Qué significa eso de los cuidados? Los cuidados no se pueden limitar a una única expresión, al trabajo doméstico, al cuidado de personas o de los hij@s (ver DIAGONAL nº 1). Los cuidados son todo eso, pero son mucho más, son algo sin lo que la propia vida no funciona. Representan un conjunto de tareas […]
Qué significa eso de los cuidados? Los cuidados no se pueden limitar a una única expresión, al trabajo doméstico, al cuidado de personas o de los hij@s (ver DIAGONAL nº 1). Los cuidados son todo eso, pero son mucho más, son algo sin lo que la propia vida no funciona. Representan un conjunto de tareas cuyo objetivo es proporcionar bienestar físico y emocional a terceros (pareja, hij@s, padres y madres, amig@s…) además de la atención a una misma.
Satisfacer estas necesidades requiere un trabajo que no sólo incluye tareas materiales (como hacer la comida, la colada, limpiar), sino también un componente inmaterial difícilmente cuantificable que tiene que ver con los afectos que median en estas relaciones y que se dan en la vida cotidiana. Son la comunicación, la producción de socialidad, la capacidad de afecto y la empatía. Esta complejidad propia de los cuidados hace que sea un trabajo imposible de medir en su valor, de reducir a un horario y de encasillar en unas tareas fijas: «aquí empieza y aquí acaba». El trabajo de cuidados es imprescindible para el mantenimiento de la vida, pero está invisibilizado e infravalorado en nuestra sociedad.
Todas y todos los necesitamos, pero en nuestra sociedad se ha construido la idea de que hay que tender a ser autosuficientes a costa de todo, independientes de los demás y que es ahí, en esa autonomía individual, en consonancia con el capitalismo, donde reside el ideal perfecto de una vida, algo que sin embargo es imposible de alcanzar.
¿Quiénes y cómo se cuida?
¿Cómo se cuida? ¿Quién cuida en nuestra sociedad? Cuestiones abiertas agrupadas en torno a una propuesta provocadora y urgente: la reorganización social del cuidado.
El 85% de las personas que cuidan somos mujeres. ¿Por qué esta diferencia? ¿Por qué se sigue presuponiendo que somos nosotras las que nos haremos cargo de los cuidados? La Ley de Dependencia habla de «ayudar» a cuidar, pero no cuestiona la actual organización social de los cuidados, sostenida por la división sexual del trabajo y por la perpetuación de los roles de género. Esto hace que las mujeres trabajemos dentro y fuera del hogar. Es imposible que conciliemos la vida familiar y la laboral si tenemos que seguir haciéndonos cargo de los cuidados y si además nuestros trabajos son precarios, sin condiciones ni derechos que permitan desarrollar y garanticen el cuidado en nuestras vidas.
Hay dos preguntas para abrir en nuestra sociedad: a modo de visibilidad, ¿qué pasaría en un sólo día si las mujeres hiciesen efectiva la famosa ‘Huelga de Cuidados’? A modo de práctica, ¿cómo podríamos reorganizar la sociedad para que haya una distribución más justa e igualitaria de los cuidados donde el peso de este trabajo no recaiga nunca más sobre las mujeres?
Algunas hablan de ‘derechos de ciudadanía’ como forma de comenzar a pensar y construir una sociedad que ponga el cuidado en el centro, que se organice en función de estas necesidades vitales. Las mujeres somos expertas cuidadoras y, como tales, tenemos mucho que decir: nuestros saberes y nuestras reivindicaciones son imprescindibles, al igual que los de las personas con diversidad funcional. Desde el movimiento feminista se están construyendo estas voces, prácticas y discursos que ponen en primer plano la necesidad de pensar con y sobre esos nuevos derechos de la sociedad del cuidado, los ‘derechos de cuidadanía’ que proponen desplazar la lógica del beneficio de nuestras sociedad capitalista hacia una lógica del cuidado y del bienestar de todas las personas.