Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Al diablo con la Ley de Godwin – Es imposible leer el recién publicado informe de la CIA sobre la tortura de prisioneros musulmanes sin pensar en el Tercer Reich.
El sadismo existe en toda cultura. Hace un siglo, por ejemplo, aventureros occidentales que visitaron Tibet informaron que las autoridades en Lhasa, esa supuesta capital del pacifismo, sacaban en públicos los ojos de criminales y arrancaban sus lenguas. Pero las atrocidades nazis fueron estilísticamente distintas de, digamos, el genocidio turco de los armenios o las masacres en Ruanda de comienzos de los años noventa. Los crímenes de guerra alemanes se caracterizaron por su metódica precisión, la aplicación de tecnología «racional» para aumentar la eficiencia, la capa de legalidad y la perversión de la ciencia médica.
Los crímenes nazis también se distinguieron por la indiferencia pública, que equivalía a un apoyo tácito. Ahora mismo, sólo un 25% de los estadounidenses dijeron al último Sondeo Pew que creían que la tortura era mala en todos los casos.
«El programa secreto de interrogatorio de la CIA operaba bajo ciertas reglas, y las reglas eran dictadas desde Washington en el detalle concienzudo y escalofriante adorado por todas las burocracias,» observó The New York Times. Tenemos mucho en común con los alemanes.
«En julio de 2002,» revela el informe desclasificado, un agente de la CIA «supuestamente utilizó una técnica de ‘puntos de presión’: con ambas manos sobre el cuello del detenido, manipulaba sus dedos para restringir la arteria carótida del detenido.» Otro agente «observaba sus ojos hasta el punto en el cual el detenido cabeceaba y comenzaba a desmayarse; entonces… sacudía al detenido para despertarlo. El proceso era repetido hasta un total de tres aplicaciones por detenido.»
La metodología de enjuague-enjabona-repetición en la tortura recuerda los experimentos del Dr. Sigmund Rascher en Dachau y un proyecto paralelo realizado por la infame Unidad 731 del ejército imperial japonés en Manchuria ocupada en 1942-32. Rascher, quien fue juzgado por crímenes de guerra después de la Segunda Guerra Mundial, congelaba o azotaba a los detenidos casi hasta la muerte, luego los reanimaba una y otra vez. Doctores alemanes y japoneses desarrollaron protocolos detallados que regían la severidad de la exposición a la que se sometía a los reclusos – protocolos capturados por las fuerzas de ocupación de EE.UU. y que fueron entregados a la OSS, predecesor de la CIA.
Así fue en las prisiones de la CIA en Guantánamo, Bagram, Diego Garcia, Europa oriental, Tailandia y otros sitios.
(O, para ser más exactos, así sigue siendo. Bush prohibió públicamente la tortura en 2006, pero sabemos que todavía continuaba en 2007. Obama supuestamente volvió a prohibirla este año, pero entonces su director de la CIA Leon Panetta dijo al Congreso que la agencia se reserva el derecho de seguirla aplicando. Hasta que se desmantele toda la red secreta de prisiones y se libere a cada uno de los detenidos, sería absurdo suponer que la tortura no continúe.)
Entre los tesoros verbales en los papeles de la CIA está la sección de «Empapamiento con Agua» de la sección de «Líneas directivas sobre apoyo médico y psicológico para la entrega, el interrogatorio y la detención de detenidos» que «permite que agua sea aplicada utilizando una manguera conectada al grifo del agua, o una botella o contenedor similar como fuente de agua.» Ah, la gloriosa guerra contra el terror. Los detenidos pueden ser empapados en agua fría de hasta 5 grados C durante hasta 20 minutos – no más tiempo, no más fría.
Para que conste, la pericia médica de la CIA es casi tan fiable como su sentido legal y moral. Cinco grados centígrados es terriblemente frío; 5 grados era la temperatura del Río Hudson cuando el Vuelo 1549 de US Airways se estrelló este año. (¿Recordáis las capas de hielo?) «Generalmente, una persona puede sobrevivir al agua a 5 grados durante 10, 15 o 20 minutos,» dijo el doctor Christopher McStay, médico en la sala de emergencias en el Hospital Bellevue de Nueva York a la revista Scientific American.
Como sus antecedentes de la Gestapo y de la SS, la CIA es muy burocrática. Los empleados de la CIA fueron informados de que «Se requiere aprobación anticipada de la Central para utilizar cualquier tipo de presión física [contra prisioneros].» Y esos permisos vinieron de la cumbre de la cadena de comando: la Casa Blanca, que ordenó a la Oficina del Asesor Legal y a otras ramas legales del gobierno federal que redactaran los memorandos «CYA.» Los memorandos, escribió Joshua L. Dratel en su introducción a «The Torture Papers: The Road to Abu Ghraib,» [Los papeles de la tortura: El camino a Abu Ghraib] reflejan un «sistema enteramente orientado hacia resultados en el que los responsables políticos comienzan con un objetivo y trabajan a partir de ese objetivo.»
También recuerda el nazismo la absoluta ausencia de cortafuegos que ha llegado a caracterizar la conducta de altos funcionarios del gobierno. Regímenes totalitarios como Alemania nazi corrompen el aparato judicial al utilizar los tribunales para realizar sus políticas. La independencia judicial ha sido erradicada a comenzar con Bush y siguiendo con Obama.
El 28 de agosto, el New York Times informó: «En julio, Leon E. Panetta, el director de la CIA, trató de impedir la investigación [del programa de torturas de la CIA], dijeron funcionarios del gobierno. Envió al máximo abogado de la CIA, Stephen W. Preston, al Departamento de Justicia para persuadir a asistentes del Procurador General Eric H. Holder Jr. para que abandone todos los planes para una investigación.» Hay un término para esto: Obstrucción de la Justicia. Supuestamente no se debe influenciar el resultado de una investigación. Fue el punto seis del auto de acusación judicial contra el presidente Nixon.
Dicho sea en honor a Holder, ha nombrado un fiscal especial. En su contra habla que el alcance de la investigación es limitado: sólo se ocupará de funcionarios que fueron más allá de las directivas abusivas del gobierno de Bush (que permiten, como hemos visto, que se congele a gente hasta la muerte). No planifica ir en búsqueda de los peores criminales, que son los abogados y funcionarios del gobierno de Bush, incluyendo a los propios Bush y Cheney, quienes ordenaron los crímenes de guerra – y mucho menos de aquellos que como Obama los están encubriendo.
Debiera cambiar de opinión. Mientras lo hace, debiera encarcelar a Leon Panetta.
La instrucción de Holder incluye actualmente sólo 20 casos, que incluyen a detenidos que fueron asesinados por la CIA. Pero incluso será difícil procesar esos casos, informa The New York Times: «La evidencia, los testigos e incluso los cuerpos de las víctimas de presuntos abusos no han sido encontrados en todos los casos.»
Porque, sabéis, los cuerpos fueron quemados y tirados.
Ellos – la CIA – son nazis cuando cometen los crímenes.
Y nosotros somos nazis porque no nos importa. Sólo un tercio de los estadounidenses dijeron el 27 de abril a un sondeo de CBS News/New York Times que debiera haber una investigación de los crímenes de guerra de la era de Bush – y no les importa lo suficiente como para salir a las calles, menos todavía como para romper unos pocos vidrios. Los periódicos o sitios estadounidenses en la web han reproducido tan pocos de mis artículos sobre la tortura, que considero seriamente que no me preocuparé de escribir éste.
Hemos encontrado a los nazis, y somos nosotros mismos.
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Ted Rall, presidente de la Asociación de Caricaturistas Editoriales Estadounidenses, es autor de los libros
«To Afghanistan and Back» y «Silk Road to Ruin.» Visite su sitio en la red www.tedrall.com