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Pakistán

La guerra empuja a los niños al trabajo

Fuentes: IPS

En vez de ir a la escuela, Jawad Ali se pasa el día vendiendo sandalias en las aceras de un mercado de la esta ciudad pakistaní, capital de la noroccidental provincia de Khyber Pakhtunkhwa. «Quiero ir a la escuela, pero por ahora es imposible», contó resignado este niño de 11 años. Ali tiene que trabajar […]

En vez de ir a la escuela, Jawad Ali se pasa el día vendiendo sandalias en las aceras de un mercado de la esta ciudad pakistaní, capital de la noroccidental provincia de Khyber Pakhtunkhwa. «Quiero ir a la escuela, pero por ahora es imposible», contó resignado este niño de 11 años.

Ali tiene que trabajar para ayudar a alimentar a los 10 integrantes de su familia, que hace dos años se vio obligada a huir de su aldea en Bajaur, una de las siete áreas tribales sacudidas por la guerra en el noroeste de Pakistán. La última vez que fue a la escuela estaba en segundo grado.

Pero si hubieran quedado en Bajaur igual hubiera sido casi imposible que él y sus hermanos fueran a la escuela. Ahora la situación empeoró y es cada vez más difícil que vuelva al aula.

Igual que Ali hay miles de niños y niñas de las Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA) que emigraron con sus familias a Peshawar y ahora se dedican a lustrar zapatos, vender frutas y verduras y trabajar en hoteles o talleres mecánicos.

Expulsadas por los enfrentamientos entre el ejército de Pakistán y los insurgentes en FATA, las familias se encuentran con pocos ingresos y sin hogar y los menores se ven obligados a asumir la carga de mantener al grupo.

La familia de Ali tenía una casa de barro en Bajaur, pero fue destruida durante una operación militar. El niño lamenta no poder regresar en un futuro cercano.

Las familias que están en la misma situación que la de Ali deben pagar alquilar y gastar más dinero en Peshawar, donde el costo de vida es más elevado que en su aldea.

«Mis tres hijos iban a la escuela, pero ahora tienen que trabajar porque estamos en Peshawar y tenemos que pagar por la casa», señaló Mohammad Jamal, procedente de la agencia Mohmand.

La familia de Jamal abandonó su pueblo por los atentados terroristas y las operaciones militares y se mudaron a esta ciudad en agosto de 2009.

Jamal trabajaba en su granja y podía pagar los gastos escolares de sus hijos. Pero ahora no tiene trabajo fijo y el gasto diario aumentó. Además deben comprar todo en el mercado.

«La mayor parte de mis ingresos es para pagar facturas de servicios y alquilar una casa de dos habitaciones», se lamentó.

Las operaciones del ejército en FATA perjudicaron más a los menores, señaló el legislador Akhunzada Chattan. «Deberían estar en la escuela, pero ahora realizan todo tipo de trabajos para alimentar a sus familias. Es responsabilidad de la comunidad internacional ayudarlos», sostuvo.

La asistencia consiste en viviendas para los desplazados de FATA y estudiantes.

«Miles de niños y jóvenes debieron abandonar sus estudios porque las escuelas cerraron o fueron destruidas. En esas condiciones es imposible que sigan adelante», indicó Chattan.

La mayoría de los menores son pesimistas y afrontan un futuro incierto. Abdul Jabbar, de 13 años, quería ser militar, pero su deseo se hizo añicos.

«Era el mejor alumno de mi escuela. Nunca pensé que iba a tener que abandonar», señaló contrariado. Jabbar estaba en sexto grado en el área de Safi, en al Agencia Mohmand.

«La mayoría de los menores de las zonas conflictivas decidieron comenzar pequeños trabajos como lustrar zapatos o vender verduras, actividades que no requieren inversión», señaló Javid Alam, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Diecisiete por ciento de los cinco millones de habitantes de FATA son menores, indicó Alam.

«Diez por ciento de esos 17 debieron abandonar sus hogares por el terrorismo», añadió.

La OIT implementó algunos proyectos para colaborar con la educación de los menores. «Tememos que sin educación, esos niños se conviertan en monstruos», indicó Alam, refiriéndose a la posibilidad de que tomen las armas.

FATA, entre Afganistán y Khyber Pakhtunkhwa fue un lugar seguro hasta 2001, cuando fuerzas encabezadas por Estados Unidos invadieron ese país y derrocaron al gobierno del movimiento islamista Talibán, cuyo miembros huyeron a las áreas tribales en busca de refugio.

Hacia fines de 2004, el ejército de Pakistán lanzó operaciones militares contra la insurgencia, lo que llevó a la expulsión de miles de familias que buscaron refugio en Khyber Pakhtunkhwa.

El joven Ahmed Ali sirve jugo a los clientes de un quiosco en el centro de Peshawar. «Gano dos dólares al día y se los doy a mis padres. Trabajo desde amanecer al atardecer», relató Ali, quien estaba en quinto grado en la Agencia de Orakzai.

El compañero de trabajo de Ali, Janbaz Omar, está en Peshawar por razones similares. «Estudiaba en una escuela pública cuando el ejército comenzó las operaciones contra el Talibán y vinimos aquí. Ahora estamos resignados a nuestro destino», dijo a IPS.

La mayoría de sus familiares abandonaron los estudios por el conflicto y trabajan para ganarse la vida en distintas ciudades de Pakistán.

Pero no todos los menores trabajan en aceras o restaurantes seguros. Las hermanas Shaheena y Jabeena, de 10 y ocho años respectivamente, hurgan en basurales todas las mañanas tratando de rescatar algo para comer o vender.

«Buscamos algo comestible o vendible. Es un trabajo muy duro, ¿pero que comeríamos si no hacemos esto?», dijo Shaheena a IPS. Su padre y sus hermanos también trabajan en Peshawar, pero sus escasos ingresos no alcanzan para cubrir los gastos.

Antes de venir a Peshawar en mayo de 2010, las niñas cursaban tercero y cuarto grado. «Nuestras casas y la escuela fueron destruidas por el Talibán», relató Shaheena, también de la Agencia Orakzai.

Fuente: http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=98592