Hoy voy a contarles un cuento con moraleja y todo. Pero no se preocupen, que no es un cuento infantil. Este es un cuento para adultos con olfato capaz de percibir cierto olor a podrido, olor que viene del norte, como los frentes fríos… y las acostumbradas amenazas. Informes de prensa indican que el conflicto […]
Hoy voy a contarles un cuento con moraleja y todo. Pero no se preocupen, que no es un cuento infantil. Este es un cuento para adultos con olfato capaz de percibir cierto olor a podrido, olor que viene del norte, como los frentes fríos… y las acostumbradas amenazas.
Informes de prensa indican que el conflicto en que Estados Unidos ha involucrado a Argentina en el intento de indisponerla políticamente con Venezuela continúa en la cima de la atención en diversas instancias de la vida nacional en el país de la pampa.
No es para menos. Hace poco, fiscales norteamericanos hicieron estallar un escándalo. El llamado escándalo de la valija, o del maletín. Pero no de un maletín cualquiera, no, sino de uno con 800 mil dólares supuestamente destinados a la campaña electoral de la nueva presidenta argentina, Cristina Fernández, y portados por el ciudadano venezolano-estadounidense Guido Antonioni Wilson.
Antonioni Wilson llegó a Buenos Aires el 4 de agosto pasado, en un avión que trasladaba a funcionarios y empresarios venezolanos provenientes de Caracas. Un vocero del gabinete de la Fernández ha desmentido con fuerza que el hombre visitara la Casa Rosada, con los empresarios venezolanos, como afirmó la ex secretaria del funcionario argentino que alquiló el avión y permitió que subiera a bordo.
Según el vocero del gabinete, Antonioni no aparece en la lista de invitados a la sede gubernamental, aunque, eso sí, no se descarta su eventual presencia como acompañante de alguno.
Aquí se complica el asunto. Antonioni Wilson no fue detenido en el momento en que las autoridades se incautaron de la valija, y pudo irse tranquilamente hacia Miami, ciudad donde reside. Ahora la justicia argentina reclama su extradición, por contrabando y lavado de dinero. Pero los fiscales norteamericanos alegan que es testigo, en Estados Unidos, de una causa en la que denunció presiones de supuestos agentes del Gobierno venezolano para que ocultara que los fondos iban dirigidos a la campaña presidencial de Cristina Fernández.
Claro que nadie tiene una bola de cristal que determine quiénes entre los funcionarios argentinos podrían estar implicados en un asunto de esta índole. ¿Cómo negar así de pronto la posibilidad de que alguien cercano al poder no haya vendido su alma, propiciando la entrada de Antonioni y su posterior acusación?
Pero una cosa sí es evidente: la Casa Blanca tiene tal ojeriza, tal odio concentrado a Hugo Chávez, que ve en él al mismísimo Satanás. Quizás por eso el jefe de Gabinete de Argentina, Alberto Fernández, clasificaba el caso de formidable acción de la inteligencia norteamericana, mientras la Casa Rosada expresaba su malestar a la Casa Blanca, y el Congreso argentino emitía una declaración de repudio a la administración de George W. Bush.
Definitivamente, no hay que ser profeta para prever la enraizada intención de Washington de quebrar los inmejorables nexos venezolano-argentinos, nexos en su momento cimentados por el saliente presidente Néstor Kirchner, esposo de la presidenta actual.
Imagínense ustedes el pecado: Argentina y Venezuela, entre los siete países fundadores del Banco del Sur. Venezuela, pretendiendo el ingreso en el MERCOSUR. Más allá, el fantasma del ALBA, de Petrocaribe, recorriendo la zona. Nada, que la integración causa evidente reconcomio, picazón en un Washington que ha visto como se le frustra la famosa ALCA, la Asociación de Libre Comercio de las Américas, y se enfrasca como sustituto en los bilaterales tratados de Libre Comercio, con Perú y otros, como arma contra la unidad latinoamericana, que crece cual avalancha de nieve. Nieve de los Andes.
Cualquier cosa se puede esperar de Washington, que ha apostado el todo por el todo contra la Revolución Bolivariana, al extremo de que una revelada operación llamada Tenaza incluye un plan de intervención militar en Venezuela.
Ahora, si bien el Gobierno de Cristina Fernández Kirchner ha optado por la paciencia, el equilibrio, llamando a abstenerse de tirar leña al fuego, sí ha dejado claro que la solución no descansa en manos argentinas, sino de aquellos que crearon esta situación, detonada por la acusación de que el Gobierno venezolano se inmiscuyó en asuntos internos tales la campaña electoral. Sugerente la Fernández.
No debe de andar errado el ex presidente Néstor Kirchner con su aseveración de que la integración latinoamericana ha puesto muy nerviosos a ciertos funcionarios o ex funcionarios norteamericanos, como Roger Noriega, uno de los que más piedras han colocado en el camino del Gobierno de Buenos Aires, según el propio Kirchner.
Ah, ¿la moraleja del cuento para adultos? Pues que sería un acto muy sabio tener en cuenta a la administración estadounidense cuando de azuzar hermanos contra hermanos se trate. Y no resulta difícil seguir esta pista, porque, si es verdad que el asesino regresa siempre al lugar del crimen, como reza una máxima de la ciencia penal, habrá que esperar nuevas tretas, nuevas ráfagas de viento podrido contra la unidad del subcontinente.