Wikileaks ha vuelto a revelar documentos secretos del Pentágono que dejan al descubierto los abusos cometidos por el gobierno de Estados Unidos en la cárcel de Guantánamo, así como la arbitrariedad de las detenciones. EEUU no creyó en la culpabilidad de alrededor del 60% de sus prisioneros. La organización Wikileaks ha dejado al descubierto los […]
Wikileaks ha vuelto a revelar documentos secretos del Pentágono que dejan al descubierto los abusos cometidos por el gobierno de Estados Unidos en la cárcel de Guantánamo, así como la arbitrariedad de las detenciones. EEUU no creyó en la culpabilidad de alrededor del 60% de sus prisioneros.
La organización Wikileaks ha dejado al descubierto los abusos cometidos por el gobierno de Estados Unidos en la cárcel de Guantánamo, así como la arbitrariedad en las detenciones y encarcelaciones sin pruebas.
Los documentos secretos del Pentágono aparecidos en varios medios internacionales -The New York Times, The Washington Post, El País y The Guardian- vuelven a comprometer seriamente al gobierno estadounidense.
La nueva filtración masiva -la cuarta mayor tras la de los papeles del Departamento de Estado de EEUU y las de las guerras de Irak y Afganistán- abarca el periodo desde 2002 a 2009. Es decir, casi todo el periodo de la administración de George W. Bush.
Los documentos son fichas de evaluaciones de los mandos militares de 759 de los 779 presos que han llegado a estar encerrados en la cárcel estadounidense.
Los documentos muestran que el gobierno de EEUU mantuvo encerrados en la cárcel durante años a cientos de presos que no representaban peligro para Estados Unidos o sus aliados y que no tenían vinculación terrorista o con Al-Qaeda.
Tres niveles
Estas evaluaciones de peligrosidad de los presos eran hechas por los mandos militares de EEUU en función de tres únicos e increíblemente simples niveles establecidos. El nivel alto implica que el detenido «probablemente» supone «una amenaza para EEUU, sus intereses y aliados». El nivel medio implica que «quizás» lo suponga. Mientras, el nivel bajo implica que es «improbable» que sea un riesgo para el país.
La finalidad de estas evaluaciones es la de recomendar si se libera al preso, si es trasladado o si continúa en Guantánamo. Según estas evaluaciones, sólo de 274 presos se dijo que «quizás podrían entrañar un peligro», por lo que EEUU no creía en la culpabilidad de alrededor del 60% de sus prisioneros.
Los documentos muestran la arbitrariedad de Estados Unidos para encarcelar a esas decenas de presos, sin pruebas objetivas, ni juicios, ni garantías y con severos interrogatorios de por medio. Muchas veces, ni las autoridades estadounidenses sabían el motivo por el que los encerraban en Guantánamo.
EEUU afirmó que 83 presos no suponían ningún riesgo para la seguridad de la nación, mientras que de otros 77 dijeron que era «improbable» que fueran una amenaza para el país o sus aliados. Según las evaluaciones de las autoridades de EEUU, el 20% de los presos fue conducido a la cárcel de forma arbitraria. Se encarcelaba a los presos fundamentalmente para «explotarlos», según su propia terminología; por si sabían algo que pudiera ser útil.
De hecho, varios detenidos estuvieron encerrados hasta ocho o nueve años en la cárcel cubana sin que las autoridades de EEUU tuvieran prueba alguna contra ellos.
Sin noticias de las torturas
Lo que no revela los documentos es nada acerca de las torturas en el penal yanqui, ni cómo se obtuvieron las supuestas informaciones o declaraciones.
Algunas de las historias que las propias autoridades estadounidenses relatan en sus evaluaciones sobre los presos son impactantes.
Una de ellas es la del ‘prisionero 1051’, capturado en mayo de 2003 en Afganistán cerca de un lugar donde se produjo una explosión.
El hombre negó cualquier participación con este acto o vínculo terrorista alguno. Los analistas de EEUU se mostraron de acuerdo con su historia debido a su conocimiento del pastoreo de animales y su ignorancia sobre «simples conceptos políticos y militares». Pese a esto, un tribunal militar no se mostró tan de acuerdo y lo declaró «combatiente enemigo». El pastor afgano no llegó a salir de prisión hasta 2006.
Otro extraño caso es el de un anciano afgano de 89 años con demencia senil, artritis y depresión que pasó por el penal porque encontraron un teléfono por satélite sospechoso en su casa que no sabía ni usar. Finalmente también fue liberado.
Caos
Pero también existe la otra cara de la moneda. El gobierno de EEUU liberó del penal a algunos presos que después sí resultaron ser terroristas o tener vínculos terroristas.
Es el caso de Said Mohammed Alam Shah, un joven afgano de 24 años que contó a los mandos de EEUU una historia que esta vez sí se creyeron y le liberaron.
Pero cuando volvió a Afganistán reveló que en realidad se llamaba Abdullah Mehsud, y que era un militante paquistaní. Comenzó a grabar vídeos llamando a la yihad, lideró una fuerza talibán contra las tropas de EEUU y planeó y ordenó atentados que causaron decenas de muertos.
La vida en el penal
Los documentos también muestran una nueva visión sobre el penal y sobre los 172 presos que aún están recluidos en Guantánamo.
Cómo delatan unos presos a otros, como actúan algunos presos contra otros o contra los guardias. E incluso relatan episodios e incidentes como el «inapropiado uso de fluidos corporales». También se puede leer las amenazas de algunos presos a los guardias y autoridades. Tales como un preso que amenazó a un guarda con «matarlo y beberse su sangre para comer».
La revelación de estos nuevos documentos sobre Guantánamo supone un nuevo palo en la rueda de Obama, que prometió cuando fue elegido cerrar el penal y que no ha podido cumplir su promesa. De hecho, hace unas semanas, el presidente de EEUU admitió que no podía cerrar la cárcel y que restablecería los juicios militares.
El Gobierno de Estados Unidos y el Pentágono han condenado esta nueva filtración. «Es desafortunado que varias organizaciones hayan tomado la decisión de publicar numerosos documentos obtenidos de forma ilegal por WikiLeaks relacionados con el centro de detención de Guantánamo», señala el comunicado.