Históricamente los movimientos progresistas y ecologistas han dejado bastante de lado el estudio y la redefinición de lo que es el dinero. Se entendía que éste formaba parte de un ámbito alejado de las inquietudes sociales y humanistas; un terreno innecesario para construir utopías y mundos mejores, en los que probablemente el dinero no existiría. […]
Históricamente los movimientos progresistas y ecologistas han dejado bastante de lado el estudio y la redefinición de lo que es el dinero. Se entendía que éste formaba parte de un ámbito alejado de las inquietudes sociales y humanistas; un terreno innecesario para construir utopías y mundos mejores, en los que probablemente el dinero no existiría.
Esto ha dejado prácticamente intocado y en manos de las fuerzas conservadoras la comprensión de esta partícula fundamental con la que organizamos nuestras sociedades. Ha impedido, más allá de unos pocos experimentos puntuales, desarrollar propuestas sólidas que puedan constituir alternativas viables a la moneda eco-ilógica y antisocial. Desde la contracultura ecologista y la economía alternativa se han abordado muchos terrenos como las finanzas éticas, el comercio justo, la agroecología o las cooperativas de consumo, pero la mayoría funcionan íntegramente con moneda oficial, ya que no se percibe una diferencia real entre ésta y otros sistemas monetarios alternativos.
Sin embargo recientemente han surgido en todo el mundo nuevas monedas emitidas a escala local por las comunidades, con un fuerte carácter solidario y cooperativo, y han mostrado que de este modo se consiguen generar muchos efectos positivos, algunos de los cuales están directamente vinculados con la soberanía alimentaria. Las monedas sociales, también llamadas locales, complementarias o alternativas han cobrado fuerza e interés en los últimos años, especialmente tras el inicio de la crisis, y están construyendo propuestas replicables de distribución alimentaria bioregional de carácter solidario y ecológico.
¿SOBERANÍA ALIMENTARIA EN EUROS?
Del mismo modo que no podemos tener soberanía alimentaria cuando unas pocas empresas dominan de forma oligopólica el mercado alimentario, tampoco podemos tener completa soberanía como ciudadanos cuando unas pocas empresas, en este caso grandes bancos privados (algunos disfrazados de públicos bajo las siglas de centrales o reserva federal) son los únicos que nos emiten las unidades con las que medimos nuestras actividades económicas.
¿Qué es una moneda?
La venta de dinero que hoy hacen los grandes bancos a gobiernos y ciudadanía, es como si unas pocas empresas nos vendieran los centímetros con los que medir las distancias. Una herramienta de medida para facilitar los intercambios, que existe desde hace milenios, se ha convertido desde hace pocos siglos en una nueva mercancía, que puede ser comprada y vendida, lo que supone un gran negocio y a la vez el fin de aquello por lo que fue creado inicialmente el dinero. Quienes detentan el control de la creación de dinero tienen un poder, como reconoció un Rotschild en 1880, muy superior al del mayor Imperio.
Este dinero se vende con intereses, lo que en realidad es un modo encubierto de opresión de las élites sobre el resto de la sociedad, pues siempre los más ricos tendrán en los bancos, dinero para prestar, y siempre las gentes más pobres deberemos pagar por acceder a él. Por tanto, si no ejercemos un control democrático y social de esta herramienta tan fundamental en nuestras sociedades, éstas tendrán una dudosa calidad democrática, y se ejercerá una opresión y una forma de neo-esclavismo sutil y casi invisible sobre las mayorías sociales. Y eso es lo que vemos hoy con nitidez en todo el planeta. La actual crisis y su resolución demuestran que, efectivamente, unas pocas corporaciones y firmas financieras disponen de un control sobre nuestras sociedades y gobiernos prácticamente ilimitado.
La ignorancia acerca de algo tan central y de uso cotidiano como es el dinero, que no sólo nos ocurre a los ciudadanía de a pie sino también a muchas y muchos economistas, se debe en buena medida al hecho de que las mismas fundaciones y centros de investigación que apoyan determinados estudios en fertilizantes, semillas transgénicas o usos del petróleo, pero bloquean otras investigaciones en energías renovables, también se han ocupado de que los centros de estudio de economía desconozcan la naturaleza del dinero. Y que autores como Silvio Gessel, de quien Keynes dijo que la humanidad aprendería más que de Marx, y que se dedicó a esto, con su obra central cuyo título es ‘El orden económico natural’ sean completos desconocidos en las facultades de economía.
Gessel ya apuntaba hacia 1920 que el dinero con intereses positivos que hoy conocemos, es anti natural, ya que se distingue de todo lo demás en la Tierra, que o bien pierde valor con el tiempo o bien su almacenamiento implica un coste. Apuntó que, de seguir igual, toda nuestra economía acabaría siendo financiera, y no real, como ocurre hoy. En lugar de eso, para lograr tener una economía sana y por tanto con un dinero que circulara con más velocidad Gessel propuso los intereses invertidos o la moneda oxidable, que en lugar de ganar valor con el tiempo, lo perdía. Muchas monedas sociales siguen hoy ese principio, y ya en los años 20 un pequeño pueblo de Austria lo hizo, con tanto éxito y generación de empleo y riqueza local, que el Banco Central de Austria, temeroso de que la experiencia se replicara y acabara con el gran negocio de la banca, forzó la prohibición del experimento.
¿Es necesaria una nueva moneda?
Así como las patentes determinan las diferencias entre las semillas circulando libremente o no entre el campesinado, en el campo monetario la principal diferencia entre las monedas corporativas que hoy usamos y las monedas sociales es que éstas no disponen de intereses; además se emiten desde la comunidad local, en cada nuevo intercambio, son tan abundantes como riqueza real hay en cada comunidad, y son una forma de medir la economía, no un bien en sí mismo con el que se pueda comerciar.
En lugar de seguir comprando a un lobby cartelístico de bancos privados los centímetros con los que medimos nuestra economía, los construimos nosotras y nosotros mismos en la región, para tener de este modo soberanía monetaria con la que acceder a la soberanía económica: los medios con los que se distribuye la riqueza y la producción local entre las y los habitantes locales.
Refuerzo de la soberanía alimentaria
Si todo ello es cierto a un nivel social amplio, lo es aún más en un nivel más próximo y vinculado a la agricultura y la distribución alimentaria. Las experiencias de las monedas sociales han mostrado que logran en muy poco tiempo generar efectos muy positivos, muchos de los cuales están directamente vinculados a la soberanía alimentaria. Permiten relocalizar la economía, proteger a las pequeñas explotaciones ecológicas y familiares, el comercio local de proximidad, evitar los alimentos quilométricos y construir una barrera sólida, pero a la vez pacífica y sencilla ante las grandes corporaciones. Ayudan también a generar lazos económicos y de confianza estables que regeneran los tejidos sociales. Son modelos por tanto, de soberanía económica, comercial y monetaria.
Estas experiencias se desarrollan en un determinado pueblo o región, con modelos locales propios, que pueden ser replicados en otras regiones de manera parecida, pero con diferencias en función de la idiosincrasia local de cada lugar. Así es como crecen, replicándose. Algunas de ellas, todavía con la incertidumbre que caracteriza las actividades del tercer sector y la economía social, donde muchas tareas son de carácter voluntario, ya se han consolidado como modelos viables de reorganización de los procesos económicos y sociales. Casi siempre trabajan sin ningún apoyo de las administraciones públicas, generando plataformas ciudadanas más sostenibles, ecológicas, socialmente justas y más alegres, construyendo nuevos espacios de socialización y recuperación de los tejidos sociales que ni el mercado ni las administraciones públicas han logrado articular.
Ayudan a crear, junto con otras propuestas de soberanía económica como las cooperativas de consumo o las AMAP’s [1], un mejor encaje sistémico entre los métodos de cultivo y los métodos de distribución ecológicos, convirtiéndose en nuevos mecanismos, que en lugar de ser de carácter industrial, son también ecológicos, de principio a fin del ciclo del producto. Es también una forma de revitalizar y redescubrir las riquezas de las comunidades locales, reduciendo el consumo de alimentos agroindustriales y redibujan el escenario de la distribución agroalimentaria desde nuevos modelos más ciudadanos y ecologistas de distribución.
Se configuran como una posible alternativa a la crisis estructural del campesinado en el campo, a la ausencia de soberanía alimentaria o en la preservación de variedades y usos bioregionales. Consiguen cerrar el ciclo de la opción ecológica, al pasar de la reivindicación a la acción comunitaria y autogestionada, volviendo a lo local, a la escala humana.
Distintas soberanías
Del mismo modo que los movimientos por la soberanía alimentaria tratan de reapropiarse de la decisiva capacidad de producir los alimentos en cada región para que ese poder no caiga en manos de intereses foráneos y sin inquietudes por la resolución de las necesidades locales, no menos importante es alcanzar otros tipos de soberanías en otros campos para construir verdaderas democracias como son la soberanía tecnológica (Free Software, Open Source Ecology), la soberanía en el trabajo (cooperativismo, colectivizaciones), en la distribución cultural (creative commons, copyleft, cultura libre), en la pedagogía (escuelas libres, educación en casa), en la energía (microgeneración, energías renovables y libres), etc, hasta alcanzar un tipo de soberanía aún más estratégica y central: la monetaria, que permite potenciar y unir estas propuestas desde su autonomía, en un nuevo mercado social hecho a escala humana; tal vez la única escala en la que podemos encontrar la libertad, la igualdad, la participación, y por tanto la democracia.
Ejemplos en el mundo
Encontramos en el mundo muchos tipos distintos de monedas; los LETS (Local Exchange Trade Systems), las Ithaca Hours en el estado de Nueva York; las monedas en formato papel en Sur América; los SEL (Systèmes d’Échanges Locales) en Francia; las Regio en Alemania o las monedas de las Transition Towns.
En Cataluña vemos un modelo muy interesante que combina lo que vendría ser una red de intercambio con una cooperativa de consumo. Las ECO REDES. Esta unión hace que sea un modelo muy completo, que logra resolver una necesidad a menudo no cubierta en las redes, como es la existencia de productos básicos de alimentación, y ofrece a la vez a las y los campesinos locales la posibilidad de contar con nuevos mercados locales y sociales en los que puede ganar no solo moneda social, sino también los euros que necesita para su explotación.
Las Eco Redes son modelos de economía solidaria, cooperativa y ecológica bioregional, que a la vez que se organizan de modo autónomo en cada región, mantienen lazos permanentes y relaciones sociales y económicas con las demás redes, en una especie de confederación de economías regionales basadas en la democracia directa o asamblearia.
Las Eco Redes consisten, en síntesis, en un nuevo modelo que lleva a cabo la unión de una red de intercambio con moneda social con una cooperativa de consumo. Todos y todas comenzamos con 0 ecos, y cualquier usuario puede ganar moneda social al ofrecer cualquier bien o servicio a otro usuario de la red. También se pueden comprar ecos a cambio de euros 1 a 1. Esto lo hacen sobretodo las y los consumidores de la red o visitantes en las ferias (familias e individuos que no quieren participar activamente como usuarios, sino que desean tan sólo consumir algún producto o servicio ofrecido por algún usuario). Al hacer este cambio de moneda ingresan en la red euros que se destinarán, como si se tratara de una cooperativa de consumo, a la compra de productos básicos de alimentación a productores cercanos que aceptan un 10 o un 20% en moneda social. Estos productos se traen a la siguiente feria de trueque, o bien, si se dispone de un local permanente, se dejan allí en lo que en Cataluña se llaman Centrales de Compras Colectivas o Eco Tiendas donde se distribuyen íntegramente en moneda social.
El principio de transición
Ha sido fundamental entender el principio de transición, del mundo en el que hoy vivimos hacia la utopía a la que queremos ir. Si las redes exigieran una aceptación del 100% en moneda social a las y los productores, éstos acabarían teniendo demasiada, lo que sería un problema y podría comprometer su economía, cuando lo que se pretende es ayudar. En cambio los porcentajes graduales de aceptación permiten que todos ganen. El campesinado logra ingresar euros para mantener su granja, logra establecer un vinculo seguro y permanente con un mercado próximo y amigo, logra algunos ecos o moneda social con los que abastecerse de algún servicio o producto de la red que le puede servir en su granja o en los gastos corrientes de su familia (una clase de idiomas para su hijo, p.ej.). Y la red logra disponer de productos básicos que hacen de este sistema, ya no solo una experiencia simbólica y festiva de encuentro vecinal sino el inicio de una alternativa completa al capitalismo industrial.
Vemos, pues, que las monedas sociales y ecológicas no son el único medio ni el más importante, pero sí parece que sin ellas será difícil lograr un cambio real.
Dídac Sanchez-Costa i Larraburu es Sociólogo, escritor y activista. Miembro de las Ecoredes, la Cooperativa Integral Catalana, el movimiento 15M y la Colonia Colectivizada de Ca la Fou
www.ecoseny.net, www.ecoxarxes.cat
www.ecolonia.cooperativaintegral.cat
http://cooperativa.ecoxarxes.cat
Facebook: Didac S.-Costa, Xarxa Ecoseny
Nota:
[1] de Association pour le Mantien de l‘Agriculture Paysanne (Teikei en el Japón o CSA –Community Supported Agriculture- en los EE.UU). En ellos, los consumidores toman un rol mucho más activo y solidario con el productor, con visitas y trabajo en las granjas y un pago por avanzado de la cosecha. La nítida frontera entre productores y consumidores se desdibuja, ya que éste se convierte en una especie de accionista de la granja, pudiendo tomar decisiones acerca del tipo de cultivo, productos, calidad o formas de pago.