Cuarta Parte: Dos peatones en caminos distintos… y con destinos diferentes. 1.- Los «modos» de un dirigente.- El rechazo de la «pareja presidencial» hacia López Obrador fue creciendo a la par de la candidatura del tabasqueño. Con sus conferencias mañaneras (y la amplia cobertura que le brindaban los grandes medios de comunicación -hoy […]
Cuarta Parte: Dos peatones en caminos distintos… y con destinos diferentes.
1.- Los «modos» de un dirigente.- El rechazo de la «pareja presidencial» hacia López Obrador fue creciendo a la par de la candidatura del tabasqueño. Con sus conferencias mañaneras (y la amplia cobertura que le brindaban los grandes medios de comunicación -hoy enemigos declarados del perredista-), el jefe de gobierno de la Ciudad de México le iba marcando la agenda a Los Pinos… y al resto de la clase política. Aunque uno estuviera en el rincón más apartado del país, sabía lo que había dicho Fox (bueno, cuando lograba articular algo comprensible), lo que había dicho AMLO, y, a lo largo del día, cómo se pronunciaba el resto del elenco de la política mexicana sobre lo dicho… por el gobernante del DF. Para Fox eso no parecía representar mayor problema… por un tiempo. En un programa televisivo, López Obrador se decía desconcertado por la repentina animadversión del «señor presidente» (recuerden aquello de «hay que cuidar la investidura presidencial»). «Si era mi amigo, no sé qué le pasó«, dijo entonces AMLO. Bueno, lo que pasó es que la «investidura presidencial» era ya de una pareja: la formada por Vicente Fox y Martha Sahagún. Y «la señora Martha», como le dice su marido, quería y quiere ser, no la señora del presidente, sino «la señora presidenta».
Si suena a nombre de obra de teatro, no es accidental. En la comedia que se representaba día a día en Los Pinos, la señora Sahagún tenía siempre el papel estelar (aunque no siempre el más afortunado, no hay que ser exigentes). Doña Martha arrancó su larga, y por ahora, truncada carrera a la silla presidencial desde muy temprano. Precisamente cuando sólo López Obrador aparecía en el escenario como el más fuerte aspirante. Pero, mientras se iba deshaciendo de los personajes incómodos (para ella) del gabinete y del círculo cercano a Fox, Martha veía con desesperación que AMLO se mantenía. No se necesitaba mucho seso (y de por sí no lo tienen) para darse cuenta de quién sería el rival de la señora Martha en caso de que ella fuera la candidata de Acción Nacional.
La maniobra de los «videoescándalos» fue el primer indicio de un combate en serio para tratar de sacar a AMLO de la carrera presidencial. El combate pasó a la categoría de batalla con el intento de desafuero. Si en los videos se veía la mano del gobierno de Fox, en lo del desafuero el descaro fue total. Una movilización ciudadana creciente (que López Obrador desactivó) le propinó a Fox una derrota aplastante. Pero en política no hay batallas finales.
Mientras tanto, López Obrador se iba construyendo una candidatura, es decir, una imagen. Claro que para lograrla no bastaba el balcón privilegiado del gobierno de la Ciudad de México, en el PRD seguía pesando todavía mucho la figura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Pero el gobierno del DF no era sólo la posibilidad de acceder a los reflectores mediáticos, también era dinero, mucho dinero. Y esa tonada tiene mucho «rating» entre la clase política en su conjunto, y ni se diga en la dirección perredista. Con discreta habilidad, AMLO se fue «ganando» las simpatías (y el control) del aparato del Partido de la Revolución Democrática… y de un importante sector de intelectuales, artistas y científicos. Para el primero, presupuesto. Para los segundos, interlocución y atenciones especiales.
En resumen, todo iba bien.
Fue entonces que algunos medios informativos soltaron un anzuelo que el lopezobradorismo se tragó con singular alegría: las primeras encuestas. Como en ellas aparecía con una escandalosa ventaja sobre el resto de los suspirantes, AMLO les dio credibilidad y las avaló. Consentido y adulado por la prensa en ese entonces, López Obrador olvidó una ley básica del pantanoso terreno de los medios: lo fugaz e instantáneo. Los medios hacen héroes («y heroínas«, agrega Martita entusiasmada -si el diminutivo lleva «h», ahí les encargo-) y villanos («y villanas«, completa Elba Esther Gordillo) no sólo en las telenovelas, también en el escenario político. Pero como l@s hacen, l@s deshacen. El «maduro», «prudente» y «responsable» jefe de gobierno de un principio, se convertiría después en el político «irresponsable», «mesiánico» y «provocador»; y las encuestas que lo daban arriba, después lo pondrían abajo.
En la movilización contra el desafuero, se vio el primer indicador del «modo» de López Obrador. Aunque era evidente que no pocos de los que se movilizaron lo hacían contra la injusticia, y no porque lo apoyaran, AMLO usó ese movimiento para arrancar en forma abierta su carrera a la presidencia de México. Cuando la movilización se empezaba a convertir en movimiento (en algunos grupos empezó la inquietud de plantear problemas profundos como el lugar de la ciencia, el arte, la cultura, y, sobre todo, el del quehacer político) y el gobierno de Fox reculó, López Obrador mandó a la gente a su casa.
El objetivo: detener el desafuero y poner a AMLO en la parte más alta de la ola, se había conseguido y él se había comprometido a detener las movilizaciones. Así lo hizo.
El mensaje de López Obrador hacia el resto de la clase política (de la que él forma parte, no olvidarlo) y los señores (y señoras) del dinero había sido claro: «tengo no sólo la capacidad de convocar a una gran movilización, también de dirigirla, controlarla, dosificarla… y detenerla».
2.- L@s intelectuales de AMLO.- En una parte del medio intelectual progresista empezó, desde entonces, a surgir lo que conocemos como el lopezobradorismo ilustrado. Esta tendencia iniciaría la construcción de una nueva clasificación para ubicar a quienes se movían o se asomaran al México político; el cual, a saber, se divide en dos: los buenos (los que están con AMLO -o sea los «simpáticos» y «populares»-) y los malos (los que no están con AMLO -o sea los «envidiosos», según Elenita-). Cualquier crítica o cuestionamiento a López Obrador, así fuera tibio y quedo, era catalogado como un complot de la reacción, de Carlos Salinas de Gortari, de las fuerzas oscuras de la ultraderecha, del Yunque, de un conservadurismo embozado. Cuando ahora son un poco «tolerantes», las críticas al lopezobradorismo se tachan de «sectarias», «marginales», «ultras», «infantiles».
Con un empecinamiento digno de mejor causa, este sector fue construyendo un pensamiento sectario, intolerante, déspota y ruin. Y lo hizo con tal eficacia que este pensamiento es el que guió a «los espejos» intelectuales de López Obrador en la campaña electoral, después en el movimiento de resistencia al fraude y, ahora, en la CND de AMLO.
Cuando el periódico mexicano La Jornada, cabeceó una de sus ediciones de agosto del 2005 (en ocasión de la primera reunión preparatoria de La Otra): «o están con nosotros o están en contra de nosotros» (algo así), se equivocó y no. La frase no fue dicha por Marcos. Pero fue y es dicha desde entonces por el lopezobradorismo ilustrado.
Este pensamiento (que empezó a consolidarse al pasar por alto el apoyo del PRD a la contrarreforma indígena) alentaría el cerrar ojos y oídos cuando los perredistas de Zinacantán, en Los Altos de Chiapas, atacaron a bases de apoyo zapatistas; y permitiría que los asesinatos de la defensora de los derechos humanos, Digna Ochoa y Plácido, así como el del joven estudiante Pável González, fueran manejados por el gobierno perredista del DF con una ruindad que luego se convertiría en rutina. En los casos de Digna y Pável, frente al crimen agregado de humillar la muerte de luchador@s sociales, voces honestas guardaron silencio… «para no hacerle el juego a la derecha». El lopezobradorismo ilustrado tuvo entonces su primer triunfo, ilegítimo como todos los que ha obtenido hasta ahora.
Si los simpatizantes, militantes y directivos del PRD, este sector de intelectuales y el mismo AMLO, guardaron entonces silencio, era de esperar que nada dijeran cuando los asesinos de militantes perredistas ocuparan candidaturas bajo la bandera amarillo y negra.
Así fue.
Cuando alguien calla ante algo así, calla ante lo que sea. El fantasma del «innombrable», Carlos Salinas de Gortari, acechaba por todas partes y todo se valía para enfrentarlo. Todo, hasta reciclar a los salinistas discontinuados… en el PRD y en el círculo cercano a López Obrador.
Con esa modalidad autóctona del «pensamiento único», vino un nuevo sistema de evaluación, una nueva balanza para medir: una misma cosa tenía una valoración diferente dependiendo quién la hiciera o propusiera. Si la hacía o proponía AMLO o un@ de sus simpatizantes, entonces el acto o proyecto adquiría todas las virtudes imaginables; pero si era alguien que criticara a López Obrador, entonces era un proyecto de las «fuerzas oscuras» de la ultraderecha.
Cuando señalamos (en «La Imposible Geometría del Poder») que el proyecto de AMLO era salinista, l@s intelectuales pusieron el grito en el cielo (todavía están allá arriba, histéric@s), pero cuando el encargado del plan económico lopezobradorista (el señor Ramírez de la O, asesor de política económica -y, para algunos, el que sería el secretario de Hacienda si AMLO llegaba a la presidencia-) declaró, unos días antes de las elecciones, que su propuesta era el «liberalismo social», similar al de Carlos Salinas de Gortari, es@s intelectuales voltearon para otro lado.
A todo esto, la derecha realmente existente seguía tan campante. Algunos de sus pensamientos y propuestas estaban ya en el entorno perredista: el «malvado» (y malogrado) Plan Puebla Panamá de Vicente Fox encontraría su «purificación» en el Proyecto Transítsmico de AMLO; la aprobación de la llamada «ley Televisa» por la bancada perredista en la cámara baja fue otro «error táctico»; las leyes menores y reglamentos, aprobadas también por ese partido, que le dieron legalidad al despojo de tierras indias no eran «tan graves»; la relación promiscua entre López Obrador y el empresario Carlos Slim era «política de altura»; la privatización del Centro Histórico de la Ciudad de México era «modernidad»; la colosal inversión en un segundo piso del periférico que comunica con una de las zonas más ricas del DF, al mismo tiempo que bajaba la inversión en transporte público, era un ejemplo de «buen gobierno» (y no una omisión en aquello de «primero los pobres»); el golpeteo al movimiento urbano popular era «poner orden»… y el caudillismo que se gestaba y cultivaba era… «el surgimiento de un nuevo liderazgo».
Sin ningún indicio siquiera de que lo fuera, se decretó que López Obrador era de izquierda porque… porque… bueno, porque él lo dijo (bueno, a veces, a veces no, depende de a quién se lo dijera).
En el calendario se llegó al 3 y 4 de mayo, y la muerte y el dolor llegaron a San Salvador Atenco y Texcoco, en el Estado de México. Las encuestas dijeron que había que apoyar la represión o quedarse callados. Fecal dijo que bien, que magnífico, que eso era lo que había qué hacer. Igual un Madrazo cada vez más débil. Por el lado de la «izquierda», la bancada perredista en el congreso mexiquense aplaudió la actuación de la policía y apoyó a Peña Nieto. Por su parte, López Obrador… guardó silencio. Atenco sería útil si servía para influir en las elecciones, pero las «mediciones» en los medios señalaron que no. El lopezobradorismo ilustrado se quejó levemente, sin convicción alguna, y a lo que sigue.
Se olvidó también que, durante todo el trayecto de su candidatura, AMLO se esforzó por ser agradable al sector empresarial. Si se revisan los discursos y declaraciones de su precampaña y campaña electoral, no tienen nada que ver con los que ha emitido después del 2 de julio. Una y otra vez les insistía a los políticos: «no va a haber venganza«. Y al sector empresarial le decía, textualmente: «no me tengan miedo«. Es decir: «no voy a afectar sus propiedades, ni sus niveles de ganancia, ni los usos y costumbres de la clase política».
Para no ver eso, se necesitaba una miopía muy grave. Pero para verlo y luego quedarse callado, se necesitaba un cinismo que no dejará de asombrarnos.
Tiempo después, ya en la movilización contra el fraude, López Obrador dijo, en el Zócalo de la Ciudad de México, que con el triunfo de Juan Sabines en Chiapas se había detenido ¡el avance de la derecha! Que AMLO promoviera la balanza ésa que «purifica» (y hace de izquierda) a quienes lo apoyan, vaya y pase, después de todo él la creó. Pero que el lopezobradorismo ilustrado aplaudiera entusiasmado una estupidez de esa envergadura, era incomprensible… o una muestra palpable del grado de cretinismo alcanzado. El «detener el avance de la derecha en Chiapas» había significado reciclar al Croquetas Albores y al finquero autor de aquella famosa frase de «en Chiapas vale más un pollo que un indio» (Constantino Kanter). Quien se traga eso, se traga todo. Y si algo abunda en el lopezbradorismo ilustrado, son las ruedas de molino de ese tamaño.
En este «sano» ambiente de discusión y «alto» nivel de análisis, se llegó al primer día de julio con el lopezbradorismo ilustrado enarbolando no un programa progresista de participación ciudadana (es decir, pelearle a los partidos el terreno del quehacer político), o una propuesta novedosa en el arte, la cultura y las ciencias, sino una consigna llena de soberbia y altanería: «sonríe, vamos a ganar«. No, no llamaron a detener a la derecha (claro, ahora van a decir que sí lo hicieron). Llamaron a prepararse a celebrar el triunfo (eso sí, con mesura y madurez).
¡Ah! Iba a ser todo tan fácil, tan sin movilizaciones, tan sin represión, tan sin choques, tan sin confrontaciones políticas e ideológicas, tan sin debate, tan sin pugnas internas, tan en paz, tan en calma, tan estable, tan equilibrado, tan sin radicalismo, tan sin fuga de capitales, tan sin caída en la Bolsa de Valores, tan sin presiones internacionales, tan sin que nadie se diera cuenta, tan sin lucha de clases, tan- tan.
¿La represión? Bueno, para padecerla estaba La Otra Campaña, Atenco, l@s, es@s sí, «nac@s» y «vulgares». Y nada de bloqueos de calles principales, así fuera por la legítima demanda de la libertad y la justicia para l@s pres@s de Atenco. Cuando La Otra bloqueó calles en solidaridad con nuestr@s compañer@s, la policía del DF arremetió para «garantizar el libre tránsito». Decenas de jóven@s, estudiantes de la ENAH y del CCH Sur en su mayoría, fueron golpeados y gaseados en el periférico sur, y fueron perseguidos hasta dentro mismo de las instalaciones de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
El lopezobradorismo ilustrado dijo que bien, que bravo, que la calle, que los autos, que el bando número 13 (expedido por AMLO cuando fue jefe de gobierno), que la libre circulación, que los «ultras», que el orden, que la estabilidad. Después de todo, eran sólo un@s chamac@s (y probablemente no votarían o ni siquiera tenían credencial de elector). O sea que, como dirían Alaska y Thalía, «a quién le importa».
Tiempo después, la movilización en contra del fraude bloqueó, haciendo uso del legítimo derecho a la libre expresión, la avenida Reforma (creo que así se llama). Cuando los empresarios y la «gente bien» protestaron (pese a los apoyos fiscales) y pidieron la cabeza del jefe de gobierno del DF, Elenita Poniatowska entrevistó al asediado Alejandro Encinas. Él declaró que debía respetar y proteger la libertad de manifestación.
Tal vez conmovida por los sufrimientos de Encinas, Elenita «olvidó» preguntarle por qué las libertades valían y eran respetadas cuando se trataba de los simpatizantes de AMLO y no cuando se trataba de La Otra, o del movimiento de rechazados de educación superior, o de los movimientos que recurren a esas acciones para hacerse ver y escuchar. En el «olvido» de entrevistado y entrevistadora se escuchó claramente: «hay una ley para un@s (l@s que están conmigo) y otra para l@s otr@s (quienes no me apoyan-siguen-obedecen)».
Pero la noche del 1 de julio, el lopezbradorismo ilustrado soñó que, con sólo acudir a una urna, el país cambiaría. Y ell@s soportarían con modestia, faltaba más, las muestras de agradecimiento del pobrerío («mira mija, ahí va el doctor, él le dio clases al señor presidente y a su hijo; y allá van ésos que vimos en el templete, salúdalos porque son los que dirigieron nuestra liberación«), de los indios (de l@s zapatistas no, porque es sabido que son un@s desagradecid@s), de los obreros, de los campesinos, de las mujeres, de l@s jóven@s, de l@s ancian@s, de México pues. Y en el extranjero habría conferencias y mesas redondas. Y el lopezobradorismo ilustrado, eso sí, con modestia y mesura, contaría lo que hizo por México… manque sólo hayan estado arriba del estrado.
Pero llegó el 2 de julio y, con él, la Gordillo. Y con ella,… el fraude.
3.- La movilización contra el fraude.- Pero, después del desconcierto inicial y de que ya estaba listo el cadalso para aniquilar a Marcos, al EZLN, a La Otra Campaña, y a quienes se resistían a ser «purificados», est@s intelectuales se dieron cuenta de que pasó lo que pasó. AMLO demostró, una vez más, que es más intuitivo e inteligente que el lopezobradorismo ilustrado. Supo medir bien que una movilización en contra del fraude dependía de lo que él dijera e hiciera,… y dijo e hizo. Se levantó entonces una movilización popular, auténtica, legítima y justa: la movilización contra el fraude y, por consiguiente, contra la imposición de Felipe Calderón.
Se ha dicho que la movilización no fue ni es lo que se dice. Se habla de acarreos, de la descarada e impertinente intromisión del gobierno del DF y de la estructura del PRD, de que no eran ni son tantos como dicen que son. Puede ser. Lo que no tiene duda, al menos para nosotr@s l@s zapatistas, es que había y hay ahí, en esa movilización, personas honestas que estuvieron y están ahí por convicción y principios. Ellas merecen y tienen nuestro respeto, pero su camino lleva a un lado al que nosotr@s no queremos ir.
No compartimos con ell@s ni el camino ni el destino.
Y nuestra forma de respetarl@s es no meternos en su movilización, ni para disputarle a AMLO el liderazgo indiscutible que ahí tiene, ni para sabotear, ni por oportunismo, ni para «desengañar» a las masas (que son algunos de los argumentos y razones de organizaciones y grupos para estar ahí, aunque no están de acuerdo en la conducción de la movilización).
Las personas honestas que hay ahí, lo sabemos, piensan que es posible que la movilización se convierta en movimiento (con la CND), y que no dependa de un líder y de la estructura de control que se impuso a l@s convencionistas. Puede ser. Nosotr@s pensamos que no, y además pensamos que no sería ético «montarnos» o «aprovecharnos» de una movilización por la que no hemos hecho nada, como no sea mantener un escepticismo crítico.
Ahora bien, sobre la movilización contra el fraude y el intento de convertirlo en movimiento con la CND, decimos lo siguiente:
1.- La «conciencia» de AMLO respecto a la ilegitimidad de las instituciones aparece porque se desconoció su triunfo con un fraude. Otra cosa sería si se hubiera reconocido que ganó la presidencia.
2.- La Convención Nacional Democrática no estaba en el pensamiento lopezobradorista al arranque de su movilización. Si así hubiera sido, el plantón se hubiera aprovechado para analizar, discutir y debatir las diferentes propuestas que luego se votaron por aclamación el 16 de septiembre del 2006. La CND fue y es una forma de darle salida al plantón, y una forma legítima de empezar a construir un movimiento para llegar a la presidencia en el 2012… o antes, si se consigue la caída de Fecal.
3.- En la CND se impuso una dirección que, más que conducir el movimiento, se propone controlarlo. No hay ahí el mínimo germen de participación democrática en las discusiones y en la toma de decisiones, mucho menos de autoorganización. Esa dirección tiene sus propios intereses y compromisos (aunque la CND acordó el boicot a algunas empresas y productos, algunos de sus dirigentes declararon que no lo cumplirían -véase lo que Federico Arreola escribió en Milenio Diario, al día siguiente de la CND-).
4.- El movimiento en formación del lopezobradorismo no apunta a una crisis de las instituciones (las que fraguaron y perpetraron el fraude). Si así fuera, se hubiera decidido que ninguno aceptara los cargos que obtuvo en las elecciones, lo que sí hubiera provocado una ruptura difícil de manejar. La CND no apunta hacia su autonomía e independencia. Por el contrario, sigue sujeta a la vieja clase política (hoy convertida a la «izquierda»).
5.- La mayoría, no tod@s, de quienes están en la dirección de la CND brillan por su corrupción, oportunismo y tendencia a la transa.
Si, por un lado, se mandan «al diablo» las instituciones fraudulentas, por el otro se participa (dineros incluidos) en ellas. Las negociaciones están a la orden del día y faltan por venir algunas importantes: el presupuesto federal y el de la Ciudad de México.
6.- El lopezobradorismo ilustrado está dirigiendo sus ataques ahora hacia sí mismo, hacia quienes sí apoyaron a AMLO pero ahora lo critican. Las descalificaciones internas y purgas irán creciendo.
7.- La movilización tuvo y tiene destellos y brillos indudables: por ejemplo, la creatividad e ingenio en las acciones de denuncia contra algunas de las empresas cómplices del fraude (bancos, Wall Mart, etcétera); la participación convencida de gente de abajo; la justa y legítima rabia en contra de la prepotencia del PAN y del gobierno de Fox, así como contra el insultante desprecio que algunos medios de comunicación electrónica (Televisa, TV Azteca y las grandes cadenas radiales) dispensan a quienes participaron y participan en la movilización.
4.- Abajo… Y, mientras tanto, en el México de abajo…
La gente honesta.- Abajo se encuentra la mayor parte de los que se movilizaron en contra del fraude electoral. Los que querían que AMLO fuera presidente porque ellos votaron por él y ganaron. Los que defienden el derecho a elegir democráticamente al gobierno. Los que no querían que se repitiera otro 1988. Los que tenían, y tienen, una sana desconfianza de los aparatos partidarios de la Coalición. Los que retan al poder existente y quieren que cambie el sistema neoliberal que ha estado rompiendo el tejido social y hundiendo al país.
Oaxaca.- El abajo también irrumpió en Oaxaca y tomó forma y camino con la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). La capacidad de veto de ese movimiento ha sido digna de tomarse en cuenta. No importa si los que ahí participan, votaron o no (o si lo hicieron por la Coalición o cualquier otra fuerza partidaria). Eso no es lo trascendental, sino que tienen una confianza en sus fuerzas que va más allá de sus dirigentes y de las coyunturas. Esa confianza les ha permitido, hasta ahora, decidir por sí mismos sus tácticas sin ceder a las presiones externas y a los consejos de las «buenas conciencias». Como EZLN apoyamos este movimiento y tratamos de ver y aprender a través de l@s compañer@s de La Otra que ahí luchan. Nuestro apoyo no va más allá por dos razones: una es que es un movimiento de por sí complejo, un apoyo más directo podría provocar «ruido», confusión y recelos; la otra es que varias veces el movimiento del pueblo oaxaqueño ha sido acusado de tener ligas con grupos armados, nuestra presencia directa haría crecer la campaña mediática que ya tienen en contra.
L@s [email protected] Y fuera de los dimes y diretes de la política de arriba, otra rebeldía se ha venido construyendo en lo más profundo de la sociedad: en los pueblos indios, entre los jóvenes maltratados por el poder (incluido el del PRD), entre los trabajadores de las maquilas, en l@s trabajador@s sexuales, entre las mujeres insumisas que viven con la angustia de que sus maridos emigraron hacia el norte, en las organizaciones políticas de izquierda que están convencidas que existe algo más allá del capital y de la democracia representativa, entre tod@s es@s que componen La Otra Campaña, que en todo el país existen, y que se están organizando e inventando otra forma de hacer política y de relacionarse con sus iguales-diferentes.
La Otra Campaña no es lo que ha salido en los medios de comunicación, tampoco lo que algunos de sus participantes dicen de ella, bueno ni siquiera lo que la Comisión Sexta del EZLN ha comentado de su andar. Es mucho más que todo eso. Es un torrente que sigue abajo, que todavía no se expresa del todo, que existe y se reproduce en el sótano de México.
Pero también abajo, existen millones, la mayoría, que no votaron. Que no creen en las elecciones (muchos de ellos, como nosotr@s l@s zapatistas, nunca han votado por convicción). Los que forman parte del México despreciado y humillado (y ahora el lopezobradorismo ilustrado los quiere despreciar y humillar más, achacándoles una supuesta derrota). Muchos de ellos son parte del México de los pueblos indios, que hace solamente unos años eran elogiados por su voluntad de lucha y resistencia.
Con éstos últimos, con l@s que no miran hacia arriba, estamos l@s zapatist@s. Y pensamos que es con ell@s que debe estar La Otra Campaña.
Porque algun@s de abajo, quienes estamos en La Otra, ya identificamos nuestro dolor y al enemigo que lo causa: el capitalismo.
Y sabemos ya dos cosas centrales: Una, que para librar esa lucha se requiere de la construcción de un movimiento social-político autónomo e independiente. Y la otra, que arriba no hay solución de fondo ni para los problemas económicos y sociales que aquejan al pueblo de México, ni tampoco frente al secuestro que la clase política ha ejercido en contra de la participación y organización del pueblo.
Nosotr@s, l@s zapatistas del EZLN, desde hace un año optamos por impulsar un movimiento nacional anticapitalista, y de abajo a la izquierda, que pasara por encima de la coyuntura electoral -en el que se podía estar independientemente de lo que cada quien decidiera sobre las elecciones-. Ahora hemos visto y aprendido muchas cosas. De los de arriba, de La Otra, de nosotr@s mism@s.
Pensamos que, se esté de acuerdo o no en la legitimidad o popularidad del movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador, ése no es el camino de La Otra, y, sobre todo, no tiene el mismo destino de quienes somos compañer@s en La Otra.
Nosotras, nosotros, La Otra, no buscamos quién nos dirija, ni a quién dirigir. Y no buscamos conseguir de arriba lo que se construye desde abajo.
Y es a ustedes, a nuestras compañeras y compañeros de La Otra, que les queremos hacer una propuesta…
(Continuará…)
Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Comisión Sexta.
Subcomandante Insurgente Marcos.México, Septiembre del 2006
Las tres primeras partes de este documento pueden verse en: L@s zapatistas y la Otra: los peatones de la historia