Mariano Aguirre es Associate Fellow del Instituto Chatham House (Londres) y coordinador de la red de Seguridad Latinoamericana Inclusiva de la Fundación Friedrich Ebert. Ha sido director del Norwegian Centre for Conflict Resolution (Oslo), coordinador de programas de la Ford Foundation (New York), y asesor de la ONU en Colombia.
Su último libro publicado (Icaria, 2023) es Guerra fría 2.0. Claves para entender la nueva política internacional.
Salvador López Arnal.- ¿Por qué Guerra fría 2.0.? ¿Cuáles son las similitudes entre la primera Guerra Fría (1948 a 1991) y la actual?
Mariano Aguirre.- La primera se libró entre Estados Unidos y la ex URSS. Fue calificada de “fría” porque pese a la fuerte tensión entre las partes nunca se llegó a un enfrentamiento violento directo entre ellas. Ese aspecto es hoy similar: hay crecientes tensiones entre China, Estados Unidos y Rusia pero no se llega a guerras directas entre las partes, aunque en la de Ucrania la OTAN y Rusia están enfrentadas por delegación en ese país.
Es similar también el continuo rearme nuclear y de otros tipos de armamentos, y el clima político de alineamiento que de formas diferentes exigen y esperan Washington y Bruselas, y Moscú.
Salvador López Arnal.- ¿Y cuáles son las diferencias?
Mariano Aguirre.- En la Guerra Fría Estados Unidos y la URSS y sus aliados operaban en sistemas económicos diferentes. Actualmente, en cambio, tanto las grandes potencias como las intermedias funcionan dentro del mismo sistema económico capitalista, aunque las relaciones entre el estado y el sector privado sea diferente en cada caso.
Otra diferencia sustancial es que durante las primeras dos décadas de la primera Guerra Fría Estados Unidos se encontraba en el punto más alto de su hegemonía en el mundo occidental. Ahora, en cambio, es una gran potencia con una grave crisis interna y con su hegemonía económica, comercial y tecnológica disminuida, y su legitimidad internacional cuestionada.
Una tercera diferencia importante es la situación de los países del Sur. Al final de la Segunda Guerra Mundial y en las dos a tres décadas posteriores, se produjo la independencia de más de medio centenar de ex colonias. En muchas de ellas hubo guerras de liberación nacional contra los imperios europeos que se desintegraron al final de la Segunda Guerra Mundial. Pero esas guerras y posteriores procesos de tratar de construir estados nuevos e independientes se vieron subsumidas en la dinámica capitalismo-comunismo de la Guerra Fría, desvirtuadas y en muchos casos arruinados. Hoy, gran parte de esos estados (especialmente en África Subsahariana, Norte de África y Oriente Medio) son muy frágiles institucionalmente y se encuentran en guerras internas, dominados por élites corruptas asociadas a intereses en el Norte.
Salvador López Arnal.- En cuanto a los poderes emergentes.
Mariano Aguirre.- En las últimas décadas se han desarrollado potencias medias, regionales o emergentes, como la India, Brasil, Sudáfrica, Indonesia o Turquía. Estaban presentes durante la Guerra Fría, pero no tenían entonces el poder que tienen hoy.
Los emergentes pugnan para que se hagan reformas en las instituciones financieras internacionales, en las Naciones Unidas (accediendo en un futuro incierto e improbable al Consejo de Seguridad), y teniendo más poder regional desde el cual negociar con los poderes globales.
Estos países emergentes son muy diferentes entre sí: unos tienen gobiernos democráticos (Brasil), otros autoritarios (India y Turquía), algunos con problemas de corrupción (Sudáfrica).
Todos intentan tener también un espacio diplomático, por ejemplo, ahora con la guerra de Ucrania. En el caso específico de América Latina, el regreso de Lula da Silva al poder abre la vía abierta por algunos ex diplomáticos y analistas que propugnan un “no alineamiento activo”.
Salvador López Arnal.- Recuerdo el subtítulo de su libro: Claves para entender la nueva política internacional. ¿Dónde se ubica la novedad de la actual política internacional?
Mariano Aguirre.- La Guerra Fría anterior fue un enfrentamiento entre formas de organizar el mundo entre el capitalismo y el comunismo (si era o no “comunismo” es otra discusión, pero uso aquí el concepto para describir ese enfrentamiento). Era una pugna política, económica y social existencial. Y era universal: cada parte quería conquistar al conjunto del mundo en su ideología. De ahí que cuando se libraba una guerra, por ejemplo, en Vietnam, la lógica era que se debía ganar para impedir el paso al comunismo, y si se perdía entonces otros países de la región (en ese caso, de Asia) caerían también bajo la dominación de Moscú. Desde la URSS se tenía una concepción similar.
Ahora se trata de una confrontación por liderazgos tecnológicos, controles de mercados virtuales, acceso de recursos energéticos y de minerales (como el litio y los denominados “raros”) esenciales para la alta tecnología, y por acceso de largo plazo a recursos alimentarios. Se trata menos de controlar estados que de acceder a bienes específicos que tengan. Y los estados que no tienen nada que ofrecer, como Haití y varios de África Subsahariana, son dejados de lado.
Una consecuencia de estos intereses es que importa menos invadir militarmente o imponer gobiernos que contar con aliados, sean del signo político que sean. A China no le importa que un gobierno de un país del Sur, o de Europa, sea democrático mientras que le permita operar en su mercado, acceder a sus recursos, vender sus productos a su sociedad y, si es posible, integrarse en su nueva “ruta de la seda”.
Salvador López Arnal.- Si la economía ha sustituido en gran medida a la ideología en las políticas globales de las grandes potencias entonces, ¿son entonces falsos (al tiempo que ideológicos) los lemas muchas veces usados para justificar guerras y anexiones: democratizar el mundo, guerras humanitarias, globalizar los derechos humanos?
Mariano Aguirre.- La retórica continua. Rusia justifica su invasión a Ucrania diciendo que es una operación contra “elementos nazis” en ese país; Estados Unidos afirma liderar la lucha del mundo democrático contra el autoritarismo, pero la Administración Biden ha reafirmado sus relaciones con los gobiernos represivos de Arabia Saudita, Filipinas (ampliando en este país sus bases militares) y apoyando a Israel mientras este país continúa la ocupación ilegal de los Territorios Palestinos y acentúa la represión dentro de ellos.
Salvador López Arnal.- El acelerado cambio climático antropogénico, ¿no lo cambia todo? ¿No debería ser esa una de las preocupaciones centrales de todos los países y de todos nosotros?
Mariano Aguirre.- Vivimos en la era del Antropoceno, o sea que los grandes cambios climáticos en el planeta se deben a las actividades humanas y no ha cambios geológicos. Esta es una tendencia que se ha ido configurando desde la Revolución Industrial. Y la crisis ambiental, entre la que se encuentra el cambio climático, tiene impactos muy graves en el presente y para las generaciones futuras.
En efecto, es una de las grandes preocupaciones, pero cuando hay que tomar decisiones radicales sobre cambios en los modelos de producción, usos de recursos naturales y consumo, los gobiernos son temerosos, los empresarios tienen visiones de muy corto plazo sobre la ganancia por encima de otras consideraciones, y parte de las sociedades se resisten a creer que sea un problema tan grave.
Salvador López Arnal.- Las grandes y crecientes desigualdades que asolan a lo mayor parte de los países del mundo, ¿no están en la base de muchos conflictos armados?
Mariano Aguirre.- La desigualdad y la pobreza son dos, entre otros factores, que generan inestabilidad, protesta social, rupturas entre ciudadanos y estados y, en algunos casos, violencia social que puede llegar a conflicto armado organizado.
No quiere decir que siempre que hay pobreza y desigualdad hay guerra, pero en relación con otros factores –como la violación de derechos humanos, la corrupción y el autoritarismo excluyente— pueden favorecer que surjan conflictos violentos.
Salvador López Arnal.- Cuando se habla de crisis de la globalización, ¿de qué crisis se está hablando exactamente? ¿Quiénes se han beneficiado fundamentalmente de la globalización de estas últimas décadas? ¿Podríamos estar ante un escenario de futuro de doble globalización (USA y afines, China y amigos)?
Mariano Aguirre.- A partir de la pandemia de la covid-19 se ha producido un cambio en las tendencias de la globalización que comenzó a principios de la década de 1980. Esa globalización incluía la deslocalización de la producción (con empresas occidentales levantando sus fábricas en sus sus países e instalándolas en China y otros países del Sur en los que se benefician de mano de obra barata y controlada por el Estado local, y por luego vender los productos en el mercado mundial con un alto margen de ganancia), la desregulación del comercio, bajas tarifas arancelarias, y el libre movimiento de bienes y capitales.
Junto con la pandemia se ha producido la tendencia en China, Vietnam, Sri Lanka y otros países a exigir salarios más altos y mejores condiciones laborales. Y, por otra parte, han aumentado los precios del transporte de mercancías.
Ahora la deslocalización no es tan beneficiosa y hay una discusión y progresivo “regreso a casa” de las empresas o, al menos, regreso a países más cercanos. Por ejemplo, se especula que se podrían cerrar las empresas de Estados Unidos en China y trasladarlas a México. En este contexto, es posible que asistamos a una “desglobalización” al tiempo que Estados Unidos, Europa y China mantengan o construyan sus subzonas de producción.
Es posible, pero creo que estas tres potencias aspiran a zonas y redes de producción globales, no restringidas a una zona, y en las que se podría interconectar.
Salvador López Arnal.- ¿Cuáles serían los objetivos de Rusia en la guerra de Ucrania?
Mariano Aguirre.- El poder en Rusia considera por razones históricas, versiones interesadas de la historia, y por razones económicas, que Ucrania no es un estado independiente, sino que es parte de Rusia, aunque lo presente como una sola unidad nacional. La guerra parece orientada a impedir que Ucrania se consolide como un estado independente (y lo es desde el referéndum de separación de 1991), que rompa su asociación con la UE, y que no tenga acuerdo de seguridad, y menos todavía que sea miembro de la OTAN.
La intención sería, también, de crear fricciones entre Estados Unidos y Europa. Inicialmente, no ha logrado ninguno de los dos objetivos.
Salvador López Arnal.- ¿Rusia ha sido llevada a este “enfrentamiento inevitable” por la política otánica de presión, acoso y derribo?
Mariano Aguirre.- Es un debate en curso sobre si Rusia ha reaccionada ante la ampliación de la OTAN llevada cabo desde que acabó la Guerra Fría, y la inclusión de Ucrania en acuerdos de seguridad. Para Moscú y expertos de Estados Unidos como John Mearsheimer, Estados Unidos y sus aliados violaron la regla implícita y explícita entre grandes potencias de respetar sus zonas de influencia.
En efecto, Rusia ha considerado que la OTAN se ha ampliado de forma ofensiva hasta su frontera. Esto, sin embargo, no justifica la invasión a un estado soberano, algo que Rusia en su momento aceptó, con agresiones contra la población civil, violando el Derecho Internacional y normas de derechos humanos. Asumiendo que el argumento de la zona de influencia sea válido (y no necesariamente lo es desde la perspectiva del Derecho Internacional).
Salvador López Arnal.- ¿Y cuáles son los objetivos de Estados Unidos y la OTAN? ¿Cambiar el gobierno de Rusia? ¿Democratizar Rusia? ¿Hacer el gobierno ruso más sumiso a los intereses occidentales? ¿Desmembrar Rusia?
Mariano Aguirre.- Para Estados Unidos esta guerra le permite retomar el liderazgo de la OTAN, que estuvo puesto en cuestión durante la presidencia de Donald Trump, y presentarse como líder de Occidente, pese a su declive como gran potencia.
A la OTAN le ha servido para encontrar una misión clara, luego de que esto fuese difícil de concretar luego del final de la Guerra Fría: su misión ahora es disuadir a Rusia. Además, sale reforzada con el ingreso de Suecia y Finlandia en la Alianza Atlántica.
El objetivo final creo que no está definido. Tanto Estados Unidos como la OTAN pensaban convivir con la Rusia de Putin. Esta guerra les ha alterado el plan. No creo que se planteen hacer un “cambio de régimen” como en Irak o Libia. No se cambia tan fácilmente el gobierno de un país con armas nucleares, y no piensan implicar miles de efectivos en esa complicada campaña.
Tampoco creo que tengan interés en “desmembrar” a Rusia, porque eso causaría una catástrofe interna que impactaría en cientos de miles de refugiados golpeando a las puertas de la UE.
Posiblemente no hay un plan definido. Por ahora, apoyar a Ucrania, tratar de inclinar la balanza de la guerra hacia este país, y en algún momento negociar, tratando de que Moscú obtenga lo menos posible. Y esperar a ver si una no victoria (no necesariamente una derrota) debilita a Putin.
Por supuesto, hay voces (como la politóloga Anne Applebaum), que presiona para “derrotar” a Rusia, y predice que si esto no ocurre Moscú tomará casi el mundo entero. Herencias y reflejos de los halcones de la Guerra Fría.
Salvador López Arnal.- ¿Y dónde están los movimientos pacifistas que antaño tuvieron tanto protagonismo en otros enfrentamientos armados de tristísimo recuerdo y de grandes pérdidas humanas? ¿Se puede hablar, como a veces se hace, de un militarismo de izquierdas?
Mariano Aguirre.- El movimiento por la paz no es un actor en esta guerra, salvo pequeñas y limitadas expresiones en algunos países.
El último gran e internacional movimiento por la paz estuvo activo en los 1980, cuando se opuso al crecimiento de los arsenales nucleares, a la “guerra del espacio” de Ronald Reagan, a la instalación de misiles de alcance intermedio de la URSS y la OTAN en Europa, y cuando la campaña sobre el referéndum de la OTAN en España. La instalación de los euromisiles, la derrota en España y el fin de la Guerra Fría acabaron con ese movimiento. A partir de entonces el pacifismo se disolvió en otros movimientos.
A esto se suma que la guerra de Ucrania obliga a matices no simplificadores.
Salvador López Arnal.- Por ejemplo…
Mariano Aguirre.- Como indiqué antes, se puede criticar la expansión de la OTAN y la invasión de Rusia, no hay porqué elegir entre una u otra. La guerra es útil a Estados Unidos, pero eso no significa que sea aceptable lo que hace Rusia en Ucrania. La guerra es beneficiosa para la industria bélica, pero no significa que la industria bélica haya provocado la contienda. Así mismo, es una guerra que daña la economía de Europa, pero le sirve a quienes quieren potenciar la autonomía estratégica alrededor de convertir a la UE en una potencia militar.
Por último, el pacifismo no ha presentado una alternativa concreta frente al envío occidental de armas a Ucrania. Decir No a la Guerra no es suficiente frente a un argumento y una acción tan contundente como armar a un país frente a una invasión de otro país poderoso (y regido por un dictador). Oponerse al envio de armas tiene que ir acompañado de propuestas concretas, por ejemplo, sobre negociación. Y debe tener en consideración no sólo lo que hace Washington y Bruselas sino también Moscú.
O sea, ¿qué pasa si en Madrid, París o Berlín se dice No a la Guerra y Putin sigue adelante con su invasión?
Tengo la impresión que esta pregunta no se la han hecho muchos ciudadanos que se oponen.
Salvador López Arnal.- ¿Se puede sostener, con realismo pero sin alarmismo, que hoy estamos más cerca que nunca (dejando aparte Hiroshima y Nagasaki) de un enfrentamiento nuclear de dimensiones incalculables? ¿Hay atisbos de esperanza para que la vía diplomática de acuerdos reales se imponga?
Mariano Aguirre.- Las armas nucleares son en la actualidad más sofisticas y más potentes que en décadas atrás. Por otro lado, la frontera entre armas convencionales muy potentes y armas nucleares tácticas o “pequeñas” es muy difusa. Esto podría llevar a que se utilicen con la idea de que causen mucha destrucción local, pero no generalizada.
Aparte de este riesgo, y el riesgo de un error humano, es improbable que Rusia, quien ha amenazado con usarlas, utilice este tipo de armamento. Y más improbable que lo haga en Ucrania ya que el impacto se extendería también a territorio ruso.
Salvador López Arnal.- ¿Quiere añadir algo más?
Mariano Aguirre.- Muchas gracias estimado Salvador. Creo que puede quedar así. Nada que añadir.
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