La reciente reunión de los BRICS en Brasil motivó numerosos debates y análisis respecto de la importancia de un encuentro que congregó a cinco potencias. A pesar de sus diferencias, los gobiernos de Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica comprenden que es necesario articular un (re) diseño internacional que no esté liderado de manera […]
La reciente reunión de los BRICS en Brasil motivó numerosos debates y análisis respecto de la importancia de un encuentro que congregó a cinco potencias. A pesar de sus diferencias, los gobiernos de Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica comprenden que es necesario articular un (re) diseño internacional que no esté liderado de manera hegemónica por Estados Unidos, secundado a distancia por Europa Occidental.
Es indispensable recordar la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 para comprender el grado de supremacía que adquirió Estados Unidos y que actualmente está siendo cuestionado, entre otros, por los BRICS. El 2 de agosto de 1990, pocos meses después de la caída del Muro, Saddam Hussein invadió Kuwait, lo que motivó una dura respuesta de Estados Unidos liderada por George H. W. Bush. En febrero de 1991, las tropas norteamericanas tomaron el pequeño emirato expulsando a los iraquíes para luego bloquear y aislar a Irak. Saddam Hussein fue incapaz de avizorar tanto los cambios que se estaban produciendo a nivel global como el hecho de que él terminó siendo un engranaje perfecto para el diseño de lo que Bush denominó el «Nuevo Orden Internacional». Después de la caída del Muro se produjo la desintegración del bloque soviético que ya se estaba incubando en diversos países, incluso dentro de la propia Unión Soviética con la Perestroika. Cuando Bush planteó un Nuevo Orden Internacional sabía que estaba hablando del fin de la denominada Guerra Fría y la división del mundo en dos bloques. Mientras un bloque estallaba en pedazos su país se consolidaba como única potencia dominante por la vía que mejor conocen las grandes potencias, una guerra. Luego intentaron imponer la disparatada tesis del «fin de la historia» elaborada por Francis Fukuyama que se acoplaba a la aparente «victoria» norteamericana. Rusia heredó el lugar de la URSS en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas pero como un imperio abatido y limitado en todos los aspectos, económico, político y militar.
Veinticinco años después el mundo ha cambiado, aunque Estados Unidos sigue siendo la principal potencia mundial con un poderío militar incuestionable. Sin embargo, el crecimiento económico de China -y en menor medida de la India-, la recuperación de Rusia, el fin del apartheid en Sudáfrica y el surgimiento de nuevos actores políticos en América Latina que cuestionan el mundo unipolar permite pensar que un mundo multipolar es posible y que éste tal vez se logre sin guerras.
Fuente original: http://www.revistadebate.com.ar/?p=6615