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A propósito del artículo “Genocidio armenio: la justicia llega desde lejos”

El lobby armenio entorpece la justicia

Fuentes: Rebelión

Nos acercamos al 24 de abril y como todos los años se pone en marcha la máquina propagandística del lobby armenio para recordarnos lo malos que fueron los turcos allá por 1915 cuando decidieron exterminar al «pueblo armenio». No voy a repetir lo que ya expuse en mi trabajo «Dossier armenio: genocidio y propaganda«, realizado, […]

Nos acercamos al 24 de abril y como todos los años se pone en marcha la máquina propagandística del lobby armenio para recordarnos lo malos que fueron los turcos allá por 1915 cuando decidieron exterminar al «pueblo armenio».

No voy a repetir lo que ya expuse en mi trabajo «Dossier armenio: genocidio y propaganda«, realizado, precisamente, para contribuir al debate con una serie de datos históricos sistemáticamente ocultados por el lobby armenio, y que considero fundamentales para un acercamiento objetivo a la cuestión de la responsabilidad y la denegación de justicia a las víctimas. En esta ocasión tan solo voy a hacer algunas precisiones en relación al artículo «Genocidio armenio: la justicia llega desde lejos«, de la escritora argentina Marcela Valente y a ciertas declaraciones aparecidas estos días en la prensa.

El artículo se refiere a la sentencia del juez Norberto Oyarbide, recientemente habida en Argentina, en la cual se condena al estado turco por «el delito de genocidio en perjuicio del pueblo armenio en el período que va de 1915 a 1923». Una resolución declarativa «novedosa e inusual», según la calificó el mismo juez federal que la dictó, aclarando que su fallo «es de acción declarativa, de la veracidad de los hechos sometidos, y cuyo rigor histórico, se encuentra documentado debidamente». Tras su publicación el ministro de Asuntos Exteriores de Turquía, Ahmet Davutoglu, declaró: «Condenamos y rechazamos esta decisión carente de seriedad, tomada por un tribunal local argentino, que se burló de los principios universales y de los acuerdos internacionales. […] La decisión es un ejemplo de la manera como los miembros ultranacionalistas de la diáspora armenia explotan el sistema judicial de los países donde son poderosos».

¿Justicia o Propaganda?

La exposición pública del propio juez y sus comentarios dicen bastante del cariz de esta declaración, y merecen algunas precisiones:

1. Oyarbide inició su exposición agradeciéndole a Dios haberlo usado «como herramienta de la Justicia» para entender la causa y declarar el genocidio del Estado turco.

Al parecer el juez coincide con el manifiesto fervor religioso del lobby armenio, que no duda en divulgar la «historia» de Movses Khorenatsi en las escuelas primarias armenias de todo el mundo, según denuncia el académico -de origen armenio- Razmik Panossian1. Khorenatsi, «el padre de la historiografía armenia» según lo definen los nacionalistas, vivió en el siglo V o el VIII (no hay certeza) y escribió una Historia que incluía el mito de Haik y Bel. Según éste los armenios serían descendientes directos de Noe, quien encalló su nave tras el diluvio universal en el Monte Ararat, y su hijo Haik (padre de los armenios) inició el linaje de este pueblo. El relato, según denuncia Panossian, condensa un importante número de poderosos componentes simbólicos y es citado a menudo como paradigma de la identidad armenia. Khorenatsi dio un sentido histórico a la narrativa bíblica para integrar a los armenios en la civilización mundial. Cuando Robert Thomson, miembro de la Cátedra de estudios armenios en la Universidad de Harvard y con posterioridad en la de Oxford, calificó a Khorenatsi de «atrevido y embustero, falsificador […] fue un mistificador de primer orden. Citó fuentes de segunda mano como si hubiera leído el original, inventó achivos, dio crédito de fuentes escritas a la tradición oral y a sus propias invenciones; reescribió la historia de Armenia de una manera completamente ficticia», fue duramente atacado y descalificado por muchos escritores nacionalistas armenios. «Los académicos occidentales, de origen armenio, que no suscriben la línea nacionalista procedente de Armenia son a menudo rechazados como ‘traidores’ por muchos intelectuales e historiadores en Armenia y nacionalistas de la diáspora»2, cualquier punto de vista que cuestione el discurso nacionalista es calificado como erróneo, traidor y anti-armenio.

2. En su declaración, el juez argentino aseguró haber recogido «una inmensa cantidad de testimonios», entre los cuales eligió la de un declarante que nació en 1920 y que llegó a la Argentina junto a sus padres, que huían de la opresión del Ejército turco.

Desconozco cuál es el valor probatorio en un juicio de «testigos» que relatan historias que les han contado. Me pregunto porqué de entre todos los testimonios recogidos no cita ningún documento o informe de la época, o alguno de los rigurosos trabajos que han realizado investigadores o historiadores. Al parecer Oyarbide «envió exhortos a una decena de países para que brinden información sobre lo ocurrido con los armenios, entre ellos a Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Bélgica y el Vaticano», pero ¿no a Turquía? En general -continúa la crónica-, «la respuesta fue negativa porque no se trataba de una requisitoria penal, pero en algunos casos se permitió la indagación a los archivos y hacía allí fue Gaitán [abogado de la acusación] y otros abogados, para obtener los documentos que probaron la masacre». Diera la impresión que los documentos de la época fueran material secreto, protegido o inaccesible, pero lo cierto es que el académico Taner Akçam no tuvo mayor problema para consultar los archivos del Patriarcado Armenio de Jerusalén, de los ministerios de Asuntos Exteriores de Francia, Alemania, Gran Bretaña, Turquía y el Archivo Central de Postdam, entre otros, para confeccionar su libro From Empire to Republic. Turkish nationalism and the armenian genocide3.

3. Tal como lo había hecho en los argumentos de su decisión, Oyarbide explicó que los turcos encontraron distintas motivaciones para proceder con el genocidio, entre ellas el expansionismo territorial y los motivos religiosos.

Es más que discutible que uno de los argumentos de los responsables del genocidio fuera el expansionismo territorial, ¿acaso Hitler asesinó a comunistas, homosexuales, judíos y gitanos alemanes para expandirse dentro de su territorio? Tanto las matanzas como las deportaciones tuvieron lugar dentro del territorio otomano, que no turco, pues en ese momento Turquía no existía. Con respecto a esta cuestión la crónica afirma que:

«en ese período se produjo el exterminio de los armenios, que fueron asesinados o deportados que era casi lo mismo. Las víctimas eran forzadas a dejar el territorio turco (sic) caminando por el desierto donde morían de inanición y enfermedades. […] Alrededor de un millón y medio de los dos millones de armenios que vivían en esa región en el siglo XIX fueron asesinados o deportados y confiscados sus bienes».

Para la cronista tanto da ser deportado que asesinado, así se entiende que el nacionalismo armenio insista en que hubo 1,5 millón de muertos y que sea tildado de «negacionista» quien discuta la cifra aunque presente datos más fiables que los argüidos por los propagandistas armenios, pero siguiendo la misma lógica ¿no podría decirse que en realidad sólo hubo un millón y medio de deportados?

4. Otro de los testimonios brindados ante Oyarbide fue el de Bautista Kuyumdjian, nacido en 1920. El hombre contó que su padre relataba siempre que en su pueblo, Hadjin, el ejército turco (sic) irrumpió e intimidaba a los pobladores a abandonar el lugar.

No existe evidencia documental que implique al ejercito otomano en las matanzas ni en la deportación. Por el contrario existen multitud de ellas, incontestables, que demuestran que fueron responsabilidad de la denominada Organización Especial. Akçam explica cómo una vez iniciada la 1ª Guerra Mundial, en el verano de 1914, fue creada esa organización paramilitar, cuya coordinación fue asignada a los Departamentos de Defensa, Interior y al Comité Central del Comité para la Unión y el Progreso (CUP), partido en el gobierno. Estas unidades paramilitares o cuerpo de voluntarios se nutrieron fundamentalmente de tribus kurdas, prisioneros convictos, e inmigrantes del Caúcaso y los Balcanes. Desde un primer momento las unidades se dedicaron a realizar acciones militares dentro del territorio ruso y también contra poblaciones armenias. Pero la indisciplina y la anarquía de estos paramilitares les llevó a atacar también a campesinos musulmanes. El ejército los culpó entonces del clima de caos y deterioro de la ley y el orden en la zona este del país, y pidió la abolición de las mismas o su integración en los cuerpos regulares del ejército. Llegados a ese punto, el CUP decidió hacerse cargo en solitario de estos escuadrones. En la medida que la guerra con Rusia se complicaba y parecían existir voluntarios armenios luchando con el enemigo, los líderes del partido de gobierno idearon de manera clandestina un programa de deportación y eliminación de la población armenia. Hay evidencias suficientes para afirmar que la decisión fue tomada en exclusiva por el Comité Central del CUP tras largas e intensas discusiones.

Pese a que el paso del tiempo y la investigación de documentos oficiales y archivos estatales han permitido establecer con bastante aproximación los responsables de las deportaciones y las masacres contra los cristianos, la versión más ampliamente extendida (como lo demuestra el propio juez Oyarbide) es que el plan fue organizado y llevado a cabo por el Estado turco o, incluso, por «los turcos».

5. Según la crónica, las dos familias denunciantes son «descendientes de víctimas de aquellas brutales persecuciones de armenios cristianos que quedaron impunes. El estado turco nunca reconoció el genocidio».

La realidad es tristemente distinta. El Estado otomano no sólo reconoció y condenó las matanzas, sino que encarceló y comenzó a juzgar a los responsables, recién acabada la guerra en 1918. Más aún, el gobierno paralelo, nacionalista, de Mustafá Kemal -posteriormente ‘Ataturk’- también lo hizo e igualmente apoyó (pese a luchar contra el Sultán) el que los genocidas fueran procesados. En numerosas ocasiones ambos gobiernos reconocieron las cifras de muertos, que obraban en poder de los acusados: unos 800 mil. Fueron las potencias aliadas, vencedoras de la contienda, las que pusieron fin a los juicios, echaron tierra sobre cualquier intento de juzgar a los responsables y los recluyeron en la isla de Malta para posteriormente dejarlos escapar. El guión era condenar «a los turcos» por los crímenes cometidos e invadir y desmembrar su territorio como castigo, y así hasta hoy. Por desgracia para las víctimas (aunque de haber salido bien hoy habría aún más víctimas de uno y otros bandos) la lucha por la independencia dio al traste con las ambiciones expansionistas (estas sí) de las potencias aliadas y con cualquier tipo de reparación para los armenios [Ver: Dossier armenio: genocidio y propaganda].

6. Para el abogado Gaitán, a diferencia de los juicios ordinarios, en los que hay una persecución penal, aquí no se buscaba el castigo porque no hay a quién penalizar. Todos los presuntos responsables han muerto. Pero sí, en cambio, se puede obtener una reparación económica y también moral del estado turco, subrayó. «Nosotros estamos concentrados en la segunda reparación, la histórica y moral», dijo en nombre de múltiples organizaciones armenias que apoyaron el caso.

Resulta chocante que no habiendo a quien penalizar, ni responsable del genocidio, se condene al actual estado turco cuando nada tuvo que ver con las matanzas, principalmente porque no existía. Poco hay que decir a su legítima petición de una compensación económica para las víctimas, aunque para ello tengan que buscar «una cabeza de turco» (en este caso el Estado) que se haga cargo. Y a pesar de que esta demanda pecuniaria sea relegada, de tapadillo, a un segundo plano es, probablemente, la razón de ser de esta insólita actuación judicial.

Para concluir

Estoy de acuerdo cuando se dice que esta sentencia es «novedosa e inusual» -añadiría además «insólita»- porque es muy difícil encontrar una parodia de juicio de este calibre llevada hasta las últimas consecuencias. ¿Cómo es posible que un estamento como el judicial se preste a esta campaña de propaganda de manera tan burda y demencial?

No puede ser casual que entre el eco mediático (pues el juicio no podía pretender otra cosa) se cite una y otra vez los términos «sentencia histórica» y nadie recuerde, siquiera sea de pasada, que el único Estado condenado por terrorismo ha sido EEUU. Que la única sentencia digna de tal nombre fue la emitida por la Corte Internacional de Justicia de La Haya en 1986 contra Estados Unidos por violar el derecho internacional, apoyar a la oposición armada (los contras) contra el gobierno de Nicaragua y minar los puertos de este país. Y que 25 años después, Washington sigue sin pagar los 17 mil millones de dólares a los que fue condenado ni reconoce las víctimas cometidas por su política criminal. No puede ser casual, digo, que la exigencia de que se efectúe la indemnización -realizada hace poco más de un mes por el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega4-, haya sido silenciada por los medios.

En los últimos años, Turquía ha solicitado a Armenia en numerosas ocasiones la creación de un comité de expertos y estudiosos que de manera científica y objetiva se investiguen los hechos que rodearon al genocidio armenio. La propuesta ha sido repetidamente silenciada e ignorada. Cuando igualmente se ha tratado de tender puentes para el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países, el lobby armenio de la diáspora ha utilizado todas sus armas (y son ciertamente poderosas) para torpedear cualquier acercamiento entre dos estados soberanos. Hasta ahora se han salido con la suya pero ¿conseguirán evitar durante mucho tiempo la reconciliación entre dos pueblos hermanos y limítrofes? Todo parece indicar que esa visión decimonónica tiene las horas contadas. Las dinámicas sociales tanto en Turquía como en Armenia se van abriendo al conocimiento y la confraternización (sobre todo entre los más jóvenes) por mucho que les pese a los nacionalistas de uno y otro campo.

Antonio Cuesta es corresponsal de la Agencia Prensa latina en Turquía.

1 Razmik Panossian, The Armenians. From Kings and Priests to Merchants and Commissars. C. Hurst & Co. Londres 2006.

2 Razmik Panossian, ibidem, p. 16.

3 Taner Akçam, From Empire to Republic. Turkish nationalism and the armenian genocide. Zed Books, Londres/N u eva York 2004.

4 http://www.lavozdelsandinismo.com/nicaragua/2011-03-10/nicaragua-reabrira-en-la-haya-caso-contra-eeuu-por-guerra-de-agresion-anuncio-daniel/

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