Lo último que el presidente estadounidense Barack Obama necesitaba, tres semanas después de que el opositor Partido Republicano triunfara en las elecciones legislativas de su país, era un agravamiento de la crisis en la península coreana. La revelación de que Corea del Norte logró construir una instalación capaz de enriquecer uranio como para fabricar armas […]
Lo último que el presidente estadounidense Barack Obama necesitaba, tres semanas después de que el opositor Partido Republicano triunfara en las elecciones legislativas de su país, era un agravamiento de la crisis en la península coreana.
La revelación de que Corea del Norte logró construir una instalación capaz de enriquecer uranio como para fabricar armas nucleares, y el bombardeo norcoreano contra una isla de Corea del Sur esta semana, que mató a dos soldados y a dos civiles, catapultó a Pyongyang al tope de de la ya sobrecargada agenda de Washington en política exterior.
El bombardeo, respondido por las fuerzas surcoreanas, llevó las tensiones en la península a su máximo nivel en décadas, quizás desde el propio fin de la guerra de Corea hace más de 50 años.
Esta crisis también podría complicar las delicadas relaciones entre Estados Unidos y China. Este último país es visto en Washington como el único aliado de Corea del Norte, y cuyo apoyo económico y diplomático es lo que mantiene a la dinastía Kin gobernando en Pyongyang.
China teme desde hace tiempo que un colapso del régimen de Kim Jong Il derive en un caos y provoque el desplazamiento de millones de norcoreanos a su territorio, así como una posible intervención surcoreana o estadounidense a pocos metros de su frontera.
El anuncio de Washington el miércoles de que enviaba su portaviones USS George Washington para participar de operaciones militares conjuntas cerca de la costa norcoreana a partir de este fin de semana sin duda añade preocupación en Beijing y en Pyongyang, sobre todo considerando la sensibilidad china de los últimos meses en relación a ciertos reclamos territoriales, incluyendo uno sobre el Mar Amarillo.
El envío del portaviones tiene el objetivo de mostrar solidaridad con Corea del Sur, pero también puede ser visto como una provocación a Beijing.
Según analistas en Washington, los ejercicios pueden ser un presagio de un fortalecimiento de la capacidad militar de Estados Unidos en la región.
Estados Unidos tiene a más de 25.000 soldados estacionados en Corea del Sur en este momento.
«Imagino que en las próximas semanas y meses se va a ver una mayor presencia estadounidense», sostuvo el analista Alan Romberg, del Stimson Center, ex consejero sobre Asia oriental para el Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos.
«A los chinos no les va a gustar. Lo ven como algo dirigido contra ellos. Pero esto es parte del costo de dejar que Corea del Norte siga adelante y actúe con lo que nosotros consideramos impunidad», señaló.
«Esperamos que China sea claro, como nosotros, en determinar sobre quién reside la responsabilidad por la actual situación, por la actual tensión», dijo en tanto el portavoz del Departamento de Estado, P.J. Crowley.
Los acontecimientos de los últimos días complicaron la agenda de Obama, cuya política exterior ha estado concentrada en lograr la ratificación en el Senado del nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas con Rusia para fines de este año.
Además, su administración lleva adelante una gran revisión de la estrategia en Afganistán y se prepara para la visita de su par de China, Hu Jintao, en enero, en la cual sin duda Corea del Norte será uno de los más importantes temas a tratar, así como la «guerra de divisas».
Los llamados «halcones» (ala más belicista) en Washington exigen que tanto Estados Unidos como la Organización de las Naciones Unidas adopten sanciones contra Pyongyang.
También proponen que el gobierno de Obama haga ostentación de su poder militar cerca de la frontera norcoreana, incremente las transmisiones satelitales a ese país para promover el descontento popular y redoble la presión contra Beijing para que deje de apoyar al régimen norcoreano, que se encontraría debilitado en momentos de un transición del poder de parte de King Jong Il a su hijo, Kim Jong Eun.
«Trabajando con Corea del Sur y Japón, Estados Unidos debería llamar a una unificación de las dos Coreas en términos aceptables para el Sur», escribió Henry Sokolski, director del Centro de Educación sobre No Proliferación, en la publicación derechista National Review.
«Debería invitar a China a que participe, si quiere. Cualquier esfuerzo serio requerirá que Corea del Sur pida préstamos para financiar la transición y que China acceda a permitir el ingreso de refugiados», añadió.
Entre las llamadas «palomas» (ala menos belicista), se destaca la voz del ex presidente Jimmy Carter (1977-1981), quien llamó a iniciar conversaciones directas con Pyongyang, tanto en forma bilateral como en el contexto de la instancia conocida como Seis Partes, presidida por China y que incluye también a Corea del Norte, Corea del Sur, Estados Unidos, Japón y Rusia.
Hasta ahora, la administración de Obama, que se jacta de llevar adelante una «paciencia estratégica», se niega a aceptar estas sugerencias, y exige como condición para cualquier acercamiento que Pyongyang desmantele por completo su programa de armas nucleares.
También exige al gobierno norcoreano que pida disculpas a Seúl, o al menos exprese su pesar, por el disparo de un torpedo contra una nave de guerra surcoreana en marzo pasado, que mató a 46 marineros. Con el respaldo de China, Corea del Norte niega rotundamente su responsabilidad en el hundimiento.
«Más allá de declaraciones y condenas (por el último incidente), al final de cuentas no tenemos muchas opciones», según John Feffer, especialista en la península coreana y quien dirige la oficina Política Exterior en Foco del Instituto de Estudios Políticos en Washington.
«La paciencia estratégica de Obama sólo ha hecho que el Norte haga todo para demostrar que está impaciente y que quiere volver a la mesa de negociaciones, con Estados Unidos particular. Y las sanciones no han logrado mucho, como lo ha demostrado la sofisticación de la nueva planta de enriquecimiento de uranio de Corea del Norte», agregó.