A pesar de las labores de Inteligencia de las autoridades australianas, incluyendo la detención, en la operación antiterrorista más grande de la historia de ese país, de una quincena de supuestos milicianos afganos, el pasado mes de septiembre; «un viejo conocido» de la Policía australiana ha sido sindicado como el responsable de la toma de […]
A pesar de las labores de Inteligencia de las autoridades australianas, incluyendo la detención, en la operación antiterrorista más grande de la historia de ese país, de una quincena de supuestos milicianos afganos, el pasado mes de septiembre; «un viejo conocido» de la Policía australiana ha sido sindicado como el responsable de la toma de rehenes con resultado de tres personas muertas, en una céntrica cafetería de la ciudad de Sidney.
Y al hablar de viejo conocido, citamos literalmente las palabras del Primer Ministro australiano, Tony Abbott quien reconoció que Man Haron Monis, un ciudadano australiano de origen iraní, con antecedentes de violencia, había protagonizado numerosas protestas en Australia contra la intervención militar en Afganistán y estaba en la lista de personas investigadas y sospechosas de ser adherente a la causa del grupo takfirí EIIL (Daesh en árabe). «Tenía un largo historial de delitos violentos, extremismo e inestabilidad mental», sostuvo Abbott.
¿Un criminal útil?
Ello hace preguntarse, cómo una persona con esas características, ligada a grupos cercanos a Daesh, investigada por la seguridad australiana, que estaba en libertad bajo fianza condenado por varios delitos, entre ellos por enviar cartas ofensivas a familiares de soldados australianos que murieron mientras servían en el exterior. Que además se le permitió participar de actividades políticas, en momentos que el propio Gobierno australiano mostraba su preocupación, por el regreso de ciudadanos de ese país, que lucharon junto a Daesh tanto en Siria como en Irak.
Man Haron Monis resultó muerto en la operación de rescate en la cafetería Lindt junto a otras dos personas, un hombre y una mujer, resultando además cuatro personas heridas. La comunidad musulmana australiana, apenas conocidos los hechos emitió un comunicado conjunto en el que condenó «este acto criminal de manera inequívoca. La inscripción de la bandera negra exhibida por dos de los rehenes es una prueba de fe mal apropiada por individuos equivocados».
Una condena similar difundió el Gobierno de Teherán, dada a conocer apenas trascendió que el asaltante era un inmigrante de origen persa, llegado a Australia el año 1997 y acogido como refugiado político. El Gobierno de Irán condenó el secuestro y el resultado de tal acto «pues recurrir a métodos inhumanos, y suscitar terror y pánico bajo el nombre de la religión divina del Islam no es justificable bajo ninguna circunstancia». El Gobierno del presidente Hasan Rohani reprobó, igualmente, no sólo que se le diera relevancia al origen iraní del terrorista, sino que no se haya hecho caso a las advertencias que Teherán efectuadas al Gobierno australiano, respecto a las características del fallecido asaltante acusado en Irán de ser cómplice de la muerte de su esposa junto a cargos de abuso sexual, y, a pesar de ello, haya recibido asilo político por parte de Camberra.
«En reiteradas ocasiones habíamos advertido al Gobierno australiano acerca de los antecedentes penales y los problemas mentales del secuestrador, pero el gobierno hizo caso omiso», denunció el viceministro iraní de Exteriores para Asuntos de Asia y el Pacífico, Ebrahim Rahimpur quien también censuró al Gobierno de Abbott por sus políticas erróneas en cuanto a su trato a los refugiados y emigrantes, como también a que las autoridades australianas, pese a conocer los antecedentes del secuestrador, le permitieran llevar a cabo actividades políticas.
Este secuestro, catalogado por las autoridades policiales australianas como la operación de un «lobo solitario» se enmarca en la adhesión del abatido terrorista a los postulados de EIIL, inscribiéndose en esta cadena de sucesos que visualiza peligros, ataques, militantes, simpatizantes y futuros milicianos de Daesh en los cinco continentes. No en vano, en la ciudad española de Barcelona, una joven chilena – que llevaba 14 años en España- fue detenida acusada de reclutar mujeres para la causa takfirí. Tanto Australia como España son aliados incondicionales de Estados Unidos en las operaciones militares, que han significado la ocupación de Afganistán, Irak, ataques al Gobierno sirio y ahora el combate a Daesh tanto en territorio levantino como en el norte iraquí.
Esta situación puso en el ojo del huracán y como blanco de ataques a España, quien en marzo del año 2004 sufrió el más devastador ataque terrorista de su historia, con resultado que significaron la muerte de 192 personas y 1800 heridos. Australia no había sufrido ataques de características terroristas, atribuidas a su participación en las operaciones aliadas contra Daesh o Al-Qaeda. A excepción de un atentado explosivo contra su embajada en Yakarta el año 2004. Ya en el mes de septiembre del 2014 el Gobierno conservador de Abbott había elevado el nivel de alerta terrorista a la consideración de «Alto» considerando que el riesgo de un ataque es probable y sólo por debajo de la consideración de extremo, que en la jerga de las agencias de Inteligencia expresa que el ataque es inminente.
Esa categoría de alerta, con el ataque en Sidney del pasado lunes 15 de diciembre se hizo realidad poniendo en discusión en la sociedad australiana, no sólo el enfrentamiento contra el terrorismo, sino también la conveniencia de tener a cerca de 700 militares australianos combatiendo en Medio Oriente, como también el constatar que los 60 australianos, que militan en las filas de Daesh, que han llamado a otros australianos a ser parte de la creación del Califato de EIIL, son un cuchillo en el corazón de la sociedad australiana.
En una emotiva reacción y como muestra de solidaridad se consignó que centenares de australianos se ofrecieron en las redes sociales a acompañar a los creyentes musulmanes que tuvieran temor de sufrir represalias. El hashtag #Illridewithyou surgió luego de que una australiana publicara en su Facebook lo que había visto mientras viajaba en tren, cuando una mujer musulmana debió retirarse el hiyab por temor a ser blanco de discriminación e insultos. Al ver su miedo la otra pasajera le instó a que volviera a usarlo y ofreció ir con ella en el tren como forma de solidaridad. Luego de su relato #IllRideWithYou se hizo viral y consiguió miles de adhesiones durante todo el lunes.
Al margen de estos actos que muestran la necesidad de evitar discriminar a las personas por su color, origen o religión, a estas horas se especulaba sobre la participación de los organismos de Inteligencia australianos – la Organización Australiana de Inteligencia y Seguridad, ASIO -por sus siglas en inglés- en la operación de secuestro de las 17 personas en el Lindt Chocolat Café en Sidney, que se saldó con la muerte de dos rehenes y el asaltante tras 16 horas de retención de los clientes del lugar. Pensamiento que tiene su base en dos líneas argumentativas: poner en el centro del debate y la preocupación del alicaído gobierno ultraconservador de Tony Abbott el tema del terrorismo, tanto por la participación de tropas australianas en Medio Oriente y Asia Central, como también por el hecho que ciudadanos de ese país insular combaten en las filas takfirí y generando con ello un apoyo transversal a las decisiones que se tomen en el ámbito de la seguridad pública y en materia de política exterior. Y, en segundo lugar, la idea peregrina, avalada por sus aliados occidentales de involucrar el nombre de Irán en cuanta actividad contenga conceptos tales como chiita, terrorismo, Islam, musulmán. No en balde los medios de comunicación machacaron insistentemente con el origen iraní del abatido terrorista, sin poner el énfasis que llevaba ya 18 años en tierras australianas.
Así como el ejecutado secuestrador Man Haron Monis representaba un viejo conocido para las autoridades australianas, resulta también conocido el tratar de levantar las adhesiones a gobiernos en franca caída, en este caso el de Tony Abbott con operaciones de Inteligencia que desvían la atención de los principales problemas que aquejan a nuestras sociedades, situando en el caso australiano el eje sobre enemigos ciertos o hipotéticos pero que sacan de la vista las inexcusables preocupaciones de los habitantes de aquel país; la seguridad laboral, el empleo, la seguridad pública, además de su política exterior y el rechazo a políticas medioambientales y migratorias que niegan una de las principales características de esta sociedad: su multiculturalidad. Si para llevar adelante políticas sociales regresivas sirve utilizar a una persona con serios trastornos mentales, los organismos de seguridad no dudarán en hacerlo. Veremos cómo termina toda esta intriga terrorista que huele a «vieja historia conocida».
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