Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El sábado, el mundo retrocedió del borde de un enfrentamiento sobre el problema nuclear de Irán, ya que las dos partes de las conversaciones nucleares multilaterales emergieron de una negociación de 10 horas en Estambul de un humor positivo, estableciendo la base para una «reunión sustantiva» de seguimiento en Bagdad a finales de mayo.
Las conversaciones, después de una pausa de 13 meses, incluyeron a representantes de los «Seis de Irak» -conocidos también como P5+1: EE.UU., Gran Bretaña, Francia, China y Rusia, más Alemania.
Catherine Ashton, jefa de la política exterior de la Unión Europea, calificó las conversaciones de «constructivas y útiles» y agregó que la reunión de Bagdad se guiará por «el principio del enfoque paso a paso y de la reciprocidad… Nos han asegurado que Irán es serio».
Por cierto, la reciprocidad y el respeto mutuo son ingredientes claves en el proceso de desarrollo de confianza que es el sine qua non para una diplomacia nuclear exitosa, en vista de la preponderancia del déficit de confianza y la desconfianza mutua que han dominado la escena de la negociación hasta ahora.
Las conversaciones tienen lugar después de meses de crecientes tensiones entre Irán y EE.UU., junto con otros países occidentales que sospechan que el programa nuclear de Teherán no es pacífico, como afirman. Las Naciones Unidas han decidido sanciones contra Irán, así como países individuales, incluido EE.UU.
En su conferencia de prensa después de las conversaciones, Saeed Jalili, el ingenioso negociador nuclear iraní, habló bajo una pancarta que mostraba las caras de los científicos nucleares iraníes asesinados, defendiendo los derechos nucleares de Irán según los artículos del Tratado de No Proliferación Nuclear (TPN) -del cual Irán es firmante- y entrando en detalles sobre en qué consistirá la agenda de la vuelta en Bagdad. Es decir desarme nuclear, no proliferación y acceso a tecnología nuclear pacífica.
Al margen de la reunión, Jalili sostuvo conversaciones bilaterales con el representante ruso Sergei Rybakov y, según las informaciones, rechazó una solicitud estadounidense de realizar una reunión bilateral similar.
Irrespectivamente, el simple hecho de que los funcionarios estadounidenses e iraníes se hayan reunido durante 10 horas, aunque sea en un entorno multilateral, y que luego se hayan abstenido de vilipendiarse mutuamente y, en lugar de hacerlo, hayan elogiado la atmósfera «seria y constructiva» de las conversaciones, es definitivamente una buena señal para las atribuladas relaciones entre EE.UU. e Irán.
Israel, por otra parte, ha criticado la falta de progreso concreto en las conversaciones y la decisión favorable a un seguimiento en Bagdad, el patio trasero de Irán. Por ello, es posible que el poderoso lobby pro Israel aumente su presión sobre el gobierno de Barack Obama a favor de una actitud «endurecida» hacia Irán durante los próximos 40 días.
Según los informes, Jalili reiteró el edicto religioso, la fetua, del Supremo Líder Ayatolá Ali Jamenei, contra las armas nucleares y sonó conciliador sobre el tema de transparencia, refuerzo de la cooperación con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y las perspectivas para la adopción por parte de Irán del molesto Protocolo Adicional de TNP. También señaló el apoyo a un swap de uranio para el reactor médico de Teherán, mientras rechazaba las exigencias occidentales de cerrar la instalación de enriquecimiento de uranio de Fordow y de suspender las actividades de enriquecimiento al 20%, como esperaba este autor. (Vea Nuclear chess in Istanbul, Asia Times Online, 14 de abril).
El simple acuerdo de gobiernos occidentales de adoptar estándares del TNP como marco de las discusiones se ha celebrado en Irán como una victoria importante, ya que no existe una barrera legal para la posesión iraní de un ciclo de combustible nuclear e, inevitablemente, esto representa una retirada estadounidense de la anterior «línea roja» de no permitir que ninguna centrífuga gire en Irán; esa línea arbitraria ha sido reemplazada ahora por un enfoque más realista que se concentra en garantías objetivas de que Irán no está involucrado en actividades de proliferación.
«Fue una victoria de la estrategia del supremo líder de ‘amenazas y sanciones como respuesta a amenazas y sanciones al mismo nivel’ que fue presentada recientemente por Jamenei en dos discursos claves», dice un profesor de ciencias políticas de la Universidad de Teherán que habló bajo condiciones de anonimato. Fue una referencia al corte de suministros por parte Irán a varios países europeos y a la amenaza de cerrar el vital estrecho de Ormuz.
Según el profesor de Teherán, la exitosa contra-estrategia de Irán tuvo éxito con China y Rusia, ambas naciones opuestas a las sanciones unilaterales occidentales y a las amenazas de acción militar, como resultado de lo cual «no hubo un frente unido contra Irán en Estambul, solo una concesión común respecto a los derechos nucleares de Irán».
Desde todo punto de vista, en la reunión en Bagdad, albergada por el gobierno pro iraní dominado por los chiíes, EE.UU. y otras potencias occidentales se orientarán más hacia la influencia regional de Irán que requiere tener en cuenta las líneas del realismo político. Esto, sin mencionar la influencia de Teherán en Damasco y la aprobación de Irán del alto el fuego sirio intermediado por el exjefe de las Naciones Unidas Kofi Annan, quien estuvo recientemente en Teherán y elogió el papel constructivo de Irán.
Por otra parte, coincidiendo con nuevos e impresionantes ataque de insurgentes talibanes en Kabul y otras tres provincias afganas, recordando así al mundo el tema inconcluso de la seguridad afgana, la reunión de Estambul puede haber servido a otro propósito, es decir, por lo menos para exponer indirectamente los «puntos comunes» entre Irán y Occidente.
El moderado ministro de Exteriores de Irán, Ali Akbar Salehi, quien escribió un artículo de opinión en el Washington Post con el título «Irán no quiere armas nucleares», culpó a EE.UU. de renegar de sus obligaciones contractuales hacia el reactor médico construido en EE.UU. para Teherán, y mencionó implícitamente el tema de una futura cooperación nuclear EE.UU.-Irán, que también fue ofrecida por el gobierno de Barack Obama en las conversaciones nucleares iniciales con Irán en 2009 y 2010.
Tanto en las áreas de actualizar el reactor de Teherán como de la administración de desechos nucleares, EE.UU. podría suministrar una ayuda crucial a Irán, si fuera posible acabar con las preocupaciones de Washington respecto a las «intenciones de armas nucleares» de Irán, como resultado de las garantías de Irán.
Para el gobierno de Obama, que necesita urgentemente alguna evidencia concreta de éxitos en su política exterior para asegurar su reelección, los nuevos combates en Afganistán, cuyo gobierno está respaldado por Teherán y Washington, representan una complicación que, una vez más, atrae atención a la necesidad de una «solución regional» que incluya a Irán, que tiene largas y porosas fronteras con Afganistán y que podría crear problemas si las conversaciones nucleares fracasaran y EE.UU. recurriera a tácticas más coercitivas.
A la luz de lo dicho, tiene sentido agregar otro ítem a la agenda de las conversaciones de Bagdad: la seguridad regional. Por mucho que Bagdad se enorgullezca de la atención global instantánea que obtendrá al ser la sede de la próxima vuelta, al mismo tiempo ni Arabia Saudí ni los otros miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) parecen estar muy entusiasmados ante la noticia, de ahí su reacción tibia, si no directamente negativa, ante los resultados de las conversaciones en Estambul.
El viaje del presidente Mahmud Ahmadineyad a la isla de Abu Mussa la semana pasada, ha provocado la ira de los Estados del CCG que apoyan la reivindicación de la isla por los Emiratos Árabes Unidos, lo que presagia una vigorosa campaña dirigida por los saudíes en las próximas semanas para convencer a la Casa Blanca de que mantenga la presión sobre Irán.
Pero, como Irán e EE.UU. son esencialmente aliados de facto en su apoyo común a los actuales regímenes de Irak y Afganistán, la Casa Blanca puede encontrarse ahora ante el dilema de prioridades contrapuestas.
Resumiendo, podemos vernos ahora al borde de un nuevo comienzo que marque el final gradual de la crisis nuclear iraní. El camino a seguir debe estar pavimentado de buenas intenciones o será descarrilado por las múltiples barreras que afectan a ambas partes.
Kaveh L Afrasiabi es doctor y autor de » After Khomeini: New Directions in Iran’s Foreign Policy ( Westview Press ). También es autor de » Reading In Iran Foreign Policy After September 11 » ( BookSurge Publishing , 23 octubre 2008) y su último libro Looking for rights at Harvard , se encuentra actualmente en venta.
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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/
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