I En su artículo «La despedida de los kamikazes» [1], Suvendrini Kakuchi recuerda que durante la Segunda Guerra Mundial los pilotos «kamikazes» se lanzaban en picado sobre barcos enemigos con sus aviones cargados de explosivos. Un museo en las colinas verdes de Chiran (prefectura de Kagoshima, isla de Kyushu, financiado por el gobierno local de […]
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En su artículo «La despedida de los kamikazes» [1], Suvendrini Kakuchi recuerda que durante la Segunda Guerra Mundial los pilotos «kamikazes» se lanzaban en picado sobre barcos enemigos con sus aviones cargados de explosivos. Un museo en las colinas verdes de Chiran (prefectura de Kagoshima, isla de Kyushu, financiado por el gobierno local de Kyushu Sur, recibe actualmente unos 700.000 visitantes anuales), inaugurado en 1988, planea registrar sus últimas cartas «como documentos pertenecientes a la Memoria del Mundo de la UNESCO». Nada menos. El director/a del museo considera que estos registros son «simbólicos». ¿Su simbolismo? El compromiso de Japón con la paz. ¿Con la paz? La medida pretende buscar el reconocimiento de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) y eso en medio de las permanentes «tensiones políticas entre Japón y sus ex colonias de Asia oriental, China y la península coreana, en torno a su pasado bélico».
En la historia oficial nipona, los kamizakes fueron una fuerza especial destinada a proteger a su país de los aliados hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial. Murieron 1.036 de ellos según datos oficiales.
Los narradores e historiadores empleados por el Museo los describen «como jóvenes valientes que se sacrificaron para proteger a Japón de las potencias invasoras coloniales de Occidente». Según Satoshi Yamaki, el director del Museo, «las últimas cartas escritas por los kamikazes antes de despegar en sus aviones muestran que no odiaban a su enemigo, sino que solo querían servir a su país y proteger a sus familias». Registrar sus mensajes y cartas como documento de la UNESCO, agregó, «es reconocer su valentía y el compromiso de Japón de nunca volver a ingresar en una guerra. Sus cartas simbolizan el compromiso de Japón para con la paz».
En el mismo Chiran, donde está ubicado el Museo, funcionó una pista aérea. Desde ella los kamikazes despegaban en 1944 para estrellarse con sus aviones en los navíos de Estados Unidos que se acercaban a Okinawa. Es también el lugar donde se libró la única batalla en tierra antes de la rendición, el 15 de agosto de 1945.
Para Yoshio Hotta, experto en relaciones entre Japón y Estados Unidos, la historia «es trágica y valiente, y hay un ansia nacional de obtener el reconocimiento del mundo. Pero el duelo japonés se ha vuelto cada vez más siniestro en (un contexto de) explotación política del pasado bélico del país». La visita que en diciembre de 2012 realizó el primer ministro Shinzo Abe, un claro defensor de un renovado nacionalismo nipón, al controvertido santuario de Yasukuni -allí se rinde homenaje a algunos criminales de guerra entre otros muertos- es claro indicio de los vientos huracanados levantados y abonados en el país con intereses nada pacíficos. La visita, como se recordará, provocó la condena de China y Corea del Sur: acusan a Japón de no arrepentirse de la agresión perpetrada en el pasado.
Japón ocupó el norte de China en los años 30. La masacre de Nanking, en 1937, una localidad a la que el ejército japonés saqueó después de matar al menos a un cuarto de millón de sus pobladores, está en el debe sangriento y criminal de esa historia.
La península coreana fue invadida. Desde 1910 a 1945, durante más de tres décadas. El Imperio nipón impuso una dictadura brutal: incluyó la prohibición del idioma y la cultura propias. Decenas de miles de coreanos fueron enrolados en el ejército japonés o forzados a trabajar para empresas japonesas durante la segunda guerra.
Jóvenes coreanas y también de la Manchuria china y de otras partes de Asia, fueron usadas como esclavas sexuales por los soldados japoneses.
II
El aliado clave de Japón, Estados Unidos por supuesto, ha estado presionando al país nipón para que devuelva «más de 300 kilogramos principalmente de plutonio de grado de arma» [2]. ¿De dónde esos kilogramos de plutonio? Los exportaron a Japón para objetivos de investigación durante la Guerra Fría.
El plutonio se almacenó en una ensambladora crítica en Tokaimura (prefectura de Ibaraki). Podría haber sido utilizado para producir entre 40 y 50 armas nucleares en el país que había renunciado a la guerra como instrumento de política exterior. La planta pertenecía a la Agencia de Energía Atómica de Japón, «es la única ensambladora del país diseñada para estudiar las características de los reactores rápidos».
III
China ha rechazado y protestado por los recientes comentarios del nuevo director de la cadena pública japonesa NHK quien ha señalado que los prostíbulos militares eran «comunes» en el ámbito internacional durante la guerra. «Sus palabras muestran que una fuerza en Japón intenta restar importancia e incluso negar los crímenes de guerra del país nipón», ha comentado el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Qin Gang, en una rueda de prensa en Beijing. Qin ha recordado que la esclavitud sexual fue un crimen atroz cometido por el Ejército japonés durante la Segunda Guerra. Todavía hoy, 70 años después, perjudica la salud física y mental de las víctimas.
El comentario del jefe de la NHK, prosiguió Qin, tiene «el mismo subtexto que la reciente visita del primer ministro nipón, Shinzo Abe, al santuario Yasukuni, donde se honra a 14 criminales de guerra de clase A de la Segunda Guerra Mundial».
Notas:
[1] http://www.ipsnoticias.net/2014/01/la-despedida-de-los-kamikazes/
[2] http://spanish.xinhuanet.com/mundo/2014-01/27/c_133076311.htm
[3] http://spanish.xinhuanet.com/china/2014-01/27/c_133078716.htm
Salvador López Arnal es nieto de José Arnal Cerezuelo, cenetista aragonés asesinado en el Camp de la Bota de Barcelona, en mayo de 1939, por defender la Segunda República de todos los pueblos de España.
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