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A propósito del artículo de Kemal Burkay “La guerra entre Israel e Irán y sus posibles consecuencias”, esta reflexión examina la legitimidad de las intervenciones externas, los fracasos históricos del cambio de régimen impuesto desde fuera y la necesidad de una transformación democrática desde las propias fuerzas populares.
Estimado Kemal Burkay,
Valoramos profundamente su trayectoria en defensa de la democracia y los derechos de los pueblos oprimidos. Su denuncia persistente del régimen clerical iraní y de su represión hacia mujeres, kurdos y disidentes es sumamente necesaria.
Sin embargo, en su reciente artículo, usted sugiere que el actual conflicto armado entre Israel e Irán, o incluso una intervención militar externa, podría abrir una “oportunidad” para que el pueblo iraní derroque al régimen. Con todo respeto, esta idea nos plantea serias objeciones.
El trágico legado de las intervenciones extranjeras
Las experiencias recientes son más que elocuentes:
- En Afganistán, tras dos décadas de ocupación estadounidense, los talibanes regresaron al poder. Las mujeres han perdido todos sus derechos, y la represión domina la vida cotidiana.
- En Irak, la caída de Saddam Hussein desencadenó una guerra civil y un caos sectario. Millones de desplazados y muertos fueron el saldo.
- En Libia, tras la intervención de la OTAN y la caída de Gadafi, el país se fragmentó en milicias rivales y se hundió en el desorden.
- En Siria, la guerra prolongada alimentada por potencias externas y la represión interna convirtieron al país en una catástrofe humanitaria.
Ninguno de estos casos derivó en democracias estables. Por el contrario, las intervenciones solo agravaron el sufrimiento de los pueblos.
El cambio debe venir desde dentro
Coincidimos en que el régimen iraní debe cambiar. Pero esa transformación debe construirse desde dentro, por medio de las luchas populares organizadas. Las mujeres que proclaman “Jin, jiyan, azadî”, los estudiantes, los trabajadores, los kurdos, baluchis, azeríes y otros pueblos del país están luchando desde hace décadas por la libertad.
Ningún régimen impuesto por la fuerza externa puede tener verdadera legitimidad ante el pueblo. La transformación social no vendrá desde arriba ni a través de bombas, sino desde abajo y con organización democrática.
El riesgo de los dobles estándares
Se critica con razón la injerencia de Irán en Siria, Irak o Líbano. Pero, ¿por qué no se aplican los mismos criterios a Israel o Estados Unidos? Si defendemos el derecho de los pueblos a la autodeterminación, debemos hacerlo con coherencia universal.
La guerra podrá debilitar a ciertos regímenes, pero nunca ha traído paz ni justicia. Oriente Medio hoy es prueba viva de ello.
Conclusión: Paz, democracia y soberanía popular
El futuro de los pueblos de Oriente Medio no puede construirse con guerras ni agendas imperiales. Solo una transformación democrática, laica, igualitaria y popular podrá abrir caminos de esperanza.
El pueblo iraní tiene la capacidad de lograrlo. No pongamos su lucha bajo la sombra de bombardeos, sino a la luz de su dignidad.
Con respeto.
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