Traducido para Rebelión por Gorka Larrabeiti
Se iba a ver desde la Luna. El Mundo, en medio de tres palmeras artificiales. Este era el proyecto que haría de Dubai el faro de las inmobiliarias de lujo del futuro. Tras estos proyectos estaba Dubai World, sociedad con capital público que controla las principales inversiones inmobiliarias de los Emiratos Árabes Unidos.
Anoche Dubai hizo como si nada hubiera ocurrido. El primer día de vacaciones por el Eid al Adha, la fiesta del sacrificio en referencia a la prueba de Abraham y la cercanía de la fiesta nacional de los emiratos, que conmemora el 2 de diciembre de 1971 cumpleaños d elas federaciones de los siete jeques, mantuvieron a la gente lejos de la crónica financiera. Sin embargo, puede producirse un doloroso despertar. Todo comenzó con un comunicado de la Dubai World, que hizo público el estado financiero del coloso de la construcción: la sociedad pidió a los bancos que congelaron durantes al menos seis meses el pago de las deudas que vencían y que alcanzaban en conjunto la cifra de 59.000 millones de dólares. La Nakheel, sociedad constructora considerada hasta hace pocas semanas la joya del emir de Dubai, Mohamed al Majtum, habrá de hacer frente antes de mediados de diciembre a un pago de obligaciones que vencen por valor de 3.500 millones de dólares.
Los medios de prensa locales, que jamás se muestran malvados con el jeque, difunden serenidad. Pero la situación, en realidad, se sabía desde hace tiempo. De las palmeras que se tenían que hacer, se ha terminado, por así decirlo, sólo una de las tres. Del archipiélago con forma de mundo en el que la familia Beckham se iba a comparar la reproducción de Inglaterra, ni sombra. Se ha retrasado asimismo la inauguración del propio Burg Dubai, el rascacielos más alto del mundo. Lo que respaldan muchos observadores aquí es la confianza en las cuentas bancarias infinitas de los jeques, en concreto las del de Abu Dabi. El emirato que representa también la capital del Estado, cuenta con los ingresos que garantiza el crudo y la familia que lo gobierna, los Al Nahayan ya intervino antes para sanear las alegres cuentas de Dubai.
El último ejemplo es el metro de superficie de Dubai, inaugurado el 9 de septiembre de 2009 por el jeque Mohamed a las nueve de la mañana honorando su número de la suerte. Sin la intervención financiera de Abu Dabi el primer metro árabe no habría visto la luz. Hay quienes afirman que el precio del progresivo aumento de la influencia de la capital en los negocios de Dubai es una acentuación del conservadurismo religioso, al que Dubai es alérgico. También a mediados de los noventa y afinales de los setenta -dicen hombres de negocios del lugar- los Emiratos consiguieron salir de crisis económicas que parecían acabar con el sueño de hacer florecer el desierto.
Queda por ver si no hay dos sin tres.
http://it.peacereporter.net/articolo/19138/La+fine+del+mondo