El obispo de Battambang (Camboya), el jesuita español monseñor Kike Figaredo, ha denunciado que en España se producen y se comercializan bombas de racimo pese a suscribir la Declaración de Oslo. Según ha recordado el prelado se estima que en Camboya quedan entre 5 y 12 millones de artefactos sin explotar (UXOs) en el terreno. […]
El obispo de Battambang (Camboya), el jesuita español monseñor Kike Figaredo, ha denunciado que en España se producen y se comercializan bombas de racimo pese a suscribir la Declaración de Oslo. Según ha recordado el prelado se estima que en Camboya quedan entre 5 y 12 millones de artefactos sin explotar (UXOs) en el terreno.
Monseñor Figaredo, que visitará España los próximos 10 y 11 de junio, ha calificado de «incorehente» y «ambigua» la actitud de España y ha recordado que la falta de transparencia de este comercio hace «prácticamente imposible» saber quiénes son los receptores de estas armas.
Asimismo, ha destacado que, según datos de la Coalición contra el uso de las Municiones de Racimo (CMC), varias empresas españolas están asociadas en España en la producción de bombas antipista BME-330 y granadas de mortero MAT-120. Además, según un reciente informe de Greenpeace, España importa bombas de racimo modelo CBU-100/B Rockeye de los Estados Unidos.
El prelado ha afirmado que el Gobierno español «cree conveniente su producción para mantener la operatividad de las Fuerzas Armadas», lo que, a su juicio, «resulta incongruente con su participación en las iniciativas internacionales en contra de la proliferación de armas», como la Declaración de Oslo, que suscribió el pasado 23 de febrero junto a otros 45 países. En dicho acuerdo los países se comprometían a culminar en 2008 un proceso para la consecución de un tratado que prohíba las bombas de racimo o fragmentación.
Una ley española
Tambien ha considerado «ambiguo» que, por un lado el Parlamento español haya debatido recientemente el Proyecto de Ley sobre el Control del Comercio Exterior de Material de Defensa y de Doble Uso -aprobado en Consejo de Ministros el pasado 29 de diciembre- que pretende aumentar los controles en la comercialización de todo tipo de armas y, por otro lado, no se produzca un debate sobre las bombas de racimo con el objetivo de legislar en contra de este tipo de armas.
El obispo, conocedor de la realidad de los refugiados del sureste asiático, ha asegurado que las bombas de racimo, lanzadas desde el aire son capaces de dispersar cientos de pequeñas submuniciones sobre un área, lo que hace imposible controlar de forma precisa su lugar de caída. Además, entre el 5% y el 40% de las municiones no explotan al caer, convirtiéndose así en minas antipersona «de facto».
Sólo durante la Guerra de Vietnam se arrojaron 87.000 bombas de racimo sobre territorio camboyano. Asumiendo que en cada una de ellas hay alrededor de 100 submuniciones y que entre un 5% y un 40% de ellas quedan sin explotar, se puede afirmar que tras esa guerra quedaron entre 435.000 y 3.480.000 unidades «dormidas» de esas submuniciones en el terreno, según datos procedentes de las bases de datos de las Fuerzas Armadas estadounidenses.