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Rusia

A Febrero, inevitablemente le sigue Octubre

Fuentes: Pravda

Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín

Los liberales rusos, que siguen marcando el tono en la política del país y en los medios de comunicación, aprovecharon el 90 aniversario de la Revolución de Febrero como excusa para ensalzar nuevamente los «valores democráticos», menospreciar el significado de Octubre, y denigrar el sistema soviético. Durante esta ruidosa campaña se han sucedido numerosas «mesas redondas» y tertulias, han aparecido películas y artículos con la orientación requerida.

De nuevo, toda una rabiosa jauría de canes de diferente calibre se ha dedicado a ladrar sobre nuestro pasado soviético. Y ahora ha entrado en combate la artillería pesada desde las páginas del diario oficial «Rossiiskaya Gazeta»: apareció un artículo del mismísimo «Señor de las mentes» de toda esa masa de antisoviéticos, del antiguo ermitaño de Vermont y actualmente de Troitsky (en las afueras de Moscú, Alexander Solzhenitsyn, con sus «Reflexiones sobre la Revolución de Febrero».

Cierto que este pilar del antisovietismo ruso, no se complicó la vida escribiendo una nueva obra, sino que se limitó a entregar en la imprenta un artículo escrito a principios de los años 80, compuesto por breves conclusiones extraídas de su relato histórico (extenso y tedioso), «La rueda roja», al que sólo ha añadido unas cuantas líneas.

En ese añadido, se dice que: «fue precisamente Febrero el que cambió trágicamente, no solo el destino de Rusia, sino la marcha de toda la historia universal» y que «una parte de estas conclusiones es aplicable a nuestro alarmante desbarajuste actual.»

«Rossiiskaya Gazeta», donde trabajan, muchos de los que en su día sacaron a la luz, el artículo de Solzhenitsyn,-que tanto escandalizó (y perjudicó)- «Cómo arreglar Rusia», se apresuró a anunciar, que en «Las reflexiones…» «del gran anacoreta» había muchos mensajes muy importantes y útiles para el gobierno.

«Reflexiones….» Se editaron con una tirada de medio millón de ejemplares y van dirigidas al gran público.

Pienso que la apuesta de los editores por esta obra de Solzhenitsyn, llamada a tener una amplia resonancia social, no se justifica. «El gran anacoreta» sólo demuestra, que se ha enredado en sus propias elucubraciones, y que sus arreglos y alteraciones de los hechos históricos, solo manifiestan su impotencia para analizar correctamente el curso de los acontecimientos.

Por un lado, Solzhenitsyn asegura que no hubo propiamente ninguna revolución en febrero. Simplemente, las mujeres de Petrogrado, alarmadas por los rumores de posible desabastecimiento y escasez de pan, salieron a la calle para protestar, y fueron respaldadas por los soldados. «Hubiera bastado con que Nicolás II hubiese enviado para pacificar la capital algunos regimientos de artillería, y el orden hubiera sido restablecido».

A Solzhenitsyn, le hubiera gustado mucho que la monarquía se hubiese mantenido. «Pero, por otra parte, el zar no pudo dar esa orden (le sigue una soporífera explicación de porqué no pudo). Todo en Rusia se estaba pudriendo: la nobleza se había convertido en una clase parasitaria, la intelectualidad se encontraba en oposición al gobierno, el campesinado estaba oprimido y humillado, la iglesia se había convertido en rueda dentada del mecanismo estatal».

Resulta pues, que no hubo revolución, sino que la primera intervención de las masas derrocó a una monarquía de trescientos años.

Para Solzhenitsyn, Febrero solo supuso el comienzo de una revolución, que no terminó en Octubre, sino sólo a principios de los años 30, con el «exterminio del campesinado en 1930-32, y el resacudimiento de todo el modo de vida en el primer plan quinquenal» (hay que acostumbrase a los neologismos, que aparecen en Solzhenitsyn prácticamente en cada frase). «El proceso de oscurecimiento de la conciencia nacional ante el rostro del «progreso» general, que transcurrió en Occidente de un modo gradual, durante siglos, en Rusia se dio de modo brusco, y su «desenlace» -a escala mundial»-todavía está por venir».

Solzhenitsyn no ve que Rusia dentro de la URSS, tras la revolución, ascendió en su desarrollo a unos niveles nunca antes vistos en el pasado y enriqueció la cultura de la humanidad con logros de significado histórico mundial. Por si sola, esa mera idea, le parecería a Solzhenitsyn sacrílega.

El ve, tanto en el mundo, como en Rusia, una regresión, una decadencia moral. Por eso Febrero de 1917 le parece el prólogo de la catástrofe que ocurrió más tarde y que continúa en nuestros días.

A fin de cuentas, su ideal se encuentra en la Rusia prerrevolucionaria, aunque las abominaciones de aquella época, ya fueran denunciadas por Tolstoi, Chejov y Bunin…

A la luz de este artículo de Solzhenitsyn, no estaría de más echar un vistazo al programa televisivo, emitido con anterioridad, «Juzguen ustedes«, dedicado a Febrero de 1917. Ya se ha escrito sobre él, pero hay momentos muy importantes que no se han tocado y los principales ases de la manga de los enemigos del sistema soviético, no han sido rebatidos.

La opinión de una parte del auditorio, la más antisoviética, fue expresada por boca de uno de los principales ideólogos del «Gorbachovismo«, hoy tertuliano habitual, y juglar del patriotismo oficial, Alexander Tsipko. Según él, la Revolución de Febrero, fue un fenómeno progresista, que abrió ante Rusia la perspectiva de un desarrollo democrático. Qué maravilloso hubiera sido todo, si la revolución se hubiera detenido ahí. Pero hete aquí, que aparecieron los bolcheviques, se produjo la Revolución de Octubre, y comenzó una bacanal de sangre, en cuyo transcurso fueron exterminadas las principales clases y capas sociales, que servían de sostén de Rusia, -la nobleza, intelectuales, el clero, el cuerpo de oficiales, el campesinado…ningún logro de la época soviética puede justificar ese tremendo número de víctimas- millones de vidas arrastradas a la muerte.

Los liberales no pueden entender, que las revoluciones, a diferencia de los golpes palaciegos, no se hacen por encargo; lo que es perfectamente aplicable a la revolución de Febrero. Y cuando el régimen zarista cayó, prácticamente sin oponer resistencia, no hubo ninguna fuerza política que saliese en su defensa.

No defendieron al zar ni los mandos militares del frente, ni el sínodo, ni siquiera los miembros de la familia imperial. Significa, que el zarismo había agotado su etapa y no tenía ninguna posibilidad de conservación. Igual que el gobierno provisional burgués que lo sustituyó, que no supo dar la tierra a los campesinos, ni la paz al país. Se dedicó a continuar con la misma política del zarismo, que el pueblo había rechazado, y su derrocamiento en un futuro cercano era igual de inevitable.

Cuando se produce una revolución, que luego deriva en guerra civil, los culpables por las víctimas, siempre son las clases dominantes del viejo régimen. Son ellos los que no supieron captar las necesidades crecientes de la sociedad, los que permanecieron sordos a las exigencias del pueblo, los que no se rebajaron antes las pretensiones de los «apestados», a los que no consideraban gente. Cuando el pueblo se levantó para apartar del poder a la caduca camarilla gobernante, los «señores» recurrieron a la fuerza para preservar sus privilegios. El pueblo respondió a la fuerza, con la fuerza.

¿Pero por qué los liberales tanto insisten hoy en enaltecer Febrero y afrentar octubre? Porque sienten que el nuevo Octubre está a las puertas, y tienen que alargar lo más posible la hora del inevitable desquite.

De poco les servirán sus fatigas, a Febrero inevitablemente le sigue Octubre, y nadie puede suprimir esta ley de la naturaleza y de la historia.

Mijail Antonov es miembro de la Unión de escritores de Rusia.

Enlace a original (columna derecha) http://www.gazeta-pravda.ru/7.JPG