Conozco a este compañero senegalés desde que nos encontramos en 2003 en el bosque de Ceuta. Inteligente, formado y luchador, fue deportado desde Marruecos tras lo que en el Estado español se llamó la crisis de las vallas. Ahora prueba otra vía, un nuevo camino por Mauritania. Nos explica el por qué de esa opción […]
Conozco a este compañero senegalés desde que nos encontramos en 2003 en el bosque de Ceuta. Inteligente, formado y luchador, fue deportado desde Marruecos tras lo que en el Estado español se llamó la crisis de las vallas. Ahora prueba otra vía, un nuevo camino por Mauritania. Nos explica el por qué de esa opción y se ríe de algunas informaciones que se publican en los medios de comunicación.
¿Sabes Helena? Esta vía ya se utilizó en 2001, después quedó cerrada, era muy peligrosa y nosotros mismos pedíamos seguridad, así que buscamos el camino de Argelia. Por eso me encontraste en el bosque en 2003. En Marruecos no puedes estar en las ciudades, tampoco hay trabajo, no es como en Argelia, en Marruecos un negro no trabaja. Así que estábamos en el bosque, la vida era muy dura pero teníamos unas leyes que nos permitían equilibrarnos y había mucha solidaridad.
La gente pasaba poco a poco a Ceuta, así que esperabas tu oportunidad. Pero cuando España comenzó con esa política de dar dinero a Marruecos todo se volvió tremendamente duro.
Los europeos creen que no somos ciudadanos, que no tenemos análisis políticos, que las mafias de las que ellos hablan nos manejan como si fuésemos perritos. ¿Sabes? Es otra forma de racismo.
Es verdad que hay mucha gente analfabeta que sale, pero la mayoría somos gente que ha estudiado, depende de los países, o que se ha autoformado. Incluso esa gente analfabeta que sale, es gente fuerte, curtida. Imagínate un maliense, que son la comunidad que menos usa a los pasadores, muchos no tienen estudios pero es muy difícil que una mafia pueda controlarles, prácticamente imposible.
Otro caso diferente es el de las mujeres traficadas, pero esas organizaciones pasan a un segundo plano para vuestros gobiernos porque eso da mucho más dinero que nosotros, claro.
Bueno, volviendo a la política de España y Europa de dar dinero a los países por los que pasamos. Imagínate, eso ha hecho que nuestras estrategias cambien, porque evidentemente los estados no pueden contra las personas.
He pensado mucho en aquella noche cuando todos fuimos contra la valla, fue una reacción a múltiples factores pero una respuesta directa a las políticas europeas.
A Marruecos le interesaba que fuésemos hasta la valla para forzar la recepción de dinero europeo y nosotros sabíamos que era la última oportunidad. Nos obligaron a aquella masacre. Ahora es lo mismo, hemos abierto esta ruta otra vez y hemos de hacer las cosas rápido porque sabemos que Europa, España, vendrán a dar dinero para volver a cerrar. También sabemos que el Gobierno de Mauritania estará encantado con estas ayudas lo mismo que lo está el Gobierno marroquí. Así que el tiempo pasa, es la lucha contrarreloj, la nueva forma de enfrentar a esa política europea.
«En los medios hablan de 10.000 y 15.000 personas esperando para cruzar. Incluso, un periodista de «El País», citando fuentes del Gobierno de Mauritania, dijo que hay cinco millones de inmigrantes que trabajan en Mauritania para ganar dinero para el pasaje», le comentamos.
«Ja, ja, ja, perdona que me ría. Si en Mauritania pudiésemos trabajar y ahorrar mil euros, ¿porqué nos íbamos a ir a Europa? Es increíble cómo nosotros los africanos ponemos por las nubes a la democracia y la libertad europea y lo cómico que resulta cuando ves que se dicen tantas mentiras, tanto en los medios de Europa como en los africanos».
«Como cuando decían que había 20.000 esperando en los bosques cerca de Nador recuerda. Increíble. Es verdad que nos movemos con rapidez, sobre todo, como te he dicho, por el resultado de esa nueva política europea, pero no es tan grande como se dice. Tenemos que conseguir el dinero para el viaje y con previsión de estancia, porque por mucho que se crea somos divisas para los países de tránsito».
También los medios hablan de que los cayucos, o sea, los barcos que les llevan, van muy bien equipados. Y que ellos mismos también. Lo dicen en tono negativo, y lo achacan a la preparación de las mafias.
«Si morimos en el mar somos pobrecitos negros víctimas de las mafias y si estamos preparados y nos protegemos somos malos y mafiosos reflexiona el senegalés. El tema es no tratarnos nunca como iguales y seguir abriendo la brecha de la distancia entre Europa y Africa. Pues bien, si yo pago 1.000 euros por un viaje en el que sé muy bien que arriesgo mi vida, pues yo, que pago, obligo a que el servicio sea lo más seguro posible, o si no, no hay trato. También te digo que es diferente que en Marruecos. Mauritania es un país donde hay mucha gente de color y si el barco viene costeando desde Senegal pues viene de un país negro. En Marruecos el racismo es mucho más fuerte y el que se mueran un puñado de negros pues les da un poco más igual que aquí. Los marroquíes nos han considerado siempre como animales».
«¿Nos puedes dar más detalles de tu espera?», le pregunto. «No, claro que no y tú mejor que nadie lo entenderás responde sin rodeos. Hemos venido a cruzar y nos queda poco tiempo quizás. No queremos a ONG con sus discursos humanitarios, ni a periodistas que escriben sin conocer Africa. Y vendrán todos aquí, como pasó en Ceuta y en Melilla. Tal vez, a veces, sirva de algo, pero aún no he escuchado a nadie hablar de nuestro derecho a ir a donde nos apetezca. ¿Por qué los europeos vienen a Senegal de vacaciones, de turismo sexual, con empresas corruptas, y nosotros no podemos ir a Europa a trabajar?»
Confiesa sentirse inquieto. «Y nervioso, espero salir ya. Muy nervioso porque no sé nadar. Pienso en mis padres, en mi familia, también en la gente del bosque, los cadáveres que vi en las vallas. Supongo que España no ha buscado a las familias de esos cadáveres para enterrarlos en su tierra, así que pienso que si muero tampoco seré enterrado en Senegal».
«Gracias a mí y a la miseria de tantos otros como yo, un Gobierno corrupto como el marroquí llenó sus bolsillos de dinero español denuncia el migrante. Y no sólo el Gobierno, también organizaciones de esas marroquíes de derechos humanos han llenado sus bolsillos. Y ahora se los llenará el Gobierno de Mauritania».
«Luego dicen que las mafias ganan pero, vamos, ni mucho menos como los gobiernos corruptos y las organizaciones que piden humanidad para los pobrecitos negros. Como ves, también estoy enfadado».
«¿Te acuerdas de cuando fui deportado a Senegal? Te dije que me mirases la posibilidad de un contrato en España para irme con papeles, pero no fue posible, así que aquí estoy frente al mar. Tengo mucho frío pero muy contento de haber hablado contigo de nuevo y espero que nos veamos en España», se despide, a pesar de todo, esperanzados. –
La UE da fondos
El incremento del flujo de inmigrantes hacia Canarias provocó la alarma en las autoridades españolas, que ahora dan apoyo logístico y económico a Mauritania. Con ello, intentan frenar el fenómeno desde el origen y evitar encontrarse con los centros de acogida canarios repletos. Madrid dice que ya ha gastado 2,7 millones de euros en un centro de acogida en Nuadibú y en las patrulleras de vigilancia. Y llama a la UE a que arrime el hombro. Los Veinticinco han prometido enviar a Mauritania al comisario de Desarrollo y Ayuda Humanitaria, Louis Michel, y a desbloquear dos millones del Fondo Europeo de Desarrollo para ayudar a Mauritania, suspendido en agosto de 2005, tras el golpe de Estado.
Akra, el refugio oculto de los inmigrantes en nuadibu
La presencia de inmigrantes subsaharianos en la ciudad de Nuadibú no es exagerada, ni tan siquiera evidente. No hay aglomeraciones, ni asentamientos visibles; tan sólo se les encuentra en pequeños grupos en el barrio de Akra, su refugio oculto. El alarmismo de algunas informaciones que apuntaban a la masiva presencia de inmigrantes en Nuadibú no encuentra fundamento recorriendo las calles de la ciudad.
Y los que están son discretos o han aprendido a serlo. No se agrupan, trabajan en lo que pueden para reunir un poco de dinero hasta que logren embarcar. Todos repiten el mismo mensaje: «Queremos llevar una vida mejor».
En Akra, los inmigrantes que quieren saltar a Europa encuentran cobijo en las casas que sus propios compatriotas ocupan en este barrio y que pueden acoger a entre veinte y cuarenta de ellos, hasta que un día consiguen reunir el dinero o los medios suficientes para subirse a un cayuco.
Pero sólo es en las calles de arena de Akra, en las que sus habitantes se han acostumbrado a una vida de miseria, donde se logra ver algún grupo de senegaleses, ghaneses, malienses, gambianos o guineanos dispuestos a embarcar algún día hacia las islas Canarias.
La Gendarmería mauritana ha intensificado su control en el barrio y se les encuentra vestidos de paisano vigilando la zona o haciendo visible su presencia.
El barrio de Akra, de los más antiguos de la ciudad de Nuadibú, tiene un trazado regular de casas de una o dos plantas; construcciones básicas de arena, barro o madera, pero que cuentan con servicio de luz, agua y alcantarillado. «¿Dónde están los inmigrantes?», preguntan los periodistas cuando encaran a sus guías, intérpretes o conductores. Pero los inmigrantes subsaharianos no son visibles a primera vista en Nuadibú.
Además, distinguir un subsahariano de un mauritano es difícil para quien no esté acostumbrado a visitar el país; de hecho, el 60% de la población de Mauritania es de raza negra.
Las autoridades mauritanas manejan la cifra de 12.000 inmigrantes en Nuadibú, pero la responsable de Cruz Roja en Nuadibú, Olga Martín, matiza que «eso no quiere decir que todos estén preparados para salir».