Hoy es 21 de noviembre del 2007. Así habrán escrito la fecha una gran cantidad de educadores y de estudiantes en sus respectivas pizarras o en sus cuadernos. Habrán iniciado su día con una oración como siempre. ¿Habría hoy que preguntarles por qué rezaron? Quizás más de uno o una lo hizo porque se lo […]
Hoy es 21 de noviembre del 2007. Así habrán escrito la fecha una gran cantidad de educadores y de estudiantes en sus respectivas pizarras o en sus cuadernos. Habrán iniciado su día con una oración como siempre. ¿Habría hoy que preguntarles por qué rezaron? Quizás más de uno o una lo hizo porque se lo exige el MEP o porque es la costumbre. ¿A cuántos de esos y esas niñas les habrán aclarado que por quien más deben rezar es por ellos y ellas?
Hoy, el reconocido por el Tribunal Supremo de Elecciones, presidente de la República de Costa Rica, triunfó por sobre toda la legalidad que nuestros antepasados nos heredaron y embargó el futuro de la niñez actual, y la que está por nacer, con una sonrisa y un brindis. Celebró la entrega de nuestra institucionalidad al imperio de las transnacionales y su demagogia cínica declarará que al fin nuestro país entrará a los países desarrollados. «¡Dios nos coja confesados!», había advertido Luis Alberto Monge.
¿Por qué lo de la oración? No sé, quizás, porque en las horas más difíciles los sabios y las sabias aconsejan siempre meditar, reflexionar y, para los creyentes, orar. Hay quienes dirán que por quien hay que rezar es por este señor para que «Dios» lo ilumine. ¿Estarán todos y todas las compatriotas dispuestas a hacerlo por él?
Días después del referendo, me contaron una anécdota. En un colegio de zona rural, los quintos años tuvieron un retiro espiritual. El sacerdote oficiaba el cierre del evento y fue pidiendo bendiciones para el Papa y los jóvenes contestaban: «Amén» y así sucesivamente. Llegó el turno de orar por el presidente. El sacerdote rogó por él y nadie contestó. El sacerdote extrañado volvió a hacerlo y nadie contestó. Abrió los ojos, observó a los feligreses, nadie sabe lo que vio, pero cerró los ojos y pasó a otro personaje. Una joven le declaró a su madre: «Encima quieren que recemos por él.» Hoy, 21 de noviembre, un taxista, como lo han hecho otros en diversas ocasiones, me declaró furioso que, aunque él es cristiano y le pide perdón a Dios por eso, no puede dejar de aborrecerlo.
Firma el TLC. Triunfa por encima del bienestar y las necesidades de las mayorías. Hoy, por una dialéctica maravillosa, cuando nos arrebatan el futuro, se hace más urgente conocer y recordar nuestro pasado y el de la humanidad. Recordar nos traerá luces para alumbrar este laberinto oscuro. ¿Quién habrá descifrado nuestro destino antes que nosotros?
«¿Pueden hacer algo las leyes
allí donde el único señor es el dinero?
¿a donde la pobreza es impotente para vencer?(…)
Pública mercancía es, pues, la justicia
y el mismo caballero que preside el tribunal
no hace sino aprobar las ventas.»
Un tipo llamado Petronio, quien a ciencia cierta no se sabe si existió, sintetizó así la Roma de los emperadores en el siglo I después de Cristo. La mercantilización de las relaciones humanas empezó hace mucho y el humanismo también. A los emperadores romanos se les recuerda por su cruel ferocidad, su codicia y obsesivo egocentrismo. A quienes los combatieron por sus valores y su capacidad para la dádiva.
La historia oficial puede ocultar la voz de los pueblos pero siempre queda para la Historia, con mayúscula y subrayado, la huella de éstos cuando rompen las cadenas. La lucha no ha terminado y la resistencia popular apenas inicia.
¡La creatividad, el amor por la justicia y el coraje del corazón del NO ni tienen precio ni son públicas mercancías!
Fuente: http://notlc.com/ARTICULOS