Propongo pensar el territorio desde la resistencia, y lo hago ante un reciente descubrimiento, que desenmascara, que desestructura y cuestiona, la idea de un saber limpio, de un saber objetivo y neutral que supuestamente indaga en la realidad sin las sospechosas tendencias de quien desea legitimar un punto de vista subjetivo, de un saber que […]
Propongo pensar el territorio desde la resistencia, y lo hago ante un reciente descubrimiento, que desenmascara, que desestructura y cuestiona, la idea de un saber limpio, de un saber objetivo y neutral que supuestamente indaga en la realidad sin las sospechosas tendencias de quien desea legitimar un punto de vista subjetivo, de un saber que se propone como objetivo, universal e incuestionable.
Este descubrimiento no se opone al saber, se opone a la lógica que le subyace, se opone y confronta su estructura de sentido que se articula en un contexto de dominación mundial; este contexto cuyo montaje global inicia, precisamente, en la legitimación de una sola forma de ver y pensar el mundo, una forma absoluta y ortodoxa que unifica y estandariza la vida, gestionada bajo las coordenadas mercantiles del capitalismo global. Entonces el pensamiento sobre el territorio se vuelve un pensar negativo, un pensar crítico que logra comprender las conexiones y dinámicas que le funcionalizan al servicio y uso del poder.
El territorio está en el centro de las intersecciones donde convergen las dinámicas del capital, y en esa medida su referencialidad hegemónica se aclara dentro de la geo-política del capital global que mantiene, y hasta exacerva, sus contradiciones y sus olvidos fundacionales, no solo como teoría moderna, sino como práctica de la explotación.
El territorio entonces es una «cosa» que tiene sentido unicamente dentro del mercado. Su significación está asignada por la extracción del valor y de la riqueza de la que puede ser objeto, y que surge gracias a la «inteligencia» emprendedora de un homo-económico, traspasado brutalmente por la lógica de la plusvalía. El territorio no es un lugar que permite la reproducción de la vida, es un lugar destinado a la obtención de ganancias. En ese sentido, como parte de un conjunto de categorías utilitarias y funcionales al mercado, el territorio se torna algo abstracto y lejano, un recurso a lo sumo, y como recurso es inminente que sea integrado a la lógica comercial-financiera global. Para ello el poder expresado en una serie de dispositivos transnacionales reproduce un conjunto de ideas y tendencias que van progresivamente alineando a los individuos hacia el desconocimiento y la anulación de lo social.
Las posibilidades políticas de gestión de lo público se ven intervenidas por metodologías serviles a la lógica del lucro, del progreso, que bajo el paradigma del desarrollo genera más pobreza. El discurso de la pobreza se convierte en el principal móvil de un tipo de economía que no está pensando en satisfacer las necesidades.
Con la explotación de los territorios se robustece el sistema de la dominación, y evidentemente la primera acción del poder es la dominación de los territorios. Y nuestra acción ¿será la resistencia?
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