ellos, repartidos por toda la geografía, están conformando la nueva red humana del proceso bolivariano de cambio. Son jóvenes, están formados para el trabajo en los barrios y comunidades, y no tienen miedo. En su mayoría, procedentes de capas sociales desfavorecidas, tienen el futuro por conquistar. Es, podríamos decir, la juventud de Chávez, su fuerza de choque y combate social.
En el año 2003, el presidente Chávez hizo un llamamiento público a la sociedad civil y a los jóvenes para que se integraran de forma activa en el Proceso; un llamamiento a la participación, a la manifestación del compromiso político y personal, con el fin de contribuir -con todo su esfuerzo- a crear un firme tejido social, fuerte y flexible como el junco, que fuera capaz de profundizar la transformación revolucionaria iniciada años atrás y que había sufrido ya varios golpes por parte de la oligarquía financiera y de los sectores más conservadores de Venezuela. Estos segmentos reaccionarios no parecían dispuestos a perder sus privilegios de clase. Ante esta llamada -apelando a la necesidad de aunar iniciativas para profundizar el giro iniciado- acudieron desde todas partes del país miles de muchachos y muchachas que creyeron y creen que otro mundo es posible y, máxime, si es socialista. Instruidos en Cuba durante tres meses y en diferentes promociones, estos «luchadores sociales» fueron enviados para adquirir formación como «facilitadores» de la Misión Robinson, la «misión» encargada de acabar con el analfabetismo en Venezuela. Tenían que ser capaces de, ayudados y complementados con clases grabadas en vídeo, dirigir las aulas y orientar el aprendizaje de los «vencedores y vencedoras» (vencedores de la ignorancia, todos los alumnos) que mostraran su disposición y voluntad a aprender. Muchos, la mayoría según los datos, querían salir del lugar en el que, durante muchos años, se les habían colocado: la zona desierta de la exclusión social. Hoy Venezuela, gracias a la labor de estos jóvenes revolucionarios, ha sido declarada por la UNESCO «Territorio libre de analfabetismo». Esta vanguardia crítica no sólo fue capaz de apostar por el futuro inmediato con ilusión, sino que consiguió el objetivo fijado. En la actualidad existen unos 36.000 luchadores sociales -12.000 en activo- dispuestos a acometer cualquier tarea de creación o de apoyo. Esta juventud, el Frente Francisco de Miranda, representa el germen de un nuevo sujeto social colectivo, una verdadera multitud -espontánea y creativa- que aspira a crear «un nuevo hombre que mire de frente al socialismo del siglo XXI». Las palabras y las ideas, pese a que suenen conocidas desde la óptica europea, adquieren -en el proceso de transformación bolivariano- el valor real del compromiso ya que, en Venezuela, y pese a la propaganda «antichavista» de los grandes medios occidentales de reproducción de la ideología dominante, lo que está ocurriendo es una verdadera revolución democrática. Un fenómeno posible y racional, ilustrado y socialista.
Se les ve en todos los actos, inasequibles a la desmoralización. Viven conectados entre sí con lazos de solidaridad, teléfonos, política y amistad. Se levantan cada mañana dispuestos a defender el proceso revolucionario iniciado en su país y a poner en marcha, pese a las dificultades, las tareas y misiones que les sean encomendadas. Con edades comprendidas entre los 16 y 26 años, se definen, como ya hemos anotado, como las juventudes del Chávez. Y se definen, siempre, con una amplia sonrisa. Felices. Ellos fueron los encargados, en el último semestre del 2003 -y tras haber completado su formación intensiva en Cuba- de dar nombre a los sin nombre en Venezuela al identificar e inscribir en los registros -dando cédulas de identidad, la herramienta del voto y de los derechos sociales- a más de 5 millones de personas al tiempo que censaban a 1,6 millones. Esta «Misión Identidad», que devolvió la esperanza, el orgullo y la personalidad jurídica a los históricamente olvidados convirtió al Frente Francisco de Miranda en uno de los pilares del proceso bolivariano. Paseando por las calles, apoyando a las Casas de Alimentación, prestando su asistencia a los más necesitados o en cualquier acción que requiera su ayuda, se han ganado el respeto y la admiración de cuantos participan de esta gran transformación. Estos jóvenes son los nuevos cuadros políticos que un país necesita para salir adelante, para cambiar el curso de la Historia, para hacer la Historia en marcha. No son sólo el futuro de una nación, son su presente.
Su infatigable actividad y su formación permanente están orientadas al bien de la comunidad, Así, sin más. Su objetivo es, por tanto, el bien común: construir lo común. Si su actividad diaria fuera poca, estos muchachos y muchachas -esta vanguardia libre- promueven también el debate y la participación ciudadana construyendo conciencia crítica y revolucionaria a través de la cultura, la formación política y el fortalecimiento de un pensamiento socialista y antiimperialista. El Frente Francisco de Miranda es una fuerza organizada de combate social cuya actividad, se está comprobando, resulta esencial para erradicar la pobreza en todas sus manifestaciones. Luchan por la igualdad social, una de las empresas más nobles que se pueden acometer. Bajo su apariencia juvenil, por debajo de sus músicas, amores, desamores y ritmos, esconden el compromiso y la entrega de cualquier revolucionario. Es imposible comparar esta juventud con la que abarrota nuestros centros comerciales. En Venezuela muchos jóvenes están vivos.