Estados Unidos está convirtiendo la gran región de Asia-Pacífico en el escenario de su escalada armamentista, con el QUAD y el AUKUS, el entrenamiento del ejército de Taiwán, el rosario de bases en Japón y Corea del Sur, Singapur y Guam, y ahora las nuevas bases militares norteamericanas en Filipinas: todo ese ambicioso despliegue está preparándose contra China.
Las últimas cuatro décadas en el sudeste asiático, agrupado en la ASEAN, vieron la caída de Marcos en Filipinas en 1986, de Suharto en Indonesia, abandonado por Estados Unidos; la persistencia de la dictadura militar birmana, el golpe de Estado en Thailandia de 2014 alentado por Washington, y serios conflictos políticos no resueltos; baste recordar que en seis de los diez países de la ASEAN los partidos comunistas son ilegales: Filipinas, Indonesia, Birmania, Malasia, Brunei y Thailandia. A ello se une la existencia de guerrillas comunistas en Filipinas e islamistas en Indonesia y duros sistemas dictatoriales o con elecciones controladas en Birmania, Filipinas, Malasia, Thailandia e Indonesia.
Pese a la existencia de importantes desacuerdos había mejorado la relación entre los países ribereños del Mar de China meridional gracias a la paciente política exterior de Pekín y su énfasis en la colaboración y el desarrollo económico, aunque China es consciente de que afectan también a la estabilidad de toda la región los conflictos no resueltos en el Asia-Pacífico, la inexistencia de un acuerdo de paz en Corea y la desnuclearización de la península, así como los estímulos estadounidenses para la independencia de Taiwán, las disputas en el Mar de China meridional, y las diferencias entre China y Japón por las islas Senkaku (Diaoyu para China) situadas entre Okinawa y Taiwán. Estados Unidos está reactivando esos conflictos: la visita de Pelousi y delegaciones oficiales estadounidenses a Taiwán, los reiterados ejercicios militares en las cercanías de Corea del Norte, y el envío del submarino nuclear estadounidense USS Springfield a la base surcoreana de Busán, tienen el objetivo de presionar a Pekín, forzándole a dedicar la atención de su gobierno y de parte del presupuesto a la disuasión militar.
En ese entorno, la apertura de nuevas bases militares estadounidenses en Filipinas tiene una importancia indudable. Estados Unidos desalojó sus bases en el país (la naval de Súbic Bay y la aérea de Clark) en 1992 por discrepancias con Corazón Aquino por el pago y también por su negativa a informar al gobierno de Manila sobre la existencia en ellas de armamento nuclear. Sin embargo, en 2015 Washington consiguió con el presidente Nonoy Aquino la reapertura parcial de Súbic Bay, y tras la llegada a la presidencia del hijo del dictador Marcos en 2022 Estados Unidos ha logrado renovar su presencia militar, aunque en Filipinas hay una gran resistencia a las bases norteamericanas, muy visible desde la caída de Marcos en 1986 porque la población no olvida que Estados Unidos apoyó la sangrienta dictadura.
Culminando la expansión de su dispositivo militar en Asia, el jefe del Pentágono, Lloyd Austin, viajó a Manila en febrero de 2023 para ampliar el Acuerdo de Cooperación Reforzada de Defensa (EDCA) entre los dos países. Con ese compromiso, Estados Unidos podrá operar en cuatro nuevas bases militares en Filipinas. Mintiendo al país, el presidente Ferdinand Marcos Bongbong (hijo del dictador que fue apoyado por Estados Unidos) alegó que el nuevo pacto no supone una «presencia militar permanente» de Estados Unidos. El mes anterior, Marcos Bongbong había visitado Pekín para abordar con el gobierno chino las diferencias sobre las aguas del Mar de China meridional y suscribió acuerdos comerciales y obras de infraestructura para su país sabiendo que la colaboración china para el desarrollo de Filipinas es imprescindible: Estados Unidos concierta acuerdos militares en Asia-Pacífico pero carece de planes económicos y de desarrollo para los países de esa gran región, a diferencia de China que se ha convertido en el principal socio comercial de la mayoría de los países de la ASEAN y del sur de Asia.
Quince días después de su visita a Pekín, Marcos afirmó en Davos que no se abrirían de nuevo las bases militares estadounidenses de Súbic Bay (a cien kilómetros al norte de Manila) y Clark porque la Constitución filipina no permite bases extranjeras en el país. Todas sus palabras eran falsas porque su gobierno había iniciado ya en 2022 negociaciones con Washington para su reapertura. No fue casual que el 9 de noviembre de ese año la embajadora estadounidense en Filipinas, Mary Kay Carlson, inspeccionase Súbic Bay y también los astilleros que había comprado allí la empresa norteamericana Cerberus Capital Management LP. De hecho, desde 2016, con el feroz anticomunista Duterte en la presidencia, Estados Unidos había vuelto a utilizar la base aérea de Clark para patrullajes militares sobre las islas disputadas del Mar de China meridional.
En su visita a Manila, Austin no dudó en lanzar acusaciones y sospechas sobre Pekín, calificando como ilegítimas sus reclamaciones sobre las aguas del Mar de China meridional, que la embajada china en Filipinas calificó de difamación mientas el gobierno de Pekín recordaba que la cooperación militar en la región debe consolidar la paz sin perjudicar a otros países. China constata que el creciente despliegue militar estadounidense en todos los mares de Asia-Pacífico está aumentando la tensión y la inestabilidad. Pekín trabaja para convertir el Mar de China meridional en un marco de colaboración y de estabilidad y es consciente de que Filipinas quiere mantener un cierto equilibrio entre las dos superportencias aunque esté ligada al dispositivo militar del Pentágono. Con diferentes ideologías y gobiernos, los países de la ASEAN comparten ese afán de Manila: desean la colaboración china para desarrollar sus países y quieren evitar tensiones y enfrentamientos que, inevitablemente, afectarían a sus economías, pero algunos son incapaces de resistir las presiones y exigencias de Washington.
Las cinco bases contempladas en el convenio de 2014 (firmado durante las presidencias de Obama y Benigno Aquino Nonoy) están casi finalizadas, y las instalaciones adicionales comprometidas ahora se situarán al norte de la isla de Luzón, a solo quinientos kilómetros de distancia de Taiwán. También se construirá otra base en la isla de Palawan, frente a las disputadas islas Spratly en el Mar de la China Meridional. Así, el convenio con el gobierno de Marcos Bongbong amplía la presencia militar estadounidense en los océanos Índico y Pacífico: el Pentágono tiene acuerdos y bases militares en Australia, Corea del Sur, Japón, Thailandia y Singapur, además de Filipinas, cuya función es muy relevante para Washington porque es el país más cercano a Taiwán. Desde las islas filipinas de Palawan y Luzón, Estados Unidos podrá controlar y vigilar Hainan y la isla de Taiwán, el archipiélago Xisha (islas Paracel), y el de Nánshā (Spratly, por el nombre inglés) que consta de más de cien islas, un conjunto de obstáculos que dificulta la salida de los barcos chinos al océano abierto. El Pentágono combina el traslado de algunas de sus unidades militares a islas más seguras, fuera del alcance del ejército chino, con acuerdos para reforzar su dispositivo militar en la región, aunque el ejército chino sigue superándole en la primera barrera de islas y archipiélagos que cierran el Mar de China meridional. En la hipótesis de un enfrentamiento militar, China no tendría más opción que atacar las bases estadounidenses en los países de la zona.
Malas noticias. A la vista de la expansión de la OTAN hasta las fronteras rusas, de la guerra en Ucrania y de los movimientos del Pentágono en Asia, no sorprendió que el portavoz chino, Wang Wenbin, recordase que «de sus doscientos cuarenta años de historia, Estados Unidos ha estado en paz solo durante dieciséis años. Tras la Segunda Guerra Mundial, trató de derrocar a más de cincuenta gobiernos extranjeros, interfirió violentamente en las elecciones de treinta países y trató de matar a más de cincuenta dirigentes extranjeros.»
Tras imponer el rearme a Japón y nuevas bases militares en Filipinas, el Wall Street Journal revelaba en febrero de 2023 que el Pentágono se dispone a cuadruplicar sus tropas en Taiwán y entrenar soldados de la isla en territorio estadounidense. Encadenada Manila, todo indica que Estados Unidos se prepara para la guerra contra China.
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