¿Se puede hacer parar el flujo de drogas afganas a Europa y otras partes del mundo? ¿Es posible luchar contra el narcotráfico en el propio Afganistán?
Ya no es nada nueva la noticia que Afganistán lidera en la producción de estupefacientes y su suministro a mercados mundiales. Según expertos de la ONU, la heroína que se consume en Europa es en un 87-95 por ciento de procedencia afgana. Hasta narcotraficantes latinoamericanos recurren gustosamente a los servicios de sus socios afganos, adquiriéndoles opio crudo más barato que el local o hasta la droga «pesada» ya elaborada: heroína.
Los estupefacientes se producen en Afganistán por tradición. Igualmente tradicional es su contrabando. Pero antes ello se hacía en volúmenes muy reducidos y de hecho bajo control de los servicios secretos de los países que los importaban tácitamente. Tras la retirada de Afganistán del «contingente limitado de tropas soviéticas», la fabricación de estupefacientes en el país, estimulada por la CIA, fue en aumento.
Después de haber llegado al poder los mujaheddines (quienes culpaban al Gobierno afgano prosoviético de mostrar connivencia para con los narcotraficantes), la fabricación de opiáceos creció en flecha. ¿Cómo es la situación hoy día?
Según expertos de la ONU, en 2004 Afganistán produjo 4200 toneladas de opio crudo, y en 2005, un poco menos: 4100 toneladas. Ello sucede en una situación en que al timón del país está la coalición anti-talibán y en Afganistán se encuentra un cuerpo de casi 20 mil efectivos de las fuerzas antiterroristas, con EE UU a la cabeza, y otro de 12 mil efectivos de las Fuerzas Internacionales de Contribución a la Seguridad (ISAF), que podrían acometer, al parecer, la liquidación de los sembradíos de adormidera. Además, en Afganistán intentan poner en marcha un programa de cultivo de plantas alternativas a la adormidera, así como realizar otro, llamado «dinero a cambio de la ocupación», para el que EE UU prometía asignar 780 millones de dólares.
Sin tener un respectivo mandato del Consejo de Seguridad de la ONU, los contingentes en cuestión difícilmente van a llevar a cabo operaciones antidrogas, lo que es lógico. Son interesantes las manifestaciones hechas al respecto a RIA Novosti por el jefe del departamento de Lucha contra los Estupefacientes del Ministerio de Agricultura de Afganistán, Sabur Shirzad, y su asesor, Doctor en Economía Habib Haidar.
Según ellos, gracias a las drogas obtienen sus medios de subsistencia no sólo los narcotraficantes y campesinos, sino también los numerosos desempleados. En particular, la recolecta del opio crudo se realiza en régimen muy acelerado, literalmente en horas contadas: es importante que la cabeza de la adormidera se corte fresca. Por ello contratan a cuantos encuentran en derredor. En un «jerib» (una quinta parte de la hectárea) pueden estar trabajando hasta 20 cosechadores. La cabeza de adormidera desprende «leche» sólo durante tres horas después de cortada. Por una hora de trabajo el cosechador gana de 10 a 20 dólares. La operación de recolecta se repite tres veces, dentro de cada 15 ó 20 días. Es fácil calcular cuántos puestos de trabajo ofrecen las plantaciones de adormidera, si se parte de que en Afganistán éstas ocupan más de 80 mil hectáreas: más de 8 millones de puestos de trabajo. Ello no quiere decir, desde luego, que los cosechadores también sean más de 8 millones. Pero no cabe duda de que son muchísimos. En particular, expertos de Gran Bretaña han calculado en Afganistán a 3,5 millones de dealers de estupefacientes, los que también trabajan como cosechadores.
También los jefes troperos, que todavía no han depuesto las armas, tienen su 10 por ciento de las ganancias que aportan los sembradíos en cuestión. O sea que en Afganistán hay quienes pueden defenderlos. En tales circunstancias es poco probable que las Fuerzas de Coalición y las ISAF vayan a insistir en que se les entregue el mandato para su aniquilación. Hace un tiempo, el coronel general David Barno, comandante de las Fuerzas de Coalición expresó dudas de que la ONU entregue tal mandato «considerando una serie de circunstancias». Casi del mismo parecer es el representante especial del Secretario General de la ONU para los países del Cáucaso del Norte y Asia Central, Robert Simmons. «Una de las funciones de las ISAF consiste en ayudarle a Afganistán en erradicar el problema del narcotráfico, pero la liquidación de los sembradíos de adormidera no figura entre nuestras misiones», manifestó él durante su última visita a Moscú.
En cuanto a los programas alternativos, su realización va a llevar una decena de años, como mínimo, subrayó Habib Haidar. La agricultura afgana antaño se basaba en un equilibrio de trabajo entre los agricultores, que producían cereales, y los nómadas, que daban carne al país. Actualmente, dicho equilibrio no existe y parece que ya no vale la pena reconstruirlo, «dadas las nuevas motivaciones de la mentalidad afgana». Hace falta elaborar una nueva concepción de la agricultura. Antes a ello se dedicaban expertos soviéticos. Y a los europeos no les resulta nada de momento. Por ejemplo, ¿cómo puede competir en el precio el grano fabricado en Afganistán con el que entra en el país como ayuda humanitaria? Los ejemplos así son muchos.
En opinión de los interlocutores de RIA Novosti que conocen la situación desde dentro, el problema de drogas afganas no tiene solución unívoca. Para resolverlo, es necesario adoptar un conjunto de medidas, incluidos tanto métodos de fuerza como ayuda material. Afganistán solo no podrá zanjar este problema que ha venido madurando durante decenios. Para su solución se necesitarán de 10 a 15 años.