Las bases del gran Próximo Oriente se establecieron en el Pacto del Quincey (1945) siguiendo la doctrina de los acuerdos franco- británicos Sykes-Picot de 1916 que favorecían la división regional del poder en zonas de influencia y sustentada en el trípode EEUU-Egipto-Arabia Saudí. Dicha doctrina consistía en la pervivencia endémica en Egipto de gobiernos militares […]
Las bases del gran Próximo Oriente se establecieron en el Pacto del Quincey (1945) siguiendo la doctrina de los acuerdos franco- británicos Sykes-Picot de 1916 que favorecían la división regional del poder en zonas de influencia y sustentada en el trípode EEUU-Egipto-Arabia Saudí. Dicha doctrina consistía en la pervivencia endémica en Egipto de gobiernos militares autocráticos pro-occidentales, lo que aseguraba la supervivencia del Estado de Israel (1948) y proporcionaba a la Marina de EEUU de un acceso privilegiado al Canal de Suez, atajo crucial para el acceso directo a los Emiratos Árabes, Irak y Afganistán, quedando como firme bastión de los intereses geopolíticos de EEUU en la zona, máxime tras la caída del Sha de Persia en 1980.
El otro pilar del acuerdo consistía en el acceso privilegiado de EEUU al petróleo de Arabia Saudí a cambio de preservar su régimen autocrático y favorecer la difusión del wahabismo (doctrina fundada por Mohamed Abdel Wahab a mediados del siglo XVIII con el objetivo de convertirse en una visión atractiva del islam y exportable al resto de países árabes), con lo que la teocracia saudí se convirtió en una potencia regional que proporcionaba a EEUU la llave del dominio energético al tiempo que servía de muro de contención de las corrientes socialistas y panarabistas. Finalmente, tras la Guerra de los Seis Días (1967), el puzzle geoestratégico de Oriente Medio-Próximo se completó con la instauración de regímenes autocráticos y pro-occidentales en los países circundantes a Israel (Libia, Siria, Jordania, Arabia Saudí, Irak e Irán), quedando los palestinos confinados en los guetos de Cisjordania y Gaza.
Desencuentros Kennedy-Israel
Laurent Guyénot en su artículo «Kennedy, el lobby y la bomba», (Red Voltaire, 2-5-2013), afirma que desde el inicio de los años 1950, el Primer Ministro israelí Ben Gurión, había emprendido la fabricación secreta de bombas atómicas, desvirtuando así la finalidad primigenia del programa de cooperación pacífica» Atom for Peace», iniciado durante el mandato de Eisenhower.
Por su parte, Kennedy, tras ser informado por la CIA del verdadero objetivo del complejo de Dimona , el 13 de Junio de 1961, mediante una misiva oficial exigió a Ben Gurión «la realización urgente de inspecciones periódicas en Dimona», advirtiendo de que caso de nuevas dilaciones «el compromiso y el respaldo de nuestro gobierno a Israel pudieran verse en serio peligro», lo que provocó la dimisión de Ben Gurión para evitar la recepción de aquella carta y seguir con su política dilatoria, pero cuando el nuevo primer ministro Levi Eshkol asumió sus funciones, Kennedy le envió de inmediato una carta idéntica, fechada el 5 de julio de 1963.
Según Guyénot, el objetivo de Kennedy no era evitar que Israel dispusiera del arma nuclear sino que formaba parte de un proyecto mucho más ambicioso, que ya había anunciado el 25 septiembre de 1961 ante la Asamblea General de la ONU:»Hay que liquidar esas armas de guerra antes de que ellas nos liquiden», pues en los años 60 tan sólo EEUU, URSS, Francia y Gran Bretaña así como sus aliados de la Otan y del Pacto de Varsovia disponían del arma nuclear, países que siguiendo los dictados de Estados Unidos y la URSS estaban ya decididos a implementar la doctrina del desarme nuclear, tesis que no era compartida por Ben Gurion quien en secreto trabajaba contrarreloj para conseguirla a pesar de la frontal oposición de Kennedy.
Además, Kennedy se había comprometido a favor del derecho al regreso de los 800.000 palestinos expulsados de sus casas y de sus poblados en 1948 (nakba), por lo que la delegación de EEUU ante la ONU presentó el 20 de noviembre de 1963 una propuesta de implementación de la Resolución 194, aunque ya no tuvo tiempo de contrastar las reacciones del Gobierno israel pues fue asesinado 2 días después, magnicidio que proporcionó a Israel la luz verde del Presidente Johnson para culminar su proyecto nuclear aunque hubo que esperar hasta 1986 para que quedara demostrado fehacientemente que Israel había conseguido en secreto la bomba atómica (1967), gracias a la publicación por Sunday Times de varias fotos del complejo nuclear secreto de Dimona tomadas por el técnico israelí Morchedai Vanunu.
Kennedy, la bestia negra del establishment
Recordar que hasta Eisenhower, la CIA fue únicamente la organización de inteligencia central para el gobierno de los Estados Unidos y estuvo detrás de múltiples tareas de entrenamiento de insurgentes y desestabilización de gobiernos contrarios a las políticas del Pentágono, pero el looby financiero y la industria militar (ambos fagocitados por el looby judío) no pudieron resistir a la tentación de crear un gobierno de facto que manipulara los entresijos del poder, derivando en la aparición de un nuevo ente refractario a la opinión pública y al control del Congreso y Senado de los Estados Unidos (la CIA paralela).
Así, un año antes del fin de su mandato, el presidente Eisenhower pronunció un discurso premonitorio de la posterior mutación del inicial «Campus» hasta el Gobierno en la sombra que tutela la democracia estadounidense en la actualidad y de la que son rehenes todos los Presidentes elegidos democráticamente: «En los consejos del gobierno, tenemos que estar atentos a la adquisición de una influencia ilegítima, que sea o no proyectada por el complejo militar-industrial. El riesgo del desarrollo de un poder usurpado existe y persistirá, pero jamás permitiremos el peso de esta conjunción amenazar nuestras libertades o los procesos democráticos», por lo que su sucesor, el Presidente Kennedy inició su mandato relevando al legendario Director General de CIA, Allen Dulles e intentó así mismo sustituir al mítico Hoover del FBI por Edward Kennedy y desinfectar el establishment de los virus patógenos inoculados por los lobbys de presión, en un vano intento de lograr la entronización del reino de Camelot para varias generaciones tras la nominación de Robert Kennedy como Fiscal General.
Kennedy era consciente de la dificultad de luchar contra la CIA, organización que sería «de facto» la verdadera detentora del poder en la sombra al estar enquistada profundamente en todos los aparatos de poder de los EEUU (fagocitados a su vez por el lobby judío) y que habría declarado al Presidente Kennedy como su «bestia negra» tras el conocido fiasco de la invasión de la Bahía de Cochinos (abril 1961) y del desenlace de la Crisis de los Misiles (Cuba, 1962), en la que las negociaciones entre Kruschev y Kennedy anularon el plan de la CIA de invadir la Isla.
Así, en un discurso en la Universidad de Columbia el 14 de Noviembre, admite que «existen fuertes presiones de grupos de poder de USA para convertir el cargo de Presidente en algo meramente figurativo» y así el 21 de Noviembre de 1963, fue obligado a firmar la orden ejecutiva 11490, «que permite en caso de emergencia disponer al gobierno de medidas excepcionales, incluso para cualquier dictadura».
A pesar de todo y fiel a su espíritu rebelde, prosigue con su cruzada de reconvertir la CIA en un aparato controlable por el poder político y poco antes de partir para Dallas, comentó a sus íntimos asesores: «Tenemos que enfrentarnos a la CIA…», y el mismo día, un emisario secreto de Kennedy iniciaba con Fidel Castro las primeras negociaciones para llegar a una solución pragmática y asumible por ambas partes. Ello suponía un claro órdago al exilio anticastrista y a la CIA, verdadera detentora del poder en la sombra, por lo que sus dirigentes procedieron a la gestación de una trama endógena que se encargó del Golpe de Mano contra la legalidad democrática del sistema político estadounidense que culminó con el Magnicidio de Dallas (Texas, 1963).
Dicha trama sería una auténtica obra de ingeniería laberíntica que tendría como cerebros a la citada CIA y al Mossad israelí y como colaboradores necesarios al exilio anticastrista en Miami así como al FBI de Hoover y que tuvo como daño colateral el nacimiento de un sistema político tutelado por el «Poder en la sombra», quedando desde entonces como rehenes todos lo sucesivos Presidentes electos de EEUU, según la confesión realizada por el primer Ministro israelí Ariel Sharon al entonces Ministro del Exteriores Shimon Peres en octubre del 2001: «Nosotros, el pueblo judío, controlamos Estados Unidos y los estadounidenses los saben», teniendo como fuente la radio israelí «Kol Israel».
Desencuentros Obama-Israel
En la actualidad, la AIPAC sería el más influyente grupo de presión pro-ísraelí en EEUU pues cuenta con más de 100.000 miembros (150 de ellos dedicados exclusivamente a presionar al Congreso, a la Casa Blanca y todos los organismos administrativos en la toma de decisiones políticas que puedan afectar a los intereses del Estado de Israel), por lo que Netanyahu acudió a Washington con el objetivo inequívoco de lograr su ayuda en un desesperado intento de convencer a Obama de que «contener los planes nucleares de Irán es en estos momentos mucho más importante que frenar los asentamientos judíos». Sin embargo, la ex-Secretaria de Estado, Hillary Clinton, declaró en la misma reunión del AIPAC que «los nuevos asentamientos en Jerusalén Este o en Cisjordania socavan la confianza mutua y amenazan las conversaciones de paz», quedando instaurada la ceremonia del desencuentro de la Administración Obama con la AIPAC.
Así, aunque siempre se ha creído que la AIPAC sería un «gobierno virtual» que teledirigiría la política exterior de EEUU en función de los intereses israelíes, la realidad sería que el lobby pro-israelí tiene verdadero peso en los ámbitos del poder porque EE.UU. e Israel casi siempre han compartido idénticos intereses geopolíticos desde la fundación del Estado de Israel en 1948. Así, EE.UU. contaría con Israel para mantener a los Estados árabes de Oriente Próximo bajo la amenaza constante de ataque, (asegurándose de paso que se mantengan serviles ante Washington) e Israel no podría seguir existiendo en su forma actual sin el fuerte apoyo político y material que recibe de EE.UU. (más de 3.500 millones de dólares en ayuda militar).
Sin embargo, la información proporcionada por el diario ‘Maariv’ de que el Gobierno de Netanyahu planea edificar 1.500 viviendas nuevas en colonias judías de Cisjordania y Jerusalén Este (como gesto para apaciguar las críticas de la derecha por la reciente liberación de 29 presos palestinos) además de la construcción de una verja de separación en el Valle del Jordán, (territorio ocupado por Israel en 1967 y que no piensa abandonar aún en caso de llegarse un acuerdo con las autoridades Palestina), provocará el estancamiento sine die de la enésima ronda de conversaciones de paz palestino-israelíes y la escenificación de un nuevo desencuentro Israelí-EEUU debido al concepto geopolítico imperante en la Administración Obama y cuyo cerebro sería el ex-Consejero de Seguridad Nacional del presidente Carter, Zbigniew Brzezinski.
Así, Brzezinski en un discurso ante al Consejo Nacional Irano-estadounidense (NIAC), afirmó que «creo que los EE.UU. tiene derecho a decidir su propia política de seguridad nacional y no seguir cual mula estúpida lo que hagan los israelíes», pues desde el asesinato de John F. Kennedy los Estados Unidos no habrían ya disfrutado de ese derecho al quedar desde entonces como rehenes de los intereses sionistas todos lo sucesivos Presidentes electos de EEUU. Además, Brzezinski, estaría enfrentado con los lobbys neocon republicano y judío de EEUU y con su habitual mordacidad habría desacreditado la miopía geoestratégica de ambos grupos de presión al afirmar que «están tan obsesionados con Israel, el Golfo Pérsico, Irak e Irán que han perdido de vista el cuadro global: la verdadera potencia en el mundo es Rusia y China, los únicos países con una verdadera capacidad de resistir a Estados Unidos e Inglaterra y sobre los cuales tendrían que fijar su atención».
Respecto al contencioso nuclear iraní, en una entrevista concedida por Brzezinski a Gerald Posner en The Daily Beast (18 de septiembre de 2009), afirma que «una colisión estadounidense-iraní» tendría efectos desastrosos para Estados Unidos y China, mientras Rusia emergería como el gran triunfador, pues el previsible cierre del Estrecho de Ormuz en el Golfo Pérsico donde atraviesa el transporte de petróleo destinado al noreste asiático (China, Japón y Sur-Corea), Europa y Estados Unidos, elevaría el precio del oro negro a niveles estratosféricos y tendría severas repercusiones en la economía global, pasando a ser la UE totalmente crudodependentiente de Rusia», por lo que la administración Obama procedió a la implantación de sanciones económicas al régimen iraní para lograr su asfixia económica y provocar la revuelta social. Sin embargo, tras la elección de Hasan Rowhani como nuevo Presidente iraní, se abriría una nueva oportunidad para la solución diplomática al llamado contencioso nuclear iraní. Así, Rowhani (clérigo educado en Gran Bretaña), encabezó el equipo de negociación nuclear iraní de 2003 a 2005 y es conocido por su pragmatismo nuclear que en esa época llevó al acuerdo de Irán a una suspensión total de «actividades nucleares conflictivas».
En el supuesto de lograrse la resolución del contencioso nuclear de EEUU-Irán y el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países, Rowhani conseguiría su objetivo de que se reconozca el papel de Irán como potencia regional, logrando de paso el incremento de cooperación irano-estadounidense relativa a la seguridad en Iraq y Afganistán y la resolución del avispero sirio-libaní. Respecto al contencioso sirio, la jugada maestra de Putin convenciendo a Assad para que entregara todo su arsenal de armas químicas y el escaso apoyo internacional recibido por Obama para iniciar su operación militar contra Siria, podría conducir a la celebración de la anhelada Conferencia Internacional Ginebra II sobre Siria (rememorando la Guerra de Laos y los Acuerdos de Ginebra de 1954).
Sin embargo, caso de fracasar la vía diplomática de Obama en los contenciosos sirio e iraní, aumentaría la presión del lobby pro-israelí de EEUU (AIPAC), para proceder a la desestabilización de ambos países por métodos expeditivos, momento que será utilizado aprovechado por la Trilateral EEUU-Gran Bretaña-Israel para proceder a rediseñar la cartografía del puzzle inconexo formado por los actuales países de Oriente Próximo y Medio (Oriente PROME) y así lograr unas fronteras estratégicamente ventajosas para Israel, siguiendo el plan orquestado hace 60 años de forma conjunta por los gobiernos de Gran Bretaña, Estados Unidos e Israel y que contaría con el respaldo de los principales aliados occidentales, de lo que se deduce que Obama sería un obstáculo para diseñar la arquitectura del Nuevo Gran Oriente esbozado por el establishment anglo-judío-estadounidense.
Obama, rehén del establishment
Wright Mills en su libro «The Power Elite» (1956), indica que la clave para entender la inquietud norteamericana se encontraría en la sobre-organización de su sociedad. Así, establishment sería «el grupo élite formado por la unión de las subélites política, militar, económica, universitaria y mass media de EEUU», lobbys de presión que estarían interconectadas mediante «una alianza inquieta basada en su comunidad de intereses y dirigidas por la metafísica militar», concepto que se apoya en una definición militar de la realidad y que habría transformado la economía en una guerra económica permanente».
Recordar que en los sótanos del establishment se estaba fraguando un verdadero golpe de Estado virtual que tendría su detonante en el impactante atentado de las Torres Gemelas (conocido como 11-S), atribuido a Al Qaeda, quedando desde entonces implementada la lucha contra el Eje del Mal (Irak, Irán y Corea del Norte) como leit motiv de la política del nefasto mandato de George W. Bush y entronizando de paso a Bin Laden como icono del Imperio del Mal. Así, un mes después del atentado del 11-S, el gobierno de George W. Bush decidió secretamente anular una de las principales protecciones constitucionales de este país (habeas corpus) mediante la ley conocida como USA- Patriot Act bajo la justificación de su «lucha contra el «terrorismo» según documentos oficiales revelados a finales de 2005 en una serie de reportajes en el New York Times.
Así mismo, el citado diario informó de la existencia de la red de espionaje electrónica más sofisticada del mundo, (el llamado programa PRISM o Big Brother), programa aprobado por el Congreso de EEUU a instancias de la Administración Bush en el 2.007 pero que por inercia apática continuaron bajo el mandato de Obama y como colofón a la deriva del control cibernético de masas, irrumpe en escena el escándalo del llamado «affaire Spyon», con la NSA involucrada en el control de las comunicaciones de 35 gobernantes mundiales, incluida la canciller alemana Merkel.
Sin embargo, Obama estaría pensando seriamente en el otoño de su Presidencia en borrar definitivamente el estigma impreso por la Administración Bush en los aparatos de poder (establishment), por lo que afirmó en Berlín que «la guerra emprendida por George W. Bush no puede ser eterna» y citó a James Madison al decir que «ninguna nación puede preservar su libertad en medio de una guerra continua».
Así, tras la significativa erosión de la imagen de EEUU en el mundo tras los sangrantes episodios de vulneración de los Derechos Humanos en Abu Ghraib y Guantánamo, una de las primeras decisiones de Obama tras su investidura en el 2009 fue firmar una orden ejecutiva para exigir el cierre de la prisión en la base naval de Guantánamo en el plazo de un año, pero en su segundo mandato sus asesores todavía siguen buscando los mecanismos legales para finiquitar el «limbo jurídico» de Guantánamo, un espacio virtual fruto de la ingeniería jurídica del llamado «Comité de Guerra» (nombre en clave del selecto grupo de juristas y asesores que trabajaron a las órdenes de la Troika formada por Rumsfeld, Hayden y Cheney), verdaderos detentores del Poder durante el nefasto mandato de George W. Bush.
Respecto a Cuba, Obama ordenó en enero del 2011 la restitución de las políticas de la administración Clinton reduciendo las restricciones de viajes y envíos de dinero desde Estado Unidos a Cuba, pero tras estas maniobras de distracción, subyacerían las conversaciones secretas entre el cubano-judío y Profesor de la Universidad de Denver, Arturo López-Levy y las autoridades cubanas para negociar el trueque de Gross por los Cinco, lo cual representaría eliminar un significativo escollo en el largo camino para restablecer la normalidad en las relaciones entre EEUU y Cuba y granjearse la enemistad del exilio anticastrista de Miami.
Caso de que finalmente Obama decida finalmente liberarse del yugo del establishment e inicie su cruzada de limpieza de los agentes patógenos del mismo, asistiríamos a una intensa campaña de descalificación personal y política en los medios de comunicación dominantes (mainstream media), no siendo descartable la gestación de una trama endógena que podría terminar por reeditar el Magnicidio de Dallas (Kennedy, 1963) para lograr que EEUU vuelva a la senda de las seudodemocracias tuteladas por el establishment judío-anglo-estadounidense.
Germán Gorraiz López es analista
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.