El día 1 de octubre de 2012 finaliza casi sin pena ni gloria una nueva Asamblea General de las Naciones Unidas, la número LXVII. Esta reunión ha constituido un paso más para mostrar la inutilidad e inoperancia de la Institución, que está convirtiéndose cada vez más claramente en un foro vacío, de nulo poder político […]
El día 1 de octubre de 2012 finaliza casi sin pena ni gloria una nueva Asamblea General de las Naciones Unidas, la número LXVII. Esta reunión ha constituido un paso más para mostrar la inutilidad e inoperancia de la Institución, que está convirtiéndose cada vez más claramente en un foro vacío, de nulo poder político y comunicacional (aunque teóricamente debería ser el centro mundial del poder, por agrupar la supuesta voluntad de casi todos los estados del mundo).
Si bien es cierto que nunca se pudo esperar demasiado de un organismo como las Naciones Unidas, que fue creado en 1945 al finalizar la Segunda Guerra Mundial precisamente por las potencias que resultaron ganadoras de esa contienda, y en la que ellas se aseguraron desde el inicio de mantener en sus manos el control del poder del «organismo internacional», estableciendo que sus decisiones sólo serían válidas luego de su aprobación por el Consejo de Seguridad e incorporando dentro del mismo el mecanismo del veto por los cinco estados ganadores. El dominio de la ONU estuvo entonces asegurado desde un principio.
Sin embargo, la Asamblea General durante todo este tiempo había logrado mantenerse como una cierta «caja de resonancia», en cuyo seno se han podido expresar las más disímiles posiciones, aún las de aquellos estados pequeños, de poco poder político y muchas veces acosados por otros estados más poderosos y desde la cual esas posiciones podían tener difusión mundial. Así, temas como el bloqueo a Cuba por parte de Estados Unidos o las agresiones del estado de Israel al pueblo palestino, e innumerables otros hechos geopolíticos, han podido ser tratados en el seno de esta Asamblea, denunciados y divulgados. Aún ante la imposibilidad de que cualquier acuerdo logrado en estos temas en la Asamblea General fuera cumplido, ya que cada vez alguna de las potencias dominantes ha impuesto su poder de veto en el Consejo de Seguridad.
Hasta esta capacidad de «caja de resonancia» prácticamente ha desaparecido en esta oportunidad. El silencio informativo al respecto que han mantenido las grandes cadenas corporativas de medios de comunicación es bien significativo. Apenas menciones secundarias de lo que ha estado sucediendo en la Asamblea han aparecido en la Gran Prensa o en las cadenas transnacionales de TV, muchas de ellas para públicos locales cuando sus autoridades han intervenido. Podría decirse en primera instancia con ingenuidad que esto puede ser debido a la poca trascendencia de lo allí considerado. Sin embargo y como siempre, lo más probable es que detrás de este silencio existan razones geopolíticas y de poder, a las cuales las grandes cadenas de medios son tan sensibles. El tema de la «guerra» en Siria y las presiones sobre Irán está en el tapete, y ante la clara imposibilidad de llegar a algún tipo de consenso (las grandes potencias no logran imponer sus intenciones intervencionistas al grueso de los países) es muy probable que lo mejor sea callar. Utilizar el poder de la no-información como elemento de conformación de la «realidad virtual» con la que se mantienen relativamente «apaciguadas» las masas de los países centrales y de las periferias.
Ese silencio ha logrado en esta ocasión ahogar e nivel global los mensajes de los diferentes hombres y mujeres de estado que han intervenido en esta Asamblea. El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad fustigó duramente a Israel y a las potencias centrales por el acoso y amenaza de ataque a su nación. La presidenta Dilma Rousseff propuso la discusión de parámetros para un nuevo orden internacional que permita salir de la crisis y la recesión y solicitó un puesto fijo en el Consejo de Seguridad para Brasil. La presidenta argentina Cristina Fernández habló de la deuda externa y del problema de Malvinas. El presidente de Colombia Juan Manuel Santos habló de las conversaciones de paz que se inician en su país con las fuerzas insurgentes. Mariano Rajoy volvió a prometer que con las terribles medidas neoliberales que está impulsando, la economía española logrará en algún momento recuperarse y solicitó para España un puesto (no fijo) en el Consejo de Seguridad. El discurso del Primer Ministro Británico David Cameron fue una estupenda colección de intrascendencias y lugares comunes. El ministro de relaciones exteriores alemán también solicito un puesto para su nación en el Consejo de Seguridad. El discurso más aplaudido ha sido el de la Autoridad Palestina, en la voz de su presidente Mahmud Abbas., solicitando el ingreso del estado palestino como miembro de la ONU.
Quizás desde el punto de vista geopolítico y de la distribución del poder, la intervención más interesante fue la de Barak Obama, presidente de Estados Unidos. Haciendo un alto en su campaña electoral, realizó una muy breve intervención y abandonó la sede de la ONU sin reunirse esta vez como es habitual, con ninguno de los mandatarios presentes. Su alocución fue una pieza maestra del «doble discurso». Por un lado aseguró que la paz estaba triunfando en el mundo (y puso como ejemplo la retirada de sus tropas de Irak y Afganistán, guerras comenzadas por su propia nación), mientras que por el otro amenazó directamente a Irán, diciendo que los Estados Unidos «harán lo que deban hacer» para evitar que este país tenga armas nucleares y que si bien hay un tiempo y un espacio para lograrlo, estos «no son ilimitados». Presionó también a los palestinos, instándoles a no presentar su solicitud de ingresar a las Naciones Unidas (haciendo una defensa cerrada de las posiciones de Israel) pero lo más interesante de todo, fue su declaración de que su gobierno seguirá llevando adelante las acciones para «tumbar» al gobierno de Siria.
De tal manera se han perdido totalmente hasta los aspectos formales de la diplomacia y del supuesto «derecho internacional», cuando el presidente de la nación militarmente más poderosa del planeta declara públicamente en un foro internacional, que tiene la intención de quitar un gobierno de un país soberano para sustituirlo por otro de su preferencia. Y a nadie siquiera se le arruga la nariz por ello.
Volviendo al tema central: en este caso el silencio de las corporaciones mediáticas sumado a la heterogeneidad de los temas tratados, han convertido ahora este foro internacional en un ámbito de total inutilidad aún desde el punto de vista comunicacional. Si las cosas siguen por este derrotero en la Asamblea General de la ONU (y todo parece indicar que así será), sus discusiones pasarán en el futuro a ser similares a aquellas famosas «discusiones bizantinas» en el Imperio Romano de Oriente, donde se discutía durante largo tiempo con gran fervor, interminable e inútilmente, sobre temas tales como el sexo de los ángeles.