El VII Foro Social Mundial cerró su tercer día de actividades, el 23 de enero, en el estadio de Kasarani, en las afueras de Nairobi, Kenia, donde se reúnen cerca de 50.000 participantes. El ambiente del recinto vibra con las festivas manifestaciones -africanas e internacionales-, que marchan en círculo alrededor del estadio, al ritmo de […]
El VII Foro Social Mundial cerró su tercer día de actividades, el 23 de enero, en el estadio de Kasarani, en las afueras de Nairobi, Kenia, donde se reúnen cerca de 50.000 participantes. El ambiente del recinto vibra con las festivas manifestaciones -africanas e internacionales-, que marchan en círculo alrededor del estadio, al ritmo de música, bailes y consignas.
Es temprano aún para poder hacer un balance, pero los intercambios de impresiones permiten dibujar un esbozo de algunas de las facetas más destacadas del Foro. Entre los principales aciertos de esta séptima edición, se destaca la presencia africana, en números mucho mayores que en anteriores foros, y la evidente expectativa de las organizaciones africanas presentes de poder socializar sus luchas, a la vez que fortalecer lazos y conocer las de otros continentes. Tan es así que el hecho de que organizaciones populares del país sede hayan luchado por entrar sin pagar, evidencia que el FSM ha logrado generar expectativa y esperanzas.
Aun así, muchos/as participantes lamentan que la presencia de organizaciones kenianas haya sido menos numerosa de lo que hubiesen esperado. Para Geraldo Fontes del Movimiento Sin Tierra de Brasil, el costo de entrada no ha sido el único factor: hubiese sido necesario un mayor trabajo de movilización y preparación previa con las organizaciones del país, señala.
Por otra parte, llama la atención la fuerte presencia de las iglesias africanas (católica y protestantes), que han movilizado grandes delegaciones (especialmente de jóvenes, -grupos que predominan en el campamento de la juventud-), muchas de ellas con su propia agenda de temas y actividades, pero con poca participación e intercambio en otros espacios.
En determinados momentos, los encuentros se han dado en términos más confrontacionales, incluso entre africanos/as, como ciertas expresiones de homofobia o anti-aborto, frente a eventos en torno a los derechos sexuales. Para Phumi Mtetwa, del Diálogo Sur-Sur LGBT, ello no es necesariamente negativo, pues obliga al debate y la reflexión sobre las respectivas interpretaciones de la propia cultura.
De hecho, en numerosos eventos, se nota que el intercambio esperado con África no se produce, con excepción, entre otros, de los espacios de movimientos mundiales, como la Vía Campesina o la Marcha Mundial de Mujeres, que han movilizado sus bases principalmente desde el continente, con un temario centrado en la realidad africana.
«Tal vez puede ser que el formato foro es una idea muy occidentalizada -en el sentido europeo-latinoamericano-, que no va con la cultura política y social de África», reconoció Gonzalo Berrón de la Alianza Social Continental. No obstante, Berrón saluda el hecho que el Foro esté permitiendo fortalecer alianzas Sur-Sur en torno a temas concretos, como la lucha contra el libre comercio y la Organización Mundial del Comercio, las transnacionales y la militarización.
La carpa del Foro Social Américas ha sido otro espacio que ha suscitado intercambios positivos, muchos de ellos espontáneamente con quienes la visitan. Se registra el especial interés desde los otros continentes del Sur por conocer más sobre el proceso de cambios políticos en la región y sus perspectivas.
Al igual que en los últimos foros muy grandes, se han generado frustraciones por los errores de programación, eventos cancelados o cambiados sin aviso, o que se realizan en condiciones difíciles por el ruido circundante. Por lo general se lo acepta con paciencia, sabiendo que el Foro se realiza en precarias condiciones económicas. No obstante, lo que sí ha generado protestas es el alto costo de las entradas y las comidas, inaccesible para la población pobre de Kenya. El precio de entrada de 500 shillings para los kenianos -más de US$7, equivalente a un salario mínimo semanal-, ha desatado cada día protestas e incluso ingresos masivas sin pagar, desde los barrios pobres de la ciudad, que cuentan con la simpatía de los demás participantes. Lo mismo ocurre con las comidas, que a 300 shillings están fuera del alcance de muchas personas. A estas críticas se suman la terciarización de la mayoría de los servicios a empresas comerciales, sin tener en cuenta el comercio justo, o imponiendo un precio de piso fuera del alcance de los pequeños vendedores.
Muchas personas consideran que tales políticas, adoptadas por el comité organizador local, -no obstante disidencias internas-, apuntan a la conveniencia de definir criterios más claros para que la realización de los foros sea consecuente con los principios de participación popular, manejo ecológico y economía solidaria, que son parte de la propuestas identificadas con este proceso; sin, por supuesto, que implique una carga financiera insoportable para quienes lo organizan.